Capítulo 14

-Disculpe, he encontrado a este pequeño a unas manzanas de aquí. Me ha dado esta dirección. Quería saber si...

-Chris: ¿Quién eres tú? -le preguntó a Peter- Esta es la casa de Lali.

-Peter: Soy Peter. Lali te está esperando, Chris.

Chris sonrió, mostrando sus dientecillos blancos. Dientes de bebé, pensó Peter.

-Chris: Quería llegar antes, pero me perdí. Bobbi estaba pintando su porche y dijo que me traería.

Peter puso una mano sobre la cabeza de Chris y sintió la suavidad de su pelo, tan parecido al de Lali.

-Peter: Le estamos muy agradecidos, señorita...

-Freeman, Bobbi Freeman -ella sonrió y miró a Chris- No pasa nada. Puede que este jovencito se haya extraviado un poco, pero sabe lo que quiere. Y creo que lo que quiere es ver a Lali y comerse un bocadillo de manteca de cacahuete. En fin, yo tengo que volver a mi porche, Hasta luego, Chris.

-Chris: Adiós, Bobbi -el niño bostezó con la boca muy abierta-. ¿Está Lali en casa?

-Peter: Ahora mismo te la traigo -dejando que Chris se encaramara a la hamaca, Peter se fue a la cocina. Detuvo a Lali en la puerta y le quitó las dos tazas de café de las manos-. Hay alguien que quiere verte.

Ella cerró los ojos.

-Lali: Oh, por favor, Peter, ahora no.

-Peter: No creo que acepte un no por respuesta.

Algo en su voz hizo que Lali abriera los ojos.

El corazón le dio un vuelco. Pasó al lado de Peter y corrió al cuarto de estar. Un niño rubio se columpiaba alegremente en la hamaca, con los gatitos en el regazo.

-Lali: ¡Oh, Dios, Chris!

El niño le tendió los brazos y Lali se precipitó hacia él. Sintió el calor de su cuerpecillo y gimió de alegría. El pelo despeinado de Chris le rozó la cara. Podía sentir el leve perfume del jabón con que se había lavado esa mañana, mezclado con el sudor del día y el olor de las gominolas que atesoraba en los bolsillos. Llorando y riendo al mismo tiempo, Lali se dejó caer al suelo mientras lo abrazaba.

-Lali: Chris, oh, Chris. ¿Estás bien? -de pronto sintió otra punzada de pánico. Apartándolo, examinó su cara, sus manos, sus brazos-. ¿Te duele algo?

-Chris: No -frunció el ceño, un poco molesto por la pregunta-. Todavía no he visto a Butch. ¿Dónde está?

-Lali: ¿Cómo has llegado hasta aquí? –lo agarró de nuevo y cedió al deseo de besarle la cara, las mejillas redondeadas, la naricilla recta, la pequeña boca- Chris, ¿dónde has estado?

-Chris: En el tren -su rostro se iluminó-. Me monté yo solo en el tren. Para darte una sorpresa.

-Lali: ¿Tú...? -lo miró, incrédula- ¿Has venido solo desde casa de tus abuelos?

-Chris: Ahorré el dinero -orgulloso, se metió la mano en el bolsillo y sacó lo que le quedaba: unos cuantos peniques, dos cuartos de dólar y algunas gominolas- Fui andando a la estación, pero se tarda mucho más que en taxi. En taxi no está tan lejos -afirmó con su lógica infantil- Y pagué el billete yo solo..., como tú me enseñaste. Tengo hambre, Lali.

-Lali: Ahora mismo comes algo -asombrada ante la idea de que hubiera viajado en tren solo e indefenso, ella lo tomó en brazos- ¿Has ido andando hasta la estación y luego has venido en tren hasta aquí?

-Chris: Y solo me he perdido un poco, cuando Bobbi me ayudó. Y no me he asustado nada de nada -sus labios temblaron. Arrugando la cara, la escondió en el hombro de Lali- No me he asustado.

Todas las cosas horribles que podían haberle pasado cruzaron la cabeza de Lali. Apretándolo contra sí, dio gracias a Dios.

-Lali: Claro que no -murmuró, luchando por contener la emoción-. Eres muy valiente y muy listo por haberte acordado del camino. Pero, Chris -le alzó la cara hacia ella-, no has debido venir hasta aquí solo.

-Chris: Pero quería verte.

-Lali: Lo sé, y a mí siempre me apetece verte –lo besó de nuevo solo por sentir el calor de su mejilla-. Pero te fuiste sin decirles nada a tus abuelos y estaban muy preocupados. Y yo también -añadió, apartándole el pelo de la frente-. Tienes que prometerme que no volverás a hacerlo.

-Chris: No quiero volver a hacerlo -empezó a temblarle de nuevo el mentón y se frotó los ojos con los puños cerrados-. He tardado mucho tiempo y tenía hambre, y luego me perdí y me dolían las piernas. Pero no me asusté.

-Lali: Ahora ya estás aquí, mi niño -sin dejar de abrazarlo. Se levantó-. Vamos a prepararte algo de comer y luego podrás descansar en la hamaca, ¿de acuerdo?

Chris asintió, acurrucándose contra ella.

-Chris: ¿Puedo comer manteca de cacahuete?

-Peter: Claro -entró en la habitación y vio que ambos giraban la cabeza hacia él. Chris podía haber sido hijo de Lali, pensó asombrado. De pronto, sintió ganas de abrazar al niño-. Acabo de ver un sándwich de manteca de cacahuete en la cocina. Debe de ser para ti.

-Chris: ¡Vale! - se desprendió de los brazos de Lali y corrió a la cocina.

Poniéndose en pie, Lali se llevó la mano a la frente.

-Lali: Podría arrancarle la piel a tiras. Oh, Peter -musitó sintiendo que los brazos de él la envolvían-, ¿no es maravilloso?

--

Al anochecer, Chris se había quedado dormido abrazado a un viejo perro de peluche que había pertenecido a su padre. Butch, el gato de tres patas, montaba guardia a su lado, sobre un cojín. Lali estaba sentada en el sofá, junto a Peter y frente al abuelo de Chris. El café se enfriaba en la mesa, entre ellos. Como siempre, el señor Anderson permanecía muy erguido. Su ropa parecía impecable. Pero en sus ojos había un cansancio que Lali no había visto nunca.

-Podía haberle pasado cualquier cosa.

-Lali: Lo sé -deslizó la mano entre las de Peter, agradeciéndole su apoyo- Le he hecho prometer que no volverá a hacer nada parecido. Usted y su esposa habrán estado muy preocupados. Lo siento, señor Anderson. En parte me siento culpable porque alguna vez he dejado que Chris comprara el billete del tren.

Él sacudió la cabeza y guardó silencio un momento.

-Es un chico valiente -consiguió decir al fín-. Y lo bastante listo como para saber qué tren tenía que tomar y a qué hora -sus ojos se concentraron en Lali de nuevo-. Tenía muchas ganas de estar con usted.

Normalmente, aquella declaración la habría puesto sobre aviso. Ahora, tensó los músculos ya sensibilizados de su estómago.

-Lali: Sí. Los niños a menudo no entienden las consecuencias de sus actos, señor Anderson. Chris solo pensaba en venir aquí, no en el miedo que pasaríamos nosotros, ni en los peligros que corría. Estaba cansado y asustado cuando llegó. Espero que no lo castigue con excesiva severidad.

Anderson respiró hondo y apoyó las manos sobre sus muslos.

-Hoy me he dado cuenta de algo, señorita Espósito. No quiero a ese niño.

-Lali: Oh, no, señor Anderson...

-Por favor, déjeme acabar. No le tengo afecto, y no me gusta saber eso de mí mismo -su voz sonaba crispada, áspera y anciana. No tanto en años, pensó Lali, como en actitud-. Me he dado cuenta de que su presencia en la casa es una fuente constante de disgustos para mi mujer. Chris le recuerda lo  que perdimos. No voy a justificar mis sentimientos ante usted -añadió secamente-. El chico es mi nieto, y, por tanto, soy responsable de él. Sin embargo, soy un hombre viejo y no me siento inclinado a cambiar. No quiero al niño y usted sí -se levantó mientras Lali lo miraba fijamente-. Le notificaré a mi abogado mis sentimientos al respecto.

-Lali: Señor Anderson -aturdida, se levantó-, usted sabe que quiero a Chris, pero...

-Yo no, señorita Espósito -con los hombros erguidos, Anderson le lanzó una mirada fija-. Es así de simple. Y de triste.

-Lali: Lo lamento -fue lo único que acertó a decir ella.

El señor Anderson asintió y se marchó.

-Lali: ¿Cómo -comenzó a decir tras un momento de silencio- es posible que alguien no quiera a un niño?

-Peter: ¿A un niño? -replicó-. ¿O a sí mismos?

Ella se volvió hacia él, asombrada por un instante.

-Lali: Sí, se trata de eso, ¿verdad?

-Peter: Soy un experto en la materia. La diferencia es... -tiró de ella para que se sentara otra vez y la rodeó con un brazo, Ella apoyó la cabeza sobre su hombro-, que a mí alguien se ha abierto camino en mi vida y al mismo tiempo me ha abierto los ojos.

-Lali: ¿Eso es lo que he hecho? -ella se echó a reír. Chris dormía en su cama, con los gatitos acurrucados a sus pies. Ahora podía quedarse así. Ya no habría más despedidas dolorosas-. ¿Abrirme camino en tu vida?

-Peter: Puedes ser muy cabezota -le dio un tirón de pelo y luego se apoderó de su boca- Gracias a Dios.

-Lali: ¿He de advertirte que, una vez me abro camino en un sitio, ya no hay quien me eche?

-Peter: No -él se movió para poder mirar a la cara a Lali, que estaba sentada sobre sus rodillas-. Deja que lo averigüe por mí mismo.

-Lali: No te resultará fácil, ¿sabes?

-Peter: ¿El qué?

-Lali: Aguantarme, si es quieres que nos casemos.

Él alzó las cejas e, incapaz de resistirse, ella trazó la forma de su ceño con la punta de un dedo.

-Peter: ¿Si quiero?

-Lali: Te estoy dando una última oportunidad para escapar -medio en serio, apretó la palma de la mano contra su mejilla- Yo suelo actuar impulsivamente. Prefiero vivir en el caos que en el orden. Lo cierto es que no puedo vivir ordenadamente. Y de un modo u otro me las ingeniaré para involucrarte en multitud de organizaciones caritativas.

-Peter: Eso aún está por ver –masculló.

Lali se limitó a sonreír.

-Lali: ¿Todavía no he logrado asustarte?

-Peter: No -la besó y, aunque las sombras de la habitación se alargaban, ninguno de los dos lo notó-. Ni lo lograrás. Yo también puedo ser muy cabezota.

-Lali: Recuerda que también tendrás que vértelas con un niño de cuatro años. Un niño muy activo.

-Peter: Tienes una opinión muy pobre de mis energías.

-Lali: Oh, no -rió ella-. Pero estoy segura de que te volveré loco con mi desorganización.

-Peter: Mientras te mantengas alejada de mi despacho -replicó él-, puedes poner todo lo demás patas arriba.

Ella se abrazó a su cuello y se aferró a él un momento. Hablaba en serio, se dijo, llena de felicidad. Tenía a Peter y a Chris. Y, con ellos, su vida daría un nuevo giro. Se moría de ganas de saber qué le esperaba a la vuelta de la esquina.

-Lali: Pienso mimar a Chris -murmuró junto al cuello de Peter- Y al resto de nuestros niños.

Él se retiró lentamente con una media sonrisa en los labios.

-Peter: ¿A cuántos te refieres con «el resto»?

La risa de Lali sonó suave y ligera como una brisa.

-Lali: Elige un número.

Fin.

---------------------------------

perdón por la espera!

espero que hayan disfrutado de la nove! 

gracias por leer la nove!!