Capítulo Cinco: Sofisticación

-Euge: ¿Que hiciste qué? -preguntó su hermana.

-Nico: ¿Un par de semanas? -preguntó también.

-Vico: Esto es una broma, ¿verdad? -intervino.

-Pablo: ¿Lali trabajando aquí? -Pablo empezó a reírse, pero Rochi le dio un codazo en las costillas y agitó la cabeza incrédulamente.

A Peter empezó a dolerle la cabeza.                          

-Peter: Yo le dije que nos olvidáramos de la apuesta. Incluso insistí en que lo hiciéramos. Pero ella rechazó mi oferta.

-Lali: Un trato es un trato. Yo perdí y Peter ganó. Voy a estar aquí dos semanas, tres horas al día.

-Peter: Con sueldo y propinas -añadió rápidamente, esperando así redimirse un poco.

Era evidente que sus hermanos creían que aquello era para reírse, pero las mujeres lo miraron como si acabara de darle una patada a un cachorro.

-Cande: ¿No vas a abrir tu restaurante dentro de dos semanas? –le preguntó a Lali-  ¿Cómo es que tienes tiempo para estar aquí?

-Lali: Ya estoy más que lista para empezar, salvo por la caja que Agus me va a instalar esta semana. Después de eso, solo me quedarán unos pocos detalles.

-Rochi: Ohhh, miren -murmuró - Manteles y flores. ¡Qué bonito está todo!

-Euge: Bonito detalle, Peter -admitió- Le da un toque de elegancia y sofisticación a la taberna, ¿no?

-Peter: Ha sido idea de Lali.

-Lali: A Peter no le gustan -respondió mirándolo- Estábamos a punto de hablar de ello, pero nos distrajimos después de que yo le diera un golpe en la nariz. Un accidente, por supuesto.

Todos levantaron de nuevo las cejas y Peter dijo:

-Peter: Estoy bien.

-Lali: Hace dos minutos estaba aullando como un loco. Se podría pensar que había tratado de asesinarlo.

Peter pensó que el único asesinato que iba a haber allí iba a ser el que él iba a cometer con ella.

Agus entró entonces por la puerta.

-Agus: Hola a todo el mundo. Por favor, no me digan que me he perdido oír lo que pasó anoche entre nuestro hermanito y Lali Espósito. Ella entró hecha una furia en la taberna y... –Entonces miró a Lali -Uh, Buenos días, La.

-Lali: Buenos días, Agus. He preparado una gran mesa cerca de la ventana. ¿Por qué no se sientan allí todos, les llevaré algo de beber y luego les hablaré de los platos especiales de hoy.

Peter vio con los dientes apretados cómo Lali, con gracia y encanto, llevó a la mesa a su familia. No llevaba allí una hora y ya se había hecho cargo de todo. Manteles, flores y... ¿Platos especiales del día?

Él no tenía nada de eso. Miró a la pizarra que ella había instalado.

¿Crepés Almadine? ¿Quiche Lorraine?

Esa era una taberna inglesa, por Dios, no un cursi restaurante francés. Maldiciendo entre dientes, tomó la pizarra y se la llevó a la cocina. Dentro de una hora, el restaurante estaría lleno y no tenía tiempo de hablar de eso con Lali.

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Algo le decía que esas tres horas con ella iban a ser las más largas de su vida. Tres horas que resultaron ser cuatro, pero con la taberna tan llena, Lali no se dio cuenta del paso del tiempo. Y, al parecer, Peter tampoco, porque todavía no la había echado de allí.

Se dejó caer, cansada, en el sofá que había en el reservado para personal. Después de haber perdido la partida la noche anterior, no había podido dormir en toda la noche. Y como solo había dos camareros además de Peter, ella no había parado ni un momento en toda la mañana.

Y la verdad, aunque nunca se lo diría a Peter, había disfrutado toda ella.

Incluso cuando era pequeña, le había gustado ayudar a hacer la comida a su madre, sobre todo cuando daban alguna fiesta, así que su vocación le venía de lejos y así fue cuando, tras la muerte de sus padres y del abandono de Bobby, se apuntó a una escuela de cocina en París.

No era tonta y sabía que la gente hablaba de ella a sus espaldas y que a nadie le extrañaba que un tipo tan atractivo como Bobby la hubiera dejado a ella, a Lali la Huno, que seguramente solo había sentido lástima por ella.

Tal vez no pudiera tener nunca la familia que ansiaba, pero tendría su restaurante. Ese era un sueño que nadie le podría quitar. Esas horas que había pasado en la taberna la habían hecho sentirse viva de nuevo. Se había sentido necesitada. Y había disfrutado de cada minuto que había pasado allí. Casi tanto como había disfrutado molestando a Peter.

Sonrió y cerró los ojos. Sabía que lo estaba volviendo loco. A él no le gustaban nada los manteles y las flores, ni tampoco sus añadidos al menú. Sonrió más ampliamente.

Peter Lanzani iba a maldecir el día en que hizo esa apuesta con ella.

Aunque se sentía mal por haberle dado con la puerta en la nariz. Gracias a Dios, no se la había roto. A ella no le gustaba la violencia física y, aunque había sido un accidente, se hubiera sentido muy mal si le hubiera hecho daño de verdad.

Pero lo que había sucedido luego entre ellos seguía haciendo que la cabeza le diera vueltas.

Se había dicho a sí misma que lo había tocado solo porque estaba preocupada. Pero, cuando le puso las manos en la cara, tuvo problemas para recordar que su inspección era solo con fines terapéuticos.

¿Habría notado él que le temblaban las manos? ¿O lo difícil que le había resultado respirar? ¿Y lo peor de todo, que había querido que la besara?

No, dudaba que lo hubiera notado. Con los años había aprendido bien a ocultar sus sentimientos. ¿Cómo si no hubiera sobrevivido a una madre tan amargada que nunca había aceptado que su marido la había dejado y que nunca iba a volver? Nada había podido hacer feliz a su madre hasta el día en que murió. Ni el dinero de la familia ni su posición social, ni los viajes o la buena casa donde vivían. Ni siquiera su hija le había producido alegría, pensó Lali a pesar de que sabía que ella había hecho lo posible para que así fuera.

Pero eso no había sido bastante y se preguntaba si alguna vez lo sería.

-Peter: ¿Qué haces tú aquí todavía?

Abrió los ojos de golpe cuando oyó la voz de Peter. Él estaba en la puerta observándola. Lo último que le apetecía ahora a ella era tener un duelo verbal con él.

-Lali: Incluso en las cárceles se dan descansos de cinco minutos, Peter. Ya mí me queda todavía un minuto.

-Peter: Quería decir que por qué sigues en la taberna -dijo él y cerró la puerta- Tu sentencia terminó hace cosa de una hora.

-Lali: Le dije a Julie que la relevaría para que tuviera diez minutos de descanso. No ha parado ni un momento en tres horas.

-Peter: Ni tú. Has hecho mucho más que tu deber hoy, La.

-Lali: Bueno, no te creas que lo he hecho por ti. Solo estaba tratando de ganarme a Julie para quitártela. No es fácil encontrar empleados que trabajen tan duramente.

-Peter: No es fácil encontrar empleados. Punto. ¿Tienes a alguien ya en mente?

Ella agitó la cabeza.

-Lali: Esta semana voy a poner un anuncio en el periódico.

-Peter: Bueno, si quieres uno que te dure, apártate de los aspirantes a actor o artistas en general. Un día están aquí y otro, ¡puf! Desaparecen por arte de magia.

-Lali: Como los novios -dijo ella y luego deseó no haberlo hecho.

Vio el cambio en la expresión de Peter, su lástima. Lo que más había odiado de cuando Bobby la dejó fue la lástima de la gente.

Peter se sentó a su lado y sus sentidos se pusieron alertas inmediatamente. No tenía ni idea de lo que le estaba pasando con esos inesperados sentimientos hacia Peter, pero si había averiguado algo esa mañana era que tenía que mantener tanto espacio como le fuera posible entre ellos. Sobre todo cuando estaba cansada. Eso la hacía más vulnerable y eso era lo último que quería ser cuando estaba cerca de Peter.

-Peter: Lali… -dijo él de una manera que a ella se le agitaron las entrañas- Tengo que hablar contigo.

Cielo santo. Si fueran amantes, ella estaría segura de que él quería romper. Pero no lo eran y, de todas formas, ese era un pensamiento ridículo.

-Lali: Si sigues molesto por lo de los manteles y las flores, de acuerdo. No lo volveré a hacer. Solo pensé que eso podía añadir un poco de... No sé qué -dijo haciendo un gesto con la mano- ¿Sofisticación?

-Peter: No era de eso de lo que quería... ¿Sofisticación?

-Lali: No lo estaba sugiriendo para todos los días. Solo pensé que un par de cambios sutiles podían darle un poco de refinamiento a tus desayunos de los domingos.

-Peter: Si sigues levantando más esa nariz, La, vas a tener que necesitar un perro guía.

-Lali: Bueno, no tienes que ser tan rudo. Por lo que a mí respecta, puedes llenar el suelo de cascaras de cacahuetes y servir la cerveza en vasos de plástico.

-Peter: ¿Es eso?

-Lali: Sí, eso es -dijo ella levantándose y dirigiéndole una fría mirada-. Bueno, esto ha estado muy bien, pero si me disculpas, voy a sustituir otro momento a Julie antes de marcharme. Y considero que esta hora es extra, Lanzani.

Un perro guía, musitó ella mientras se marchaba sin darle oportunidad de responder. Ella no era una esnob. Y, ciertamente, no levantaba la nariz...

Tropezó con el macetero del pasillo y, cuando recuperó el equilibrio, oyó la risa de Peter, que la estaba observando desde la puerta.

Por infantil que fuera, Lali deseó haber tenido una gran tarta en las manos para tirársela a la cara y borrar de ella esa estúpida sonrisa que tenía. Se tiró para abajo del jersey y se alejó de allí.

Continuará-------------------------------------------------------


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