Capítulo 21

—Lali: Señora Harrison —dijo mientras caminaba alrededor de su escritorio, por los confines de su pequeña oficina—. Si lo pensara bien, yo podría hacerle una buena oferta por el coche.

—Sé que puede parecerte una tontería, Lali, querida, pero no puedo soportar separarme del coche de Sonny. Él le tenía tanto cariño...

—Lali: Pero, señora Harrison, si Sonny le tenía tanto cariño al coche, más razón para que quisiera verlo en todo su esplendor.

—Bueno...

Mientras la anciana pensaba en aquello, Lali miró hacia Baywater por la ventana del despacho. Había mucho tráfico, y hacía mucho calor. Incluso al atardecer, los turistas abarrotaban las calles y los niños, aparentemente inmunes al calor, pasaban por las aceras con sus monopatines, mientras los perros corrían y ladraban a su lado. Una tarde normal de verano.

Entonces, ¿por qué todo le parecía tan distinto?

Porque ella estaba distinta.

Lali suspiró y se dijo que tenía que superarlo. Pero, ¿cómo? Peter y ella habían hecho el amor durante horas la noche anterior. Parecía como si no pudieran dejar de tocarse el uno al otro. Él se había quedado con ella hasta el amanecer, y se había marchado cuando habían empezado a aparecer las primeras señales de luz en el horizonte.

Ella lo había acompañado a la puerta y había visto cómo caminaba hasta su coche, y cómo se alejaba por la carretera, y no se había permitido caer en la tentación de decirle que volviera.

Pero la había tenido.

Tenía una sensación de necesidad por dentro. La había reprimido y se había recordado a sí misma la promesa que se habían hecho después de hacer el amor por primera vez.

Amigos.

Habían prometido que serían sólo amigos, y ella quería que las cosas fueran así. Absolutamente. Pero también quería tenerlo en la cama. ¿Y cómo iba a reconciliar aquellas dos cosas?

Las cosas se estaban complicando.

—No sé, cariño —dijo la señora Harrison, y devolvió a Lali a la realidad—. Pero por algún motivo, no me parece bien.

Lali suspiró, pero en realidad no estaba muy sorprendida. Hablaba con la señora Harrison una vez al mes, con la esperanza de convencer a la anciana para que le vendiera el viejo Corvette. Sonny Harrison llevaba muerto cuarenta años, pero su madre no quería separarse de su coche, que era lo único que le quedaba de su hijo. Así que Lali se rendiría y volvería a intentarlo un mes más tarde.

—Lali: Lo entiendo —le dijo.

Y en realidad, lo entendía. Tenía que ser muy duro perder el único nexo con un pasado que parecía mucho más real que el presente. Ella se había sentido de una forma parecida cuando había metido en una maleta todas las ropas femeninas después de que su ex prometido, Benjamín Amadeo, hubiera demostrado cómo era en realidad. Pero Lali había superado la muerte de sus sueños, y algún día, quizá la señora Harrison también lo consiguiera.

—Lali: Espero que no le importe que siga intentándolo, de todas formas.

—Claro que no, cariño. Llámame pronto.

Cuando colgaron, Lali sonrió. Tenía la sensación de que la anciana nunca le vendería el coche, sólo por no prescindir de las llamadas de teléfono y de las visitas de Lali.

El teléfono sonó casi al instante, y Lali pensó que quizá la señora Harrison hubiera cambiado de opinión.

—Lali: ¿Diga? Espósito's Garage.

—No me has llamado para ponerme al día.

—Lali: ¿Cande?

—Cande; ¿Y quién iba a ser si no?

Lali sonrió. Se sentó en su butaca y puso los pies sobre el escritorio.

—Lali: Quería llamarte.

—Cande: Si claro —le dijo su amiga—. Quiero detalles. Lo último que supe fue que el señor despampanante estaba entrando en tu taller como si fuera un trozo de tarta.

—Lali: Pues sí.

—Cande: Entonces, cuéntamelo todo.

—Lali: ¿Por dónde quieres que empiece? —le preguntó— ¿Por la primera o por la última vez?

Cande tomó aire bruscamente.

—Cande: ¿Cuántas veces entre la primera y la última?

—Lali: Tres,

Peter, según había podido constatar Lali, era un hombre muy asombroso. Aunque sólo fuera por su resistencia, los marines eran afortunados por tenerlo.

Y ella también.

Oh, oh... Un desliz mental.

Ella no lo tenía, en realidad.

—Cande: Oh, Dios mío —dijo, con un suspiro—. Espera un segundo —Pasó algo más de un segundo antes de que Cande hablara de nuevo —Está bien —dijo—. Ya he vuelto. Necesitaba una copa de vino para escuchar esto. Empieza a hablar y acuérdate de recrearte en los detalles.

Lali se rió y le dio gracias al cielo porque su amiga hubiera llamado cuando más lo necesitaba.

—Lali: Dios, te quiero.

—Cande: Lo mismo digo. Y ahora, suéltalo todo.

Continuará...

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Hola hola!!! 

les dejo cap :D

CHARI: Sabés que si!! listo ya mismo me como uno!!

@Angie_232alma: Bueno de una biblioteca virtual y de muchas amigas grosas que me pasan algunas! :D

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Y MASssss!!!