Capítulo 36

La Sra. Julia arreglaba una fila de copas de cristal en uno de los estantes de su cuarto, donde las posesiones más valiosas de la familia se guardaban bajo llave. Su puerta estaba media abierta, y ella escuchó que alguien se acercaba con pasos lentos, casi renuentes. Ella miró hacia la puerta y vio la silueta de Lanzani, su rostro ensombrecido. Un arrepentimiento mordaz la llenó por completo cuando se dio cuenta de que él había venido a tener una última conversación.

Recordando la oferta de Lanzani de volver a América con él, la Sra. Julia sentía la necesidad de aceptar. Vieja gallina tonta, se regañó ella, sabiendo que era muy tarde para una mujer de su edad desarraigarse. Pero a la vez, la idea de irse a vivir a otro país había avivado su sangre con una inesperada sensación de aventura. Hubiera sido maravilloso, pensó ella tristemente, el experimentar algo nuevo aunque se estuviera acercando al ocaso de su vida.

Sin embargo, jamás podría dejar a Lali, a quien ella amaba demasiado. Ella había cuidado de Lali desde la infancia hasta la adultez, compartiendo cada alegría y tragedia en su vida. Aunque la Sra. Julia también quería a Cande y a Gastón, ella debía admitir para sí misma que Lali siempre fue su favorita. En las horas en que Lali había rondado la muerte, la Sra. Julia había sentido la desesperación de una madre perdiendo a su propia hija y en los años que siguieron, viendo a Lali aferrarse a temerosos secretos y sueños rotos, el vínculo entre ellas se había hecho más fuerte. Mientras que Lali la necesitara, ella no pensaría en dejarla.

-Julia: Mi niño, Peter… -dijo dándole la bienvenida a su cuarto. Al verlo bajo la luz de la suave lámpara, la expresión que el traía la preocupó, recordándole la primera vez que lo había visto, un pobre niño con fríos ojos verdes. A pesar de la falta de expresión en él, la furia y la pena lo seguían como un manto invisible, demasiado profundo, demasiado absoluto, para que él lo nombrara. Sólo pudo quedarse allí parado y mirarla, sin saber que necesitaba, habiendo ido a verla sólo porque no tenía otro lugar donde ir.

La Sra. Julia sabía que no podía haber otra razón por la que Lanzani luciera de esa forma. Rápidamente se acercó a cerrar la puerta. Los criados en Stony Cross Park sabían que no debían molestarla si la puerta estaba cerrada, a no ser que la situación fuera catastrófica. Dándose vuelta, ella extendió sus brazos hacia el en un gesto maternal. Lanzani fue hacia ella enseguida, su castaña cabellera descansado en los suaves y redondeados hombros de ella mientras él lloraba.

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Lali nunca recordó completamente el resto de aquel día, sólo que ella se las había arreglado para cumplir su papel de anfitriona mecánicamente, hablando y hasta sonriendo, sin realmente darse cuenta con quien estaba ni que decía. Cande valerosamente intentó cubrirla, desviando la atención con una muestra de sus más efervescentes encantos.

Cuando se notó que Lanzani no estaba presente en la última cena del grupo, Pablo suavemente excusó su ausencia.

-Pablo: Oh, Lanzani está preparando todo antes de partir mañana y haciendo largas listas para mí, me temo -Antes de que se hicieran más preguntas, Pablo los asombró informándoles que no regresaría a Nueva York sino que se quedaría en Londres para manejar la nueva oficina.

A pesar de su dolor, Lali comprendió la importancia de esa noticia. Le dio una rápida mirada a Cande, quien se estaba concentrando demasiado en cortar una patata de su plato. Cande pretendió no interesarse, sin embargo, la contradecía el color que se elevaba en sus mejillas. Pablo se quedaba por Cande, Lali se dio cuenta, y se preguntó qué clase de arreglo habrían hecho. Dándole una mirada a Gastón en la punta de la mesa, Lali vio que él se estaba preguntando lo mismo.

-Gas: Londres es afortunado de contar con su continua presencia, Sr. Martíenz -le dijo -¿Puedo preguntar dónde residirá? –Pablo respondió con la sonrisa juguetona de un hombre que acababa de descubrir algo inesperado sobre sí mismo.

-Pablo: Permaneceré en Rutledge hasta que la nueva construcción comience, luego de lo cual conseguiré un lugar apropiado para alquilar.

-Gas: Déjeme ofrecerle mi ayuda cuando la necesite -le dijo amablemente Gastón, su mirada calculadora. Claramente estaba planeando ejercer tanto control como pudiera sobre la reciente situación -Puedo poner un par de palabras en los oídos apropiados para conseguirle una aceptable situación.

-Pablo: De eso no tengo duda -respondió, con un alegre centelleo en su mirada que mostraba que era totalmente consiente de las verdaderas intenciones de Gastón.

- Pero tú debes volver a Nueva York! -dijo Susan, observando fijamente a su hermano -Mi Dios, Pablo, ni tú te atreverías simplemente a abandonar tus responsabilidades de esta manera tan arrogante… Quien cuidara de los negocios de la familia, tomara decisiones y… -Ella se detuvo, de pronto consternada cuando la realidad la golpeó -¡No vas a dejar a ese estibador como el encargado de la familia Martínez, maldito borracho!

-Pablo: Estoy perfectamente sobrio -le informó insípidamente -Y los papeles ya han sido preparados y firmados. Me temo que no hay mucho que puedas hacer ya, hermana. Lanzani tienen relaciones bien establecidas con todos nuestros contactos, y sólo él posee la información completa de nuestras cuentas, fondos y contratos. Deberías relajarte y dejar que él maneje todo con rienda libre.

Hirviendo por el ultraje, Susan tomó su copa y trago furiosamente, mientras su marido trataba de calmarla con bajos susurros. Pablo continuó comiendo calmadamente, como inconsciente de la agitación que había causado. Mientras alcanzaba una copa de agua, sin embargo, el miró a Cande, cuyos labios se curvaron en una sonrisa.

-Lali: Espero que tengamos el placer de verlo de vez en cuando, Sr. Martínez -le dijo. El apuesto americano volvió su atención a ella, su expresión volviéndose enigmática.

-Pablo: Será un placer para mí también, milady. Sin embargo, me temo que estaré completamente ocupado con mi trabajo por un tiempo.

-Lali: Ya veo -dijo suavemente, al comprender. Ella cogió su copa de agua intencionalmente y la levantó en un brindis silencioso, al cual él respondió agradeciendo con una inclinación de su cabeza.

Lali no era tan cobarde como para esconderse en su cuarto y evitar a Lanzani, aunque la idea no carecía de atractivo. Las suaves palabras que él le había dicho ayer la habían aniquilado. Ella sabía cuan inexplicable había sido su rechazo, dejándolo sin opción más que creer que ella no tenía sentimientos hacia él. La idea de enfrentarlo esa mañana era insoportable, pero sentía que al menos debería juntar coraje para despedirse de él.

La entrada de la casa estaba llena de criados e invitados que partían. Una hilera de carruajes se alineaba en el camino de entrada, mientras se los cargaba con cajas, bolsos y baúles. Lali y Gastón se paseaban entre la multitud, intercambiando adioses y caminando con los invitados a los carruajes. Cande no estaba a la vista, llevando a Lali a sospechar que estaba despidiéndose de Pablo Martínez en privado.

Por lo poco que Cande le había revelado durante la corta conversación que había mantenido esa mañana, Lali se enteró de que la pareja había decidido no verse por varios meses, para permitirle a Pablo la privacidad que necesitaba para conquistar su hábito por la bebida. Sin embargo, ellos habían acordado mantener correspondencia durante su separación, lo que significaba que su noviazgo continuaría en tinta y papel. Lali había sonreído con gran diversión cuando Cande le confeso ello.

-Lali: Creo que ustedes han comenzado al revés –dijo -Generalmente un enredo romántico comienza con un intercambio de cartas, y eso eventualmente conduce a una mayor intimidad, mientras que tú y Pablo...

-Cande: Comenzamos en la cama y finalizamos con cartas  -concluyó secamente -Bueno, al parecer ninguno de los Espósito hace las cosas de la forma usual, ¿no?

-Lali: Ciertamente -estaba contenta de que ella y su hermana volvieran a estar en buenos términos -Será interesante ver qué sucede con su relación, limitada a las cartas por tanto tiempo.

-Cande: La verdad es que lo estoy deseando, en cierta manera -reflexionó -Será más fácil descubrir mis verdaderos sentimientos por Pablo comunicándonos enteramente con nuestras mentes y corazones, y con todos los aspectos físicos fuera del medio.

Lali fijó su mirada en un punto lejano, cerca de una ventana, mientras que el día hurgaba en la tierra. Su sonrisa se volvió melancólica mientras pensaba en cuanto iba a extrañar el goce en los brazos de un hombre.

-Lali: Todo saldrá bien -dijo ella -Tengo muchas esperanzas en ti y en Pablo.

-Cande: ¿Qué hay de ti y Lanzani? ¿Hay algo de esperanza para ustedes? -Al ver la expresión de Lali, Cande frunció el cejo -Olvídalo, no debería haber preguntado. Me he prometido a mí misma no volver a decir nada más sobre el tema y de ahora en más voy a mantenerme callada aunque eso me mate.

Los pensamientos de Lali volvieron a la realidad mientras salía y notaba que uno de los lacayos, Chris, estaba teniendo dificultades con un gran baúl. A pesar de su musculosa constitución, el peso del baúl bordeado de bronce lo estaba venciendo. El objeto resbaló de su precaria posición, amenazando con voltear a Chris.

Dos de los invitados, el Sr. Cuyler y el Sr. Chamberlain, notaron el dilema del lacayo, pero no se les ocurrió a ninguno ofrecerle su ayuda. Se alejaron del vehículo, continuando con su conversación mientras observaban la lucha de Chris. Lali miró rápidamente alrededor de la escena, buscando que otro criado lo ayudase. Antes de que pudiera decir una palabra, Lanzani apareció de la nada, llegando a la parte trasera del carruaje y empujado el baúl con su espalda. Los músculos de sus brazos y espalda se abultaban contra la costura de su saco a la vez que el empujaba el baúl a la posición correcta, manteniéndolo quieto mientras Chris lo aseguraba con correas de cuero.

Cuyler y Chamberlain se volvieron de la escena, como si los avergonzara ver a uno de su grupo ayudando a un criado con una tarea de un sirviente. El propio hecho de la superioridad física de Lanzani parecía una marca contra el mismo, traicionándolo por haber trabajado en tareas que un verdadero caballero no habría desempeñado jamás. Finalmente el baúl fue asegurado, y Lanzani se alejó, aceptando el agradecimiento del lacayo con una suave inclinación de su cabeza. Mirándolo, Lali no pudo más que reflexionar que si Lanzani no hubiera dejado Stony Cross, el seguramente hubiera ocupado el lugar de Chris, sirviendo como un lacayo. Y eso no le hubiera importado para nada a ella. Ella lo hubiera amado sin importar a donde fuera, o que hiciera, y la atormentaba el pensamiento de que él nunca lo sabría.

Presintiendo su mirada, Lanzani levantó su mirada, e inmediatamente la desvió. Su mandíbula se contrajo, y se mantuvo allí parado pensando silenciosamente antes de volver a mirarla, una vez más. La expresión de él mandó un escalofrió a través de ella, tan fría y distante y ella se dio cuenta de que los sentimientos de él hacia ella se habían transformado en una hostilidad que era proporcional a lo mucho que él la había amado.

Lanzani iba a odiarla pronto, pensó ella tristemente, si no lo hacía ya.

Lanzani elevó sus hombros y se acercó a ella, deteniéndose a corta distancia. Ellos se quedaron allí parados en un frágil silencio, mientras que pequeños grupos de gente charlaba y caminaban entre ellos. Una de las cosas más difíciles que ella tuvo que hacer en su vida fue el levantar su barbilla y mirar a los ojos de él. El exótico iris verde había casi desaparecido por la oscura negrura de sus pupilas. El lucía pálido y su vitalidad usual estaba aplastaba bajo su aspecto siniestro.

Lali bajó su mirada.

-Lali: Te deseo lo mejor, Peter Lanzani -susurró ella finalmente.

-Peter: Te deseo lo mismo a ti -Más silencio, presionándola hasta que tuvo que ceder a su peso.

-Lali: Espero que tengas un viaje apacible.

-Peter: Gracias.

Torpemente Lali le ofreció la mano. Lanzani no se movió para sostenerla. Ella sintió sus dedos temblar. Justo cuando ella comenzaba a retirarla, él la agarró y la acercó a sus labios. El roce de su boca era fresco y seco contra la piel de ella.

-Peter: Adiós -dijo él.

La garganta de Lali se cerró, y ella se quedó parada en silencio y temblando, su mano suspendida en el aire aun después de que él la había soltado. Cerrando sus dedos lentamente, ella llevó su puño hacia su diafragma y se dio la media vuelta ciegamente. Sintió la mirada de él en ella mientras se alejaba. Mientras subía las cortas escaleras que la llevaban a la entrada de la casa, un horrible dolor en el pecho trajo lágrimas de rabia a sus ojos.

-Lali: Te deseo lo mejor, mi amor –susurró para ella misma.

Continuará....


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Ya se acaba la novelaaaaaaaa!!! :D

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y subo el siguiente capítulo.