CAPÍTULO 46

La actividad del circo había vuelto a la normalidad. Jack hablaba con la profesora mientras la ayudaba a escoltar a los niños hasta el jardín de infancia. Neeco y los demás habían vuelto a su trabajo. Euge se acercó a ellos.

—Euge: Buen trabajo, Lali. —La dueña del circo dijo las palabras de mala gana. Aunque a Lali le pareció ver algo de respeto en sus ojos, tuvo la extraña sensación de que el odio que Euge sentía hacia ella se había intensificado. La rubia evitó mirar a Peter y se alejó dejándolos solos con Sinjun.

El tigre se mantenía en actitud vigilante, pero los miraba con su acostumbrado desprecio. Lali metió las manos entre los barrotes de la jaula. Sinjun se acercó a ellas. La joven notó que Peter contenía el aliento cuando el tigre comenzó a restregar aquella enorme cabeza contra sus dedos.

—Peter: ¿Podrías dejar de hacer eso?

Ella alargó más las manos para rascar a Sinjun detrás de las orejas.

—Lali: No me hará daño. No me respeta, pero me quiere. —Peter se rio entre dientes y luego, para sorpresa de Lali, la rodeó con los brazos desde atrás mientras ella acariciaba al tigre.

—Peter: Nunca había pasado tanto miedo —dijo él apoyando la mandíbula en su pelo.

—Lali: Lo siento.

—Peter: Soy yo quien lo siente. Me advertiste sobre las jaulas y debería haberte hecho caso. Ha sido culpa mía.

—Lali: La culpa es mía. Soy yo quien se encarga de las fieras.

—Peter: No intentes culparte. No lo permitiré.

Sinjun acarició la muñeca de Lali con la lengua. La joven notó que Peter tensaba los músculos de los brazos cuando el tigre comenzó a lamerla.

—Peter: Por favor, ¿podrías sacar las manos de la jaula? —pidió él en voz baja. —Está a punto de darme un ataque.

—Lali: En un minuto.

—Peter: He envejecido diez años de golpe. No puedo permitirme el lujo de perder más.

—Lali: Me gusta tocarle. Además, Sinjun se parece a ti, no ofrece su afecto con facilidad y no quiero ofenderle marchándome.

—Peter: Es un animal, Lali. No tiene emociones humanas. —Lali sentía demasiada paz para discutírselo. —Cariño, tienes que dejar de hacerte amiga de los animales salvajes. Primero Tater, ahora Sinjun. ¿Sabes qué? Es evidente que necesitas una mascota de verdad. Lo primero que haremos mañana por la mañana será comprar un perro.

Ella lo miró con alarma.

—Lali: Oh, no, no podemos hacerlo.

—Peter: ¿Por qué?

—Lali: Porque me dan miedo los perros.

Él se quedó inmóvil, luego se echó a reír. Al principio sólo fue un ruido sordo en el fondo del pecho, pero pronto se convirtió en un alegre rugido que rebotó contra las paredes del circo y resonó en el recinto.

—Lali: Claro, era de esperar—murmuró con una sonrisa. —Para que Peter Lanzani se ría, tiene que ser a mi costa.

Peter levantó la cara hacia el sol y estrechó a Lali entre sus brazos riéndose con más fuerza. Sinjun los miró con fastidio, luego apretó la cabeza contra los barrotes de la jaula y lamió el pulgar de Lali.

Peter se abrió paso a empujones entre los periodistas y fotógrafos que rodeaban a Lali al término de la última función.

—Peter: Mi esposa ha tenido suficiente por hoy. Necesita descansar un poco.

Ignorándole, un periodista metió una pequeña grabadora bajo las narices de Lali.

—¿En qué pensó cuando se dio cuenta de que el tigre andaba suelto?

Lali abrió la boca para responder, pero Peter la interrumpió sabiendo que su esposa era tan condenadamente educada que respondería a todas las preguntas aunque estuviera muerta de cansancio.

—Peter: Lo siento, no tenemos nada más que decir. —Pasó el brazo por los hombros de Lali y la alejó de allí.

Los periodistas se habían enterado enseguida de la fuga del tigre y no habían dejado de entrevistarla desde la primera función. Al principio Euge se había alegrado por la publicidad que eso suponía, pero luego había oído que Lali comentaba que la casa de fieras era cruel e inhumana, por lo que se había puesto hecha una furia. Cuando Euge había tratado de interrumpir la entrevista, Lali le había lanzado una mirada inocente y había dicho sin pizca de malicia:

—Lali: Pero Euge, los animales odian estar allí. Son infelices en esas jaulas.

Cuando Peter y Lali llegaron a la caravana, él estaba un contento de tenerla sana y salva que no podía concentrarse en lo que le estaba contando. Lali trastabilló y Peter se dio cuenta de que caminaba demasiado rápido. Siempre le estaba haciendo eso. Arrastrándola. Empujándola. Haciendo que se tropezara. ¿Y si hubiera resultado herida? ¿Y si Sinjun la hubiera matado?

Sintió un pánico aplastante mientras se le cruzaban por la cabeza unas imágenes horripilantes de las garras de Sinjun despedazando aquel delgado cuerpo. Si le hubiera ocurrido algo a Lali, jamás se lo hubiera perdonado a sí mismo. La necesitaba demasiado.

Le llegó la dulce y picante fragancia de su esposa mezclada con algo más, quizás el olor de la bondad. ¿Cómo había logrado Lali metérsele bajo la piel en tan poco tiempo? No era su tipo, pero le hacía sentir emociones que nunca había imaginado. Esa joven cambiaba las leyes de la lógica y hacía que el negro fuera blanco y el orden se convirtiera en caos. Nada era racional cuando ella estaba cerca. Convertía a los tigres en mascotas y retrocedía con espanto ante un perrito. Le había enseñado a reírse y, también, había conseguido algo que nadie más había logrado desde que era un niño, había destruido su rígido autocontrol. Tal vez fuera por eso que él comenzaba a sentir dolor.

Una imagen le cruzó por la mente, al principio difusa, aunque poco a poco se volvió más nítida. Recordó cuando en los días más fríos de invierno pasaba demasiado tiempo a la intemperie y luego entraba para calentarse.  Recordó el dolor en sus manos congeladas cuando empezaban a entrar en calor. El dolor del deslució. ¿Sería eso lo que le ocurría? ¿Estaba sintiendo el deshielo de sus emociones?

Lali volvió la mirada a los reporteros.

—Lali: Van a pensar que soy una maleducada, Peter. No debería haberme ido así.

—Peter: Me importa un bledo lo que piensen.

—Lali: Eso es porque tienes la autoestima alta. Yo, sin embargo, la tengo baja...

—Peter: No empieces...

Tater, atado cerca de la caravana, soltó un barrito al ver a Lali.

—Lali: Tengo que darle las buenas noches.

Peter sintió los brazos vacíos cuando ella se acercó a Tater y apretó la mejilla contra su cabeza. Tater la rodeó con la trompa y Peter tuvo que contener el deseo de apañarla antes de que el elefantito la aplastara por un exceso de cariño. Un gato. Quizá podría comprarle un gato. Sin uñas, para que no le arañara. La idea no lo tranquilizó. Conociendo a Lali, probablemente se asustaría también de los gatos domésticos.

Finalmente Lali se alejó de Tater y siguió a Peter a la caravana, donde comenzó a desvestirse, pero se lo pensó mejor y se sentó a los pies de la cama.

—Lali: Vamos, échame la bronca. Sé que llevas queriendo hacerlo todo el día.

Peter nunca la había visto tan desolada. ¿Por qué siempre tenía que pensarlo peor de él? Aunque su corazón lo impulsaba a tratarla con suavidad, su mente le decía que tenía que dejar las cosas claras y echarle un sermón que jamás olvidaría. El circo estaba lleno de peligros y él haría cualquier cosa para mantenerla a salvo.

Mientras pensaba en eso, ella lo miró y todos los problemas del mundo se reflejaron en las profundidades cafés de sus ojos.

—Lali: No podía dejar que lo mataras, Peter. No podía.

Las buenas intenciones de Peter se disolvieron.

—Peter: Lo sé. —Se sentó a su lado y comenzó a quitarle las hebras de paja del pelo mientras le hablaba con voz ronca: —Lo que has hecho hoy fue lo más valiente que he visto nunca.

—Lali: Y lo más estúpido. Vamos, dilo.

—Peter: Eso, también. —alargó la mano y le apartó un mechón de la mejilla con el dedo índice. Miró la nariz respingona y no pudo recordar haber visto algo que lo conmoviera más profundamente. —Cuando te conocí, pensé que eras una niña mimada, tonta y consentida; demasiado hermosa para su propio bien.

Como era de esperar, ella comenzó a negar con la cabeza.

—Lali: No soy hermosa. Mi madre...

—Peter: Lo sé. Tu madre era bellísima y tú eres feísima —sonrió. —Lamento decirte, ángel, que no estoy de acuerdo contigo.

—Lali: Eso es porque no la conociste.

Lali lo dijo con tal seriedad que él tuvo que reprimir uno de esos ataques de risa que lo asaltaban cada vez que estaban juntos.

—Peter: ¿Tu madre habría conseguido meter al tigre en la jaula?

—Lali: Quizá no, pero era muy buena con los hombres. Se desvivían por ella.

—Peter: Pues este hombre se desvivirá por ti. —Lali abrió mucho los ojos, y él lamentó haber dicho esas palabras porque sabía que habían revelado demasiado. Se había prometido a sí mismo que la protegería de sus sueños románticos, pero acababa de insinuar cuánto le importaba. Conociendo a Lali y su anticuada visión del matrimonio, imaginaría que aquel cariño era amor y empezaría a construir castillos en el aire sobre un futuro juntos; quimeras que la retorcida carga emocional de él no le dejarían cumplir. La única manera de protegerla era hacerle ver con qué idiota se había casado.

Pero era difícil. De todas las crueles jugarretas que le había hecho el destino, la peor había sido atarlo a esa frágil y decente mujer, con esos bellos ojos y ese corazón tan generoso. El cariño no era suficiente para ella. Lali necesitaba a alguien que la quisiera de verdad. Necesitaba hijos y un buen marido, uno de esos tipos con el corazón de oro y trabajo fijo, que fuera a la iglesia los domingos y que la amara hasta el final de sus días.

Sintió una dolorosa punzada en su interior al pensar que Lali podría casarse con otra persona, pero la ignoró. Sin importar lo que tuviera que hacer, iba a protegerla.

Continuará...

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Espero que les gustaran los caps de hoy!!! :D

GRACIAS POR LEERR!! ^-^

Besos y que tengan un GRAN viernes! 

mañana más novela!