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lunes, 20 de abril de 2015

CUARENTA Y SEIS



—Agustín, esto es ridículo.
Lali dejó las mantas y una almohada en el sofá. Las olas rompían contra la orilla a la luz de la luna, al otro lado de las ventanas de su casa de la playa, pero ese sonido tan familiar no consiguió mitigar la desolación de su corazón. Quería estar sola, regodearse en su desdicha. Sin embargo, tenía a un hermano sobreprotector que no pensaba darle un solo centímetro de espacio.
—Ni se te ocurra discutir conmigo sobre esto. —Tras colocar una sábana en el sofá, Agustín la miró con el ceño fruncido—. No vas a quedarte sola ahora mismo.
La frustración se apoderó de ella.
—No soy una niña. Puedo cuidarme sola.
—¿Por qué no dejas de discutir? Siempre fuiste muy molesta cuando se te metía algo en la cabeza. —Dejó la almohada en un extremo del sofá antes de extender la manta.
—¿Te ha mandado Peter?
—Me lo sugirió. Y le habría hecho caso si no lo hubiera decidido antes por mi cuenta.
Lali soltó un suspiro frustrado.
—Ahora mismo necesito estar sola.
—No, no es verdad. —Se dejó caer en el sofá, se quitó los zapatos y se apoyó en el reposabrazos antes de subir los pies al sofá—. Necesitas hacer algo para no pensar en Peter. Prepararme la cena seguro te ayuda.
Lali cerró los ojos e intentó reunir la exasperación que se merecía su hermano. En cambio, acabó escapándosele una carcajada temblorosa. Le apartó los pies y se sentó en el sofá.
Agustín se incorporó con una sonrisa, le pasó un brazo por encima de los hombros y se echó a reír.
—¿Ves como es mejor?
Tras enterrar la cara entre las manos, la carcajada se convirtió en un sollozo. Se le formó un nudo en el pecho al asimilar las consecuencias de lo que había hecho. Los sollozos la estremecieron, y por mucho que lo intentó, no consiguió evitar que el dique se rompiera. Se rodeó la cabeza con los brazos, avergonzada, ya que una minúscula parte de su ser sabía que no se encontraba sola.
—Ay, mierda. —Agustín la abrazó, pegándola contra su pecho—. No pasa nada. Desahógate.
Sus lágrimas le empaparon la camiseta azul. Sorbió por la nariz e intentó volver la cabeza.
Agustín bajó la vista y agitó una mano.
—No te cortes, úsala de pañuelo. Solo es una camiseta de los Cubs. Y este año son especialmente malos.
Lali se aferró a la camiseta de algodón y fue incapaz de contener la risa pese a las lágrimas. Intentó controlarse, inspiró hondo, pero solo consiguió empezar a llorar de nuevo.
Agustín le acarició el pelo.
—Te vas a poner bien. Tú desahógate.
¿Cómo podía dolerle tanto si solo habían pasado unas cuantas semanas? Un mes antes ni siquiera conocía a Peter Lanzani. Ese día, su mundo se derrumbaba a su alrededor porque no podía tenerlo.
Y lo que más le dolía era saber que seguía deseándolo pese a todo lo que le había pasado, aunque conocía todas las mentiras y todos los engaños. Deseaba sus brazos a su alrededor. Deseaba su cuerpo junto a ella. Deseaba la familia que nunca había esperado, mucho menos soñado. En unas cuantas semanas, Peter lo había trastocado todo. Y no sabía si alguna vez podría hacer que todo volviera a estar bien.
Consiguió calmarse de alguna manera. Se apartó de Agustín y comenzó a respirar hondo.
Su hermano le secó una lágrima del rabillo del ojo.
—Nunca te gustaron los estallidos emocionales.
Lali sorbió por la nariz y se pasó una mano por la cara.
—Siguen sin gustarme. Te dije que quería estar sola.
—¿Qué hago? —le preguntó él en voz baja.
—Nada. Nadie puede hacer nada.
—Lali, Peter no es un mal tipo.
—Lo sé. No quiero que te veas en medio de esto, Agustín. Sé que lo quieres.
—También te quiero a ti.
Las lágrimas afloraron de nuevo a sus ojos y se los cubrió con una mano.
—Lo sé —consiguió decir con voz débil.
—¿Hay alguna manera de que puedan arreglarlo? Salta a la vista lo mucho que lo quieres.
—Lo quiero. Demasiado. Pero a veces el amor no es suficiente.
El ceño fruncido de Agustín la hirió profundamente.
Volvió a secarse la cara, desesperada por cambiar de tema.
—Hablando de relaciones... —Sorbió de nuevo por la nariz—. Cande intentó despedirme hoy. Dijo que su conciencia no la dejaba ser mi abogado porque se estaba acostando contigo.
Una sonrisa deslumbrante apareció en la cara de Agustín.
—¿Y qué le dijiste?
—Que no podía despedirme porque yo era la clienta. Y cuando empezó a discutir, le dije que si volvía a sacar el tema, te convencería para romper con ella.
La sonrisa se ensanchó.
—¿Y qué te contestó?
—Se echó para atrás enseguida. Creo que está coladita por ti, Agustín.
Su hermano esbozó una sonrisa de oreja a oreja al tiempo que se recostaba en el sofá y entrelazaba los dedos por detrás de la cabeza.
—Vaya, vaya, vaya...
Al ver lo feliz que era su hermano, Lali recordó lo infeliz que era ella. Las lágrimas amenazaron con hacer acto de presencia una vez más. Había llorado más en las últimas semanas que en todo un año. Estaba harta de ser tan llorona. Se levantó y se secó la cara.
—Tengo que echarme un rato.
Agustín se levantó del sofá.
—¿Estarás bien?
Era una pregunta ridícula en ese momento. Acababan de destrozarle el corazón y todavía no tenía muy claro qué le había pasado. Pero como sabía que eso no era lo que Agustín quería escuchar, consiguió esbozar el asomo de una sonrisa.
—Sobreviviré. He aprendido a adaptarme a lo que me echen.

 El viento azotaba la casa. Un rayo de luna se filtraba por los finos visillos del salón de Lali, dándole justo en los ojos a Agustín. Se tapó la cara con un brazo para protegerse de la luz y soltó un taco. ¿Ya no había cortinas de verdad?
Toc. Toc. Toc.
Por el amor de Dios, ¿qué era eso? Se puso de costado y se cubrió con la almohada para bloquear el sonido repetitivo y la molesta luz. ¿Cómo conseguía dormir Lali en ese sitio?
Toc. Toc. Toc.
Ni de broma iba a poder dormir con el dichoso ruido. Con un gemido frustrado, apartó la manta y se dirigió a la cocina. Las olas rompían contra la orilla. Apoyó una mano en la ventana y observó el patio trasero.
Toc. Toc. Toc.
La mosquitera de la puerta se abría y se cerraba por el viento. Abrió la puerta trasera, bajó descalzo los escalones y se echó a temblar por el frío aire nocturno. La arena le raspó los pies. Una ráfaga de aire le echó el pelo sobre la cara, recordándole que necesitaba cortárselo. El maldito crecía más que las malas hierbas.
La mosquitera colgaba de unas bisagras oxidadas. Recorrió el marco de la puerta en busca de un gancho o algo. Ni de coña Lali dejaría que estuviera dando golpes noche y día. Incapaz de encontrarlo, se dijo que debía acordarse de arreglarlo por la mañana. Al menos, podría darle a su hermana una noche de sueño tranquila.
Escuchó que una rama crujía a su espalda. Su mano se quedó inmóvil sobre la madera. Se volvió. Vio una sombra a un lado. De repente, el dolor explotó en su cabeza antes de que pudiera seguir el movimiento.

—Mierda. —Se agarró la cabeza e intentó subir un escalón antes de que todo se volviera negro.
Continuará... +15 :o!!

22 comentarios:

  1. hay no que pasara
    cada vez se enreda mas

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  2. sube otro
    masssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

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  3. esto me esta matando, por Dios, que le pasara ahora a Lali

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  4. ya falta poco para que termine la nove no?

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  5. otro daleee dalee
    cuanto flta para q termine? no aguanto!!!!

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  6. No nos puedes hacer esto!!!!

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  7. otro capítulo otro capítulo otro capitúlo

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  8. quien quiere hacerles tanto daño
    masssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

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  9. como nos haces sufrir con esta novela por favoooor!!
    maass

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  10. Maldito peter... Por que no lucha por ella!?

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