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jueves, 16 de abril de 2015

QUINCE



Cande aparcó frente a Chaser’s, el bar donde había quedado con Agustín Espósito. Los nervios le estaban provocando una especie de hormigueo en el estómago mientras comprobaba el estado de su maquillaje en el retrovisor. Quedar con ese hombre no evidenciaba una falta de ética. Al fin y al cabo, había sido amiga de su hermana. Tenían ese vínculo en común. Y hasta que no tuvieran la confirmación oficial de que Lali era Mariana, no pensaba cruzar ninguna de las líneas que separaban a un abogado de su cliente.
Sus nervios le decían otra cosa. Todos pensaban que Lali era Mariana. Quedar con Agustín iba a crearle un montón de problemas a lo largo de todo el proceso. Pero aunque no sabía por qué, cuando la llamó para invitarla a tomarse una copa, se descubrió aceptando la invitación. Quizá porque percibió la desesperación que teñía sus palabras y porque sabía lo que dolía perder a un ser querido. Quizá porque esperaba que esa familia pudiera encontrar una felicidad que ella jamás encontraría. Quizá porque durante años había sentido una gran curiosidad por el hermano geólogo y soltero de Mariana y cuando lo escuchó por teléfono, esa voz sensual acabó con su sentido común.
Sí, la última opción era la correcta. Frunció el ceño mientras bajaba de su BMW y cerraba la puerta. Si una voz sensual y una buena dosis de curiosidad la habían arrastrado hasta esa cita, llevaba demasiado tiempo sin un hombre en su vida.
Una copa. Se tomaría una copa, hablaría un rato con él y se marcharía a casa. Posiblemente obtuvieran los resultados al día siguiente. Si las cosas salían como ella esperaba que saliesen, representaría a Lali en los procedimientos legales, algo que convertiría en una falta de ética cualquier contacto fuera del trabajo con Agustín Espósito y con su cuñado, Peter Lanzani.
Entró en el poco iluminado interior del establecimiento y echó un vistazo a su alrededor. En la pared del fondo se encontraba la barra de madera. Las paredes estaban llenas de televisores de pantalla plana. En todos ellos retransmitían partidos de béisbol, pero por fortuna el volumen estaba silenciado, de modo que solo se escuchaba el ruido típico de los bares: el tintineo de las copas, las conversaciones de la gente y el chisporroteo de la comida en la cocina.
Echó un vistazo por las mesas y los bancos en busca de Agustín. Lo localizó de inmediato. Estaba en el rincón del fondo. Era un hombre de pelo castaño y un cuerpo de atleta.
Un hombre cuya cara dejaba bien claro que era familia de Mariana Lanzani.
Los nervios aumentaron, pero enderezó los hombros y los desterró mientras sorteaba las mesas para acercarse a él. Cuando llegó a su lado, Agustín le tendió una mano.
—¿Candela Vetrano?
—¿Agustín Espósito? —«Joder», pensó. Tenía la mano caliente y la palma, áspera por el trabajo físico, muy distinta de la mano suave de Steve, que también había sido abogado.
—El único e inimitable —contestó él con una sonrisa torcida—. Siéntate.
—Gracias. —Cande tomó asiento en el banco circular y colocó su bolso entre ellos. Antes de que pudiera preguntarle los motivos por los que la había llamado y la había invitado a tomarse una copa, se acercó un camarero.
—¿Qué vas a tomar? —le preguntó Agustín.
La media sonrisa hacía que apareciera un hoyuelo en su cara.
Hoyuelos. El tío tenía hoyuelos además de la voz más sensual que había escuchado en la vida. ¡Madre del amor hermoso! Las cosas se estaban complicando.
—Mmmm... —Le echó un vistazo al menú, mientras las palabras se le atropellaban en la cabeza. «Vodka con un chorrito de limón. Que sea doble»—. El chardonnay de la casa me va bien.
Agustín le dijo unos golpecitos a su cerveza, que casi estaba vacía.
—Ponme otra.
El camarero se alejó y se hizo un silencio entre ellos. Cande observó a una rubia muy mona que se levantó para ir al baño. Se preguntó si Agustín se había fijado en ella. Pero cuando lo miró, él la estaba observando.
Sintió un nudo en el estómago y carraspeó.
—Bueno...
—Bueno —repitió él sin dejar de mirarla.
Cande admitió que esos ojos verdes le estaban provocando palpitaciones.
—Peter me ha dicho que eras amiga de Mariana. De antes —dijo Agustín.
Una conversación banal. Seguro que era capaz de seguirla.
—Sí.
—¿Hasta qué punto la conocías?
—En realidad, muy bien. Posiblemente mucho mejor que sus amigos de la ciudad. Nos conocimos en Washington D. C. a través de una amiga común. Mariana estaba asistiendo a unas conferencias y congeniamos de inmediato. Mi hija Alelí tiene la misma edad que Luz.
—¿Cuánto llevas viviendo en San Francisco?
—Dos años solo. Me mudé aquí desde Baltimore después de la muerte de mi marido.
—Lo siento.
No quería hablar de Steve. Esa noche no.
—Gracias.
El camarero volvió justo a tiempo y dejó una copa de vino frente a ella. Cande bebió un gran sorbo.
—¿Por qué llamaste a Peter hace poco? —le preguntó él.
Sopesó la respuesta mientras pasaba un dedo por la copa. Siempre le resultaba difícil hablar de Steve con la gente, pero casi le dolía más cuando fingían que ni siquiera había existido.
—¿Quieres que te sea sincera? —replicó—. He pensado en llamarlo varias veces. Mariana llevó a Luz a vernos en una ocasión y las niñas congeniaron bastante bien. Estoy segura de que les encantaría quedar para verse de nuevo. Pero ya sabes cómo es la vida. Surgen cosas. Te distraes. Y hace unas semanas se produjo el accidente aéreo y me imaginé lo difícil que debía de ser para Peter. Solo quería hacerle saber que me acordaba mucho de él. —Al ver que Agustín se limitaba a asentir con la cabeza, sintió el impulso de explicarse mejor, aunque no supo por qué—. Solo he visto a Peter un par de veces desde que me mudé a la ciudad y siempre me ha dado la impresión de que mi presencia no lo alegraba mucho.
—No es algo personal —le aseguró Agustín al tiempo que soltaba la cerveza sobre la mesa—. Peter no mantiene contacto con sus antiguos amigos, mucho menos con los de Mariana. No planeaba devolverte la llamada y se ha cabreado conmigo por quedar esta noche contigo. Estos días están siendo... duros para él.
Cande se lo imaginaba perfectamente. Pero su principal preocupación era Lali, no Peter Lanzani. Bebió otro sorbo de vino.
—Bueno, Agustín, ¿por qué querías verme?
Él se inclinó hacia delante y clavó los ojos en su cerveza como si estuviera eligiendo con cuidado sus palabras.
—Mariana era mi hermana y la quería. Si existe la posibilidad, por mínima que sea, de que esta mujer, Lali Amadeo, sea ella... en fin, solo quería saber tu opinión sobre todo esto. Conociste a Mariana y has pasado más tiempo con Lali que nosotros.
Cande percibió el sufrimiento en sus ojos, sintió su dolor. La situación en su conjunto debía de estar matándolo por dentro.
—Estaban muy unidos, ¿verdad?
—Mucho. Bueno, mientras crecíamos ella siempre estaba deseando hacerme papilla, como todas las hermanas, pero sí, estábamos muy unidos. La echo de menos.
Cande no tenía hermanos ni hermanas, pero sabía muy bien lo que dolía perder a alguien.
—¿Y con Peter? Tengo entendido que también estáis muy unidos.
—Muchísimo. Somos amigos desde hace años, desde la universidad. Estuve a punto de partirle la cara cuando descubrí que se estaba acostando con mi hermana.
Cande se echó a reír, consciente de lo a gusto que se sentía con ese hombre que acababa de conocer.
—Supongo que fue un momento muy interesante.
—Pues sí. Peter y yo jugábamos en el equipo de béisbol de la universidad. Estábamos en el último año cuando Mariana empezó en primero. Un día de primavera, durante un partido en casa, yo estaba entre la segunda y la tercera base y al mirar hacia las gradas vi a Mariana. Estaba sonriendo y saludando, y pensé: «Qué bien, ha venido a un partido.» Y, de repente, me doy cuenta de que no está sonriendo ni saludándome a mí. Resulta que estaba haciéndole ojitos a Peter, que estaba en la segunda base. Tardé como diez segundos en comprender lo que pasaba.
Cande sonrió.
—¿Qué pasó después?
Agustín frunció el ceño y apoyó la espalda en el banco.
—Durante el partido no podía hacer mucho, salvo cabrearme. Me mantuve alejado de él en el banquillo para no liarla y me expulsaron después por arrojarle un bate de nada al árbitro.
—Venga ya.
Agustín hizo una mueca.
—Lo hice. Pero para ser justos, ese tipo necesitaba gafas. Ni de coña eran lanzamientos buenos esas bolas.
Cande se llevó la copa de vino a los labios y bebió otro sorbo. Se sentía relajada por primera vez desde hacía días.
—¿Qué pasó después con Peter?
—Bueno, tuve mucho tiempo para que mi cabreo aumentara poco a poco. Me duché, me cambié y me fui, y después del partido volví para hablar con él. Una estupidez por mi parte. Debería haberlo hecho fuera del campus. Cuando volví, lo vi con Mariana cerca del estadio. Se estaban besando y... se me fue la pinza. Tuvieron que ponerle puntos de sutura. Estoy seguro de que tuvo el ojo morado una semana.
—Qué bonito.
—Y entonces llegó el entrenador y nos echó del equipo por pelearnos.
—La cosa mejora —comentó ella con una sonrisa—. ¿Qué dijo Mariana?
—Mariana estuvo un mes sin hablarme. —Clavó la mirada en la cerveza y cuando volvió a hablar, no había ni rastro de buen humor en su voz—. El caso es que Peter tenía fama de mujeriego en la universidad. Los dos la teníamos. Cuando descubrí que se había liado con Mariana, pensé que se estaba aprovechando de ella. Me equivoqué. De hecho, nunca volvió a mirar a otra mujer después de aquello. Sigue sin hacerlo.
—Pues yo he coincidido con él en algunos sitios y siempre va muy bien acompañado.
—Sí, pero no. La verdad es que las mujeres se acercan a él porque tiene dinero y poder. Y estoy seguro de que el único motivo por el que Peter sale con ellas es para olvidarse de que está solo. Durante estos cinco años no ha conocido a ninguna que signifique algo importante para él. Sé de buena tinta que renunciaría a todo eso con tal de recuperar a Mariana. Por eso esta situación le resulta tan difícil. Sobre todo la incertidumbre.
—No sé qué decirte...
—Lo que sea.
El brillo que apareció en sus ojos hizo que a Cande le diera un vuelco el corazón.
—Agustín —dijo ella despacio, preguntándose por qué narices la afectaba de esa manera. Jamás se interesaba por los clientes. Ni por los familiares de sus clientes. Carraspeó al tiempo que clavaba la mirada en la copa y comenzaba a quitar con un dedo la condensación del pie—. Sabremos más cuando tengamos los resultados de los análisis.
—Lo sé. Pero quiero saber qué te dice la intuición.
Su intuición no siempre acertaba. Llevaba sin confiar en ella desde la muerte de Steve. Desde el primer momento, estuvo convencida de que superaría el cáncer, pero no lo hizo.
—Mi trabajo no consiste en especular. Mi trabajo consiste en enfrentar los hechos. Y los hechos son simples. La probabilidad de que Lali sea Mariana es muy alta.
Agustín pareció asimilarlo.
—Peter luchará si ella presenta una demanda para conseguir la custodia. Y cuenta con mucho respaldo.
Habían llegado al meollo de la cita. Cande enderezó la espalda.
—Bueno, pues puedes asegurarle al señor Lanzani que, llegados a ese punto, Lali también contará con un buen respaldo.
Agustín esbozó una lenta sonrisa. Y el hoyuelo apareció de nuevo.
—Me gustas, letrada.
Le gustaba el béisbol. Estaba cañón. Y ella llevaba mucho tiempo sin un hombre. No debería importarle lo que Agustín Espósito opinara de ella, pero le importaba. Joder, claro que le importaba.
Él se inclinó hacia delante, apoyó los antebrazos en la mesa y sus manos quedaron tan cerca que, de haber querido, se habrían tocado. Sin embargo, Cande no necesitaba tocarlo para sentir el calor que irradiaba su cuerpo.
—Me gustaría cenar contigo. En un restaurante como Dios manda.
Por un segundo, se sintió tentada de decir que sí. Pero la realidad acabó imponiéndose.
—No creo que sea una buena idea.
—¿Por qué no?
—Porque soy la abogada de tu herm... —Se detuvo justo a tiempo, pero se percató de la esperanza que asomaba a los ojos de Agustín—. La abogada de Lali —se corrigió, aborreciendo que parte de sí misma deseara en ese momento que Lali no fuera Mariana. Porque, de ser así, lo que estaba pasando entre Agustín y ella sería... más fácil—. Sería una falta de ética mantener una relación personal contigo.
—¿Y no es eso lo que estamos haciendo, letrada? ¿Comenzando una relación personal?
Cande escuchó las campanas de alarma que empezaron a sonar en su mente. Su forma de mirarla, esa sonrisa traviesa, esos ojos tan sensuales... Como no se anduviera con cuidado, acabarían expulsándola del colegio de abogados.
—Creo que es hora de que me marche.
Agustín no intentó detenerla mientras ella cogía el bolso. Y agradeció mucho que su voz no tuviera el mismo deje erótico de antes cuando dijo:
—¿Crees que sabremos algo mañana?
—Eso espero, sí. Pero podría retrasarse hasta la semana próxima. —Cuando se levantó, él hizo lo propio para ayudarla y la cogió del brazo. El contacto le provocó un escalofrío, y al alzar la vista se encontró con unos hipnóticos ojos verdes. Unos ojos en los que cualquier mujer podría ahogarse si no tenía cuidado.
—Entonces tal vez mañana te llame para esa cena de la que hemos hablado.
El deseo comenzó a correr por sus venas, subiéndole la temperatura. Sin embargo, Cande luchó contra ese efecto, en un intento por mantener la profesionalidad que había perfeccionado a lo largo de los años. Le tendió la mano.
—Tal vez. Gracias por la copa.
—De nada —dijo él con esa sonrisa torcida tan mona al tiempo que le estrechaba la mano, demostrándole lo que sentiría si esos dedos tan fuertes y masculinos la acariciaran por todos sitios.
—Adiós... Agustín —se despidió.
            Salió del bar mientras tragaba saliva y se repetía que con independencia de lo que ocurriera al día siguiente, Agustín Espósito era un hombre que no aceptaría un no por respuesta. La pregunta era: ¿qué le respondería ella la próxima vez?

Continuará... +15 :D

16 comentarios:

  1. AGUSDELAAAAAAAA LO AMOOO<3 <3 <3

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  2. AMO ESTA PAREJA ya falta poco para saber los resultados del adn quiero ver como van a llevar estooooo!!!! ayyy mas mas mas

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  3. +++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

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  4. BAAAA DE NUEVO CARGANDO DE COMENTARIOS UPSSS

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  5. Estoy esperando que suban el capitulo de hoy de esperanza a youtubeee!!!!!!!!

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  6. Espero que la relacion de agus y cande se mantenga a lo largo de la nove

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  7. seria demaciado fome que no tuvieran una relacion digo no?

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  8. estoy molesta y no se con quien
    masssssssssssssssssssssssssss

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  9. PROXIMOOO CAPITULOOO SE VIENEEE BUENOOOO

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