Peter estaba furioso. Miró a Eugenia Quest y, después, el
látigo que él tenía enroscado en el puño. La noche del sábado era el día de
cobro de los empleados y algunos ya estaban borrachos, así que llevaba el
látigo como medida disuasoria. Sin embargo, no eran los trabajadores los que le
molestaban.
—Euge: ¡A mí no me roba nadie! —declaró furiosa, —y Lali
no va a librarse de ésta porque sea tu esposa. —El tono bajo y firme acentuaba
la rabia contenida de la dueña del circo. La promesa que Peter le había hecho a
Owen en el lecho de muerte hacía que tuviera constantes enfrentamientos con su
viuda. Euge Quest era su patrona y estaba resuelta a presionarlo tanto como le
fuera posible. Pero él estaba decidido a respetar los deseos de Owen. Era un
compromiso que no satisfacía a ninguno de los dos y era inevitable que entre
ellos surgiera una guerra abierta.
—Peter: No tienes ninguna prueba de que Lali cogiera el
dinero. —Mientras lo decía, Peter se sintió furioso consigo mismo por intentar
defenderla. No había más sospechosos. No le sorprendería que su esposa hubiera
cogido dinero —ella habría pensado que se lo merecía, —pero no había esperado
que robara en el circo. Eso sólo demostraba que su libido había nublado su buen
juicio.
—Euge: Es cierto —espetó ella. —Comprobé la recaudación
después de que se fuera. Acéptalo, Peter, tu mujer es una ladrona.
—Peter: No quiero que la acuses antes de que hable con
ella —dijo él con terquedad.
—Euge: El dinero ha desaparecido, ¿no es cierto? Y Lali
estaba a cargo de él. Si ella no lo ha robado, ¿por qué se ha esfumado?
—Peter: La buscaré y le preguntaré.
—Euge: Quiero que la detengan, Peter. Me robó, y en
cuanto la encuentres llamaré a la policía.
Él se detuvo al instante.
—Peter: Nunca llamamos a la policía. Lo sabes tan bien
como cualquiera. Si es culpable yo me encargaré de ella igual que me encargaría
de cualquier otra persona que hubiera infringido la ley del circo.
—Euge: La última persona de la que te encargaste fue
aquel conductor que vendía drogas a los trabajadores. Lo dejaste hecho una
piltrafa cuando acabaste con él. ¿Piensas hacer lo mismo con Lali?
—Peter: ¡Ya está bien!
—Euge: Eres un tonto, ¿sabes? No vas a poder proteger a
tu estúpida mujercita. Quiero recuperar hasta el último centavo y luego quiero
que la castigues. Y si no lo haces a mi entera satisfacción, me aseguraré de
que todo el peso de la ley caiga sobre ella.
—Peter: Te he dicho que me encargaré de ella.
—Euge: Ya veo cómo lo haces. —Euge era la mujer más dura
que conocía. La miró directamente a los ojos.
—Peter: Lali no tiene nada que ver con lo que pasó entre
nosotros. No la utilices para vengarte de mí.
Peter vio en los ojos de Euge un destello de vulnerabilidad
que rara vez exhibía, pero desapareció con la misma rapidez que apareció.
—Euge: Odio desinflar ese precioso ego tuyo, pero veo que
aún no te has dado cuenta de que ya no me interesas en absoluto.
Se marchó airada y, mientras la observaba alejarse,
Peter supo que mentía.
Los dos compartían una historia larga y complicada que se
remontaba al verano en que él tenía dieciséis años y pasaba las vacaciones
viajando con el circo de los Hermanos Quest. Los trapecistas Suarez también
estaban en la gira de aquel verano y Peter se enamoró perdidamente de la reina
de la pista central, que por aquel entonces tenía veintiún años.
Se pasaba las noches soñando con su elegancia, su belleza.
Las chicas que había conocido hasta ese momento le parecían niñas comparadas
con la deliciosa e inalcanzable Euge Suarez. Además de desearla, sentía cierta
afinidad con ella porque ambos buscaban la perfección en su trabajo. Percibía
en Euge una voluntad similar a la suya. Pero Euge también poseía una vena
egocéntrica que su padre había alimentado y que Peter nunca había tenido. Sam Suarez
le había hecho creer a Euge que era mejor que los demás. Sin embargo, la
trapecista también tenía un lado más suave y maternal y, aunque en aquel tiempo
era muy joven, se comportaba como una gallina clueca con los demás miembros de
la compañía, les regañaba cuando se portaban mal, llenaba sus estómagos con
espaguetis y les aconsejaba en amores.
Incluso a los veintiún años le gustaba jugar a ser la
gran matriarca y al poco tiempo también había incluido a Peter en el clan,
apiadándose del huérfano de dieciséis años que la observaba con aquellos ojos
tan ardientes. Se había encargado de que Peter tomara comidas sanas y le decía
a Owen que lo mantuviera alejado de los trabajadores más pendencieros,
ignorando el hecho de que Peter llevaba demasiados años de circo en circo para
que nadie lo protegiera.
Pero no era eso lo que Peter quería de Euge, que había
acabado liándose con un trapecista mexicano que se llamaba Carlos Méndez. Al
igual que Euge, Carlos pertenecía a la última generación de una vieja familia
del circo y había sido contratado por el padre de Euge para que fuera el
receptor de ésta en el trapecio.
Pero Sam Suarez tenía algo mis en mente. Aunque la
ascendencia circense de Carlos Méndez no era tan impresionante como la de
ellos, a ojos de Sam era lo suficientemente aceptable para convertirse en el
progenitor de la siguiente generación de trapecistas Suarez, y Euge había
complacido a su padre enamorándose de Carlos.
Los celos habían carcomido a Peter. Su linaje circense
era más impresionante que el de Méndez, pero Euge sólo veía a un adolescente
flaco y huesudo que sabía de caballos y tenía talento con los látigos. Ella le
había contado sus planes para casarse con el elegante mexicano que Sam había
contratado. Y que le permitiría poner a sus hijos el apellido Suarez.
El verano llegó al final y Peter estaba a punto de
regresar al colegio. Los Suarez habían sido fichados por los Hermanos Ringling
para hacer la gira de la temporada siguiente. Carlos se pavoneaba como un gallo
arrogante, aunque por otro lado carecía de materia gris, y el día que Peter se
marchaba, Euge entró inesperadamente en la caravana de Carlos y se lo encontró
desnudando a una de las equilibristas.
Peter jamás olvidaría esa noche. Cuando terminó la
función se encontró a Euge esperándolo. No había llorado y parecía muy calmada.
—Euge: Ven conmigo. —Le había dicho y a Peter ni se le
ocurrió desobedecerla. Euge lo llevó al borde del recinto, donde se
introdujeron en un pequeño espacio oscuro entre dos caravanas. El corazón de
Peter comenzó a latir con fuerza ante los sombríos y clandestinos propósitos de
Euge mientras se perdía en el olor almizcleño de su perfume.
La trapecista lo había mirado profundamente a los ojos.
Sin decir ni una sola palabra se abrió la blusa y la dejó caer por los brazos. Él
se había imaginado algo como eso cientos de veces, pero las fantasías no le
habían preparado para lo que le estaba ocurriendo.
Euge había presionado entonces sus labios contra los de
él, ofreciéndole un beso largo y profundo. Luego se apartó y se giró entre las
caravanas.
Fue entonces cuando él se dio cuenta de que Carlos había
estado allí todo el tiempo, observándolos.
El destello duro y triunfante en los ojos de Euge le dijo
a Peter que ella lo había sabido en todo momento y la sensación provocada por
aquella traición fue tan devastadora que no pudo respirar. Él no le importaba.
Sólo lo había utilizado para vengarse.
Mientras observaba a su antiguo amante, Euge pareció
olvidarse de que Peter existía.
—Euge: He contratado a un nuevo receptor —dijo ella con
frialdad. —Estás despedido.
Euge volvió a darse la vuelta y selló los labios de Peter
con un beso. A pesar de la traición, él sintió una chispa de fría admiración
que lo asustó más de lo que lo había hecho nunca el látigo de su tío.
Comprendía aquella cruel demostración de amor propio. Como Euge, él jamás
dejaría que alguien o algo amenazara lo que era, sin importar el precio que
tuviera que pagar. A pesar de odiarla por haberlo utilizado como un peón, no
pudo dejar de respetarla por ello.
Euge pasó los siguientes dieciséis años como artista
destacada en los grandes circos del mundo y no hizo otra gira con el circo de
los Hermanos Quest hasta que su carrera comenzó a declinar. Para entonces, su
padre ya había muerto y Euge, soltera y sin hijos, se había convertido en la
última Suarez.
Owen le dio la bienvenida al circo de los Hermanos Quest
y montó el espectáculo en torno a ella. Además, en sus infrecuentes
conversaciones telefónicas con Peter, le reveló lo suficiente como para que
éste dedujera que Owen estaba enamorado de ella.
Peter y Euge se habían reencontrado hacía dos veranos y,
de inmediato, se hizo evidente que había habido un cambio en el equilibrio de
poderes entre ellos. A los treinta años él estaba en la plenitud de su
virilidad y no le quedaba nada por probar, mientras que los mejores años de Euge
como artista ya habían pasado. Peter conocía su propia valía y hacía mucho tiempo
que había quedado atrás la baja autoestima que sentía en la adolescencia. Ella
era hermosa, inquieta y, por razones que él no comprendió de inmediato, estaba
soltera y sin hijos.
El fuego de la pasión crepitó con fuerza entre ellos,
pero esta vez era ella la que lo buscaba a él. Peter no quería hacer daño a
Owen y, al principio, ignoró las insinuaciones de Euge. Sin embargo, pronto se
hizo evidente que el dueño del circo estaba resignado a que los dos se liaran
y, con su peculiar idiosincrasia, se sintió ofendido cuando Peter continuó
desairando a la mujer que él valoraba por encima de todas las cosas.
Finalmente, Peter la dejó entrar en su cama. Ella era
ágil y suave, carnal y apasionada, y él jamás había disfrutado tanto. Le gustaba
que ella fuera dura y, también, no poder hacerle daño. Porque aunque la
apreciaba, no la amaba.
—Peter: ¿Por qué no te has casado? —le preguntó una noche
sentado a la mesa en la lujosa caravana de Euge, donde ella se disponía a
servirle la comida por segunda vez en el día. Los dos llevaban puestas las
batas, la de ella tenía un exótico estampado que hacía que los brillos dorados
de su pelo parecieran todavía más intensos. —Siempre he pensado que querías
tener hijos. Tu padre no esperaba otra cosa.
Ella le puso un plato de lasaña delante y se volvió a la
cocina para coger el suyo. Pero no volvió a la mesa. Se quedó inmóvil mirando
fijamente la comida que había preparado.
—Euge: Supongo que ambicioné demasiado. Ya sabes que hay
cosas que no se pueden tener. Los mejores trapecistas nacemos con una habilidad
especial y el hombre con el que me case tiene que provenir de una buena
familia. No me casaré con cualquiera, y mucho menos sin amor. Amor y linaje. Es
una buena combinación. —Llevó el plato a la mesa. —Mi padre solía decir que era
mejor que los Suarez se extinguieran antes que tener nietos sin sangre
circense. —Se sentó y cogió el tenedor. —Bueno, hice mía esa máxima. Es
preferible que los Suarez se extingan a casarme con un perdedor al que no pueda
respetar.
—Peter: Bien por ti.
Ella tomó un bocado de comida y volvió a dejar el tenedor
en el plato. Después observó detenidamente a Peter, con un brillo provocador en
los ojos.
—Euge: Los Lanzani son todavía más importantes que los Suarez.
Sam me dijo hace años que no debería haberte dejado escapar. Me reí de él
porque por aquel entonces tú eras sólo un niño, pero ahora los cinco años que
te llevo no significan nada. Somos los últimos de dos grandes dinastías
circenses.
Divertido, él negó con la cabeza.
—Peter: Yo no tengo ninguna intención de perpetuar la
dinastía Lanzani. Lo siento, cariño, pero tendrás que buscar en otro lado.
Ella se rio, pinchó un rollito de lasaña y se lo llevó a
la boca.
—Euge: Menos mal que no te quiero. Si lo hiciera estarías
perdido.
Su ardiente relación siguió adelante, tan lujuriosa y
apacible que él no prestó atención a la manera, cada vez más posesiva, con la
que ella lo trataba o cómo, poco a poco, comenzó a considerarlo su igual.
—Euge: Somos almas gemelas —le dijo ella una noche, con
la voz ronca por la emoción, —si fueras mujer, serías yo.
Euge tenía razón, pero algo en el interior de Peter se
rebeló ante la comparación. Admiraba a Euge, pero había algo en ella que le
repelía. Puede que porque se veía reflejado a sí mismo.
A pesar de los sutiles cambios en el comportamiento de Euge,
él no estaba preparado para lo que sucedió aquel verano en el recinto a las
afueras de Waycross, Georgia. Ese día ella le dijo que le amaba. Y cuando lo
hizo, él se dio cuenta de que hablaba totalmente en serio.
—Peter: Lo siento —dijo él tan suavemente como pudo
cuando ella terminó su declaración, —pero eso no va conmigo.
—Euge: Por supuesto que sí. Es el destino. —Euge se negó
a escuchar cuando Peter le dijo que él nunca podría amar a nadie y el brillo en
los ojos de la joven le dijo que para ella el rechazo no era más que un juego.
Se empeñó en hacerle cambiar de opinión con la misma determinación que empleó
antaño para conseguir el triple salto y, sólo cuando él estaba haciendo la
maleta para marcharse después de su última actuación en el circo, comprendió
que él no bromeaba. Peter jamás la había engañado. No la amaba. Y no iba a
casarse con ella.
Cuando por fin asimiló aquel tajante rechazo, todo lo que
Euge creía sobre sí misma se hizo trizas y se volvió loca. Fue en ese momento
cuando hizo lo inconcebible, lo que nunca le perdonaría. Fue cuando le rogó que
no la dejara.
Peter era, sin duda, la única persona en el mundo que
podía comprender la enormidad de lo que ella estaba destruyendo cuando lloró de
rodillas ante él. Había doblegado su orgullo, lo que hacía que fuera quien era.
—Peter: Euge, basta. Tienes que parar. —Intentó
levantarla, pero ella se aferró a él y gritó con una desesperación tan
desgarradora que él se llevaría ese sonido consigo a la tumba. En ese momento
Peter pudo ver cómo el amor que Euge sentía por él se convertía en odio.
Owen Quest, alertado por el ruido, había irrumpido, de
repente, en la caravana y se había dado cuenta de lo que pasaba. Luego había
mirado a Peter y le había señalado la puerta con la cabeza.
—Vete, yo me encargaré de todo.
Una semana después, Euge se casó con Owen; un hombre que
casi le doblaba la edad y que no le dio hijos, y Peter era el único que sabía
por qué. Su rechazo la había herido en lo más profundo de su ser y sólo podía
resurgir de sus cenizas uniéndose a alguien poderoso que la pusiera en un
pedestal. Desde que su padre había muerto, ella había recurrido a Owen.
—¡Peter! —La voz
asustada de Alai interrumpió sus perturbadores recuerdos. —¡He visto a Lali!
Está delante de la jaula de Sinjun.
Continuara...
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Perdon chicas!! no puedo creer que no tenga fotos Peter y Euge juntos!! me tarde buscando! :S
emmmm.... +30 firmas y el siguiente!!!
ODIO EUGETER JAJAJAJA
ResponderEliminarme gustooo el cap
ResponderEliminarA
ResponderEliminarS
ResponderEliminarLali robooo :O:O!!
ResponderEliminarMASSSSSSSSSSSSS
O
ResponderEliminarV
ResponderEliminarE
ResponderEliminarA
ResponderEliminar:)
ResponderEliminarMAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS
ResponderEliminarNOVELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
ResponderEliminarQuiero mas novee! :p
ResponderEliminarmaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas !!!
ResponderEliminarQuiero mas un caap :)
ResponderEliminar@frases_offca
maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas nooveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!
ResponderEliminarmas nove
ResponderEliminarQUIEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO NOVE :)
ResponderEliminarno, no me gusta eugeter..quiero LALITER, quiero maaaaaaaaaaaaaaaaas!! amo la noveeee
ResponderEliminargran historia la de euge y peter...
ResponderEliminarMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS! :)
ResponderEliminarlo que abra sufrido euge... pobre
ResponderEliminarestaa re bno mee quedee megaa picadaa qyiero maas porfis :D!!' mee encanto <3!'
ResponderEliminar@FernandaLazaroG
ohhhhh noooo pobre Lali... no sale de una q se mete en otra!!!!! estoy segura de q Alai saco la plata para q culparan a Lali y asi poder alejarla de Peter....
ResponderEliminarQUIERO MAS NOVEEEEEEEEEEEEEE!!!!!
Besos q estes bien...!!!! :)
pero aun asi no tiene porque desquitarse con lali :/
ResponderEliminarMás novee!!
ResponderEliminarMAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS
ResponderEliminarQ historia la de Peter y Euge!
ResponderEliminardefinitivamente lali quedo muy asustada
ResponderEliminarahora entiendo cuando decias que cuidado con alai..... porque para mi fue ella la que se robo la plata
ResponderEliminarAAAH SIBU OTROOO!!!!
ResponderEliminarmassssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarnoveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarMmmmmm no ... Me gusta la
ResponderEliminarAmistad eugeter... No eugeter asi de eugeter love ...
maaaaaaaaaaaaas por dioooooooooooooos :)
ResponderEliminarMas mas mas quiero mas ..laliter
ResponderEliminarAube otroo
ResponderEliminarMas
ResponderEliminarupa!!!! Esa si que es una historia. Lali se gano una "enemiga" potente!
ResponderEliminarK neurótica Euge.Alai advierte a Peter donde está lali,quizás el robo del dinero fue intencional d Euge, x la envidia hacia Lali x tener a Peter ,algo k ella no pudo,si se entera k es x un trato ,va a humillar a Lali ,y seguro k lo hace públicamente.
ResponderEliminarme qedo re chocante la imagen de Peter haciendolo con Euge o.o jajajaja espero qe se solucione lo de la plata de Lali :| me encanto el cap!!!! :) <3
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