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miércoles, 29 de abril de 2015

Capítulo - 6



La voz de Alelí pidiéndole la medicina era lo primero que oía por las mañanas, la señal de que el día empezaba. Lali permaneció inmóvil y con los ojos cerrados mientras esperaba la llamada de Alelí. Bostezó con la cara hundida en la almohada. ¿Por qué Alelí no la había llamado todavía? ¿Por qué no...?

De repente, Lali se incorporó sobresaltada y con los ojos muy abiertos, como si se hubiera disparado una alarma, y el corazón le golpeó el pecho. Miró a su alrededor con inquietud. Todavía estaba allí. «Estoy en un mundo completamente distinto al mío. ¿Qué me ha ocurrido? ¿Qué le ha ocurrido a todo?»

Su entorno era totalmente diferente a lo que ella estaba acostumbrada. El coqueto dormitorio rosa no era el de ella. De hecho, no encajaba en absoluto con sus gustos. Ella quería su dormitorio blanco y azul, con los cuadros bordados de Alelí en las paredes, los botes de colorete y pintalabios sobre la cómoda, los pósters de Valentino en The Sheik y Mary Pickford en My Best Girl... Echaba de menos todo aquello, y también la radio en un rincón de su habitación.

—La radio —declaró Lali en voz alta y se quedó atónita al darse cuenta de que allí no había radios, ni luz eléctrica, ni cámaras Kodak ni ropa de fabricación en serie.

Allí la gente no sabía nada acerca de la Primera Guerra Mundial, el modelo T de Ford, Charlie Chaplin o el jazz. Anonadada, Lali consideró sus posibilidades. Aquel mundo era tan distinto al que ella estaba acostumbrada que, para el caso, también podría haber aparecido en la Edad Media.

Lali se acercó al armario de la habitación, lo abrió y contempló los vestidos que colgaban en su interior. Ninguno le resultaba familiar. No había faldas cortas y desenfadadas ni gorritos tipo casquete, sólo vestidos largos, blusas con volantes y faldas largas y sueltas. El armario estaba atiborrado de un amplio surtido de ropa confeccionada con sedas brillantes, batistas con vistosos estampados de flores y chales de malla y de satén rosa. Sin duda alguna, Mariana Espósito se vestía con lo mejor que se podía comprar en aquella época. Lali tardó poco en darse cuenta de que la mayoría de la ropa era de color rosa, en tonos que variaban del rosa brillante al rosa coral pálido.

—Hectáreas. Hectáreas de rosa —declaró Lali en voz alta mientras examinaba, uno a uno, los vestidos.

En su opinión, el color rosa era bonito, pero aquello..., aquello era una pesadilla.

En la zona derecha del armario, colgaban unos vestidos de algodón y de batista que eran de diseño más sencillo y que debían de ser los de uso diario. Resultaba agradable mirarlos, pero ¿ponérselos? Lali tuvo la sensación de que todo lo que contenía aquel armario le resultaría tan incómodo como el vestido que se había quitado por la noche antes de echarse a dormir. Se volvió hacia el silloncito acolchado que había junto a la cómoda y contempló el vestido sucio y el montón de ropa interior blanca que había utilizado el día anterior y arrugó la nariz con desagrado. Había tardado horas en quitarse todo aquello.

El vestido más sencillo que encontró fue uno de batista a rayas blancas y rosas y ribeteado con lacitos. Lali tuvo que realizar varias pruebas hasta conseguir vestirse correctamente. A continuación, se examinó desde la cabeza hasta los infantiles zapatos y realizó una mueca.

Cuando, por fin, apareció en el piso de abajo, Lali se sintió aliviada al comprobar que sólo Emilia y Candela estaban en el comedor tomando el desayuno. Las dos iban muy formales y correctas, con sus vestidos de batista de cuello alto, que eran parecidos al de ella. Resultaba evidente que varias personas habían desayunado ya y la sirvienta estaba retirando los platos sucios.

—Buenos días, Candela —saludó Lali titubeante.

—Me alegro de que hayas dormido tanto. Por lo que veo el descanso extra te ha sentado muy bien.

Lali contempló el reloj de pared. ¿Dormido tanto? ¡Pero si eran las siete de la mañana!

—Me ha sentado bien dormir —respondió con lentitud. A continuación contempló a la otra mujer que estaba sentada a la mesa—. Buenos días, Emilia.

—¿Emilia? —repitió la mujer con una mezcla de diversión y enfado—. ¿Desde cuándo me llamas por mi nombre? Sólo tu padre lo hace, Mariana. —Emilia bajó la vista hacia la tostada sobre la que extendía mantequilla con movimientos refinados y frunció levemente el ceño—. Desde que regresaste de la academia para señoritas tienes algunas ideas raras.

—Lo siento —Lali enseguida se puso nerviosa—, ma-mamá.

—Pobre Lali —intervino Candela con amabilidad mientras le sonreía y daba unos golpecitos en la silla que tenía aliado—. Ven, siéntate a mi lado. Sólo estás algo agitada, eso es todo. Siempre te pones así en primavera.

—Espera a casarte y tener hijos, Mariana —declaró Emilia—. Estarás demasiado cansada para sentirte agitada.

Lali rodeó la larga mesa y se sentó al lado de Candela. Al ver la abultada barriga de Candela, producto de su embarazo, Lali experimentó un leve estremecimiento.

—¿Co-cómo te encuentras?

—Mucho mejor, Mariana. Eres muy amable al preguntármelo. Ya no siento náuseas. —Candela sonrió y dio una palmadita en su barriga—. Sé que ahora Agustín quiere un niño, pero tengo la sensación de que será otra niña, lo cual será bueno para Alelí. Creo que le gustará tener una hermana.

«Nos conocimos una vez, hace tiempo, cuando yo era pequeña y tú ya eras una mujer de edad —quiso explicarle Lali—. Tú eres mi abuela y el bebé del que estás embarazada es mi madre.»

Lali no podía apartar la mirada de Candela, hasta que, al final, ésta la observó con el ceño fruncido.

—¿Ocurre algo?

—Yo... No. Sólo quería saber... cómo vas a llamar al bebé.

—No estoy segura —respondió Candela con actitud pensativa—. Le pondré algún nombre de la Biblia. Me gustan los nombres bíblicos. Si es un niño, David, y si es una niña Rachel. O quizá Ruth.

Rachel o Ruth. ¡Sin embargo, su madre se llamaba Sarah! Lali se mordió el labio y, mientras le traían el desayuno, escuchó a Emilia y a Candela, quienes hablaron sobre otros nombres posibles para el bebé. Cuando le trajeron el desayuno, el estómago le dio un vuelco. Jamón, patatas fritas, huevos fritos y tartas coronadas con sendos trozos de mantequilla medio derretida. Nunca había visto un plato tan atiborrado de comida, salvo por el que le habían servido la noche anterior. ¿Era posible que comieran siempre tanto? A Alelí y a ella les había resultado difícil mantener su diminuta cocina aprovisionada de alimentos básicos como la mantequilla, el azúcar, los huevos o el café. Siempre habían comido con escasez y habían guardado las sobras.

—No puedo comer todo esto.

—No es más de lo que come usted normalmente, señorita Mariana —señaló la sirvienta con naturalidad, y dejó una jarra de jarabe de maíz al lado del plato de Lali.

—Prefiero un café solo.

—Primero tienes que tener algo en el estómago —indicó Emilia—. Esta mañana vas al Double Bar para dar un paseo a caballo con Benjamín, ¿no?

¿Quién era Benjamín? Lali frunció un poco el ceño. Algo que Alelí le había comentado en una ocasión acerca de Mariana Espósito cruzó por su mente.

«Los hombres se volvían locos por ella. El viejo Benjamín Amadeo, cuando era joven, perdió la cabeza por ella...»

El viejo Benjamín Amadeo era gordo, muy rico y siempre iba desarreglado. ¿Podía ser el Benjamín del que Emilia le hablaba en aquellos instantes?

—No recuerdo haber hecho ningún plan con él —declaró Lali sintiéndose molesta—. No tengo ganas de ir a ningún lado y no creo que a él le importe ¿no? Esta mañana no me encuentro muy bien, al menos no tanto como para salir a caballo con nadie.

—Ayer me contaste que se lo habías prometido —contestó Emilia y, aunque su voz era suave, había en ella un indudable tono de inflexibilidad—. Una dama no incumple sus promesas, Mariana, y no es correcto que cambies de opinión en el último momento. Además, ya sabes que, cuando estés con él, te lo pasarás bien, cariño.

—Tú esperas que surja un romance entre ellos, mamá —comentó Candela riendo.

—En mi opinión, Benjamín sería un buen marido. Su madre es una mujer de buena familia y lo educó como a un caballero...

—Y a papá le gustará la idea de que una de sus hijas se case con el hombre que, algún día, heredará el rancho Double Bar.

—Es posible —admitió Emilia—. Sea como sea, Mariana se lo prometió y tiene que empezar a cumplir sus promesas.

—¿Le dije que iría en serio o sólo que consideraría su invitación? —preguntó Lali desesperada y esperando encontrar una salida, cualquiera, al inminente desastre.

Ella era una amazona terrible, prácticamente inepta.

—Su invitación te entusiasmó —declaró Candela con sequedad—. Estuviste hablando de este plan durante toda la mañana de ayer, hasta que te fuiste a la ciudad.

—Me siento distinta respecto a muchas cosas desde entonces.

—Basta ya de discutir sobre este asunto. —Emilia estaba dispuesta a mostrarse firme—. Saldrás en cuanto te hayas puesto la ropa de montar y le digas a Gastón que te acompañe al Double Bar. Este hombre debería servir para algo, aparte de estar sentado en el porche y contar historias todo el tiempo.

—Peter podría acompañarla —sugirió Candela—. Le he oído decir que esta mañana tenía que ir al Double Bar a resolver un asunto y no creo que se haya ido todavía.

—¡No! —Lali sintió cómo empalidecía—. No, no puedo. No pienso ir con él.

—No te pongas difícil, cariño —declaró Emilia—. Ya sé que no te gusta, pero...

—No sé por qué te desagrada tanto. —Candela levantó los ojos hacia el techo y sonrió ampliamente—. Si alguna vez he visto a un hombre al que mereciera la pena perseguir, ése es Peter. Con su pelo moreno..., y esos ojos verdes..., y esos hombros. Te reto a que le encuentres algún defecto.

Lali se quedó sin habla. Peter no tenía ningún defecto, a menos que estrangular a alguien con una cuerda de guitarra se considerara un pequeño defecto de carácter.

—Mariana no tiene ninguna necesidad de perseguir a un capataz de rancho —replicó Emilia mientras lanzaba a Candela una mirada severa—. Mariana celebrará un matrimonio tan bueno como el tuyo, Cande. Y esto significa casarse con alguien con mejores expectativas que Peter.

—Peter tiene estudios —contraatacó Candela de inmediato con voz lacónica—. Y trabaja duro de sol a sol. Y le cae bien a todo el mundo...

—¿Dónde estudió? —la interrumpió Lali.

—Nunca nos lo ha contado exactamente, pero sospecho que...

—Ya está bien de hablar de Peter —intervino Emilia con brusquedad—. No deberías animar a tu hermana en esa dirección, Cande. Peter es joven, pero es un solitario empedernido. Los hombres como él siempre andan buscando nuevos horizontes. Los vaqueros son nómadas y nada puede hacerlos cambiar.

—Pues papá parece opinar que no se va a mover de aquí por un tiempo —señaló Candela.

—Tu padre y yo no siempre estamos de acuerdo en esta cuestión. Vamos, Mariana, si no vas a desayunar, sube a tu dormitorio y cámbiate de ropa.

Lali asintió con la cabeza y se levantó.

«Tengo que escapar de todo esto. En cuanto me quede sola, huiré tan lejos como pueda.»

Entre todas las cosas que desconocía, como quién era ella, cómo había llegado hasta allí, dónde estaba la verdadera Mariana Espósito y que le había sucedido a Alelí, había una de la que estaba segura: Peter Lanzani era un asesino y no quería estar cerca de él.

Lali subió de nuevo al dormitorio rosa y, tras buscar a desgana la ropa adecuada, al final encontró una falda de montar marrón con la cola recogida, una blusa de color beige, unas botas usadas y un sombrero. Al lado de las botas había tres pares de espuelas con rodillo en forma de estrella. Las tres eran diferentes. Lali cogió una por el arco del talón y la examinó de cerca. Era como una pieza de joyería finamente elaborada, con flores y recargados diseños grabados en plata. Las puntas del rodillo estaban oscurecidas por la sangre seca y los trozos de pelo de un caballo. Una mueca de disgusto cruzó el rostro de Lali, quien volvió a dejar la espuela con las demás.

—Mariana —se oyó la voz amortiguada de Emilia al otro lado de la puerta.

—¿Qué, m-mamá?

¡Santo cielo, qué difícil resultaba llamar así a alguien!

—Le he dicho a Peter que irás con él. Está ensillando a Jessie. Corre, cariño, no le hagas esperar.

—Después de lo de ayer, hacerle esperar es lo último que deseo.


—¡Buena chica!

Continuará...

+10 !!!

15 comentarios:

  1. Mass porfavor amo todas tus noves enserio!

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  2. Sube cap ya no aguanto ��❤️

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  3. estoy pensando que quiza benjamin tambien tuvo algo que ver :( pero ni idea
    mas!!!!1

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  4. Ya están los 10 subí cap

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  5. Más!! Estoy ansiosa de saber que pasa entre Peter y Mariana :o

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  6. Le tiene bastante miedo .
    ·Espero k cambie d opinion en esta salida a caballo.

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