Capítulo Siete: Algo físico

-Peter: Yo no tengo nada con Lali.

-Lali: ¡Por supuesto que no lo tiene!

Todos se volvieron al oír la voz de Lali, que venía de la puerta. Ella estaba allí vestida con una sencilla camisa blanca y una falda azul de seda que le llegaba por media pantorrilla. Se produjo un largo momento de silencio cuando los helados ojos cafés de Lali se encontraron con los de Peter. Luego, ella se movió con gracia por la habitación, como si estuviera bailando El lago de los cisnes.

-Agus: Hola, La -dijo Agus aclarándose la garganta- Te estaba buscando.

-Lali: ¿Sí?

-Agus: Sí. Vico me ha pedido que tome unas medidas para ese mostrador que pediste.

Ella se sacó unas llaves del bolsillo de la falda y se las dio.

-Lali: Las puedes dejar dentro cuando termines, tengo otras.

Viendo la oportunidad de escapar, Agus dijo:

-Agus: Bueno, voy a tomar esas medidas.

-Euge: ¿Podrías ayudarme con estas bolsas, Agus? -se calzó rápidamente las zapatillas y se puso en pie-Deja las dos azules, son para la fiesta. Encantada de volverte a ver, Lali. Dale recuerdos a tu abuelo de mi parte.

«Cobardes», pensó Peter cuando se marcharon. Antes había querido que se fueran y, ahora que los quería a su lado, se iban a toda prisa.

-Peter: Hola, La -dijo, y la miró.

Desgraciadamente, ella se cruzó entonces de brazos, haciendo con ello que sus senos se alzaran. Peter se dijo a sí mismo que no tenía que mirárselos y, con un gran esfuerzo de voluntad, logró mantener la mirada fija en su rostro.

-Lali: ¿De dónde ha sacado Agus esta tonta idea de que alguno de nosotros puede sentir algo por el otro?

-Peter: ¿No sabías que, cuando era pequeño, Agus recibió un golpe en la cabeza?

-Lali: ¿Ah, sí?

-Peter: Cierto -respondió él levantando la mano para darle más énfasis a sus palabras y se obligó a mantener la mirada en su rostro.

¿Qué ropa interior llevaría ella?

Desechó inmediatamente ese pensamiento y continuó:

-Peter: Mis padres pensaron en internarlo cuando fue evidente que el daño era permanente, pero como vieron que no era peligroso, lo dejaron en casa.

-Lali: Todos los hombres Lanzani son peligrosos -dijo ella agitando la cabeza- Todos deberían llevar un cartel que dijera que son perjudiciales para el sexo femenino.

-Peter: Me encanta cuando hablas así -Aunque estaba bromeando, la súbita imagen de ella hablando así en la cama hizo que a Peter se le acelerara el pulso.

-Lali: Peter Lanzani. ¿No puedes estar serio ni por un minuto? Es ridículo pensar que tú puedes tener sentimientos de naturaleza física por mí o yo por ti. No quiero que tu familia se haga ideas equivocadas acerca de nosotros.

-Peter: ¿Y qué tiene de malo lo físico, La? Sucede que a mí me gusta. De hecho, me estoy sintiendo extremadamente físico en este momento.

-Lali: Tengo entendido que levantar pesas es un método muy efectivo para liberar energía.

-Peter: Hay otras formas de liberar energía que son mucho más divertidas -murmuró él.

Se levantó entonces y se acercó a ella. Su mirada se posó en la boca de Lali y, a pesar de que no tenía la menor intención de que aquello llegara a ninguna parte, el deseo que lo invadió, evidentemente, tenía pensamientos propios.

-Lali: El tenis es una excelente forma de ejercicio.

Lali lo vio acercarse con preocupación, pero no quiso retroceder. Ni pensar en esas grandes manos, en su cuerpo musculoso y sus anchos hombros.

-Peter: La verdad es que nunca he probado ese juego -dijo y cerró la puerta.

Las entrañas se le agitaron entonces a Lali.

-Lali: ¿Ah, sí? -dijo tratando de parecer aburrida.

Peter sonrió y se acercó a ella por detrás para acariciarle el cuello con la punta de los dedos.

-Peter: Y prefiero los deportes de contacto. Algo que haga trabajar al sistema circulatorio y aumente el tono muscular. Algo que realmente haga bombear el corazón.

El de ella ya estaba bombeando furiosamente. Peter deseó poner fin a esa tontería, que ella lo hiciera. De hecho, los dos esperaban que fuera el otro el primero en rendirse.

Al final, Peter pensó que, ya que había sido él quien lo había empezado, debía ser él también quien lo terminara. Lali se estremeció cuando él siguió acariciándole la nuca.

-Peter: ¿Te ha dicho alguien alguna vez que tienes una nuca muy bonita? Y también el cabello -Ella contuvo la respiración cuando sintió la boca de él cerca de la oreja -¿No te sueltas nunca el cabello, La?

-Lali: Por supuesto -dijo ella tratando de aparentar calma- Cuando me lo lavo, antes de irme a la cama, cuando voy al salón de belleza para cortármelo...

-Peter: Me gustaría verlo.

Lali se dio cuenta de que no estaba respirando y se obligó a hacerlo.

-Lali: Bueno, si realmente quieres, es bastante irregular, pero creo que lo puedo arreglar con mi estilista...

-Peter: Me refiero a tu cabello suelto, Lali. Me gustaría que te lo soltaras.

Ella no había tenido ni idea hasta entonces de lo sensible que era la piel de su cuello. El contacto de los dedos de Peter era como el de una pluma, pero tenía la fuerza de un puñetazo. Por ridículo que pudiera parecer, le temblaban las rodillas.

-Lali: ¿Te refieres a figurativa o literalmente?

-Peter: A las dos.

Ella se estremeció tan furiosamente que seguramente Peter debió notarlo también.

Lo que la ponía más furiosa era que le estaba gustando lo que le estaba haciendo, cómo la hacía sentirse. Le gustaba mucho. Deseaba que siguiera haciéndolo.

Pero entonces llamaron a la puerta.

-Un paquete -dijo una voz.

La puerta se abrió un poco y asomó la cabeza un joven con el cabello teñido de blanco y aros en las orejas y la nariz.

-Hey, Peter, ¿Quieres decirme dónde te dejo todas estas bolsas?

Peter miró intensamente a Lali y luego siguió al joven a la taberna. Ella respiró por fin y se apoyó en la mesa para recuperar el equilibrio. Había estado cerca. Demasiado. Casi se había arrojado a sus brazos y le había suplicado que la besara. Aquello hubiera sido patético, pensó disgustada. Si deseara besar a alguien, sería a ese chico del reparto, por interrumpirlos.

Pero pensó inmediatamente que, solo por una vez, le había gustado que un nombre le dijera cosas como esas, pero de verdad. Que no fuera un juego, como seguro que era con Peter, o una mentira, como había sido con Bobby.

Suspiró y siguió a Peter a la taberna. Él estaba firmando los recibos y bromeando con el joven, Jessie, acerca de la multitud de piercings que llevaba en el cuerpo.

Cuando el repartidor se hubo marchado, se acercó con cuidado a Peter, que estaba mirando intensamente el montón de bolsas.

Tal vez debiera tratar de llevarse bien con él, pensó. No había ninguna razón para que se pasaran el tiempo discutiendo o metiéndose el uno con el otro. Tal vez él tuviera razón y debiera soltarse el cabello un poco.

¿Y si tal vez, solo tal vez, él hubiera sentido algo cuando estaba bromeando con ella?

Se puso a su lado, preparada para ser agradable con él, aunque eso le costara la vida. Peter se volvió y la miró con una expresión que solo podía ser de pura alegría.

Ella le devolvió la sonrisa y se relajó un poco.

-Lali: Peter...

-Peter: Ah, estás aquí. Esto puede llevarnos un rato, así que es mejor que empecemos.

-Lali: ¿Qué?

-Peter: He pensado que tuviste una gran idea al querer darle un poco de ambiente rústico a la taberna.

-Lali: ¿De qué me estás hablando? -preguntó ella confundida.

Entonces vio lo que contenían las bolsas. Cacahuetes. Montones de bolsas de cacahuetes. Miles de ellos.

                                                            

-Peter: Ya puedes empezar a tirar las cascaras por el suelo y echar los cacahuetes en un contenedor. Los serviremos como aperitivos en el bar. Ella lo miró y parpadeó.

-Lali: Esto es una broma, ¿verdad?

-Peter: No.

-Lali: ¿De verdad que esperas que les quite las cascaras a todos estos cacahuetes?

-Peter: No conozco otra manera de hacerlo y, dado que ha sido idea tuya, me imaginé que querrías hacerlo tú misma.

¡Había sido una idiota al permitirse bajar la guardia con ese hombre! Bueno, no volvería a suceder, se cruzó de brazos y levantó la barbilla.

-Lali: No hay suficientes cacahuetes para crear la ilusión de rústico, como lo has llamado. Si vas a hacer algo, Peter, por lo menos, hazlo bien.

Él levantó una ceja y sonrió.

-Peter: Bueno, La, estoy seguro de que puedo dejar el proyecto en tus capacitadas manos, tienes carta blanca, querida. Y, dado que solo vas a estar tres horas aquí, te sugiero que empieces inmediatamente. Hay un buen montón de cacahuetes.

Luego, tomó las llaves de su coche de encima de la barra y salió silbando de la taberna, dejándola sola.

Corrió hacia la ventana y lo vio marcharse en su coche.

¡El muy cerdo! Tardaría horas en descascarillar todos esos cacahuetes. Eso lo había hecho esperando que ella se echara para atrás. Que tirara la toalla.

Bueno, pues Lali Puente no retrocedía. Ni un paso atrás.

Vio entonces a Agus al otro lado de la calle, saliendo de su futuro restaurante y dirigirse luego de vuelta a la taberna. Se detuvo un momento en el aparcamiento para hablar con el repartidor, que estaba en la parte trasera de su furgoneta, moviendo bolsas de cacahuetes.

Los miró a los dos un momento y luego miró por encima del hombro la montaña de cacahuetes que tenía que pelar.

Y sonrió lentamente.

Cuadró los hombros, levantó la barbilla y salió hacia el aparcamiento.

Continuará---------------------------------

mm... qué se traerá Lali entre manos?? 

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