CAPÍTULO 44

Lali miró fijamente a su padre.

—Lali: Eso es imposible. No te creo.

—Max: Es cierto, Lali. El abuelo de Peter fue el único hijo varón del último zar de Rusia, Peteri Romanov.

Lali conocía toda la historia sobre Peteri Romanov, el joven hijo de Nicolás II. En 1918, cuando Peteri tenía catorce años, sus padres, sus cuatro hermanas y él fueron encerrados por los bolcheviques en el sótano de una mansión en Ekaterinburgo, donde fueron ejecutados. Se lo recordó a su padre.

—Lali: Todos fueron asesinados. El zar Nicolás, su esposa Peterandra, los niños. Encontraron los restos de la familia en una fosa común de los Montes Urales en 1993. Se hicieron pruebas de ADN.

Max tomó un sorbo de té de la taza que le había ofrecido.

—Max: Las pruebas de ADN identificaron al zar, a Alejandra y a tres de las cuatro hijas. Pero faltaba una hija. Muchos creen que era Anastasia, y tampoco fueron encontrados los restos del joven heredero, Peteri.

Lali intentó asimilarlo. A lo largo del siglo XX, habían surgido personas que afirmaban ser uno de los hijos asesinados del zar, pero la mayoría habían sido mujeres que creían ser Anastasia. Su padre le había dicho que todas eran unas impostoras. Era un hombre muy meticuloso y no podía imaginarlo dejándose engañar por nadie. ¿Por qué ahora creía que el príncipe heredero había escapado de aquella fría muerte? ¿Acaso su obsesión por la historia rusa lo había hecho perder el juicio?

Le habló con cautela.

—Lali: No puedo imaginar cómo el príncipe heredero logró escapar de una masacre tan terrible.

—Max: Fue rescatado por unos monjes que lo escondieron con una familia en el sur de Rusia. Años después, en 1920, un grupo leal al zar lo sacó a escondidas del país. Sabiendo de primera mano lo violentos que podían llegar a ser los bolcheviques, es normal que viviera escondido. Finalmente se casó y tuvo un hijo, el padre de Peter, Vasily. Vasily conoció a Katya Lanzani cuando ésta actuaba en Múnich, se enamoró como un tonto y se fugó con ella. Vasily apenas era un adolescente. Su padre acababa de morir y el era rebelde e indisciplinado, de otra manera nunca se hubiera casado con alguien inferior a su rango. Tenía sólo veinte años cuando Peter nació. Unos dos años después, Katya y él murieron en un accidente ferroviario.

—Lali: Lo siento, papá. Aunque no dudo de tu palabra, simplemente, no puedo creerlo.

—Max: Créeme, Lali. Peter es un Romanov. Y no un Romanov cualquiera. Ese hombre que se hace llamar Peter Lanzani es el heredero de la corona de Rusia.

Lali miró a su padre con tristeza.

—Lali: Peter trabaja en un circo. Eso es todo.

—Max: Ya me dijo Emilia que reaccionarías así. —En un gesto inusitado en él, Max le palmeó la rodilla. —Te llevará tiempo acostumbrarte a la idea, pero espero que...e conozcas lo suficiente para comprender que nunca firmaría tal cosa si no estuviera absolutamente seguro.

—Lali: Pero...

—Max: Te he contado muchas veces la historia de mi familia, pero es evidente que la has olvidado. Los Petroff han estado al servicio de los zares de Rusia desde el siglo XIV, desde el reinado de Alejandro I. Hemos estado vinculados a través del deber y la obligación, pero nunca a través del matrimonio. Hasta ahora.

Lali oyó el ruido de un avión, el rugido de un camión. Poco a poco fue comprendiendo lo que su padre le estaba insinuando.

—Lali: Así que lo planeaste todo, ¿no? Has concertado mi matrimonio con Peter por culpa de esa absurda idea que tienes sobre su origen.

—Max: No es una absurda idea. Pregúntale a Peter.

—Lali: Lo haré —dijo poniéndose en pie. —Por fin lo entiendo todo. No soy más que un peón en tu loco sueño dinástico. Querías unir las dos familias como hacían los padres en la Edad Media. Es tan increíblemente cruel que no me lo puedo creer.

—Max: Yo no diría que sea una crueldad estar casada con un Romanov.

Lali se presionó las sienes con los dedos.

—Lali: Nuestro matrimonio sólo durará cinco meses más. ¿Cómo puedes estar tan satisfecho? ¡Un matrimonio de cinco meses no es precisamente el inicio de una dinastía!

Max dejó la taza y se acercó lentamente hacia ella.

—Max: Peter y tú no tienen por qué divorciarse. De hecho, espero que no lo hagan.

—Lali: Oh, papá...

—Max: Eres una mujer atractiva, Lali. Si fueras menos frívola, quizá podrías retener a Peter. Ya sabes que una esposa debe adaptarse a determinados roles. Antepone los deseos de tu marido a los tuyos. Sé complaciente. —Miró los sucios vaqueros y la desastrada camiseta de Lali con el ceño fruncido. —Deberías cuidar más tu apariencia. Nunca te había visto tan descuidada. ¿Sabías que tienes paja en el pelo? Quizás Peter no estaría tan ansioso por deshacerse de ti si fueras la clase de mujer que un hombre quiere tener esperándolo en casa.

Lali lo miró con consternación.

—Lali: ¿Quieres que lo espere en la puerta de la caravana con las zapatillas en la mano?

—Max: Ese es justo el tipo de comentario frívolo que ahuyentaría a alguien como Peter. Es un hombre serio. Como no reprimas ese inapropiado sentido del humor, no tendrás ninguna posibilidad con él.

—Lali: ¿Quién dice que quiero tenerla? —Pero mientras lo decía, Lali sintió una dolorosa punzada en su interior.

—Max: Ya veo que no quieres ser razonable. Creo que es hora de irme. —Max se dirigió hacia la puerta. —Sólo espero que no tires piedras contra tu propio tejado, Lali. Recuerda que eres una mujer que no se sabe valer por sí sola. Dejando a un lado el asunto del linaje familiar de Peter, es un hombre sensato y digno de confianza, y no se me ocurre nadie mejor para cuidar de ti.

—Lali: ¡No necesito que un hombre cuide de mí!

—Max: Entonces, ¿por qué aceptaste casarte con él?

Sin esperar respuesta, Max abrió la puerta de la caravana y salió a la luz del sol.

¿Cómo podía explicarle ella los cambios que habían tenido lugar en su interior? Sabía que ya no era la misma persona que había salido de la casa de su padre un mes antes, pero Max no la creería.

Fuera, los niños con los que había hablado antes se agrupaban alrededor de su profesora, listos para regresar al jardín de infancia. Durante el mes anterior, Lali se había acostumbrado a los olores y las imágenes del circo de los Hermanos Quest, pero ahora lo miraba todo con nuevos ojos.

Peter y Euge estaban cerca del circo discutiendo por algo. Los payasos ensayaban un truco de malabarismo mientras Alai practicaba el pino y Nico la miraba con el ceño fruncido. Frankie jugaba en el suelo junto a Jill, que adiestraba a los perros con algunos ejercicios que hacían que Lali se encogiera de miedo. El olor de las hamburguesas que las showgirls asaban a la parrilla inundó sus fosas nasales mientras oía el omnipresente zumbido del generador y veía cómo los banderines ondeaban con la brisa de junio.

Y luego se oyó un grito infantil.

El sonido fue tan ensordecedor que todo el mundo lo escuchó. Peter giró la cabeza con rapidez. Alai dejó de hacer el pino y los payasos soltaron lo que tenían entre manos. Max se detuvo en seco, impidiendo que Lali viera lo que pasaba. La joven oyó el grito ahogado que éste emitió y se puso a su lado para ver qué causaba la conmoción. Se le detuvo el corazón.

Sinjun se había escapado de la jaula.

Continuará... 

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