CAPÍTULO 61

Nico estaba furioso con Euge.

—Nico: No quiero que metas las narices en esto.

—Euge: Sólo quiero que te tranquilices un poco. Vamos dentro.

Él subió las escaleras y abrió de un tirón la puerta metálica. Estaba demasiado alterado para prestar atención a los lujosos muebles que hacían de la RV de Euge la caravana más ostentosa del circo.

—Nico: ¡Es una ladrona! ¡Mi hija es una ladrona! Permitió que se culpase a Lali. —Apartó a un lado un juego de pesas y se dejó caer sobre el sofá, donde se pasó la mano por el pelo.

Euge cogió una botella de Jack Daniel's del armario de la cocina y llenó dos vasos. Ninguno de los dos era bebedor y Nico se sorprendió cuando ella vació el contenido de uno de los vasos antes de pasarle el otro. Cuando se acercó a él la bata se le ciñó a las caderas, haciendo que Nico se olvidara de su enfado, aunque sólo fuera por un momento.

Euge tenía la habilidad de nublarle la mente. No era algo que le gustara y había luchado contra ello desde el principio. Era engreída, terca y lo volvía loco. Era de esas mujeres que tenían que estar al mando en cualquier situación, un control que él nunca cedería a una mujer por mucho que lo atrajera. Y no había ninguna duda de que Euge Quest lo atraía. Era la mujer más excitante que había conocido nunca. Y la que más lo irritaba.

Euge le dio el vaso de whisky y se sentó a su lado. Al hacerlo se le abrió la bata dejando al descubierto un muslo. Era vigoroso y esbelto y Nico sabía, tras haberla observado trabajar con los trapecistas, lo tonificado que estaba. En la RV se encontraba todo el equipo que ella utilizaba para mantenerse en forma. Había instalado una barra de ejercicios sobre la puerta del dormitorio. En la esquina había un banco de entrenamiento con un surtido de pesas de mano.

Euge se reclinó sobre los almohadones del sofá y cerró los ojos. Arrugó la cara, casi como si fuera a echarse a llorar, algo que nunca le había visto hacer.

—Nico: ¿Euge? —Ella abrió los ojos. —¿Qué te pasa?

La mujer apoyó un tobillo en la rodilla opuesta adoptando una postura típicamente masculina. Era tan descarada que Nico no entendía cómo podía parecer a la vez tan femenina.

Vislumbró un retazo de seda púrpura entre las piernas de Euge y encontró un blanco para su furia.

—Nico: ¡Por qué no te sientas como una señora en vez de como una vulgar mujerzuela!

—Euge: No soy tu hija, Nicolás. Me sentaré como me dé la gana.

Nico nunca le había pegado a una mujer en su vida, pero en ese momento supo que le estallaría la cabeza si no la provocaba. Con un movimiento tan rápido que ella no lo vio llegar, la agarró de la bata y la puso en pie de golpe.

—Nico: Te la estás buscando, nena.

—Euge: Por desgracia, tú no eres lo suficiente hombre para darme lo que quiero.

Nico no pudo recordar ninguna otra ocasión en la que se sintiera tan furioso y Euge se convirtió en el blanco de todas las emociones que estaban a punto de explotar en su interior. Lo insultaba a propósito. Era como si ella misma quisiera que la lastimara, y él estaba dispuesto a complacerla.

Si previo aviso Nicolás la atrajo hacia sí con un tirón,  las bocas abiertas se encontraron en un beso arrasador. Euge le rodeó el cuello con los brazos, Nico apartó la boca y la despojó de la bata dejándola en ropa interior.

—Nico: Eres desquiciante, Eugenia Quest. Desquiciante y hermosa.

—Euge: Sólo me acuesto contigo para que no lastimes a Alai. Ha sido lo único que se me ha ocurrido para que te tranquilizaras.

—Nico: Mentirosa. Necesitabas un semental. Todos saben cuánto necesita a sus sementales la pequeña Euge.

—Euge: No eres un semental. Sólo un caso de caridad.

—Nico: ¿Es Peter el único al que quieres como semental? Lástima que él no te quiera a ti.

Por una vez, la dueña del circo contuvo su afilada.

—Euge: Lali será ahora una heroína. —Nico sintió cómo se estremecía al decirlo.

—Nico: Se lo merece.

—Euge: La odio. Le odio.

—Nico: No tiene nada que ver contigo.

—Euge: ¡No es verdad! No sabes nada. Las cosas iban bien cuando todos pensaban que Lali era una ladrona. Pero ahora no. Ahora Peter pensará que ha ganado.

—Nico: Olvídalo, nena. Simplemente olvídalo.

—Euge: No me das miedo —le dijo desafiante.

—Nico: Lo sé.

—Euge: No me da miedo nada.

Él la besó pero no la llamó mentirosa. Sabía que Euge tenía miedo. Por alguna razón, la reina de la pista central ya no se reconocía a sí misma y eso la asustaba muchísimo.

Continuará...
________________________________________

+40 FIRMAS y más! ^-^