Capítulo 14

El ambiente en el Delilah's Diner era relajado.

Lali se apoyó contra el respaldo de una de las doce mesas redondas que había por el local y se agarró las manos por encima de la mesa de vinilo rojo. Peter no había dicho una palabra desde que habían salido del garaje, y en aquel momento parecía que quería estar en cualquier sitio menos allí.

¿Cómo tenía que tomarse aquello una chica?

Mientras esperaban a que les llevaran lo que habían pedido, ella tomó su vaso de agua, le dio un trago y preguntó:

—Lali: ¿Vas a seguir callado durante toda la comida?

—Peter: ¿Eh?

—Lali: Has dicho que querías hablar, pero no has abierto la boca desde que hemos salido del taller.

—Peter: ¿Echas de menos el sonido de mi voz?

Él sonrió, y aquella sonrisa rápida le sacudió algo en el alma a Lali. Entonces, ella volvió a tomar un trago de agua con la esperanza de ahogarlo.

—Lali: ¿Qué ocurre, Peter?

—Peter: Nada, sólo que...

Su camarera eligió aquel momento en particular para llegar con la comida. Deslizó por encima de la mesa la ensalada de Lali y después colocó cuidadosamente la hamburguesa y las patatas fritas de Peter frente a él. Lali miró al cielo con resignación, y después observó, medio divertida, medio irritada, cómo la mujer hacía de todo salvo arrullar a Peter y acariciarle el pecho.

—Peter: Gracias —le dijo él, sonriéndola.

—De nada —respondió la pelirroja con un suspiro, sin mirar apenas a Lali—. Si hay algo más que necesites —dijo, e hizo una pausa significativa—, cualquier cosa, avísame. Soy Rebecca.

—Lali: Gracias, Rebecca —dijo, y la camarera se sobresaltó al oírla— Te avisaremos si te necesitamos.

La mujer frunció el ceño al mirarla, y después le lanzó a Peter otra sonrisa antes de alejarse de mala gana —Asombroso —dijo Lali, sacudiendo la cabeza.

—Peter: ¿Qué?

—Lali: ¿No te has dado cuenta?

Él agarró la hamburguesa y le dio un mordisco. Después se encogió de hombros, masticó y preguntó:

 —Peter: ¿Darme cuenta de qué?

—Lali: Increíble. Pero, ¿por qué ibas a darte cuenta? Probablemente, llevas toda la vida provocando reacciones así en las mujeres.

—Peter: ¿De qué demonios estás hablando?

—Lali: ¿De la camarera pelirroja? —le dijo—. ¿De ésa que quiere tener un hijo contigo, y hacerlo aquí mismo sobre la mesa?

Él se rió y tomó una patata frita.

—Peter: ¿No te parece que estás exagerando un poco?

Ella pinchó con el tenedor un poco de ensalada de pollo y pensó en pincharle la mano a Peter sólo por divertirse. No era extraño que nunca le hubiera prestado atención a ella. Tenía mujeres arrastrándose a su alrededor todo el tiempo. Aquel hombre era un imán para las féminas. Cualquier mujer entre los quince y los cincuenta años se volvería a mirarlo.

—Lali: No.

Peter se encogió de hombros de nuevo.

—Peter: Seguramente piensa que soy Germán. Él viene mucho a comer por aquí.

Lali se lo quedó mirando. Ella nunca había tenido ningún problema para diferenciar a los trillizos. Eran idénticos sí, pero cada uno de ellos tenía un pequeño detalle que lo distinguía de los demás. En el caso de Peter, era la forma en que se le elevaba la comisura derecha de los labios cuando no quería sonreír pero no podía evitarlo.

—Lali: ¿Cómo fue crecer con otras dos personas iguales que tú?

A él se le curvó la boca, justo de la manera que a ella le gustaba.

—Peter: Divertido. Los tres nos lo pasábamos muy bien. Y con Camilo también, antes de que entrara en el seminario —respondió Peter. Después la miró—. No me imagino cómo puede ser crecer de hija única.

Ella levantó un hombro y tomó un poco más de ensalada.

—Lali: Estuvo bien. Mi padre y yo nos llevábamos muy bien, y estábamos bien los dos solos.

—Peter: Sí, estoy seguro de que sí. Pero no tenías a nadie que ocupara tu lugar en los exámenes.

—Lali: Dime que no hicieron eso.

—Peter: Claro que sí lo hicimos —respondió, riéndose—. Germán es el cerebro. Así que cuando llegaban los finales de química, él hizo nuestros exámenes.

Lali se rió y sacudió la cabeza.

—Lali: No puedo creer que no los atraparan.

—Peter: No lo hicieron durante los dos primeros años de instituto. Después, la profesora se dio cuenta de que los tres contestábamos las preguntas igual.

—Lali: ¿Y qué ocurrió?

—Peter: Digamos que nuestra madre es más que la horma del zapato de sus hijos. Ninguno de los cuatro salimos durante un mes.

—Lali: ¿Ni siquiera Camilo? —tomó su vaso de té helado—. Él era inocente.

—Peter: Sí, pero era el mayor. Mamá pensaba que él debía haber evitado que nos metiéramos en problemas.

 Mientras Peter hablaba de sus hermanos, Lali lo observaba e intentaba recordarse que se suponía que no debía saber más de la vida de aquel hombre. Aquello sólo era una seducción. Un plan para conseguir que él perdiera su apuesta y lamentara haberla subestimado.

Pero él sonreía, y a ella se le olvidó todo el plan. Peter se rió, y ella disfrutó de aquel sonido alto y grave que la envolvía. Bajo la mesa, el pie de Peter rozó su pierna, y ella notó una descarga eléctrica por la pantorrilla, que subió por el muslo y alcanzó un punto que ya estaba demasiado caliente como para permitirle a Lali estar cómoda.

Él también lo sintió. Ella se dio cuenta.

Sus miradas se quedaron atrapadas, y la diversión que había reflejada en los ojos de Peter se desvaneció lentamente y fue reemplazada por una llama de hambre que abrasó a Lali, incluso a distancia.

—Peter: ¿Qué estamos haciendo, La?

—Lali: ¿Comer? —le preguntó ella, tragando con fuerza e intentando respirar con normalidad.

—Peter: ¿Y qué más?

—Lali: ¿Hay algo más, Peter?

—Peter: No quería que lo hubiera, pero es demasiado evidente como para no prestarle atención.

—Lali: Bueno, eso no es muy halagador.

—Peter: Lali, somos amigos —dijo él. Se inclinó sobre la mesa y le tomó la mano. Con el dedo gordo, le hizo cosquillas en la palma hasta que la sensación se extendió por todo el cuerpo de Lali.

Ella dejó escapar un suspiro, pero no se soltó de su mano. Le gustaba sentir sus dedos entrelazados con los de Peter. Le gustaba su calor y las llamas que encendía en ella.

—Lali: ¿Y los amigos no se ven desnudos?

—Peter: Normalmente no —admitió él entre dientes.

Lali asintió lentamente, y también lentamente, de mala gana, se soltó.

—Lali: Entonces tendremos que dejar de ser amigos, ¿no, Peter?

Continuará...

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