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martes, 28 de abril de 2015

Capítulo - 3



—Mariana, ¿dónde estabas? —preguntó la voz de un muchacho a través de la oscuridad despertándola con brusquedad—. Te hemos estado buscando por todas partes. ¡Estoy harto! Se supone que tenías que reunirte con nosotros hace dos horas delante del almacén y en lugar de acudir allí vas y desapareces. ¡Tienes suerte de que te haya encontrado yo en lugar de Peter! Él está que se sube por las paredes, te lo digo en serio.

Lali levantó su fláccida mano hasta sus cejas y abrió los ojos. Un pequeño grupo de personas se apelotonaba a su alrededor y la intensa luz del sol le taladraba el cerebro. Las sienes le palpitaban con fuerza y tenía el peor dolor de cabeza que había experimentado nunca. Además, el monólogo impaciente del muchacho no ayudaba en absoluto a mejorar su estado. Deseó que alguien lo hiciera callar.

—¿Qué ha ocurrido? —masculló Lali.

—Te has desmayado justo delante de la tabaquería —declaró el muchacho con indignación.

—Yo... me siento mareada. Tengo calor...

—No utilices el sol como excusa. ¡Típico de las chicas, desmayarse cuando tienen problemas! Así los demás sienten lástima por ellas. No finjas conmigo. Reconozco un desmayo auténtico cuando lo veo y el tuyo es una mala imitación.

Lali abrió mucho los ojos y lanzó al muchacho una mirada iracunda.

—Eres el chico más maleducado que he conocido nunca. Debería contárselo a tus padres. ¿Dónde está tu madre?

—Mi madre también es la tuya y está en casa, cabeza de chorlito.

El muchacho, que debía tener unos trece o catorce años, la cogió del brazo con una fuerza inusitada e intentó ponerla en pie.

—¿Quién te crees que eres? —exclamó Lali mientras se resistía a los intentos del muchacho por incorporarla y se preguntaba por qué las personas que los miraban boquiabiertas no hacían nada para impedir el acoso del muchacho.

—Tu hermano Stéfano, ¿te acuerdas? —contestó él con sarcasmo, y tiró del brazo de Lali hasta que ella se incorporó.

Lali lo miró sobresaltada. ¡Qué idea tan absurda! ¿Se trataba de una broma o estaba loco? Aquel muchacho era un completo desconocido para ella, aunque su aspecto le resultaba extrañamente familiar. Lali, sorprendida, llegó a la conclusión de que lo había visto antes. El muchacho era más alto que ella, de extremidades robustas, y despedía la típica energía incontenible de un adolescente. Stéfano, si era así como se llamaba, era guapo, de pelo castaño claro y resplandeciente y vivos ojos marrones. El contorno de su cara, la curvatura de su boca, la forma de su cabeza... le resultaban familiares.

—Te... te pareces a mí—balbuceó ella, y él resopló.

—Sí, ésa es mi mala suerte. Vamos. Tenemos que irnos.

—Pero... Alelí... —empezó Lali y, a pesar de su desconcierto, los ojos le escocieron al recordar su dolor—. ¡Alelí...!

—¿De qué estás hablando? Alelí está en casa. ¿Por qué lloras? —La voz del muchacho se suavizó de inmediato—. Mariana, no llores. Yo me encargaré de Peter, si es esto lo que te preocupa. Tiene toda la razón del mundo para estar enfadado, pero no permitiré que te grite. . .

Mientras oía sus palabras solo a medias, Lali se volvió, contempló el final de la calle y se preguntó cómo había llegado al centro de la ciudad desde el porche delantero de su casa. Entonces su corazón pareció detenerse y el dolor por la muerte de Alelí se vio amortiguado por una gran impresión. Su casa no estaba. La casa en la que Alelí la había criado había desaparecido y, en su lugar, sólo había un espacio vacío.

—¿Qué ha ocurrido?

Lali se llevó las manos al pecho para calmar los violentos latidos de su corazón. ¡Una pesadilla! ¡Se encontraba en medio de una pesadilla! Lali dio una ojeada rápida a su entorno en busca de cosas que le resultaran familiares, pero sólo encontró rastros ocasionales del Sunrise que ella conocía. Incluso el aire olía distinto. La calle asfaltada ahora era de tierra y había muchos baches y miles de huellas de herraduras de caballo. Los coches habían desaparecido y sólo había caballos y carros alineados a lo largo de las aceras de tablones de madera.

Las sencillas tiendas de la ciudad también habían desaparecido y..., ¿por qué no había otra cosa más que tabernas? ¡Tabernas! ¿Qué había pasado con la Prohibición? ¿Había decidido todo el mundo ignorar la ley? Tampoco había rótulos eléctricos, ni sala de cine, ni barbería..., ni cables telefónicos. Sunrise no era más que toscos letreros pintados con colores chillones y tiendas destartaladas... y la gente... ¡Santo cielo, la gente! Parecía que estuvieran todos en una fiesta de disfraces.

Las pocas mujeres que veía llevaban el pelo recogido en voluminosos peinados y vestían engorrosos trajes de cuello alto y apretado. Había vaqueros por todas partes, vestidos con sombreros vaqueros de fieltro o de copa y ala plana, sucios pañuelos atados al cuello, pesadas capas estilo poncho, espuelas con ruedecita rotatoria y botas de punta afilada y con tacón. La mayoría también llevaba barbas y bigotes espesos y pistolas con funda y cartucheras para la munición.

Media docena de ellos rodeaban a Lali y a Stéfano mientras sostenían, de una forma respetuosa, los sombreros en las manos y contemplaban a Lali con fascinación, respeto y hasta con cierta intimidación. La extrañeza de la escena asustó a Lali. O había perdido la razón o todos se habían puesto de acuerdo para gastarle una broma.

«Que me despierte pronto, por favor, que me despierte pronto. Me enfrentaré a cualquier cosa con tal de que no sea esto. Permíteme despertarme para que sepa que no me he vuelto loca»

—¿Por qué miras a tu alrededor de esta manera? —preguntó Stéfano mientras la cogía por el codo y la hacía bajar de la acera a la calle.

Stéfano tuvo que abrirse paso entre los vaqueros, quienes murmuraban expresiones de preocupación, hasta que Stéfano explicó con impaciencia:

—Se encuentra bien. En realidad no se ha desmayado. Está bien.

Anonadada, Lali le permitió que la condujera calle abajo.

—Tenemos que encontrar a Peter —declaró Stéfano con un suspiro—. Te ha estado buscando por este extremo del pueblo. Dios mío, a estas alturas debe de estar como loco.

—Stéfano... —Lali sólo había oído hablar de un Stéfano en su vida, y éste era el tío de Alelí, pero el tío de Alelí era un hombre de edad, un abogado respetable que vivía hacia el noreste. Sin duda, no tenía ninguna conexión con aquel muchacho insolente. Lali pronunció el nombre que tenía en la punta de la lengua, pues decidió que, al fin y al cabo, no tenía nada que perder—. ¿Stéfano Espósito?

—Sí, ¿Mariana Espósito?

«No! ¡No! Mariana Espósito era mi tía abuela, y desapareció hace cincuenta años. ¡Sí, seguro que estoy soñando! »

Pero ¿Peter Lanzani también era un sueño? ¿Y también lo era la muerte de Alelí?

—¿Adónde vamos? —consiguió preguntar.

Lali contuvo una risita de consternación al darse cuenta de que también ella iba vestida con la recatada ropa que vestían las demás mujeres. Llevaba puesto un ajustado vestido rosa que se le clavaba en la cintura y resultaba difícil caminar con aquellas faldas tan pesadas.

—En cuanto encontremos a Peter, regresaremos a casa. ¿Por qué llegas dos horas tarde? ¿Has estado coqueteando otra vez? No me importa que hagas el tonto, pero no vuelvas a hacerlo a costa de mi tiempo. Hoy tenía muchas cosas que hacer.

—No estaba coqueteando.

—Entonces, ¿qué estabas haciendo?

—No lo sé. No sé qué está pasando.

A Lali se le quebró la voz. Stéfano la observó con atención y entonces se dio cuenta de lo pálida que estaba.

—¿Te encuentras bien, Mariana? —Ella no tuvo tiempo de contestar, pues justo entonces llegaron junto a una tartana de hierro y madera con asientos de mimbre que era más elegante que el resto de los vehículos que había en la calle. Stéfano la ayudó a subir—. Espera aquí mientras voy a buscar a Peter —le indicó Stéfano. El asiento de mimbre crujió bajo el peso de Lali, quien se agarró al lateral del vehículo, inclinó la cabeza hacia delante e inhaló hondo—. Estaré de vuelta enseguida —declaró Stéfano.

Stéfano se marchó y Lali luchó para contener las náuseas que crecían en su interior. Había bastantes posibilidades de que perdiera la batalla.

«Sea o no una pesadilla, estoy a punto de vomitar. —Lali miró a su alrededor y le pareció que todo el mundo la estaba mirando—. No, no puedo vomitar. No puedo dejarme llevar por la situación. »

Con un gran esfuerzo de voluntad, Lali consiguió reprimir las náuseas que empezaban a subir desde su estómago.

—¡Aquí está!


Lali oyó la intencionadamente animosa voz de Stéfano y levantó la cabeza para mirarlo. Su corazón dejó de latir cuando vio la oscura figura que subía al carro y cogía las riendas con una mano. Lali no podía moverse, de modo que permaneció inmóvil en el asiento mientras el hombre se volvía y clavaba en ella unos ojos verdes y fríos.

Continuará...

+10 :D

14 comentarios:

  1. Jajaja te juro que me está matando está nove y recién van tres capítulos!

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  2. pobre lali está más perdida que turco en la neblina y me siento totalmente igual! =P

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  3. ++++++++++++++++++++++++++++++++

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  4. No entiendo nada y por eso me encanta la nove!!!! Subi massss

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  5. ++++++++++++++++++++++++++++

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  6. esta en el pasado pero osea volvio o lo esta recordando tan vividamente como si fuera mariana?

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  7. Juro que no entiendo un carajo Jajajjaja
    ++++
    @x_ferreyra7

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  8. Me encanta más quiero saber lo que le va a decir peter

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  9. Ya están los diez subí el otro

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  10. Volvio al pasado como Mariana, ya voy entendiendo la historia

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  11. Está reviviendo la historia d su tía en su propia persona.
    Es especial

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  12. Estoy como Mariana... y a la vez entiendo algunas cosas jajaja

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