Esa misma noche, Agustín entró en casa de Peter y lo encontró en mitad
de una batalla.
—¡No iré! —gritó Luz desde la
planta alta, tras lo cual se escuchó un portazo.
—Sí que irás, jovencita. ¡No te
queda otra! —Peter bajó la voz mientras abría el frigorífico—. Si yo no tengo
otra puta alternativa, tú tampoco la tienes.
—¡No me puedes obligar a ir! ¡No
iré! —gritó Luz, que se había asomado a la escalera de la cocina. Después, se
escuchó otro portazo.
—Espero que esto no tenga nada que
ver con mi cita de esta noche —comentó Agustín mientras entraba en la cocina—.
Porque si está así de molesta, va a fastidiarme los planes.
—Dios no quiera que se te
fastidien los planes. —Peter frunció el ceño, se acercó a la cocina y dejó una
sartén sobre un quemador—. Está cabreada por lo de mañana. No quiere ver a Mariana...
a Lali o a como coño se llame ahora.
—Ah. —Agustín se sentó en un
taburete de la encimera y se metió en la boca una uva que cogió del frutero—. Y
se llama Lali. Si la llamas Mariana, se mosqueará.
—A estas alturas, me importa una
mierda si se enfada o no.
Agustín suspiró al tiempo que
echaba un vistazo a su alrededor. Definitivamente no era una buena noche en
casa de los Lanzani.
Luz entró en la cocina, miró a su
padre echando chispas por los ojos y después se acercó a Agustín.
—No iré a ningún sitio mañana
—dijo, poniendo los brazos en jarras—. Díselo tú, porque a mí no me hace caso.
Agustín vio de reojo que Peter
tenía los dientes apretados.
—Cariño, creo que él te está
escuchando alto y claro.
—No quiero verla. No quiero saber
nada de ella. ¡No es mi madre!
—Luz —dijo Peter—. Te he repetido
esto mil veces. A mí tampoco me hace gracia esta situación, pero es tu madre y
quiere verte. Y tendrás que acostumbrarte.
Luz cruzó los brazos por delante
del pecho. Se le llenaron los ojos de lágrimas.
—¡No quiero ir! ¡La odio! ¡No
quiero saber nada de ella!
Peter se adelantó, y Agustín, que
se percató de la furia que brillaba en su mirada, le hizo un gesto de
advertencia. Le dijera lo que le dijese, Peter no lograría hacerla entrar en
razón.
—Luz, ¿sabes una cosa? —dijo Agustín—.
Te quiero. Hasta me caes bien, muy bien, algo muy importante, porque el amor es
un requisito en las familias, pero que alguien te caiga bien no lo es. Lo malo
es que ahora mismo te estás comportando como una niña malcriada. —Luz abrió la
boca, pasmada—. Estás hablando de mi hermana y no voy a consentirte que hables
mal de ella delante de mí. Entiendo que estés molesta y frustrada con esta
situación, como lo estamos nosotros, pero tendrás que acostumbrarte a ella. Es
tu madre y merece la oportunidad de conocerte. Y por mucho que nos mires a tu
padre y a mí echando chispas por los ojos, eso no cambiará las cosas.
Las lágrimas empezaron a resbalar
por las mejillas de Luz, que se dio media vuelta y salió corriendo de la
cocina.
Peter apoyó las manos en la
encimera y agachó la cabeza.
—Deja que vaya a hablar con ella
—se ofreció Agustín, que ya se estaba levantando del taburete—. Yo le he
gritado, así que ahora está enfadada conmigo.
—Está enfadada con el mundo
entero.
Agustín le dio unas palmaditas en
un hombro.
—Igual que tú, hermano. Y es una
mala combinación.
Agustín no se molestó en llamar a
la puerta de la habitación de Luz, se limitó a entrar sin pedir permiso. Su sobrina
estaba sentada en la cama, con los brazos cruzados por delante del pecho y el
ceño fruncido en evidente señal de enfado.
La cama se hundió cuando Agustín
se sentó a su lado.
—¿Cuánto tiempo crees que estarás
enfadada conmigo?
—Hasta que se me pase.
Agustín le echó un vistazo al
reloj.
—Bueno, esta noche tenemos planes.
He tenido que sudar la gota gorda para conseguirte esta cita. Estoy intentando
conquistar a esta abogada tan guapa y si tú no me acompañas para entretener a
su hija, mis planes se irán al traste.
—¿Eso es lo único que soy para ti,
una niña a la que usar para ligarte a una mujer?
Agustín se contuvo para no
sonreír. Esa era la niña de nueve años respondona que conocía y a la que
adoraba.
—Básicamente sí. ¿Algún problema
con eso?
—Eres incorregible.
En ese momento, no pudo contener
la carcajada.
—¿Dónde has aprendido esa palabra?
—En el colegio. Que sepas que lo
eres. Y también eres insoportable. —Descruzó los brazos con un suspiro—. No
estoy enfadada contigo. Es que no quiero verla mañana, nada más.
Agustín le pasó un brazo por los
hombros y la pegó a él.
—Lo sé, cariño. Sé que esto es
duro. Lo es para todos, sobre todo para tu padre. Tienes que darle un respiro
en este tema.
Luz se tragó las lágrimas y se
apoyó en él.
—Me gusta que las cosas sigan como
están, tú, yo y papá. No quiero que esa mujer venga para estropearlo todo.
—No lo hará.
—Lo hará.
—Dale una oportunidad, ¿vale? Dale
una oportunidad, Luz.
—No quiero.
—Pues hazlo por mí. Es mi hermana
y la quiero. Y tú eres mi sobrina y te quiero. Si no tienes otro motivo para
hacerlo, al menos hazlo por mí.
Luz soltó un hondo suspiro y se
apartó de él para limpiarse las lágrimas.
—Bien. Pero me debes una. —Lo miró
con los ojos entornados—. Y me debes otra por lo de esta noche. Si esa niña
acaba siendo un aburrimiento, me deberás una muy grande.
—Gracias. —La instó a levantarse
de la cama—. Ponte los zapatos. Llegaremos tarde.
Agustín miró a Luz y observó su perfil,
iluminado por las luces del cuadro de mandos. En esos momentos, necesitaba una
mano firme, alguien que le dijera cómo iban a ser las cosas. Bastantes
problemas tenía ya Peter, que no era capaz de manejar el asunto en condiciones.
Claro que ¿quién podía culparlo?
—No vayas a dejarme en evidencia —le dijo mientras devolvía la vista a
la carretera.
—¿Por qué iba a hacerlo? —replicó
ella, pestañeando de forma exagerada.
—Ya, eres muy capaz de hacerlo,
sobre todo porque estás enfadada conmigo. No se te ocurra contar anécdotas
graciosas sobre mí ni hablar de cosas personales.
—¿Como por ejemplo que te bebes la
leche directamente del envase? ¿O que tardas tanto en lavar los jeans que
cuando te los quitas andan solos?
Agustín se estremeció.
—Sí, ese tipo de cosas. Y nada de
hablar de mis ex novias. Si lo haces, tendré que contraatacar.
Luz sonrió.
—Te gusta —dijo.
—Sí, me gusta. —Agustín hizo una
mueca—. ¿Por qué insisten todos en lo mismo?
Luz alargó un brazo y le hizo
cosquillas.
—¡Oh, es tu pingüina!
—¿Mi qué? —le preguntó él,
alejándose de su mano—. Estate quieta.
—Tu pingüina. Ya sabes, los
pingüinos se emparejan para siempre. Son los únicos animales del planeta que lo
hacen, como los humanos. Es muy bonito. Tío Agus, has encontrado a tu pingüina.
—Yo no he dicho que vaya a
emparejarme con ella para siempre. ¿De dónde has sacado esa boludez?
—Del cole. En el cole te enseñan
muchas boludeces.
—Madre mía, vaya boquita que
tienes. Nada de decir palabrotas tampoco.
—¿Por qué? Tú lo haces a todas
horas.
—Sí, y también me emborracho y
eructo. Eso no significa que tú tengas que hacerlo. —Se detuvo delante de la
casa de Cande, una construcción antigua de estilo victoriano—. Intenta
interpretar el papel de la sobrina educada y simpática, por lo menos esta
noche. Sé que te estoy pidiendo mucho.
Ella bajó del coche y observó la
casa.
—Quiero tres álbumes nuevos para
mi iPod.
Agustín la miró con los ojos
entornados por encima del capó del Land Rover.
—¿Qué? —dijo su sobrina, que
parecía pasmada y sorprendida—. Supongo que esto se merece por lo menos tres.
Te haré una lista. Puedes descargármelos mañana cuando yo esté fuera haciéndote
otro favor...
—El chantaje no te funcionará
conmigo.
—Sí que lo hará —replicó ella con
una sonrisa, al tiempo que subía los escalones de la casa.
Cande abrió la puerta descalza,
vestida con unos vaqueros ajustados y una camiseta ceñida. Joder, pensó, estaba
buenísima. Él no estaba interesado en buscarse una pingüina, pero quería por lo
menos una cita con la abogada.
—Hola —la saludó—. Siento llegar
tarde. La renacuaja es Luz.
Luz lo miró con el ceño fruncido y
después le tendió la mano a Cande.
—Hola. —Cande le dio un apretón en
la mano y enarcó las cejas como si los buenos modales de Luz la hubieran
sorprendido. Un punto para la renacuaja—. Me alegro de volver a verte, Luz.
Seguro que no me recuerdas, pero tu madre y tú nos visitaron varias veces
cuando vivíamos en Baltimore.
Luz la miró con atención.
—No, no me acuerdo. Seguro que era
muy pequeña.
—Pues sí. ¿Por qué no vamos a la
cocina? —Cande los guio por la casa—. Alelí me está ayudando esta noche a
preparar la cena.
Un largo pasillo dividía la casa
en dos partes, y llevaba hasta la cocina, situada en la parte posterior, y a
una amplia estancia con ventanales orientada al patio trasero.
Alelí estaba junto a la encimera,
aliñando una ensalada. Tenía el pelo del mismo color que Cande y lo llevaba
largo y suelto. Miró a Luz con recelo cuando entraron.
—Luz, Agustín —dijo Cande—, esta
es mi hija, Alelí.
—Hola —murmuró la niña.
Luz le dirigió una mirada
elocuente a Agustín. Tras llevarse una mano a la espalda extendió cuatro dedos.
Ni de coña iba a comprarle cuatro
álbumes. Le dio un codazo y la rodeó para entrar en la cocina.
—Hola, Alelí. Tu madre me ha
hablado mucho de ti.
Alelí miró a su madre, que seguía
en el otro extremo de la estancia, pero no replicó. Agustín se percató de que
las cosas estaban tensas entre madre e hija a juzgar por su lenguaje no verbal.
—Alelí —dijo Cande—, ¿por qué no
llevas a Luz arriba y le enseñas tu habitación?
La niña se encogió de hombros como
si no le importara.
—Vale. Vamos.
Luz miró a Agustín con expresión
asesina cuando él la empujó para que saliera de la estancia. Las dos niñas
desaparecieron por el pasillo. Agustín miró a Cande.
—Bueno, de momento vamos bien.
Cande suspiró.
—Nos acercamos a la adolescencia.
Últimamente todo lo que hago está mal. —Se rascó la nariz mientras miraba hacia
el pasillo—. Lo siento, es que esta noche está de mal humor. Debería haber
cancelado los planes. No sé por qué dejé que me convencieras para hacer esto,
la verdad.
—¿A qué te refieres? Solo hemos
quedado para que las niñas jueguen.
La mirada escéptica que le dirigió
Cande hizo que el deseo corriera por las venas de Agustín, que carraspeó y se llevó
las manos a los bolsillos delanteros de los vaqueros para no ceder a la
tentación de tocarla.
—En realidad, me alegro de que no
hayas cancelado los planes. Peter estaba pasando un mal rato con Luz. Creo que
a los dos les ha beneficiado que Luz salga de casa.
Cande atravesó el salón y se sentó
en un mullido sofá. La estancia encajaba con ella. Techos altos, muebles
grandes y asientos cómodos.
—¿Qué les pasaba?
Agustín se dejó caer en un sillón,
frente a ella.
—Luz está irritada por lo de
mañana.
Cande asintió con la cabeza.
—¿Y cómo está Peter?
—Irritado por lo de mañana.
Cande sonrió.
¡Y vaya sonrisa!, pensó Agustín. Estaba
deseando besarla. Estaba deseando que ella claudicara y le devolviera el beso.
—Las cosas mejorarán, Agustín.
Debes tener fe.
Eso mismo le había asegurado él a Lali.
Lo único que debía hacer era aplicarse el cuento. Se inclinó hacia delante.
—¿Hasta qué punto deben mejorar
las cosas entre ellos para que aceptes salir conmigo?
—Te estás pasando de listo.
—Joder. —Agustín apoyó la espalda
en los cojines—. Más calabazas. Esto se está convirtiendo en una costumbre.
Cande rio y él pensó que le
encantaría acostumbrarse a escuchar su risa. De repente, se descubrió sonriendo
por primera vez desde hacía semanas.
—¿Sabes que eres la primera
abogada que he conocido que no quiere joderme?
—Agustín, estoy segurísima de que
hay muchas más.
—Me has dado calabazas y me has
puesto en mi sitio. Esta no es mi noche. Letrada, voy a decirte una cosa.
Puedes mejorar mi situación dándome de comer. ¿Tienes comida en casa?
Cande se levantó del sofá con una
sonrisa.
—A eso sí puedo decirte que sí.
Continuará... +15 :)
quiero otroooo cap!!!! masssssss
ResponderEliminarMe da entre rabi/pena porque luz no quiera ver a lali la entiendo no debe ser facil ahora veremos como reaccionara cuando sepa que tiene um hermano :((
ResponderEliminarJajajajja me encanta la pareja de cande y agus
ResponderEliminarMe encanta Agus :D
ResponderEliminarAgus y cande tiernooos mas cuando luz dijo eso de su pinguina la ameee ajaajajajaj
ResponderEliminar++++++++++
ResponderEliminarLa mejor parte sin duda es donde hablan sobre q es su pingüina jajajaja
ResponderEliminarMaaass nove porfa :)
ResponderEliminar++++++++++++++
ResponderEliminarAgus es el favorito como hace reír con sus ocurrencias xD
ResponderEliminarme encantaa
ResponderEliminar+++++
ResponderEliminar—Luz está irritada por lo de mañana.
ResponderEliminarCande asintió con la cabeza.
—¿Y cómo está Peter?
—Irritado por lo de mañana.
Cande sonrió.
Ellos son padre e hija sin duda jajajaja
++++++++++++
ResponderEliminarmasssssssssssssssssssssssssssssssssss
ResponderEliminarporfis
quiero saber que pasara
ResponderEliminarvaya con Luz ,es muy lista.
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