Capítulo 7

Pese a lo alta que sonaba la música de la máquina, Lali oyó el ruido del cristal al romperse.

Tenía el oído agudizado. Había visto a Peter entrar al bar. Aquélla era la razón por la que se había acercado a la mesa de billar. Incluso había aceptado echar una partida, porque sabía exactamente la visión que iba a tener Peter cuando ella se inclinara sobre la mesa.

De repente, se puso nerviosa y se le encogió el estómago. Sin embargo, tendría que enfrentarse a la situación. Tenía que hacerlo porque ya era demasiado tarde como para cambiar de plan.

Sonrió al tipo al que acababa de ganar al billar e intentó reprimir la sensación que le estaba causando saber que Peter tenía los ojos clavados en su espalda.

—Lali: Me debes veinte, Mike. ¿Quieres el doble o nada?

El marine alto con el que había estado jugando le sonrió mientras le entregaba el billete de veinte dólares.

—Mike: ¿Y qué te parecería si te invitara a tomar algo, en vez de seguir jugando?

—¿Y qué te parecería si te largas?

La voz de Peter no fue más que un gruñido.

Lali se volvió a mirarlo y tuvo que hacer un esfuerzo para no sonreír al ver su cara de completo desconcierto. Bien. Estaba claro que tenía toda su atención.

—Lali: Peter —dijo, fingiendo que se sorprendía de verlo—. No te había visto entrar.

Él se frotó la nuca ferozmente y después dejó caer la mano a un lado.

—Peter: Si bueno, yo sí te he visto a ti.

—Mike: ¿Es amigo tuyo?

Lali miró al hombre al que había ganado dos veces al billar. Era alto y guapo, y cualquier otra noche, era posible que ella hubiera estado interesada. Sin embargo, aquella noche todos sus pensamientos estaban centrados en Peter. Sin embargo, no parecía que Mike estuviera muy contento de tener que compartir.

Estaban atrayendo a un pequeño grupo, sin duda, a causa de la testosterona que vibraba en el ambiente. Lali tuvo ganas de sacudir la cabeza ante aquella ridiculez, pero una pequeña parte de ella estaba disfrutando del espectáculo.

Después de todo, ella se pasaba la mayor parte del tiempo siendo lo que Peter le había dicho que era. Uno de los muchachos. Un colega. Bien, a Lali la habían subestimado durante la mayor parte de su vida, y era posible que ella misma hubiera tenido algo de culpa porque nunca había intentado actuar de forma femenina. Siempre había pensado que aquello no era necesario, debido a que era una mujer de negocios con éxito y debía ser aceptada por sí misma, sin tener que ponerse tacones de aguja ni una falda tan corta como la que llevaba.

—Mike: Lali —dijo, y aquello la sacó de su ensimismamiento—. ¿Conoces a éste tipo?

—Lali: Sí, sí —respondió ella, mientras miraba a Peter y disfrutaba de cómo él miraba al otro tipo con los ojos entrecerrados—. Peter y yo somos viejos amigos.

—Peter: Y tenemos que hablar —dijo, sin molestarse en disimular el tono de advertencia de su voz al mirar al otro marine—. Así que, ¿por qué no te pierdes?

—Mike: ¿De verdad? —gruñó— No me acuerdo de haberte invitado.

Peter alzó la barbilla, Mike se irguió y apretó los puños, y Lali se sintió de repente como si estuviera en mitad de un documental de animales. Aquellos dos eran como un par de elefantes machos a punto de embestirse.

Y pese a la ira que sentía contra Peter, también experimentó una inyección de puro placer femenino, aunque lo reprimió al instante. Parecía que en cuanto dos hombres se volvían cavernícolas, una mujer tenía que retroceder también hasta la Prehistoria. Debía de ser contagioso.

Lali se colocó entre los dos, le sonrió a Mike y le dijo:

—Lali: No pasa nada, Mike. Tengo que hablar con Peter, así que... —dejó sin acabar la frase y se encogió de hombros a modo de disculpa.

A Mike no le gustó aquello, pero se retiró hacia la barra y se reunió con su grupo de amigos. Peter lo siguió con una mirada asesina, y después fijó su atención en Lali.

Aparentando una calma que no sentía en absoluto, ella dobló el billete de veinte dólares y se lo metió en el sujetador, sin perder de vista la cara de Peter mientras él seguía la acción. Entonces, al notar algo por dentro, Lali se dijo que era sólo la reacción instintiva de cualquier mujer al recibir una mirada de apreciación de un hombre. Aunque tenía que reconocer que mientras Mike la miraba no había sentido nada parecido.

Bien, aquello no tenía importancia.

Sonrió y frotó la punta del taco con la tiza. Después dejó la tiza al borde de la mesa, frunció los labios y sopló suavemente la punta del taco. Peter tragó saliva.

«Esto sí es divertido», pensó Lali.

—Lali: Bueno —le dijo, y movió la cabeza a un lado para que el pelo le cayera como una seda por los hombros—, ¿de qué querías que habláramos?

Él soltó un resoplido y la miró de los pies a la cabeza.

—Peter:¿Estás de broma?

Ella apoyó la cadera contra la mesa y, despreocupadamente, acarició el taco de billar de arriba abajo.

—Lali: ¿Sucede algo?

—Peter: ¿Algo?

A Peter se le salieron los ojos de las órbitas y tuvo que intentar hablar dos veces. Por fin, consiguió controlarse, se inclinó hacia ella y le dijo con la voz ahogada:

—Peter: Demonios, Lali, mírate. Cuando estabas inclinada sobre la mesa de billar, casi te he visto...

Ella arqueó una ceja y reprimió la sonrisa de placer que le tiraba de las comisuras de los labios.

—Lali: ¿Qué has visto, Peter?

Él se irguió.

—Peter: No importa —respondió, y tomó aire con brusquedad—. Lo que importa es que todos los tipos del bar también están mirando.

—Lali: ¿Y eso es cosa tuya? —le preguntó.

—Peter: Bueno... —comenzó a decir, pero se quedó sin palabras. Giró la cabeza a su alrededor para fulminar con la mirada a todos aquellos que se estuvieran acercando más de lo que a él le parecía aceptable y después volvió a mirar a Lali—. Somos amigos, La —le dijo—. Sólo quiero cuidarte. Eso es todo.

—Lali: Entonces, ¿sólo has venido aquí por eso? —le preguntó ella. No se lo creía ni por asomo. Peter tenía en los ojos un brillo oscuro y peligroso que no tenía nada que ver con los sentimientos que pudiera albergar hacia uno de sus amigotes.

—Peter: ¿Y por qué otra razón iba a haber venido?

Continuará...

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