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martes, 28 de abril de 2015

Capítulo - 1



El sueño siempre era el mismo, aunque cada vez resultaba más vívido. Ella era consciente de todos los detalles, incluso cuando estaba despierta. Lo insólito de las imágenes siempre la alarmaba. No era habitual en Lali sentir cosas como aquélla. No, ella era una joven práctica y sensata, nada propensa a vivir las aventuras temerarias que sus amigas querían que viviera. ¿Qué pensarían si supieran el sueño que la acosaba tantas y tantas noches? Nunca se lo contaría a nadie. Se trataba de un momento de locura, demasiado íntimo para confiárselo a nadie.

Durante el sueño, su cuerpo estaba relajado. De una forma gradual, le parecía que se despertaba, pues se daba cuenta de que había alguien más en la habitación, alguien que rodeaba la cama con pasos silenciosos. Ella mantenía los ojos cerrados, pero su corazón empezaba a latir deprisa y con fuerza. A continuación no se oía ningún movimiento, sólo el silencio. Ella contenía el aliento mientras esperaba percibir el tacto de una mano, un sonido, un susurro. El colchón se hundía ligeramente bajo el peso del cuerpo de un hombre; un amante fantasma, sin rostro y sin nombre, que se inclinaba sobre ella para poseerla como nadie lo había hecho antes. Ella intentaba apartarse, pero él se lo impedía y la presionaba de nuevo contra las almohadas. Un embriagador olor masculino inundaba sus fosas nasales, unos brazos fuertes y musculosos la abrazaban, el peso del cuerpo del hombre la inmovilizaba y su calor la colmaba. Las manos del desconocido recorrían su piel, daban vueltas por sus pechos, se deslizaban entre sus muslos y ella se retorcía y ardía de placer. Lali le suplicaba que se detuviera, pero él se reía con suavidad y seguía atormentándola. Sus labios calientes recorrían su cuello, sus pechos, su estómago. Entonces un deseo ciego se apoderaba de ella. Lali rodeaba al desconocido con los brazos y tiraba de él, deseándolo con desesperación y, sin intercambiar ninguna palabra, él le hacía el amor y su cuerpo la embestía como un oleaje lento y demoledor.

Entonces el sueño cambiaba. De repente, Lali se encontraba en el porche delantero de su casa, el cielo se veía profundo por la densa oscuridad de lo avanzado de la noche y en la calle había alguien que la miraba con fijeza. Se trataba de un hombre viejo cuyo rostro permanecía oculto entre las sombras. Ella no sabía quién era ni qué quería, pero él la conocía. Incluso sabía su nombre.

—Mariana. Mariana, ¿dónde estabas?

Ella se quedaba paralizada por el miedo. Quería que se fuera, pero tenía un nudo en la garganta y no podía hablar. En aquel momento Lali siempre se despertaba, sudorosa y sin aliento. El sueño resultaba tan vívido que parecía real. Y siempre era igual. Lali no tenía esta pesadilla a menudo, aunque a veces el miedo a tenerla era suficiente para que no se atreviera a dormirse.

Lali se sentó con lentitud, se secó la frente con el borde de la sábana y deslizó las piernas a un lado de la cama. La cabeza le daba vueltas. Aunque no había hecho ruido, debía de haber despertado a Alelí, quien tenía el sueño ligero.

—¿Lali? —Le llegó la voz de Alelí desde la habitación contigua—. Tengo que tomar la medicina.

—Enseguida voy. —Lali se levantó e inspiró hondo.

Se sentía como si hubiera corrido una larga distancia. Después de administrarle la medicina a Alelí y de que el dolor que ésta sentía empezara a remitir, Lali se sentó en el borde de la cama de su tía y la contempló con una expresión de inquietud en el rostro.

—Tía Alelí, ¿alguna vez has soñado con personas a las que no conoces y con cosas que nunca has hecho pero que, de alguna forma, te resultan familiares?

—La verdad es que no. Yo sólo sueño con cosas que conozco. —Alelí bostezó con amplitud. Claro que yo no tengo la imaginación que tú tienes, Lali.

—Pero, ¿y si te parece que el sueño te está sucediendo de verdad...?

—Hablemos de esto por la mañana. Ahora estoy cansada, cariño.

Lali asintió a desgana con la cabeza, sonrió levemente y regresó a su dormitorio. Sabía que, por la mañana, no hablarían sobre su sueño.


Lali entró en el dormitorio y dejó el bolso mientras tarareaba la canción que transmitían por la radio, I’d Be Lost Without You. Su llegada siempre constituía un gran alivio para Alelí, quien estaba confinada en la cama de una forma permanente y hacía cinco años que no se valía por sí misma. Aparte de la radio y la mujer que habían contratado para que le hiciera compañía de una forma ocasional, Lali era su único contacto con el mundo exterior.

Formaban una extraña pareja, una tía soltera y su sobrina de veinte años. Y había pocas similitudes entre ellas. Alelí era de una época en la que se mimaba a las mujeres, en la que se las protegía. Por otro lado, Lali era una joven moderna que sabía conducir coches y llevaba a casa un cheque mensual.

Lali sabía lo que era trabajar y, como sus amigas, también había aprendido a no esperar nada del futuro. A las mujeres de su generación les habían enseñado que sólo importaba el aquí y el ahora.

Se trataba de una generación endurecida, pero a Alelí consolaba saber que su sobrina era menos dura que el resto de sus amigas. Lali tenía sentido de la responsabilidad y una compasión innata hacia los demás. Aunque no siempre había sido así. De niña, Lali había sido terca, egoísta, intratable e irrespetuosa con la autoridad que Alelí representaba. Sin embargo, la vida no había sido fácil para ella y le había enseñado unas lecciones amargas que habían aplacado su orgullo y suavizado su carácter y que habían transformado su terquedad en una gran fortaleza interna. En aquel momento, muchas personas se beneficiaban constantemente de su entereza: los pacientes a los que atendía en el hospital, las amigas que le pedían ayuda y, sobre todo, la misma Alelí. Alelí la necesitaba más que ninguna otra persona.

La canción de la radio cambió a Blue Skies y Lali cantó con el coro.

—Estás desafinando —comentó Alelí mientras se incorporaba en la cama.

Lali se inclinó pausadamente hacia ella y estampó un beso sonoro en su frente.

—Siempre desafino.

—¿Cómo va todo por la ciudad?

—Como siempre —respondió Lali con naturalidad mientras se encogía de hombros—. No hay trabajo. La gente se reúne en las esquinas sin otra cosa que hacer más que estar de cháchara. Esta tarde, la cola de la oficina de empleo llegaba hasta la barbería.

Alelí chasqueó la lengua.

—¡Santo cielo!

—Hoy no tengo nada interesante que contarte. No hay ningún cotilleo nuevo. No ha pasado nada. La única novedad es que un hombre raro y mayor merodea por la ciudad. —Lali se dirigió a la mesita de noche, cogió una cucharilla y tamborileó con ella en la palma de su mano mientras hablaba—. Lo vi delante de la tienda del boticario cuando salí de recoger tu medicina. Parece uno de esos viejos conductores de ganado de barba espesa, pelo largo y rostro curtido.

Una sonrisa cansada cruzó el rostro de Alelí. Estaba más pálida que de costumbre y extrañamente apática. Durante los últimos meses su pelo blanco había perdido su brillo y la viveza de sus ojos oscuros casi había desaparecido dejando a su paso una mezcla de paz y resignación.

—Muchos vaqueros de antes merodean hoy en día por todas partes, no hay nada extraño en esto.

—Sí, pero él estaba frente a la tienda como si estuviera esperando a que yo saliera. Me miró de una forma muy intensa. Y no dejó de hacerlo hasta que llegué al final de la calle. Experimenté una sensación muy extraña, como un escalofrío interior. ¡Y debía de tener entre setenta y ochenta años!

Alelí se rió entre dientes.

—A los hombres de edad les gusta mirar a las chicas guapas, cariño. Ya lo sabes.

—Pero la forma en que me miraba me puso los pelos de punta.

Lali realizó una mueca y cogió un botellín de cristal verde del amplio surtido de medicamentos que había en la cómoda, los cuales no podían detener el inexorable crecimiento del cáncer en el cuerpo de Alelí, aunque aliviaban su dolor. El doctor Haskin había dicho que podía tomar una dosis siempre que la necesitara. En aquel momento, Alelí tomaba una cucharada de jarabe opiáceo cada hora. Lali acercó con cuidado la cuchara a los labios de Alelí y utilizó un pañuelo para secar una gota que había resbalado hasta su barbilla.

—Toma, antes de un minuto te sentirás mejor.

—Ya me siento mejor. —Alelí le cogió la mano—. Deberías salir con tus amigas en lugar de mimarme todo el tiempo.

—Prefiero tu compañía a la de ellas.

Lali sonrió y sus ojos castaño oscuro chispearon con malicia. Era una joven encantadora, aunque su rostro no era de una belleza espectacular. Tenía los pómulos algo hundidos y la mandíbula demasiado pronunciada, pero, en general, daba la impresión de ser una joven muy bella. Su encanto resultaba difícil de describir, su luminosa calidez resplandecía a través de su piel y el color castaño de sus ojos y de su pelo era intenso y profundo. Las mujeres celosas podrían destacar algunos defectos en su aspecto, pero la mayoría de los hombres la consideraban perfecta.

Lali dejó la cuchara en la mesita de noche y contempló el montón de novelas que estaban apiladas sobre ésta acerca de doncellas indefensas, hazañas audaces y villanos vencidos por héroes osados.

—¿Otra vez leyendo estas novelas? —preguntó Lali, y chasqueó la lengua—. ¿Te comportarás algún día?

La suave burla de Lali divirtió a Alelí, quien siempre se había enorgullecido de ser una mujer valerosa. Hasta que el cáncer le sobrevino, había sido la mujer más activa e independiente de Sunrise. La idea del matrimonio, o cualquier otra que implicara una restricción de su libertad, nunca la habían seducido, aunque admitía que cuando Lali se trasladó a vivir con ella, constituyó para ella una bendición.

Después de la muerte inesperada de su hermana y su cuñado, Alelí se quedó con la hija de ambos y una herencia meramente simbólica. Criar a una niña de tres años constituyó una responsabilidad que cambió su vida y la convirtió en algo mucho más rico de lo que ella había creído posible. En aquel momento, a los sesenta años, a Alelí se la veía feliz en su estado de soltería. Lali era la única familia que necesitaba.

Los Espósito habían fundado el pueblo de Sunrise cerca del camino que recorría aquellas tierras y que, con el tiempo, fue reemplazado por una larga línea de ferrocarril. Con frecuencia, Alelí entretenía a Lali contándole historias acerca de Nicolás Espósito, su bisabuelo, quien había sido el propietario de uno de los ranchos más extensos de Tejas.

Pero la época de los poderosos ganaderos y sus imponentes ranchos había terminado. El pastoreo ya no era libre y de horizontes abiertos, pues el territorio estaba vallado con cercas de alambre de espino. En aquel momento los rancheros sólo poseían pequeños pedazos de Tejas. Los vaqueros, quienes constituían la vida y el espíritu del viejo sistema, se habían desplazado al Oeste o se habían convertido en colonos y, algunos, incluso en ladrones de ganado. La vasta y tosca extensión que antes fue el rancho Sunrise, ahora estaba ocupada por torres de perforación petrolífera, vallas metálicas y trabajadores del petróleo. Lali sentía lástima por los viejos vaqueros que, de una forma ocasional, pasaban por la ciudad, taciturnos y resignados ante el hecho de que la única forma de vida a la que podían pertenecer les había sido arrebatada. Hombres ya mayores y sin un lugar en el que descansar.

—¿Ves este botellín? —Lali sostuvo en alto el botellín de cristal verde y lo hizo girar a la luz del sol—. El hombre del que te hablaba tenía los ojos de este mismo color. De un verde puro, nada turbio. Nunca había visto nada igual.

Alelí volvió la cabeza sobre la almohada y miró a Lali con un interés repentino.

—¿Quién es? ¿Alguien ha mencionado su nombre?

—Bueno, sí. Todo el mundo murmuraba cosas acerca de él. Creo que alguien comentó que se llamaba Lanzani.

—Lanzani... —Alelí se llevó las manos a las mejillas— ¿Peter Lanzani?

—Creo que sí.

Alelí pareció aterrorizada.

—¡Peter Lanzani! Después de tanto tiempo. ¡Cincuenta años! Me pregunto por qué habrá regresado y para qué.

—¿Vivía aquí? ¿Lo conocías?

—No me extraña que te observara. No me extraña. Eres la viva imagen de mi tía Mariana. Ha debido de creer que ella había regresado de la tumba. —Pálida y alterada, Alelí alargó el brazo hacia la mesita de noche para coger los polvos para el dolor de cabeza y Lali se apresuró en servirle un vaso de agua para ayudarla a tragarlos—. Peter Lanzani convertido en un anciano... —murmuró Alelí—. Un anciano. Y la familia Espósito disgregada y dispersa. ¿Quién lo habría imaginado en aquellos tiempos?

—Toma, bebe. —Lali colocó el vaso de agua en una de las manos de Alelí y se sentó a su lado mientras tamborileaba con sus dedos de una forma inconsciente. Alelí se tragó los polvos con unos sorbos de agua y se aferró al vaso con manos temblorosas—. Santo cielo, ¿por qué estás tan alterada? —la regañó Lali sin saber qué decir—. ¿Qué te hizo ese tal Peter Lanzani? ¿Cómo lo conociste?

—Tengo tantos recuerdos! ¡Que Dios se apiade! Nunca creí que Peter viviera tanto tiempo. Es él, Lali, el que mató a tu bisabuelo Nicolás.

Lali se quedó boquiabierta.

—¿El que...?

—El hombre que destruyó a nuestra familia y al rancho Sunrise y que asesinó al abuelo Espósito.

—¿Es un asesino y se pasea por ahí tan libre como un pájaro? ¿Por qué no lo encerraron en una prisión? ¿Por qué no lo colgaron por el asesinato de Nicolás?

—Era muy escurridizo. Huyó de la ciudad cuando los demás empezaron a darse cuenta de que había sido él. Y, si el hombre que has visto hoy es, en verdad, Peter Lanzani, entonces nunca lo cogieron.

—Apostaría algo que era él. Parece el tipo de hombre que es capaz de cometer un asesinato.

—¿Sigue siendo guapo?

—Bueno..., supongo que sí..., para un hombre mayor. Quizás una mujer de edad se sentiría atraída por él. ¿Por qué lo preguntas? ¿Era guapo cuando era joven?

—El hombre más atractivo de todo Tejas. Y no es una leyenda. Era algo fuera de lo común, y, aunque se rumoreaba que se había apoderado de terneros sin marcar y que incluso había robado ganado, le caía bien a todo el mundo. Cuando quería, resultaba encantador, y era astuto como un zorro. Además, sabía leer y escribir tan bien que, en opinión de algunos, se había licenciado en una famosa universidad del este.

—¿Y era sólo un peón del rancho?

—Bueno, en realidad, era algo más. Nicolás lo nombró capataz al cabo de una o dos semanas de su llegada. Aunque, nada más llegar él, las cosas empezaron a ir mal.

—¿Qué tipo de cosas? ¿Surgieron problemas con el ganado?

—Mucho peor. La primavera siguiente a su aparición en el rancho, mi tía Mariana, por quien te pusieron tu nombre, desapareció. Sólo tenía veinte años. Un día, Peter la llevó a ella y a su hermano Stéfano a la ciudad y, a la hora de volver, no la encontraron. Fue como si se hubiera desvanecido en el aire. La buscaron día y noche durante semanas, pero no encontraron ni rastro de ella. En aquel momento, nadie culpó a Peter, pero, más tarde, la gente empezó a sospechar que él había tenido algo que ver con su desaparición. La verdad es que no se tenían mucho aprecio.

—Esto no prueba que él le hiciera algo.

—Así es, pero era el sospechoso más probable. Y, aquel otoño, justo después del recuento del ganado, encontraron al abuelo Espósito muerto en su cama. Estrangulado.

Aunque Lali había oído aquella parte de la historia antes, realizó una mueca de disgusto.

—¡Qué horror! Pero ¿cómo puedes estar segura de que fue Peter Lanzani quien cometió el asesinato?

—La cuerda que utilizaron para estrangular a Nicolás pertenecía a la guitarra de Peter. Él era el único que tenía una guitarra en todo el rancho. ¡Tocaba de maravilla! Por la noche, su música flotaba por el aire hasta la casa. —Alelí sufrió un ligero estremecimiento—. Entonces yo sólo era una niña y, mientras escuchaba aquella música tumbada en la cama, pensaba que así debía de ser la música de los ángeles. ¡Ah, y también encontraron otra cosa! Un botón de la camisa de Peter, allí, junto al cadáver.

—A mí me parece que era culpable.

—Todo el mundo creía que lo era. Además, no tenía ninguna coartada. Pero él huyó a toda prisa del pueblo y, desde entonces, nadie lo había visto ni había sabido nada de él. Si hubiera regresado antes, lo habrían detenido de inmediato, pero ahora debe de creer que, al ser tan viejo, nadie querrá colgarlo.

—Yo no estoy tan segura, pues por aquí la gente tiene mucha memoria. Creo que, al regresar, se ha buscado muchos problemas. Me pregunto si de verdad se trata de Peter Lanzani. ¿Crees que se ha arrepentido de haber matado a Nicolás?

Alelí sacudió la cabeza en actitud dubitativa.

—No lo sé.

—Me pregunto por qué lo hizo —comentó Lali.

—Él es el único que lo sabe. La mayoría de la gente cree que le pagaron para que lo asesinara. El abuelo Espósito tenía muchos enemigos. O quizá tuvo algo que ver con... algo relacionado con un testamento. Nunca lo entendí del todo. —Alelí de repente se sintió exhausta y se apoyó en la almohada. Lali apretó con fuerza su delicada mano, la cual se había vuelto fláccida—. No te acerques nunca a él —pidió Alelí con voz entrecortada—. Nunca. Prométemelo.

—Te lo prometo.

—¡Oh, Lali, te pareces tanto a ella! Tengo miedo de lo que sucedería si él se acercara a ti.

—No sucederá nada —contestó Lali sin comprender por qué los ojos de Alelí brillaban con tanto ardor— ¿Qué podría hacerme? Es él quien tendría que tener miedo, no nosotras. Espero que alguien le cuente a la policía que está aquí. No importa lo viejo que sea, la justicia es la justicia, y él debería pagar por lo que hizo.

—Sólo mantente alejada de él, por favor.

—Tranquila. No me acercaré a él, no te preocupes.

Lali esperó hasta que Alelí cayó en un agitado sueño. Después se levantó, miró a través de la ventana y recordó el rostro de aquel hombre y sus llamativos ojos verdes. ¿Acaso la había mirado con tanta fijeza porque ella se parecía a Mariana Espósito? Lali se preguntó hasta qué punto se parecían. Nunca había visto una fotografía de Mariana y sólo sabía de su parecido por lo que le había contado Alelí. No existía ninguna fotografía, ningún recuerdo, nada que probara que Mariana Espósito había existido, salvo su nombre en el árbol genealógico de la familia.

Desaparecida. ¿Cómo podía alguien esfumarse sin dejar rastro? Siempre que había oído hablar de Mariana, el misterio de su desaparición la había fascinado, pero aquélla era la primera vez que oía que Peter Lanzani podía tener algo que ver con su desaparición, Incapaz de contener su curiosidad, Lali insistió sobre aquella cuestión cuando le llevó a Alelí la bandeja de la cena por la noche.

—¿Hasta qué punto me parezco a Mariana?

—Siempre he opinado que eres la viva imagen de ella.

—No, no me refiero al aspecto, sino a cómo era. ¿En ocasiones actúo o hablo como ella? ¿Me gustan las mismas cosas que a ella?

—Qué preguntas tan extrañas, Lali. ¿Qué importancia tiene si te pareces o no a ella en estos aspectos?

Lali se estiró a los pies de la cama y sonrió perezosamente.

—En realidad, no lo sé, sólo es curiosidad.

—Supongo que podría contarte algunas cosas. En realidad, eres muy distinta a Mariana Espósito, cariño. Había en ella algo salvaje, excitante, que no encajaba bien con una chica de su edad. Todo el mundo la mimaba. —Alelí se interrumpió y su mirada se volvió suave y distante—. Mariana era suave como la seda cuando se salía con la suya, lo cual ocurría con bastante frecuencia, pero algunas cosas en ella me inquietaban. Yo me sentía fascinada por la tía Mariana y creía que era la mujer más guapa del mundo, incluso más que mi madre. Pero era una intrigante y las personas no parecían importarle tanto como el dinero.

—¿Les caía bien a los demás?

—¡Cielo santo, sí! Todos los Espósito la adoraban. Era la favorita del abuelo, a pesar de que Stéfano era su único hijo. Y todos los hombres del condado acababan enamorándose de ella. Los hombres se volvían locos por ella. El viejo Benjamín Amadeo, cuando era joven, perdió la cabeza por ella y nunca se rehizo tras su desaparición. Ella lo había hechizado, como a todos los demás.

—Definitivamente no era como yo —declaró Lali con resignación, y se rió entre dientes.

—Eres tú quien no se concede una oportunidad, cariño. Los únicos hombres que ves son los pacientes del hospital. Veteranos de guerra. Hombres lisiados y cansados. No es bueno que dediques todo tu tiempo libre a curarlos y cuidarlos. Deberías salir con jóvenes de tu edad y acudir a fiestas y a bailes, en lugar de esconderte aquí, conmigo.

—¿Esconderme? —repitió Lali indignada—. Yo no me escondo de nada. Me gusta pasar el tiempo contigo.

—Pero, de vez en cuando, podrías pedirle a una de las vecinas que se quede conmigo durante unas horas. No tienes por qué estar aquí todo el tiempo.

—Hablas como si pasar el rato contigo constituyera una carga terrible, pero tú eres la única familia que tengo y te lo debo todo.

—Desearía que no hablaras así. —Alelí dirigió su atención a la bandeja de la cena y lo saló todo con generosidad—. Desearía estar segura de que te he educado bien. No quiero que acabes siendo una vieja solterona, Lali. Deberías casarte y tener hijos.

—Si éste es el deseo de Dios, me enviará al hombre adecuado.

—Sí, pero tú estarás tan ocupada cuidándome que se lo quedará otra chica.

Lali se echó a reír.

—Una cosa es segura, tía Alelí, si me caso, no será con nadie que ya conozca. Ninguno de los hombres de Sunrise me gustaría como esposo. Y el único nuevo es Peter Lanzani.

—No bromees acerca de él. Me preocupa. Aunque no me hubieras contado que está aquí, sabría que algo anda mal. Es como si una sombra hubiera cubierto la ciudad.

—¿No te parece extraño? Yo también siento algo distinto en el aire, como si algún suceso estuviera esperando para ocurrir. Ahora que Peter Lanzani ha regresado, ¿no sería curioso que Mariana también apareciera? ¿Cincuenta años después de su desaparición?

—Ella nunca regresará —afirmó Alelí con un convencimiento absoluto.

—¿Por qué no? ¿Crees que él la mató?

Alelí permaneció en silencio durante un largo rato y su mirada se volvió distante.

—He pensado en esta posibilidad durante años. Creo que el hecho de que desapareciera de aquella manera me preocupó a mí más que a ninguna otra persona, salvo a su padre. Nunca dejé de preguntarme qué sucedió el día que desapareció. Esta pregunta me ha perseguido durante toda la vida. Creo que le ocurrió algo extraño. No creo que la asesinaran, ni que la secuestraran, ni que huyera, como la mayoría de la gente cree. Las personas no desaparecen así, sin que quede ninguna pista acerca de lo que les ha sucedido.

—Entonces, ¿no crees que Peter Lanzani la matara?

—No creo que él sepa lo que le sucedió.

Lali sintió que un escalofrío recorría su espalda.

—Es como una historia de fantasmas.

—Siempre quise hablar con alguien acerca de esta cuestión, con uno de los marcadores de reses del rancho, un hombre que se llamaba Gastón. Se trataba de un argentino supersticioso que tenía sus propias ideas acerca de todo lo que ocurría. A todo el mundo le encantaba escuchar sus historias. Él hablaba durante horas acerca de las estrellas, encantamientos, fantasmas y sobre cualquier otra cosa imaginable. A veces, predecía el futuro y, con frecuencia, acertaba.

Lali realizó una mueca.

—¿Y cómo lo hacía, tenía una bola de cristal o algo parecido?

—No lo sé. Gastón era raro. Conseguía que las cosas más extrañas parecieran naturales y, como creía en ellas, casi lograba que tú también creyeras en ellas. Pero abandonó el rancho para siempre antes de que yo pudiera reunir el suficiente valor para preguntarle qué opinaba acerca de la desaparición de la tía Mariana.

—Lástima —declaró Lali de una forma pensativa—. Habría sido interesante saber qué opinaba.


—Desde luego.

Continuará...

Empezamos con un cap larguito
y muchos misterios por descubrir ;)
+10 

15 comentarios:

  1. para.. lali tiene 20 y peter 70? o yo entendi mal??

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  2. Volviste!!! Esta interesante la cosa! Jajajaja subí otro!

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  3. Como lali con viejo peter jajja. Me encanto muy interesante! Massss

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  4. Que va a hacer Lali con un viejin? Jajajaja dale continuà que Mw enganché! ♡♡♡

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  5. Hola dani! Nos trajiste una nove que me dejó super desconcertada! Jajajaja espero más!

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  6. Es una nove de fantasía? Ciencia ficción? Es el peter joven el que la visita? Ella es la reencarnación de su tía

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  7. Jajaja quería Saber todo de una Jaja y bue Sabes que soy ansiosa Jajajaja

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  8. Me imagino que hay otro Peter Lanzani que sea el nieto no ?? Porq no me imagino con un peter de 70 ..sube más

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  9. Creo que el viejo peter es el abuelo o algo asi de peter, y eso es parte de sus secretos....

    Yov

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  10. Muy interesante!!!
    -Me encanta.

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  11. Holaaaaa!!!!! Nueva novela!
    Woaaa un poco de suspenso...
    Estoy un toque pérdida de repente con los nombres pero me acostumbrare jajajaja

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