CAPÍTULO 54

Lali no estaba en la camioneta.

Lali no estaba en la caravana.

Peter atravesó el recinto buscándola frenéticamente. ¿Que habría hecho esta vez? ¿Dónde se habría metido? ¡Maldita sea, todo eso era culpa suya! Sabía de sobra lo loca que estaba; debería haberla acompañado a la camioneta y, ya puestos, atado al volante.

Peter siempre se había sentido orgulloso de mantener la cabeza fría ante una crisis, pero ahora no podía pensar. La tormenta amainó después de que aseguraran la carpa y pasaron unos cuantos minutos revisando los daños superficiales; el cristal delantero de uno de los camiones estaba salpicado de escombros y uno de los puestos había volcado por el viento. La lona del circo tenía algún desgarrón, pero no parecía haber sufrido daños serios. Tras asegurarse de que todo estaba en orden decidió ir a buscar a Lali. Sin embargo, cuando llegó a la camioneta, y vio que no estaba allí, sintió cómo el pánico le atenazaba las entrañas.

¿Por qué no la había vigilado de cerca? Era demasiado frágil, demasiado confiada. «Dios mío, que no le haya ocurrido nada.»

Vio un destello de luz al otro lado del recinto, pero uno de los remolques le bloqueaba la vista. Mientras corría hacia allí, oyó la voz de Lali y se le aflojaron los músculos de puro alivio. Rodeó el vehículo con rapidez y pensó que nunca había visto nada más hermoso que Lali sosteniendo una linterna y dirigiendo a dos de los empleados para que cargaran la jaula de Sinjun en la parte trasera del camión que transportaba a las fieras.

Quiso sacudirla por haberle hecho pasar tanto miedo, pero se contuvo. No era culpa suya que él se hubiera convertido en un debilucho y un cobarde.

Cuando lo vio, Lali esbozó una sonrisa tan llena de felicidad que hizo que el calor alcanzara los dedos de los pies de Peter.

—Lali: ¡Estás bien! Estaba tan preocupada por ti.

Él se aclaró la garganta y tomó aliento para tranquilizarse.

—Peter: ¿Necesitas que te eche una mano?

—Lali: Creo que ya estamos acabando —dijo, subiéndose al camión.

Aunque Peter quería llevarla a la caravana y amarla hasta la mañana siguiente, la conocía lo suficiente como para saber que ninguna baladronada por su parte la apartaría del camión hasta que estuviera totalmente segura de que los animales a su cargo estaban bien resguardados. Si se lo permitía, incluso les habría leído un cuento antes de arroparlos.

Lali salió por fin y, sin ninguna vacilación, estiró los brazos y se dejó caer desde la parte superior de la rampa hacia él. Cuando Peter la estrechó contra su pecho, decidió que eso era lo que más le gustaba de ella: nunca dudaba de él. Lali había sabido que la atraparía entre sus brazos costara lo que costase.

—Peter: ¿Te quedaste en la camioneta durante la tormenta como te dije? —le preguntó plantándole un beso duro y desesperado sobre el pelo mojado.

—Lali: Mmm... estuve a salvo, te lo aseguro.

—Peter: Bien. Volvamos a la caravana. Los dos necesitamos una ducha caliente.

—Lali: Antes necesito...

—Peter: Saber cómo está Tater. Iré contigo.

—Lali: Pero no vuelvas a mirarlo con cara de pocos amigos.

—Peter: Nunca lo miro con cara de pocos amigos.

—Lali: La última vez que lo miraste así heriste sus sentimientos.

—Peter: No tiene...

—Lali: Por supuesto que tiene sentimientos.

—Peter: Lo mimas demasiado.

—Lali: Es cariñoso, no mimado. Hay una gran diferencia.

Peter le dirigió una mirada significativa.

—Peter: Créeme, conozco la diferencia entre cariñoso y mimado.

—Lali: ¿Estás insinuando...?

—Peter: Ha sido un cumplido.

—Lali: No ha sonado así.

Discutió con ella hasta que llegaron al remolque donde se encontraba el elefante, pero Peter no le soltó la mano en ningún momento. Ni se le borró la sonrisa de la cara.

Continuará...

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:D

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