CAPÍTULO 29

Apenas había amanecido cuando él comenzó a agredirla verbalmente. Y todo porque él la había distraído antes de que ella hubiera tenido tiempo de explicarle un pequeño detalle.

—Peter: Pensé que sabías lo que decías. ¡Lo pensé! Dios mío, qué tonto soy. Merezco estar casado contigo. ¿Cómo pude pensar que estabas bien informada sobre eso cuando no haces nada a derechas?

Después de la tierna magia de la noche anterior, aquel ataque era doblemente hiriente. Al principio, la cólera de Peter había sido fría y calmada, pero ahora era como si hubiera estallado una válvula a presión.

—Peter: ¿No podías terminar de explicármelo? —despotricó él. —No, claro que no. Hubiera sido demasiado lógico.

Ella parpadeó ante la dureza de sus ojos y se odió a sí misma con todas sus fuerzas por no ser el tipo de persona capaz de devolverle los gritos.

—Peter: Cuando me dijiste que tomabas la píldora, tenías que habérmelo contado todo, Lali. ¡Tenías que haberme dicho que acababas de empezar a tomarlas, que no llevabas ni un mes con el tratamiento, que todavía existía alguna jodida posibilidad de que te quedaras embarazada! ¿No podías habérmelo explicado todo?

Ella se clavó las uñas en las palmas de las manos para no llorar. Al mismo tiempo se maldecía a sí misma por permitir que le hiciera eso.

—Peter: ¡Contéstame de una puta vez!

El nudo en la garganta de Lali se había vuelto tan grande que tuvo que obligarse a escupir las palabras.

—Lali: Me... dejé llevar por la p-pasión.

Parte de la tensión pareció abandonar el cuerpo de Peter. Él soltó un poco el acelerador y la miró con el ceño fruncido.

—Peter: ¿Estás llorando?

Ella alzó la barbilla y negó con la cabeza pero, al mismo tiempo, le resbaló una lágrima por la mejilla. Lali no podía soportar la idea de volver a llorar delante de él. La joven siempre había odiado la facilidad con que se le saltaban las lágrimas.

Él bajó el tono de voz y recobró el control.

—Peter: Lali, lo siento. —Miró por el espejo retrovisor y dirigió la camioneta al arcén.

—Lali: ¡No te atrevas a parar! —le dijo ella con fiereza.

Las ruedas levantaron la grava cuando Peter detuvo la camioneta, ignorando como siempre los deseos de Lali. Intentó abrazarla, pero ella se apartó.

—Lali: ¡No soy una debilucha! —le espetó mientras se enjugaba las lágrimas con furia.

—Peter: No he dicho que lo fueras.

—Lali: ¡Pero lo piensas! Es cierto que lloro con facilidad, pero eso no quiere decir nada y no estoy tratando de manipularte con lágrimas. Quiero que te disculpes porque estás portándote como un imbécil, no porque esté llorando y te remuerda la conciencia.

—Peter: Definitivamente, estoy portándome como un imbécil.

—Lali: No puedo evitar llorar. Siempre he sido una persona muy emotiva. Bebés, anuncios sensibleros, baladas. Veo u oigo algo y lo siguiente que sé es que...

—Peter: Lali estoy tratando de disculparme. Si quieres, puedes seguir llorando, pero cállate, ¿está bien?

Ella sorbió por la nariz y buscó un pañuelo de papel en el bolso.

—Lali: Esta bien.

—Peter: No ha estado bien que te grite. Estaba enfadado conmigo mismo y me he desquitado contigo. Fui yo quien te impidió explicarte anoche. Fue culpa mía. Nunca había sido tan irresponsable antes y, la verdad, no lo entiendo. Supongo que simplemente... —Él vaciló.

Ella se sonó la nariz.

—Lali: ¿Te dejaste arrastrar por la pasión?

Él sonrió.

—Peter: Supongo que esa es una razón tan buena como cualquier otra. Pero si te quedas embarazada por culpa de mi estupidez...

El miedo que ella oyó en su voz hizo que quisiera llorar una vez más. Pero sólo sorbió por la nariz con seriedad.

—Lali: Estoy segura de que no ocurrirá. No es el momento apropiado. Tiene que venirme la regla en un par de días.

El alivio de Peter fue casi palpable y Lali se sintió aún más dolida. No es que quisiera quedarse embarazada, porque no quería, pero no le gustaba que la idea lo repeliera.

Él se pasó las manos por el pelo.

—Peter: Supongo que me vuelvo irracional cuando surge este tema, pero no puedo evitarlo. No quiero tener hijos, Lali.

—Lali: No tienes de qué preocuparte. Amelia me envió a su ginecólogo hace unas semanas.

—Peter: Vale. Espero que lo entiendas. Cuando digo que no quiero tener hijos, quiero decir que no quiero tenerlos nunca. Sería un padre terrible y ningún niño se merece eso. Prométeme que jamás te olvidarás de tomar la píldora.

—Lali: No me olvidaré. Y, francamente, Peter, me estoy cansando de que me trates como si fuera estúpida.

Él miró el espejo retrovisor y metió la marcha antes de volver a la carretera.

—Peter: Usaré preservativos hasta el mes próximo, cuando ya no corras peligro de quedarte embarazada.

A Lali no le gustó que Peter diera por hecho que continuaría acostándose con él.

—Lali: Te aseguro que no habrá necesidad.

Él la miró.

—Peter: ¿De qué?

—Lali: Actúas como si lo que sucedió anoche fuera a repetirse.

—Peter: Créeme. Volverá a repetirse.

Tanta seguridad la irritó.

—Lali: No estés tan seguro.

—Peter: No finjas que no te ha gustado. Estaba allí, ¿recuerdas?

—Lali: No estoy fingiendo. Fue maravilloso. Una de las cosas más maravillosas que me ha ocurrido en la vida. Lo que quiero decir es que tu actitud con respecto a hacer el amor deja mucho que desear.

—Peter: ¿Qué le pasa a mi actitud?

—Lali: Es insultante. Sólo hay que fijarse en tu vocabulario: las palabras que usas son, definitivamente, insultantes.

—Peter: No estoy de acuerdo.

—Lali: Se supone que hacer el amor es algo sagrado.

—Peter: Se supone que es tórrido, sudoroso y divertido.

—Lali: Eso también. Pero sigue siendo un acto sacrosanto.

—Peter: ¿Sacrosanto? —La miró con incredulidad. —¿Cómo es posible que alguien que creció rodeada de parásitos sociales y estrellas de rock haya salido así de puritana?

—Lali: ¡Lo sabía! Sabía que pensabas que soy puritana, pero anoche no fuiste lo suficientemente sincero como para admitirlo.

—Peter: Ya entiendo. Estás intentando sacarme de quicio a propósito, ¿no? —Peter le dirigió una mirada exasperada.

—Lali: No intentes hacerte el inocente conmigo. Eres demasiado injusto para eso.

Peter volvió la cabeza y, para sorpresa de Lali, parecía muy dolido.

—Peter: ¿De verdad crees que soy injusto?

—Lali: No lo eres todo el rato —admitió ella. —Pero sí la mayor parte del tiempo. Casi siempre, en realidad.

—Peter: Cualquiera del circo te dirá que soy el gerente más imparcial que han conocido.

—Lali: Eres imparcial. —Hizo una pausa. —Con todos menos conmigo.

—Peter: He sido justo contigo. —Vaciló. —Bueno, tal vez no lo fui el día de la fiesta sorpresa, pero aquello me pilló desprevenido y... eso no me excusa, ¿verdad? Lo siento, Lali. No debería haberte humillado de aquella manera.

Ella lo observó, luego asintió con la cabeza.

—Lali: Acepto tus disculpas.

—Peter: Y no fui injusto anoche.

—Lali: Preferiría no hablar de lo que pasó anoche. Y quiero que me prometas que no intentarás seducirme de nuevo esta noche. Tengo que reflexionar y pienso hacerlo en el sofá.

—Peter: No sé qué tienes que pensar. No crees en el sexo fuera del matrimonio, pero estamos casados, así que, ¿cuál es el problema?

—Lali: Nuestro matrimonio es un «acuerdo legal» —señaló ella con suavidad. —Hay una sutil diferencia.

Él masculló una obscenidad especialmente desagradable. Antes de que pudiera recriminárselo, Peter giró a la derecha bruscamente y entró en el aparcamiento de camiones de una estación de servicio.

Continuará...

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Perdón por la tardanza!!! les dejo cap!!

+30 firmitas y mass!!! :D