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lunes, 20 de abril de 2015

CUARENTA Y TRES



Lali pasó una página, señaló un párrafo con el bolígrafo y apoyó la barbilla en una mano. Estaba sentada en el suelo con las piernas estiradas. Tras doblar las rodillas, colocó un codo sobre una pierna y siguió leyendo.
Luz, que estaba acostada en el sofá detrás de ella, se removió.
—¿Qué estás leyendo? —le preguntó.
—Un artículo para el trabajo —contestó Lali al tiempo que se subía las gafas por la nariz.
—¿Cómo se llama?
La curiosidad de su hija hizo que levantara la cabeza. Los moratones que tenía en la cara ya lucían un tono amarillento, pero aún estaba dolorida por el accidente. En ese momento, se encontraba en el sofá, leyendo un libro. El hecho de que quisiera estar en la misma habitación que ella le arrancó una sonrisa.
—Investigación de los microseísmos en las fracturas tectónicas y sus aplicaciones en la ingeniería petrolera y geológica. —Lali enarcó las cejas y contuvo una sonrisa. Era imposible que a Luz le interesara el tema.
—Del petróleo sale la gasolina, ¿verdad?
—Ajá.
—Al tío Agustín seguro que le gusta ese artículo.
Lali sonrió.
—Sí, seguramente.
Luz se incorporó en el sofá.
—¿Necesitas algo? —le preguntó Lali, que se levantó para ayudarla.
—No. Es que quiero enseñarte una cosa.
Lali suspiró y dejó los papeles en la mesa. Tras quitarse las gafas se dispuso a esperar. Luz había decidido quedarse ese día con ella en casa, en vez de salir de comprar con las abuelas o de ir a un partido de béisbol con Tomás y los abuelos. Peter estaría en la oficina durante unas horas. De modo que estaban solas.
Y ese hecho hizo que se removiera, inquieta, en el suelo. Posiblemente estuviera cometiendo un error absurdo al albergar la esperanza de que Luz y ella por fin habían encontrado algo en común. Sin embargo, era lo que más deseaba que sucediera.
Luz volvió con una revista en la mano.
—¿Qué es esto? —le preguntó Lali después de aceptarla.
—La página diecisiete: «Cadena volcánica de Cascadia.» —Luz volvió a sentarse con movimientos lentos y se colocó el brazo escayolado, la escayola era de un rosa intenso, en el regazo. Al ver que Lali enarcaba una ceja, la niña se encogió de hombros—. La cadena volcánica de Cascadia es el elemento geológico más importante de la placa tectónica de Juan de Fuca.
—¿Cómo lo sabes? —La confusión de Lali acabó convirtiéndose en asombro por el hecho de que Luz hubiera recordado esos nombres.
—Lo he leído.
—¿En serio?
—Ajá. Lo escribió mi madre.
Lali tragó saliva mientras miraba la revista que tenía en la mano. En la página diecisiete había un artículo firmado por Mariana Lanzani.
—Papá dice que se le quedó grabado ese nombre mientras lo escribías.
—¿Ah, sí? —Lali sentía el escozor de las lágrimas en los ojos. ¿De verdad había escrito ella ese artículo?—. Ojalá pudiera recordarlo.
Luz guardó silencio. Y después dijo:
—Yo recuerdo muchas cosas.
—¿En serio?
—Sí. Te gustaba llevarme a tu despacho de la universidad y me dejabas jugar con el ordenador. Y también obligabas a papá a ir contigo de excursión a las montañas. A él no le gustaba.
Lali se echó a reír y miró de nuevo la revista. Luz la había guardado durante todo ese tiempo. Había memorizado las palabras, aun cuando posiblemente no las entendiera. Y acababa de compartirla con ella. Las emociones la abrumaron.
—Tu padre es un chico de ciudad.
En el rostro angelical de Luz apareció una deslumbrante sonrisa.
—Eso es lo que dice el tío Agustín. —La sonrisa se esfumó—. A lo mejor algún día podemos ir de excursión a las montañas, como hacíamos antes.
La esperanza creció en el alma de Lali. Ansiaba cerrar la brecha que la separaba de su hija, pero no quería hacer algo que la apartara de ella. Ese era un primer paso. Un paso gigantesco. Así que, en vez de abrazarla como ansiaba hacer, le dio un apretón en un tobillo.
—Me encantaría hacerlo.
Alguien llamó al timbre, y Luz levantó la cabeza.
Lali se puso en pie.
—Majestad, usted se queda en el sofá. Yo abro.
Al otro lado de la puerta había dos hombres muy trajeados.
—¿En qué puedo ayudarlos? —les preguntó.
El más alto de los dos se sacó una tarjeta del bolsillo interior de la chaqueta.
—Señora, soy el detective Peterson. Este es el detective Carson. Del Departamento de Policía de San Francisco. ¿Es usted la señora Lanzani?
Lali abrió la puerta del todo. El miedo le provocó un escalofrío en la espalda.
—En realidad, me apellido Amadeo. ¿Qué quieren?
El detective Carson la miró con los ojos entornados.
—La he visto en el periódico.
—Exacto —comentó su compañero al reconocerla también—. La conferencia de prensa. Es la mujer que no recuerda su pasado.
Lali dudaba mucho de que hubieran ido a casa de Peter para hablar sobre la foto del periódico.
—¿En qué puedo ayudarlos?
El detective Peterson sonrió.
—Tenemos que hacerle unas cuantas preguntas sobre el accidente de tráfico en el que se vio involucrada el otro día.
El accidente. Por supuesto. Qué ridículo por su parte ponerse tan pronto a la defensiva. Se apartó y les hizo un gesto para invitarlos a pasar.
—¿Por qué no entran?
Los pasos de los policías resonaron sobre el parquet mientras la seguían hasta el salón. Luz se sentó en el sofá.
—Detectives, esta es mi hija, Luz. Luz, estos caballeros van a hacernos unas preguntas sobre el accidente.
El detective Peterson se acercó al sofá.
—Bonita escayola. Cuando era pequeño no las había de colores. ¿Tienes muchas firmas?
Luz se encogió de hombros.
—Todavía no tengo muchas —contestó.
—Te apuesto lo que quieras a que la tendrás llena de firmas dentro de nada. —El policía examinó las magulladuras de su cara—. Parece que diste unos cuantos tumbos. ¿Cómo te encuentras?
—Bien.
El detective Carson abrió un cuaderno de notas.
—Señora Amadeo, ¿podría decirnos dónde estuvo el martes?
—Pasé aquí toda la mañana. Peter, Luz y yo fuimos después al centro de la ciudad. Aparcamos en el garaje de la empresa de Peter. Él se fue a trabajar y nosotras nos fuimos de compras andando.
—¿Cuánto tiempo estuvo alejada del vehículo? —preguntó el detective mientras anotaba algo.
—No estoy segura. Tal vez unas horas.
—¿El señor Lanzani cogió el coche después de que lo dejaran en el garaje?
—No creo.
El detective siguió tomando notas.
—¿Sabía el señor Lanzani que iba usted a conducir el coche ese día?
—Sí. Sabía que tenía que llevar a Luz a su entrenamiento de sóftbol y que después iría a recogerlo cuando acabara.
—Entonces ¿sabía que usted estaría sola en el coche?
Lali entornó los ojos.
—Sí. ¿De qué va todo esto, detective?
Peterson se acercó a Carson y sonrió.
—Solo estamos confirmando ciertos datos contradictorios. ¿Vive usted aquí, señora Amadeo?
Lali sintió un subidón de adrenalina.
—No exactamente. Está claro que me conocen por lo que ha publicado la prensa. Nos estamos tomando un tiempo para conocernos de nuevo.
—Por supuesto —replicó Peterson—. ¿Cómo describiría usted su relación con el señor Lanzani?
—No sabía que tuviera que describirla. —Esas preguntas tan imprecisas comenzaban a ponerla nerviosa—. ¿Qué tiene que ver esto con el accidente?
—¿Sabe que la compañía aseguradora del señor Lanzani está tratando de recuperar la cantidad que percibió su marido después de su supuesta muerte? —le preguntó Carson.
Lali sintió un nudo en el estómago.
—No. Él no lo ha mencionado.
—Seguramente no quiera preocuparla. —Peterson sonrió de nuevo. Por algún motivo, su sonrisa hizo bien poco por calmar a Lali.
—Señora Amadeo, ¿sabe a cuánto ascendía dicha cantidad? —le preguntó Carson. Al ver que Lali negaba con la cabeza, enarcó una ceja—. Un millón de dólares.
Lali abrió los ojos de par en par, incapaz de disimular el asombro.
—Es muchísimo dinero. Incluso para un hombre como Peter Lanzani. Sobre todo, hace cinco años.
Lali sintió el amargor de la bilis en la garganta. Consciente del rumbo que estaba tomando la conversación, se volvió hacia Luz.
—Cielo, vete a tu habitación.
Luz se levantó del sofá.
—Mamá...
Lali la instó a caminar hacia la escalera.
—No pasa nada. Yo subiré dentro de un minuto. —Esperó hasta que la vio doblar la esquina para apretar los dientes y enfrentarse a los policías—. Si están tratando de insinuar que Peter tuvo algo que ver con el accidente...
—El conducto del líquido de frenos estaba perforado —le informó Carson.
—¿Cómo?
—Tenía tres agujeros. Demasiado alejados entre sí como para que los produjera una piedra. Esta mañana hemos sacado el coche del agua. Tuvieron mucha suerte. Si se hubieran caído al océano en cualquier otro punto del trazado de la carretera, se habrían ahogado antes de que llegaran para ayudarlas.
Lali se sentó en el brazo del sofá. Alguien había manipulado los frenos. Alguien había tratado de hacerle daño de forma intencionada.
Y de hacerle daño a Luz en el proceso.
—El líquido de frenos tardó bastante en agotarse, de ahí que en un primer momento usted no lo notara —añadió Peterson—. El responsable lo sabía.
—Señora Amadeo —terció Carson—, ¿condujo usted el coche del señor Lanzani el martes por la mañana?
Lali tenía la cabeza hecha un lío de pensamientos confusos.
—No.
—¿Lo hizo el señor Lanzani?
—Mmmm... —¿Por qué le costaba trabajo pensar con claridad? El martes... El lunes durmió en casa de Peter. En la habitación de invitados. Al día siguiente, salieron en busca de Janet Kelly. Después le hicieron el TAC. Cuando acabaron, fueron a su casa de la playa e hicieron el amor. Tragó saliva—. Sí. Creo que esa mañana salió y estuvo una hora en su oficina.
—¿Fue solo?
—Creo que sí. No lo sé.
Los detectives intercambiaron una mirada.
—¿Conoce a esta mujer? —le preguntó Carson, que le tendió una foto.
Lali observó la imagen y negó con la cabeza.
—No. ¿Debería conocerla?
—Se llama Janet Kelly. La encontraron muerta ayer.
Lali alzó la vista al instante.
—Un Jaguar negro idéntico al que hemos sacado de la bahía fue visto frente a la casa de Janet Kelly el lunes por la mañana sobre las nueve, la hora estimada de su muerte.
No. Esa información no era correcta. No habían salido tan temprano. Era imposible que llegaran a casa de Janet Kelly antes de mediodía. Tragó saliva, sin saber muy bien qué decir, ya que no quería darles demasiada información.
—Deben de estar equivocados.
Carson le entregó otra foto.
—¿Y a este hombre, lo reconoce?
Lali abrió los ojos de par en par al ver la fotografía de Benjamín. Sus ojos grises la miraban desde la imagen. El miedo le provocó un nudo en la garganta.
—Sí. ¿Por qué?

—Benjamín McKellen era un socio pasivo de Grayson Pharmaceuticals, una empresa canadiense que el grupo empresarial del señor Lanzani adquirió hace poco —contestó Carson con frialdad—. La semana pasada sacamos su cadáver de la bahía.
Continuará... +15 :(

21 comentarios:

  1. Están insinuando que Peter tiene algo que ver con todo??? Sube mas!!!!

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  2. bien que Quilombo con tantos muertos quién quiere hace crees a lali de que es peter! Sera melody?

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  3. Muero d intriga .
    Benjamín Mackellen ,lo sacaron d la bahía,no era k Benjamín murió en accidente aéreo,o este desgraciado era familiar.

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  4. K amor Luz ,la quiere hacer recordar con mucha sutileza.

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  5. Cuando la llama mamá me mata.

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  6. 1) me muero con Luz que se leyó el articulo de Lali sin nisiquera entenderlooooo : ')
    2) Lali no le creas a esos "policias" (si de verdad son policias)

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  7. Peter aún no le contó .
    Ahora se le vendrá el mundo encima d nuevo

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  8. Estoy deseando saber k es lo k contienen las cajas k Lali aún no ha abierto .Quizás tengan algo d info

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  9. sube mas porfis no nos dejes así

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  10. noooooooooooooooooo
    por que culpan a peter

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