A las siete de la mañana, Lali estaba ya sentada en la
silla de maquillaje con un enorme paño blanco cubriéndole el traje, y repasaba
sus diálogos mientras la maquillaban. Podía oír el ajetreo que se desarrollaba
a su alrededor pero Lali siguió leyendo.
La siguiente escena era difícil. Más o menos hacia la
mitad había algo que se parecía peligrosamente a un monólogo. Si no sostenía
adecuadamente el ritmo de su discurso, si no mantenía el tono, echaría a perder
por completo la intención del texto. Sin embargo, su estado de ánimo no la
ayudaba a concentrarse.
Había pasado con Chris otro domingo delicioso que había
acabado con Una despedida triste y llena de crispación. Aunque se había
resignado hacía tiempo a sus altibajos emocionales, no conseguía librarse del
desánimo ni de la insidiosa sensación de culpabilidad que experimentaba. Al
devolverlo al hogar de los Anderson, Chris se había abrazado a ella en silencio
mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Era la primera vez desde la
muerte de sus padres que el niño lloraba al despedirse de ella tras su visita
semanal. Los Anderson habían recibido sus lágrimas con una áspera mueca y una
tensa impaciencia mientras le lanzaban a Lali una mirada de reproche.
Después de tranquilizar a Chris, durante el largo
trayecto en tren de regreso a casa, Lali se había preguntado si no sería ella
quien había provocado inconscientemente aquella escena. Al desear vivir con él
tan desesperadamente, ¿estaba conminando al niño a desear lo mismo? ¿Le estaba
consintiendo demasiado? ¿Estaba excediéndose debido al amor que sentía por su
hermano y al dolor que le producía su pérdida?
Había pasado la noche sin dormir pensando en ello, y sus
dudas no habían dejado de aumentar. Al levantarse esa mañana no había dado aún
con una respuesta convincente a aquellas preguntas. Unas semanas después,
tendría que acatar la decisión de un juez que solo vería en Chris a un menor,
no a un niño con una imaginación desbordante. ¿Podía un juez, por muy experimentado
y justo que fuera, comprender el corazón de un niño? Aquella era una de las
muchas preguntas que la habían mantenido despierta toda la noche.
Ahora, Lali sabía que tenía que dejar de lado sus asuntos
personales. Su papel en la película era más que un trabajo; era una
responsabilidad. Tanto el reparto como el equipo técnico confiaban en que diera
lo mejor de sí misma. Su firma en el contrato garantizaba que pondría en juego
todo su talento. Y preocuparse no serviría de nada.
-Querida, si sigues moviéndote, estropearás lo que ya he
hecho.
Recomponiéndose, Lali sonrió al maquillador.
-Lali: Lo siento, Harry. ¿Estoy guapa?
-Harry: Casi exquisita -él frunció los labios mientras le
retocaba las cejas. Su arco natural, pensó con admiración profesional, apenas
necesitaba retoques- Para esta escena, tu cara tiene que parecer de porcelana
de Dresde. Solo un toque más aquí... -Lali permaneció quieta mientras él
extendía un poco más de color sobre sus labios-. Y te pido por favor que no
vuelvas a fruncir el ceño o arruinarás mi trabajo.
Lali lo miró, sorprendida. Había creído que tenía pleno
control sobre su expresión, ya que no sobre sus pensamientos. Qué idiotez,
pensó, y luego se recordó que había que dejar los problemas de lado cuando se
cruzaba la puerta del plató. Esa era la primera ley de un actor.
-Lali: No volveré a fruncir el ceño -prometió ella-. No
quiero que me acusen de estropear una obra de arte.
-Vaya, veo que las cosas no cambian.
-Lali: ¡Paula! -alzó la mirada y esbozó la primera
sonrisa sincera del día-. ¿Qué haces aquí?
-Paula: Me he tomado el día libre -se dejó caer en la
silla que había junto a Lali, alzó las piernas y las flexionó bajo ella-. He
usado tu nombre para entrar... y un poco de encanto -añadió batiendo las
pestañas-. No te importará que asista al rodaje esta mañana, ¿no?
-Lali: Claro que no. ¿Qué tal van las cosas en Trader's
Bend?
-Paula: Calentándose, cariño, calentándose -con una
sonrisa maliciosa, Paula se echó la abundante mata de pelo tras los hombros- Ramiro
está intentando chantajear a Luna por lo de las deudas de juego, el Destripador
ha matado a su tercera víctima, y lo de Marianella y Nicolás empieza a ponerse
al rojo vivo. Recibimos tantas cartas y llamadas que no damos abasto. El otro
día me pasé por el mercado y, mientras compraba pepinos, una señora llamada
Ethel Bitterman me echó un sermón acerca de la necesidad de respetar las normas
morales y la lealtad a la familia.
Riendo, Lali se quitó el paño protector y dejó al
descubierto un vestido de color frambuesa. Eso era lo que necesitaba, pensó.
Esa sensación de camaradería y familiaridad.
-Lali: Te echaba de menos, Paula.
-Paula: Yo a ti también. Pero dime... -pasó la mirada por
el vestido que, aunque discreto y femenino, exudaba sexualidad- ¿qué tal sienta
hacer de mala para variar?
Los ojos de Lali se iluminaron.
-Lali: Es fantástico, pero duro. Este es el papel más
difícil que he hecho nunca.
Paula sonrió.
-Paula: Y eso que siempre decías que era yo la única que
se divertía.
-Lali: Puede que tuviera razón -replicó- Y puede que
estuviera simplificando. Pero creo que nunca me he esforzado tanto como ahora.
Paula apoyó la barbilla sobre su mano.
-Paula: ¿Por qué?
-Lali: Supongo que es porque Rae siempre está
representando un papel. Es como intentar meterse dentro de media docena de
personajes y convertirlos en uno solo.
-Paula: Y está siendo coser y cantar.
-Lali: Supongo que sí -ríendo, se echó hacia atrás-. Sí,
es cierto. Un día me siento completamente agotada y al siguiente estoy llena de
energía... -se encogió de hombros y dejó a un lado el guión-. En cualquier
caso, ahora sé que, si cuando esto acabe puedo elegir, me gustaría hacer una
comedia. Algo divertido y disparatado.
-Paula: ¿Y Mariano? -rebuscó en su bolso y encontró un
caramelo de limón sin azúcar-. ¿Qué tal se trabaja con él?
-Lali: Me gusta -sonrió con desgana- Pero no te lo pone
fácil. Es un perfeccionista... como todo el mundo en esta película.
-Paula: ¿Y el ilustre Peter Lanzani?
-Lali: Peter siempre está observándolo todo -murmuró.
-Paula: Incluyéndote a ti -moviendo solo los ojos, cambió
el enfoque de tu atención-. O, al menos, eso lleva haciendo diez minutos.
Lali no tuvo que girar la cabeza. Ya sabía que Peter la
estaba mirando. Podía verlo en su imaginación, de pie, un poco apartado de los
técnicos que comprobaban la iluminación y el decorado. Se había apartado del
barullo para no estorbar, pero aun así todo el mundo sentía su presencia
enervante. Lali sabía que había estado observándola con una expresión entre
recelosa y comprensiva. Deseaba más que nada en el mundo que esas dos
impresiones se transformaran en confianza. Y en fe en el amor.
Peter vio a Lali reírse de algo que le decía Paula.
Observó el animado movimiento de sus manos y la leve inclinación de su cabeza,
que evidenciaba su vívido interés. Claro que Lali rara vez hacía nada sin
viveza. Fuera lo que fuera lo que había ensombrecido su ánimo al llegar esa
mañana, ya se había disipado. Al recordar su mirada triste, Peter se preguntó
qué problemas la atormentaban y por qué, mostrándose tan dispuesta a
compartirlo todo, rehusaba hablar de ello.
Encendiendo un cigarrillo, se dijo que a fin de cuentas
debía dar gracias porque se lo guardara para ella. ¿Para qué iba a involucrarse
en sus problemas personales? Sabía bien que uno de los modos más rápidos de
volverse vulnerable frente a los demás era empezar a preocuparse por sus
problemas.
A su lado, un técnico roció vigorosamente con agua un
elegante ramo de flores frescas. El director de iluminación ordenó que
revisaran por última vez la potencia lumínica. El micrófono fue colocado en su
lugar. Peter se preguntó qué habría hecho Lali ese fin de semana. Había querido
pasarlo con ella, pero Lali se había mostrado reacia y él no había insistido.
No quería presionarla, porque, al hacerlo, se comprometería sin remedio. Y no
caería en esa trampa. Pero recordaba la perfecta quietud que había sentido
tumbado junto a ella en el camerino, tras saciar su pasión.
No podía afirmar, sin embargo, que Lali fuera una
influencia tranquilizadora. Desprendía demasiada energía. Pero, con todo, tenía
un don para aliviar la tensión de su espíritu.
Quería hablarle otra vez. Quería tocarla. Quería hacerle
el amor nuevamente. Y al mismo tiempo deseaba escapar a sus propios deseos.
-¡Todos a sus puestos! -gritó el ayudante de dirección.
Peter se apoyó en la pared con los pulgares
distraídamente enganchados en los bolsillos. Esa mañana iban a rodar parte de
una secuencia muy larga. El resto lo filmarían más adelante, en la campiña de
Long Island. Rodarían en exteriores la elegante cena campestre que constituía
el primer intento de Rae de dar una fiesta por todo lo alto tras su boda con
Phil. A continuación, en interiores, tendría lugar su primera discusión a gran
escala.
Ella parecía hecha de hielo. Sus palabras eran tan
ponzoñosas como el veneno de una víbora. Y, sin embargo, pese a su ira y al
veneno que destilaba, no se le movía ni un pelo. El delicado color de sus
mejillas no vacilaba lo más mínimo. Lali debía mantener la sangre fría del
personaje y sus palabras como brasas incandescentes. Sabía que todo se cifraba
en los ojos. Los gestos de Rae eran una mera fachada. Su sonrisa era falsa.
Tanto su frialdad como su ardor debían notarse en su mirada. Todo debía ser
extremadamente sutil. Lali tenía que refrenarse constantemente para evitar que
sus emociones afloraran a borbotones. Si ella tuviera que combatir con
palabras, las gritaría, las vomitaría y se quitaría de encima las que lanzaran
contra ella. Rae, en cambio, las profería lentamente, casi con morosidad. Y
Lali se sentía asqueada.
Aquella era la vida de Peter, pensó. O un reflejo de lo
que había sido su vida. Aquellos eran sus errores, sus miserias, sus
sufrimientos. Lali se sentía atrapada en aquella red. Si a ella le dolían, ¿qué
sentiría él al presenciar aquella escena?
Rae le lanzó a Phil
una mirada hastiada mientras él la asía por los brazos.
-No lo consentiré
-dijo él enfurecido. Sus ojos echaban chispas.
Los de ella, en
cambio, permanecían fríos como la superficie de un lago.
-¿Que no lo
consentirás? -repitió Rae, transmitiendo con su tono, con el movimiento de sus
cejas, un completo desdén- ¿Qué es lo que no vas a consentir?
-No permitiré que
pages ese hapel… -Mariano cerró los ojos y profirió un sonido gutural.
-Lali: ¿Pagar ese hapel? -repitió- ¿Le pasa algo a tu
lengua?
Sintió que la tensión se disipaba cuando ordenaron cortar
la escena, pero no supo si se alegraba o no. Quería que aquello acabara cuanto
antes.
-Mariano: Hacer ese papel -pronunció cuidadosamente- No
permitiré que hagas ese papel. Ya lo tengo -levantó ambas manos, burlándose de
sí mismo y de su gazapo.
-Lali: Me alegro, siempre y cuando tengas en cuenta que
yo pagaré el hapel cuando me venga en gana.
Él le sonrió.
-Mariano: Muy graciosa.
Ella le dio una palmada en la mejilla.
-A sus puestos. Empezaremos desde la entrada.
Por tercera vez esa mañana, Lali entró por las puertas
francesas con las faldas del vestido volando tras ella. Repitieron la escena de
nuevo, sumergiéndose en los personajes a pesar de los cortes y los cambios de
ángulo de la cámara.
Al final de la escena, Rae tenía que reírse, quitarle de
la mano a Phil el vaso de whisky, beber un trago y arrojarle el resto a la cara.
Inmersa en el personaje, Lali tomó el vaso, probó el té flojo y templado y, con
una gélida sonrisa, derramó su contenido sobre un elegante centro de flores.
Sin inmutarse por aquel súbito cambio en el guión, Mariano le arrancó el vaso
de la mano y lo lanzó al otro lado de la habitación.
-Chuck: ¡Corten!
Echándose hacia atrás, Lali miró al director.
-Lali: Ay, Dios, Chuck, no sé qué me ha pasado. Lo siento
-llevándose una mano a la frente, observó el empapado ramo de flores.
-Chuck: No, no. ¡Madre mía! -riendo, le dio un fuerte
abrazo-. Ha sido perfecto. Mejor que perfecto. Ojalá se me hubiera ocurrido a
mí -se rió otra vez y apretó a Lali hasta que ella pensó que iba a romperle los
huesos- Rae había hecho justamente eso -pasándole un brazo por el hombro, Chuck
se volvió hacia Peter-. ¿Peter?
-Peter: Sí -sin moverse, asintió levemente- Déjalo como
está -clavó en Lali sus ojos verdes. Debería haberlo escrito de eso modo,
pensó. Arrojarle a Phil el whisky a la cara era demasiado obvio para Rae.
Incluso demasiado humano- Pareces conocerla mejor que yo.
Ella dejó escapar un suspiro trémulo y apretó la mano de
Chuck antes de acercarse a Peter.
-Lali: ¿Eso es un cumplido?
-Peter: No, solo una observación -murmuró él- No te daré
carta blanca, Lali, pero estoy, dispuesto a concederte cierta libertad en la
elaboración de tu personaje. Y evidentemente lo mismo puede decirse de Chuck.
Tú comprendes a Rae.
Lali podía enfadarse o reírse. Y, como siempre que tenía
elección, eligió lo segundo.
-Lali: Peter, si tuviera que representar a un champiñón,
procuraría comprender a ese champiñón. En eso consiste mi trabajo.
Él sonrió.
-Peter: Sí, supongo que sí.
-Lali: ¿Nunca viste el anuncio en el que hacía de ciruela
madura?
-Peter: Debía de estar de viaje.
-Lali: Era todo un clásico. Muy por encima de mi escena
de la ducha en el anuncio del champú Ola Fresca, aunque, naturalmente, la
sensualidad era la base de ambos anuncios.
-Peter: Quiero irme a casa contigo esta noche -dijo él
suavemente-. Necesito estar contigo.
-Lali: Oh -¿cuándo se acostumbraría a la sencillez con
que Peter decía las cosas más trascendentales?
-Peter: Y cuando estemos solos -murmuró él- quiero
quitarte la ropa poco a poco para acariciar cada centímetro de tu cuerpo, luego
quiero ver tu cara mientras hacemos el amor.
-¡Lali, vamos a rodar los planos cortos!
-Lali: ¿Qué? -masculló ella, algo aturdida sin dejar de mirar
a Peter. Ya podía sentir sus manos sobre ella, saborear su aliento mezclado con
el suyo.
-Peter: Dejémosles que disfruten de tu cara... por ahora.
Esta noche, serás mía.
-¡Lali!
De vuelta al presente, ella se giró para regresar al
decorado. Con una mirada de asombro y alegría, miró hacia atrás.
-Lali: Eres impredecible, Peter.
-Peter: ¿Eso es un cumplido? -contestó él.
Ella sonrió.
-Lali: El mejor de todos.
Hora tras hora, línea tras línea, escena tras escena,
transcurrió la mañana. A pesar de que, como era lógico, el film se rodaba
asincrónicamente, Lali sentía que empezaba a tornar forma. Dado que era una
película para televisión, su ritmo era rápido. Como el de Lali. Y, dado que era
una producción de Marshall y Lanzani, las expectativas eran muy altas. Igual
que las de ella. Había que derretirse bajo los focos, cambiar constantemente de
estado de ánimo, de traje, maquillarse, empolvarse y lustrarse. Una y otra vez.
Había que sentarse y esperar durante los cambios de escena o cuando se producía
un fallo técnico. Y en algún punto entre la tensión y el tedio se encontraba la
vocación. Lali comprendía todo aquello y lo aceptaba sin rechistar. Nunca
perdía de vista el primitivo placer de la actuación, incluso después de hacer
diez tomas de una escena en la que Rae montaba en bicicleta estática mientras
hablaba de un nuevo guión con su agente.
Se bajó de la bicicleta con los músculos doloridos y
empapada en sudor.
-Paula: Pobrecilla -sonrió mientras un ayudante le
ofrecía a Lali una toalla-. Recuerda, Lali, que en Nuestras vidas, nuestros amores nunca te hemos explotado de este
modo.
-Lali: Rae es una fanática de la gimnasia -masculló,
estirando los hombros- Siempre pensando en su cuerpo. Y yo ahora también pienso
en el mio -con un leve gemido, se inclinó para masajearse las piernas
agarrotadas- Pienso en todos los músculos de mi pobre cuerpo que no había usado
en los últimos cinco años.
-Chuck: Hemos acabado por hoy -le dio una palmada
amistosa al pasar a su lado- Ve a sumergirte en un baño de burbujas.
Lali consiguió a duras penas callarse una réplica poco
amistosa. Se echó la toalla sobre los hombros, agarró sus puntas mojadas y le sacó
la lengua.
-Paula: No les tienes ningún respeto a los directores
-comentó- Vamos te haré compañía mientras te cambias. Luego tengo una cita
romántica.
-Lali: ¿De veras?
-Paula: Sí. Mi nuevo dentista. Fui a hacerme una revisión
y acabamos hablando de higiene dental mientras cenábamos unos linguini.
-Lali: Cielo santo -sin molestarse en ocultar una
sonrisa, empujó la puerta de su camerino- Sí que trabaja deprisa.
-Paula: Sí. Y yo también -riendo, entró en la habitación-.
Oh, Lali, es tan dulce... Tan serio en su trabajo... Y... -se interrumpió y se
dejó caer en el desvencijado sofá de Lali- Recuerdo algo que me dijiste hace un
par de semanas acerca del amor. Dijiste que era una emoción muy concreta, o
algo parecido -alzó las manos como si quisiera ahuyentar la frase exacta y
apoderarse de su esencia-. Sea como sea, el caso es que no he bajado a tierra
desde que me senté en esa silla reclinatoria y alcé la mirada hacia sus
infantiles ojos azules.
-Lali: Qué bonito -se olvidó por un instante de sus
músculos doloridos y del reguero de sudor que corría por su espalda- Me alegro
mucho por ti, Paula.
Paula buscó otro, caramelo de limón y descubrió que se le
habían acabado. Como conocía a Lali, abrió un cajón y sucumbió a la provisión
de bombones cubiertos de caramelo que su amiga guardaba en él.
-Paula: He oído en alguna parte que la gente enamorada
tiene un sexto sentido para detectar a otros que se hallan en su mismo estado
-lanzó a su amiga una mirada sagaz mientras Lali se quitaba las medias-. Para
comprobar dicha teoría, te diré que tengo la sospecha de que te has enamorado
de Peter Lanzani.
-Lali: Has acertado a la primera -se puso los pantalones
de chándal anchos y la camiseta que había llevado al estudio.
Frunciendo el ceño, Paula masticó un bombón.
-Paula: Siempre te han gustado los papeles difíciles.
-Lali: Sí, parece que me atraen como un imán.
-Paula: ¿Qué siente él por ti?
-Lali: No lo sé -se quitó con alivio los últimos restos
de maquillaje-. Y tampoco creo que él lo sepa.
-Paula: Lali, ¿estás segura de lo que haces?
-Lali: No -contestó ella de inmediato, alzando las
cejas-. ¿Y para qué querría estarlo?
Paula se echó a reír mientras se acercaba a la puerta.
-Paula: No sé por qué te pregunto. Por cierto -se detuvo
con la mano en el picaporte-, ¿te he dicho que hoy has estado fantástica? Llevo
cinco años trabajando contigo semana tras semana y hoy me has dejado
patidifusa. Cuando esta película se estrene, tu carrera despegará como un
cohete.
Asombrada, complacida y, quizá por primera vez, un tanto
asustada, Lali se sentó al borde del tocador.
-Lali: Gracias...
-Paula: No hay de qué -deslizándose en el papel de Luna, Paula
le tiró un frío beso- No vemos dentro de un par de semanas, hermanita.
Después de que la puerta se cerrara, Lali permaneció
sentada en silencio unos instantes. Ahora que el éxito estaba al alcance de su
mano, ¿quería en realidad que su carrera despegara, y que despegara tan rápido?
Recordaba que P.B. Marshell le había dicho algo parecido después de su segunda
prueba, pero entonces Lali había creído que se refería a la película en
general. Conocía a Paula y sabía que aquella alabanza iba dirigida únicamente a
ella. Por primera vez comprendió las répercusiones que tendría para ella el
papel de Rae. Aúnque pareciera un cliché, aquel papel podía convertida en una
estrella.
Vestida con sus pantalones de chándal, apoyada en el
tocador revuelto, Lali sopesó aquella idea.
Dinero. Eso la traía al fresco. Su infancia le había
enseñado a contemplar el dinero como lo que era: un medio para conseguir un
fin. Y, en cualquier caso, desde hacía unos años su situación económica cubría
con creces todas sus necesidades y caprichos.
Fama. Sonrió al pensar en ello. No, no podía afirmar que
fuera inmune a la fama. Todavía le emocionaba firmar autógrafos o hablar con un
admirador. Esperaba que eso nunca cambiara. Pero en la fama había distintos
peldaños, y cuantos más se subían más alto era el precio que había que pagar.
Cuantos más admiradores, menos intimidad. En eso tendría que pensar
detenidamente.
Libertad artística. Eso era, pensó Lali con un profundo
suspiro. Ese era el quid de la cuestión. Poder elegir un papel en lugar de que la
eligieran a ella. La celebridad y el dinero no eran nada comparado con eso. Si
Rae podía proporcionarle esa libertad...
Sacudiendo la cabeza, se levantó. Soñar con el futuro no
cambiaba nada. De momento, tenía que afrontar su carrera y su vida de día en
día. Pero, aun así, ella siempre esperaba la luna. Prefería sentirse defraudada
a pecar de pesimista. Iba sonriendo cuando, al abrir la puerta, estuvo a punto
de chocar con Peter.
-Peter: Pareces contenta -comentó él agarrándola de los
brazos para que no perdiera el equilibrio.
-Lali: Lo estoy –lo besó con firmeza en la boca- Hoy ha
sido un buen día.
Aquel beso, pese a su insignificancia, sacudió a Peter.
-Peter: Deberías estar agotada.
-Lali: No, uno está agotado después de correr el maratón
de Nueva York. ¿Te apetece una hamburguesa gigante y una ración doble de
patatas fritas?
Él había pensado en un restaurante tranquilo y a media
luz. Pero, tras mirar su chándal y su rostro iluminado, sacudió la cabeza.
-Peter: Me parece perfecto. Hoy invitas tú.
Lali le dio el brazo.
-Lali: Hecho. ¿Te gusta el batido de plátano?
La expresión de Peter reflejó claramente su opinión al
respecto.
-Peter: Creo que nunca lo he probado.
-Lali: Te va a encantar -le aseguró.
El sitio no estaba tan mal como Peter imaginaba, y la
hamburguesa resultó apetitosa y reconfortante. La noche empezaba a aposentarse
sobre la ciudad cuando regresaron al apartamento de Lali. En cuanto ella abrió
la puerta, los gatitos corrieron a sus pies.
-Lali: Dios mío, cualquiera diría que hace un mes que no
comen -inclinándose, los agarró a ambos y los besó- ¿Me extrañaron, pequeños, o
es que tienen ganas de cenar? -antes de que Peter se diera cuenta que lo que
hacía, Lali le puso en brazos a los dos gatos- Sujétalos un momento, ¿quieres?
-dijo ella con naturalidad-. También tengo que darle de comer a Butch -se fue
hacia la cocina.
Butch la siguió, cojeando con sus tres patas.
Peter se quedó con los dos cachorros y no tuvo más
remedio que seguirla. Uno de los gatos, Keats o Shelley, se le subió al hombro
mientras iba tras Lali.
-Peter: Me sorprende que no tengas también perro -Peter
alzó una ceja cuando el gato empezó a husmearle la oreja.
Lali se echó a reír mientras el animalillo jugueteaba con
el pelo de Peter.
-Lali: Lo tendría, si el casero no fuera tan
quisquilloso. Pero estoy intentando convencerlo. Mientras tanto... -sacó tres
generosos cuencos de comida- es la hora de la cena -riendo, le quitó a Peter el
gatito del hombro mientras el otro saltaba al suelo. En cuestión de segundos,
los tres se enfrascaron en la comida-. ¿Ves? -ella le quitó a Peter unos pelos
de gato de la camisa- No dan molestias, casi no gastan y son unos compañeros
maravillosos, sobre todo para alguien que trabaja casi siempre en casa.
Peter le lanzó una mirada firme, tomó su cara entre las
manos y sonrió a pesar de sí mismo.
-Peter: No.
-Lali: ¿No qué?
-Peter: No quiero un gato.
-Lali: Bueno, de todos modos con los míos no puedes
quedarte -dijo ella dulcemente-. Además, a ti te van más los perros.
-Peter: ¿De veras? -él deslizó los brazos alrededor de su
cintura.
-Lali: Mmjmm. Un bonito cocker spaniel que duerma junto a
tu chimenea por las noches.
-Peter: Yo no tengo chimenea.
-Lali: Pues deberías tenerla. Pero, hasta que arregles
ese pequeño detalle, el perro puede dormir en una esterilla, junto a la
ventana.
Él tomó el labio inferior de Lali entre sus dientes y lo
mordió suavemente.
-Peter: No.
-Lali: Nadie debería vivir solo, Peter. Es deprimente.
Él sintió la reacción de Lali en la súbita aceleración de
los latidos de su corazón, en el sutil temblor de su aliento.
-Peter: Estoy acostumbrado a vivir solo. Y me gusta.
A ella le gustaba sentir el roce áspero de su mejilla.
-Lali: Seguro que de niño tuviste una mascota -murmuró.
Peter recordó el labrador dorado al que adoraba de niño...
y en el que hacía años que no pensaba. Oh, no, pensó, sintiendo que empezaba a
ablandarse. Lali no lograría convencerlo.
-Peter: De niño, tenía tiempo y humor para mascotas
-deslizó lentamente las manos bajo la sudadera de Lali y las subió por su espalda-
Ahora prefiero dedicar mi tiempo libre a otras cosas.
Pero ella ya había conseguido allanar el camino, pensó
Lali con una suave sonrisa. Avance y retroceso eran el secreto de una campaña
victoriosa.
-Lali: Tengo que ducharme -le dijo, apartándose y sonriéndole
de nuevo-. Todavía estoy pegajosa por culpa de la escena de la bicicleta
estática.
-Peter: Me ha encantado verte. Tienes unas piernas
fascinantes, Lali.
Divertida, ella alzó ambas cejas.
-Lali: Lo que tengo son unas piernas doloridas. Además,
si yo tuviera que montar en bici seis o siete kilómetros como he hecho hoy, te
aseguro que la bici no estaría anclada al suelo.
-Peter: No -él la agarró suavemente del pelo para echarle
la cabeza hacia atrás-. A ti no te gusta quedarte mucho tiempo quieta en el
mismo sitio -la besó provocativamente y se retiró cuando ella empezaba a desear
que el beso se hiciera más profundo- Voy a frotarte la espalda.
Ella sintió un escalofrío.
-Lali: Hmm, qué gran idea. Pero creo que debo advertirte
-prosiguió mientras salían de la cocina- que me gusta ducharme con agua
caliente. Muy caliente.
Cuando entraron en el cuarto de baño, Peter deslizó las
manos bajo la amplia sudadera de Lali.
-Peter: ¿Crees que no podré soportarlo?
-Lali: Supongo que eres bastante duro -mirándolo divertida,
comenzó a desabrocharle la camisa- Para ser guionista.
De pronto, Peter le sacó la sudadera por la cabeza y le
besó el hombro.
-Peter: Yo diría que tú eres bastante blanda -pasó las
manos por sus costillas y enlazó su cintura- Para ser actriz.
-Lali: Touché -murmuró sin aliento mientras él desataba
el cordón de su pantalón de chándal.
-Lali: Me gusta tocarte -dijo él, acariciándola a medida
que Lali lo desvestía- Tienes un cuerpo fino y elegante -sus manos se deslizaron
por la espalda de Lali y más abajo- Y muy suave.
Para cuando estuvieron ambos desnudos, Lali había
empezado a estremecerse. Pero no de frío. Apartándose, abrió los grifos. El
agua comenzó a manar de la alcachofa de la ducha, estrellándose en la porcelana
y humeando hacia el techo. Lali se metió bajo el chorro, cerró los ojos y dejó
que su cuerpo absorbiera el calor y la sensualidad del agua.
Esa era una de las cosas que continuaban fascinando a Peter:
la capacidad de Lali para experimentar. En ella no había nada corriente, pensó
metiéndose en la ducha y cerrando la cortina. Lali no conocía el significado
del aburrimiento. Todo lo que hacía o pensaba era único y, por ello
precisamente, excitante.
Mientras el agua corría por sus cuerpos, Peter la rodeó
con sus brazos y la atrajo hacia su pecho. Aquello era ternura, se dijo, una
ternura que rara vez había sentido. Sin embargo, la sentía por ella. Lali alzó
la cara hacia el chorro de agua. En aquel momento se agolpaban tantas
sensaciones en su interior que apenas lograba distinguirlas. De modo que dejó
de intentarlo. Le bastaba con estar cerca de Peter y sentirse abrazada. Y con
amar. Quizás algunas personas necesitaran más: seguridad, palabras, promesas...
Tal vez algún día, ella también necesitaría esas cosas. Pero en ese instante
tenía todo cuanto deseaba. Girándose, atrajo a Peter hacia sí y lo besó en los
labios.
La pasión se encendió en ella súbitamente y creció tan aprisa
que con un solo beso Lali comenzó a jadear. Sin darse cuenta, se puso de
puntillas para que sus cuerpos se amoldaran. Metió los dedos ávidamente el pelo
de Peter y los cerró con fuerza. Él la sujetaba con fuerza y la besaba con la
misma, avidez que ella. Deslizándose hacia el éxtasis, Lali se aferró a él y se
le ofreció por entero.
Dios, Peter nunca había conocido a nadie tan generoso.
Mientras saboreaba su boca, se preguntó si era posible que una mujer se
sintiera tan segura y cómoda consigo misma como para ser tan desprendida. Lali
le entregaba su cuerpo sin condiciones. Su mente parecía estar en sintonía con
la de él. Peter comprendió instintivamente que Lali pensaba más en sus deseos,
en su placer, que en el suyo propio. Y, al hacerlo, había tocado en él una
ternura largo tiempo dormida.
-Peter: Lali... -murmurando su nombre, dejó un rastro de
besos sobre su rostro, que el agua volvía increíblemente suave y dulce- Haces
que desee cosas que había olvidado... y que casi crea en ellas otra vez.
-Lali: No pienses -ella lo besó suavemente en los labios
para tranquilizarlo- No pienses en nada ahora.
Pero tenía que pensar en algo, se dijo él. Si no, la
tomaría con excesiva rapidez o, tal vez, con excesiva rudeza. Esta vez, le
devolvería una parte de lo que ella ya le había dado. Tomando el jabón, lo pasó
por su espalda. Creyó oírla ronronear como uno de sus gatos. Eso le hizo
sonreír.
Los sentidos de Lali comenzaron a aguzarse. Oía el siseo
del agua golpeando los baldosines y sentía el vapor que se elevaba en
algodonosas nubes. Unas manos jabonosas se deslizaban sobre ella, suaves,
tersas, sensitivas. La carne de Peter estaba húmeda y caliente allí donde ella
la rozaba con sus labios. A través de los ojos entornados vio que la espuma
acariciaba sus cuerpos antes de ser arrastrada por el agua.
De improviso, Peter movió una mano entre sus cuerpos
resbaladizos, buscándola. Lali dejó escapar un grito de sorpresa y de placer.
Después, aquella mano se trasladó a otro lugar mientras los labios de Peter
trazaban una senda húmeda y caliente sobre su hombro. El olor a limón del jabón
hacía que a Lali le diera vueltas la cabeza.
-Peter: ¿Todavía te duelen? -preguntó agarrándole la
parte trasera de los muslos.
-Lali: ¿Qué? -flotando, se apoyó en él, sus brazos se
curvaron sobre la espalda de Peter y sus manos se apoyaron en sus hombros. El
agua golpeó su espalda a borbotones suaves y siseantes y luego pareció
desvanecerse- No, ahora no me duele nada.
Riendo, Peter le mordió el oído y la sintió estremecerse.
Ella sintió el olor del champú, notó su frescor en el cuero cabelludo antes de
que él empezara a masajeárselo. Nada, pensó, la había excitado nunca tanto.
Él le lavó el pelo lentamente mientras las burbujas del
champú corrían por sus brazos. El olor ya le resultaba familiar, aquella
fragancia fresca y tentadora que atrapaba su atención cada vez que estaba junto
a Lali. Cambiando de postura, hizo que ambos se movieran bajo el chorro de agua
de modo que el agua y la espuma se deslizaron rápidamente por sus cuerpos.
Y allí de pie, entrelazados, húmedos y calientes, Peter
se deslizó dentro de ella. Era natural, como si llevara años haciéndole el
amor. Y excitante al mismo tiempo, como si nunca antes la hubiera tocado. Peter
sintió que las uñas de Lali se clavaban en sus hombros, oyó su gemido de
rendición y exigencia. La condujo al éxtasis con más cuidado del que nunca
había mostrado con una mujer. Y de pronto se sintió liberado.
Continuará…
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Vamos que podemos acabarla hoy!! :D
+ 20 firmasssssssss!
fgoiwrgth SIGUEEEEEEEEEE
ResponderEliminarMAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS MAS
ResponderEliminarME ENCANTA
tus novelas son lo mas
ResponderEliminaresta me gunto DEMASIADO
porfa otro cap y hoy la acabamos :D
ay Dios
ResponderEliminarquiero mas
me volvi adicta a tu nove
subiiiii mas ya quiero otrooo
ResponderEliminarmas mas mas mas
ResponderEliminarMAS MAS MAS MAS♥
ResponderEliminarotro
ResponderEliminarME ENCANTA TU NOVE
ResponderEliminarPOR DIOS ES UNA ADICCION
MAS MAS MAS MAS
Lamento escribir hasta ahora
ResponderEliminarpero estaba descansando jajajaja
muchas gracias por esta maraton
ojala la podamos acabar hoy :D
PD: Gracias por las intros :D
Mas por favor .....
ResponderEliminarmasssssssssssss noveeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarme encanta lali
me gusta mucho la nove
ResponderEliminarsubi otro
Ay dios chicas lleguen rapido jajaj
ResponderEliminarya quiero otro !!!!!
danii sos una GENIA!!!!
mas novee!
ResponderEliminarquiero otro!
ResponderEliminarMas mas mas mas
ResponderEliminarayyyy mas cap
ResponderEliminaresta genial
mas mas :D
ResponderEliminarmas nove ! quiero otro cap ya!
ResponderEliminarMe encantó :)
ResponderEliminarwouu q cap!
ResponderEliminarmass noveee
Lali d a poquito se ha metido en la piel ,la mente,y el corazon d Peter.
ResponderEliminarAMO esos momentos donde se demuestran lo mucho qe les importa el otro =$ ♥ me encantooooooo!!!! qe tierno Peter como se preocupo por ella aunqe no lo quiera admitir :P jajajaja me mori con la parte donde le habla en el oido de lo qe le qeria hacer :O jajaja buenisisimo :D ♥
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