CATORCE

—¿Ves eso? —Agustín señaló a una zona del río donde se habían acumulado los sedimentos, generando una zona de tierra con forma de abanico—. Es un abanico aluvial.

—¿Cómo se forma? —le preguntó Luz con genuino interés.

Peter controló el impulso de poner los ojos en blanco. Se había tomado el día libre, ya que era incapaz de concentrarse en otra cosa que no fuera la confusión que lo abrumaba, y había puesto rumbo a las montañas por insistencia de Agustín. Todavía no sabía cómo se había dejado convencer por su cuñado.

—Por regla general, el agua arrastra los sedimentos y los deposita en ese lugar —contestó Agustín—. Otras veces sucede por un corrimiento de tierra.

—Ya basta, ustedes dos. —Peter se limpió el sudor de la frente con el antebrazo.

—A la niña le gusta —replicó Agustín, que le sonrió a Luz.

—¿Ah, sí?

Luz lo miró con una sonrisa.

—A la niña le gusta —dijo.

—No sé qué hay en los genes de los Espósito, pero sea lo que sea, Luz lo ha heredado. —Peter aplastó un mosquito que se le había posado en el brazo—. Mierda, me están comiendo vivo.

Agustín le dio un codazo a Luz.

—Es un chico de ciudad.

Ambos se echaron a reír.

—Ya está bien de jugar en la tierra por hoy —anunció Peter—. Estoy sucio y cansado. Vámonos a casa.

—Papá, eres un aguafiestas. —Luz lo alcanzó y lo cogió de la mano.

Peter le pasó un brazo por los hombros mientras enfilaban el camino de vuelta. Agustín, que caminaba tras ellos, seguía comentando los elementos geológicos con los que se iban encontrando.

—¿Ves lo que has provocado? —murmuró Peter.

Luz rio entre dientes.

—Imagínatelo en una cita...

—Precisamente por eso no sale mucho con chicas.

—¿De qué están hablando? —gritó Agustín.

—De nada —le contestó Peter, alzando la voz.

—Del cortejo ritual de los habitantes de la zona. —Luz rio de nuevo.

—O más bien de la falta de... —añadió Peter por lo bajo.

—Son un par de cómicos —replicó Agustín—. Pero da la casualidad de que esta noche tengo una cita con una chica que está buenísima. —Le guiñó un ojo a Luz mientras se subían en su polvoriento Land Rover—. Algo que no puede decir el vejestorio de tu padre.

Peter lo miró desde su asiento.

—¿Quién ha accedido a salir contigo?

—Bueno, más que una cita romántica es una cita por otros asuntos. Pero si está tan buena como tú dices, podría convertirse en lo primero.

El vehículo se zarandeó a medida que descendía por el camino de grava. Peter tenía la nauseabunda sensación de que sabía por dónde iban los tiros.

—Por favor, dime que no has quedado con Candela Vetrano.

Agustín miró por el retrovisor.

—¿Por qué no? Tú mismo dijiste que era mi tipo.

Peter apoyó un codo en la ventanilla y se masajeó la dolorida frente.

—Mentí. Tiene un niño. Tú no sales con mujeres que tienen hijos, ¿recuerdas?

—Me gustan los niños. Mira a Luz.

—Luz es una anomalía. Los niños normales pasan de la geología. Además, creía que estabas saliendo con una arqueóloga. Una pelirroja con pinta de modelo, ¿no?

Agustín se encogió de hombros.

—Estaba. Se ha marchado a una excavación. Lo nuestro no funcionaba.

—¿Funciona con alguien?

—Oye, tú. No te pongas tan tonto conmigo porque estás de mal humor. Tal vez Candela Vetrano sea la mujer de mi vida.

Peter resopló.

—Agustín, la mujer de tu vida no existe.

—Tal vez haya una. ¿Has pensado alguna vez que a lo mejor estoy cansado de perseguir mujeres?

—Sí, claro. Y yo he visto un burro volando.

—Oye, que tengo una vena sensible. No tiene nada de malo querer acurrucarse con alguien de vez en cuando. No siempre voy buscando sexo.

—Como se te ocurra pronunciar las palabras «amor» y «matrimonio», vomito aquí mismo.

Agustín frunció el ceño.

—Mira, si sirve para que te sientas mejor, esté buena o no, Candela jamás saldría conmigo. Por lo menos no ahora mismo.

Algo en su tono de voz y en su forma de mirar a Luz a través del retrovisor hizo que Peter volviera la cabeza para mirar a su hija. Tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada contra la ventanilla.

—Lali la ha contratado para que la represente —añadió Agustín en voz baja.

Peter lo miró al punto.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Quiero decir que Cande es la abogada de Lali.

—¿Por qué?

—No estoy seguro. —Se desviaron hacia la autopista—. Ahora mismo creo que es la responsable de los análisis de ADN. Cuando estén los resultados puede haber... otros... temas legales.

—¡Joder! Todavía no lo sabemos y ¿ya se ha buscado una puta abogada?

—No te enojes. Todavía. Los dos pensamos que es Mariana. Si lo es, habrá que tomar decisiones sobre ciertos asuntos legales.

—Te refieres a la custodia. —Peter soltó un taco entre dientes y volvió la cabeza para mirar por la ventanilla.

—No va a intentar conseguir la custodia de Luz cuando ni siquiera la conoce.

—Todavía —murmuró Peter. Mierda, si era Mariana, quería que conociera a Luz. Jamás intentaría impedírselo. Pero no iba a consentir que lo lograra por la fuerza—. No le permitiré entrar en mi vida como si tal cosa para cargárselo todo. ¿Cuánto hace que estás al tanto de estas noticias?

Agustín hizo una mueca, pero mantuvo la vista clavada en la carretera.

—Unos cuantos días. Mira, en este tema te apoyo totalmente. No creo que deban concederle la custodia. Pero, Peter, si es la madre de Luz, tiene derecho a conocerla.

—¿Me crees capaz de impedírselo?

—No, desde luego que no. Pero ella no lo sabe. Si lo que dice es cierto, lo desconoce todo sobre nosotros. No sabe lo que somos capaces de hacer y lo que no. Aunque me fastidie, creo que hizo bien en buscarse una abogada.

Peter miraba furioso por la ventanilla.

—No quiero que salgas con Candela Vetrano.

—Eso lo decido yo, no tú.

Peter sintió que perdía el poco control que mantenía sobre sus emociones.

—Era mi mujer.

—Y mi hermana. Tengo el mismo derecho que tú a descubrir qué está pasando.

—No me vengas con el cuento de que la conocías antes que yo, Agustín. No es lo mismo y lo sabes muy bien.

—Lo sé —le soltó Agus—. Pero yo también la quería, idiota, y me duele todo esto tanto como a ti. Si una cita con Candela Vetrano puede ofrecerme algún tipo de información sobre lo que está pasando y sobre cuándo sabremos algo más, quedaré con ella.

Peter apretó los dientes y mantuvo la vista clavada en las colinas que iban dejando atrás. No estaba enfadado con Agustín. Estaba enfadado con la situación en general. Y con su incapacidad para lidiar con ella cuando todos los demás parecían llevarlo bien.

—Joder, las cosas no deberían pasar de esta forma.

—Lo sé —replicó Agus, suavizando su tono de voz—. De momento, no ha pasado nada. Solo quería que estuvieras preparado, por si acaso pasa algo.

Peter asintió con la cabeza, aunque habría preferido estampar un puño contra el cristal. Las cosas no iban como él esperaba que fuesen. Cada vez que analizaba la puta situación, surgía algo nuevo. Y, de momento, solo podía concentrarse en la posible batalla futura por la custodia.

No estaba dispuesto a perder también a Luz. Era lo único que le quedaba. Lucharía hasta el final para mantenerla a su lado, ya fuera Lali Amadeo su mujer o no.

Continuará... +15 :