Peter pensó en tirar todo lo que había escrito esa
mañana. Eso era lo que hacía la gente sensata con la basura.
No recordaba la última vez que su trabajo se había
embarrancado de aquel modo. Era como labrar palabras en granito: una labor
lenta y agotadora cuyo resultado final no era nunca perfectamente claro ni
preciso. Sudaba, le dolían los músculos y los ojos, y apenas avanzaba. Ese día
había dedicado diez horas al guión, y quizá solo la mitad de ellas con plena
concentración. Se sentía desenfocado. Era exasperante.
Y todo por culpa de Lali.
¿Qué demonios iba a hacer al respecto? Peter se pasó las
manos por la cara con cansancio. Nunca había conocido a una mujer a la que no
hubiera podido arrojar de su mente durante largos periodos de tiempo; ni
siquiera a Candela en el apogeo de su desastroso matrimonio. Pero Lali...
Profiriendo una leve exclamación de fastidio, Peter se apartó de la máquina de
escribir. Lali estaba rompiendo todas las normas. Sus normas, las que él mismo
había forjado para sobrevivir.
Y lo peor era que solo deseaba estar con ella. Ver su
sonrisa, oír su risa, escucharle hablar de cualquier cosa, por absurda que
fuera. Lo menos llevadero de todo ello era el deseo que se agitaba
continuamente bajo la superficie de sus pensamientos. Peter poseía el infausto
don de la imaginación de un escritor. No tenía que hacer esfuerzo alguno para
sentir cómo ardería la piel de Lali bajo sus manos, cómo daría y tomaría ella
su boca. Y no le costaba ningún trabajo imaginar cómo le complicaría la
existencia.
Dado que iban a trabajar juntos, lo mejor sería mantener
las cosas dentro de unos cauces razonables. Hacer el amor con ella le parecía
inevitable. Tan inevitable que Peter sabía que tendría que afrontar
inexorablemente las consecuencias. Pero, por ahora, con la casa en silencio a
su alrededor y la cabeza llena de imágenes de Lali, solo podía pensar en
poseerla. Por todo había que pagar un precio. ¿Acaso no lo sabía él mejor que
nadie?
Bajando la mirada hacia su trabajo, pensó que ya había
empezado a pagarlo. Su obra se estaba resintiendo porque no lograba mantener la
concentración. Su ritmo, normalmente fluido, se había vuelto errático y
fragmentado. A lo que acababa de escribir le faltaba el impecable lustre de su
estilo.
Se sorprendía demasiado a menudo mirando al infinito, lo
cual no era raro en un escritor. Pero no eran sus personajes los que ocupaban
su imaginación. Con frecuencia se levantaba antes del amanecer, tras una larga
noche sin reposo. Sin embargo, no era la trama de su nueva obra lo que le
impedía conciliar el sueño.
Era Lali.
Pensaba demasiado en ella, y con excesiva fijación como
para sentirse tranquilo. Y él protegía su tranquilidad como si fuera un tesoro.
Su trabajo siempre había sido de vital importancia para él. Quería que así
siguiera siendo. Sin embargo, estaba permitiendo que alguien interfiera en su
camino. ¿Permitiendo? Peter sacudió la cabeza mientras encendía un cigarrillo.
Él era un hombre de palabras, de matices de significado, y sabía que esa no era
la expresión adecuada. Él no le había franqueado a Lali el paso hacia su
imaginación. Ella la había invadido sin su permiso.
El humo le raspaba la garganta. Demasiados cigarrillos,
pensó dando otra calada. Demasiados días y noches inacabables. Estaba forzando
la máquina, y de vez en cuando se preguntaba por qué. No se trataba de una
cuestión de ambición, si por ambición se entendía la búsqueda de fama y dinero.
La fama en sí misma no le interesaba, Y el dinero nunca había sido su principal
motivación. Quizá siempre había buscado, en cambio, el éxito, y por ello había
insistido en la calidad de todo lo que se relacionaba con su nombre. Pero era
más bien una cuestión de obsesión eso había sido para él la escritura desde la
primera vez que puso pluma sobre papel. Y, cuando uno tenía una obsesión, era
fácil tener dos. Peter miró fijamente la página a medio escribir y pensó en
Lali.
El timbre sonó dos veces antes de que se levantara a
abrir. Si su trabajo hubiera fluido como debía, habría ignorado por completo la
llamada.
Pero las interrupciones, pensó con desgana mientras se
alejaba del escritorio, a veces tenían sus ventajas.
-Hola -Lali le sonrió sin sacar las manos de los
bolsillos. Era el único modo que tenía de impedir que se entrelazaran-. Sé que
debería haber llamado, pero estaba paseando y pensé que tal vez, con un poco de
suerte, no estarías escribiendo una escena culminante.
«Estás parloteando», se dijo, y cerró las manos.
-Peter: Hace horas que no escribo una escena culminante
-la observó un momento, dándose cuenta de que, bajo su sonrisa y su voz
animada, había sufrimiento. Una semana antes, quizás unos días antes, la habría
despachado con cualquier excusa- Entra.
-Lali: Debo de haberte pillado en un buen momento
-comentó cruzando el umbral-. Si no, te habrías puesto a gruñirme. ¿Estabas
trabajando?
-Peter: No, ya lo había dejado.
Ella parecía a punto de estallar, pensó Peter.
Su naturalidad, sus comentarios joviales, no lograban
enmascarar su evidente tristeza. Se le notaba en los ojos, en los gestos. Una
mirada rápida bastó para que Peter advirtiera que tenía los puños apretados.
¿Tensión? Peter deseó tocarla, tranquilizarla, y tuvo que recordarse que no
debía meterse en los problemas de nadie.
-Peter: ¿Quieres una copa?
-Lali: No... Sí -se corrigió ella. Tal vez una copa la
calmaría más que el paseo de dos horas que había dado- Lo que tengas a mano.
Hace un día precioso -se acercó a la ventana y de pronto recordó que había
hecho lo mismo en el despacho de Bigby. Se volvió, dándole la espalda a la
vista- Hace calor. Hay flores por todas partes. ¿Has salido?
-Peter: No -él le dio un vermú seco sin ofrecerle una
silla. Sabía que, en aquel estado de ánimo, ella no podría estarse quieta.
-Lali: Pues no deberías perdértelo. Los días perfectos
son muy raros- bebió y aguardó a que sus músculos se distendieran-. Yo iba a
dar un paseo por el parque y de pronto me encontré aquí.
Él esperó un momento mientras ella miraba su vaso.
-Peter: ¿Por qué?
Lali levantó lentamente los ojos.
-Lali: Necesitaba estar con alguien... y se me ocurrió
venir aquí. ¿Te molesta?
Debía molestarle. Dios sabía que deseaba que así fuera.
-Peter: No -sin pensarlo, dio un paso adelante-. ¿Quieres
hablar de ello?
-Lali: Sí -aquella palabra emergió como un suspiro- Pero
no puedo -dándose la vuelta, dejó el vaso. No iba a tranquilizarse. ¿Por qué había
creído que podría hacerlo?- Peter, yo rara vez siento que no puedo manejar una
situación, o me encuentro tan asustada que huir me parece la mejor solución.
Pero, cuando ocurre, necesito apoyarme en alguien.
Peter comenzó a acariciarle el pelo y le volvió la cara
hacia él antes de poder sopesar los pros y los contras de sus actos. La abrazó
antes de que ninguno de los dos pudiera sorprenderse de la sencillez de aquel
gesto.
Lali se aferró a él notando que una sensación de alivio
la invadía. Peter era fuerte. Tan fuerte que aceptaba la fortaleza de Lali y
comprendía sus momentos de debilidad. Ella necesitaba ese apoyo básico sin
preguntas ni exigencias. El pecho de él era duro y firme. Sus manos se
deslizaban suavemente por la espalda de Lali. Peter no dijo nada.
Por primera vez desde hacía horas, Lali sintió que
recobraba el equilibrio. La bondad ajena le daba esperanzas. Ella siempre había
podido sobrevivir alimentándose solo de eso.
«¿Qué le preocupa?», se preguntaba Peter. Podía sentir el
miedo de Lali por el modo en que sus manos se aferraban a él. Incluso cuando
advirtió que empezaba a relajarse recordó el modo frenético en que se había
agarrado a él al principio. ¿Su trabajo?, pensó. ¿O algo más personal? En
cualquier caso, nada tenía que ver con él. Y, sin embargo, al percibir su
fragilidad, sintió que aquello lo incumbía.
Tenía que apartarse. Rozó el pelo de Lali con un beso y
aspiró su perfume. No podía bajar las barreras defensivas. Sus labios se
desplazaron suavemente por la piel de Lali.
-Peter: Quiero ayudarte -las palabras atravesaron
velozmente su cabeza y emergieron antes de que se diera cuenta de ello.
Lali lo abrazó con fuerza. Aquella frase significaba más,
infinitamente más, que un «te quiero». Sin saberlo, Peter acababa de darle
cuanto necesitaba.
-Lali: Ya lo has hecho -ella echó la cabeza hacia atrás
para mirarlo a la cara- Lo estás haciendo en este momento.
Alzando una mano, ella pasó los dedos sobre su cara de
huesos largos y firmes, sobre la piel tersa que la barba que empezaba a
crecerle hacía más áspera. El amor la sacudía con tanta fuerza que le resultaba
imposible ignorarlo. Necesitaba compartirlo, si no verbalmente, al menos sí con
el contacto.
Acortó lenta y suavemente la distancia que los separaba y
le rozó los labios. Bajó los párpados, pero por entre las pestañas vio que él
la estaba mirando fijamente a los ojos. La intensidad de su mirada no parecía
haberse alterado. Lali comprendió que estaba sopesando su estado de ánimo y
poniéndolo aprueba.
Fue él quien cambió de ángulo sin aumentar la presión.
Jugó suavemente con la boca de Lali, lamiendo su terso labio inferior, trazando
su forma con la punta de la lengua hasta que el cosquilleo que ella sentía en
el estómago se difundió por su pecho. Peter necesitaba empaparse de su
feminidad, de su individualidad. Quería conocerla físicamente, necesitaba
comprender las sutilezas de su mente. Sintiendo que su cuerpo se entregaba y que
su espíritu se rendía, Lali se preguntó por qué no gritaba el amor que sentía.
A Peter le asombró la emoción que emanaba de ella. Nunca
había abrazado a una mujer capaz de un sentimiento semejante, ni a ninguna que,
al poseerlo, lo exigiera también a cambio. No se trataba simplemente de una
reacción física. Peter lo sabía, pese a que su juicio empezaba a naufragar.
Quería ofrecerle algo a Lali. Y, aunque quisiera, sabía que no podía. Solo los
necios asumían riesgos excesivos, y él no podía permitirse comportarse como un
necio por segunda vez. Sin embargo, podía demostrarle compasión. Aunque no
pudiera ofrecerle nada más podía concederle unas pocas horas de consuelo, fuera
lo que fuese lo que la angustiaba. Deslizó las manos por los brazos de Lali por
el puro placer de hacerlo.
-Peter: ¿De veras hace tan buen día? -preguntó.
Lali sonrió. Sus dedos permanecían aún sobre la cara de Peter,
sus labios, a solos unos centímetros de los de él.
-Lali: Un día espectacular.
-Peter: Entonces, salgamos -se detuvo el tiempo justo
para darle la mano antes de dirigirse a la puerta.
-Lali: Gracias -apoyó un instante la cabeza en su hombro
en una sencilla muestra de afecto a la que Peter no estaba acostumbrado. Eso
hizo que se sintiera bien y, al mismo tiempo, lo inquietó.
-Peter: ¿Por qué?
-Lali: Por no hacerme preguntas -entró en el ascensor, se
apoyó en la pared y suspiró.
-Peter: Por lo general, procuro no meterme en las vidas
ajenas.
-Lali: ¿Ah, sí? -ella abrió los ojos y sonrió- Yo no. Soy
una cotilla incorregible, como casi todo el mundo. A todos nos gusta ver dentro
de los demás. Tú simplemente lo haces con más sutileza que la mayoría.
Peter se encogió de hombros mientras el ascensor llegaba
al vestíbulo.
-Peter: No es nada personal. Siendo escritor, puedo
observar, diseccionar y robar los pensamientos y las emociones de los demás sin
tener que involucrarme en sus vidas hasta el punto de verme obligado a darles
consejo u ofrecerles consuelo, o incluso mostrarles compasión.
-Lali: Eres, demasiado duro contigo mismo, Peter
-murmuró- Demasiado duro.
Él frunció el ceño, sorprendido. Le habían acusado de
muchas cosas, pero nunca de aquello.
-Peter: Soy realista.
-Lali: En cierto modo sí. Pero, en otros aspectos, eres
un soñador. Todos los escritores son soñadores en cierto modo, del mismo modo
que lo son en cierta forma los actores y los niños. No tiene nada que ver con
la astucia, ni con el pragmatismo, ni con la inteligencia. Es algo que va con
el oficio -salió a la calle caldeada por el sol-. A mí me gusta ser una niña, y
a ti te gusta ser un soñador. Solo que no quieres admitido.
Peter pensó que debía sentirse molesto y que, sin
embargo, se sentía complacido.
-Peter: Pareces creer que me conoces muy bien.
-Lali: No, pero creo haber arañado ligeramente la
superficie -le lanzó una mirada maliciosa-. Y tienes una superficie muy dura.
-Peter: Tú, en cambio, la tienes muy delicada -de pronto
tomó la cara de Lali con una mano y la observó detenidamente. Sus dedos eran
firmes, como si esperara resistencia- O eso parece -¿cómo podía estar seguro?,
se preguntaba. ¿Cómo podía alguien estar seguro de otra persona?
Lali no pareció inquietarse.
-Lali: Debajo hay un poco más que no se ve a simple
vista.
-Peter: Tal vez por eso seas tan buena actriz -pensó él
en voz alta-. Absorbes fácilmente a tus personajes. ¿Cuánto hay de ti y cuánto
de tu papel?
Cuando Peter bajó la mano, Lali comprendió que aún no
estaba preparado para confiar en ella.
-Lali: No puedo contestar a esa pregunta. Quizá cuando
acabe la película, puedas contestarla tú mismo.
Él inclinó la cabeza, asintiendo. Era una buena
respuesta, quizá la mejor posible.
-Peter: Querías dar un paseo por el parque.
Lali lo agarró del brazo cálidamente.
-Lali: Sí. Te invito a un helado.
Peter giró la cabeza mientras paseaban.
-Peter: ¿De qué sabor?
-Lali: De cualquiera, menos de vainilla –dijo alegremente-
La vainilla es demasiado insípida para un día como hoy.
Tenía razón, decidió Peter. Hacía un día espectacular. La
hierba era verde, las flores vívidas y pujantes. Podían olerse todos los aromas
del parque. Peter sabía que Lali elegiría el sol. Y mientras caminaba a su lado
se preguntaba por qué hacía tanto tiempo que él no buscaba su calor.
Mientras se comía un helado cubierto de chocolate y
nueces, Lali pensaba en Chris. Sin embargo, la angustia había desaparecido.
Solo le había hecho falta apoyarse, en alguien un momento, absorber el vigor
emocional de otra persona, para recuperar la fe. Sentía la cabeza despejada de
nuevo y le parecía que sus nervios habían desaparecido. Riendo, se arrojó en
brazos de Peter y lo besó con vehemencia.
-Lali: Es el helado, que se me sube a la cabeza -todavía
se reía cuando se montó en un columpio- Y el sol -se echó hacia atrás e impulsó
los pies hacia delante para balancearse. Su pelo casi rozaba el suelo. Era
exquisitamente pálido a la luz oblicua del sol, al caer hacia atrás, dejaba su
rostro despejado y radiante. Su tez se coloreó ligeramente cuando se impulsó de
nuevo y se dejó mecer por el columpio.
-Peter: Pareces una experta -se apoyó contra el palo del
balancín mientras ella extendía las piernas.
-Lali: Lo soy. ¿Me acompañas?
-Peter: Prefiero mirar.
-Lali: Esa es una de las cosas que más me gustan de ti -volvió
a extender las piernas para ganar altura y disfrutó de la sensación que el
balanceo le produjo en el estómago-. ¿Cuándo fue la última vez que te montaste
en un columpio?
Un recuerdo afloró a la mente de Peter: se vio a sí mismo
con cinco o seis años, con su niñera de impecable uniforme y cara redondeada.
Ella le empujaba en un balancín y él gritaba alegremente y le pedía que lo
impulsara más y más alto. En aquel momento, para él no había nada más en la
vida que aquel excitante movimiento pendular. De pronto, Peter comprendió
porqué decía Lali que le gustaba ser una niña.
-Peter: Hace un siglo -murmuró él.
-Lali: Demasiado tiempo -rozando el suelo con los pies,
ralentizó el balanceo- Móntate conmigo -se apartó el pelo de los ojos y sonrió
al ver la expresión de perplejidad de Peter- Puedes ponerte de pie, con un pie
a cada lado mío. El columpio aguantará... si aguantas tú –añadió con un tono de
desafío que hizo que él frunciera el ceño.
-Peter: ¿Estás desafiando a un Lanzani?
La sonrisa de Lali se hizo más amplia.
-Lali: Sí.
Se estaba riendo de él otra vez y, a pesar de que lo
sabía, Peter mordió el anzuelo.
-Peter: Eso parece -se acercó a ella por detrás y agarró
la cadena con ambas manos-. ¿A qué altura quieres llegar?
Lali echó la cabeza hacia atrás y le sonrió.
-Lali: Lo más alto que podamos.
-Peter: Bueno, pero luego no te quejes -le advirtió mientras
empezaba a empujarla.
-Lali: ¡Ja! -se echó hacia atrás el pelo y se agarró con
fuerza-. Eso ni lo sueñes, Lanzani.
Lali sintió que saltaba temerariamente al columpio y de
pronto empezaron a volar. Ella se impulsó con el cuerpo hasta que el ritmo del
balanceo se hizo regular. El Cielo oscilaba sobre ella, azul y espolvoreado de
nubes. La tierra se mecía, marrón y verde. Lali apoyó la cabeza en el muslo de Peter
y se dejó llevar por aquellas sensaciones.
Olía a hierba pisoteada y bañada por el sol y a tierra
seca. Risas de niños, arrullos de palomas, tráfico... Lali oía cada sonido
diferenciado y mezclado con los otros. El aire dulce y ligero sabía a
primavera. La imagen de una sandía cruzó su cabeza. Sí, en eso pensaba mientras
la brisa le rozaba las mejillas. Pero sobre todo era Peter quien jugaba con sus
sentidos. Era él a quien sentía firmemente a sus espaldas, y su respiración la
que oía bajo todos los demás sonidos. Notaba su olor fresco, a jabón y a tabaco.
Lali solo tenía que girar levemente la cabeza para ver sus manos firmes y
capaces alrededor de la cadena del columpio. Cerró los ojos y absorbió todas
aquellas impresiones. Era como volver a casa. Satisfecha, deslizó sus manos más
arriba por la cadena hasta rozar las de él. Con el fresco contacto de su carne
le bastaba.
Peter había olvidado lo que se sentía al hacer algo sin
razón alguna. Y, al olvidarlo, había olvidado la pureza del placer. Ahora la
sentía sin las justificaciones intelectuales con las que a menudo se refrenaba.
Comprendiendo que la espontaneidad implicaba vulnerabilidad, se la había prohibido
a sí mismo sin paliativos. Solo en las raras ocasiones en que se hallaba
completamente solo, lejos de las responsabilidades y del trabajo, permitía que
su corazón y su espíritu navegaran a la deriva. En ese momento, con Lali,
experimentó de forma tan espontánea aquella sensación que apenas se dio cuenta
de ello. Olvidándose del riesgo que corría al relajarse disfrutó del balanceo
en el columpio.
-Lali: ¡Más alto! -gritó riendo casi sin aliento mientras
se inclinaba para darse impulso-. ¡Mucho más alto!
-Peter: Más alto y aterrizarás de cara.
La risa de Lali vibró en el aire.
-Lali: No, qué va. Yo siempre aterrizo de pie. ¡Más alto,
Peter!
Riéndose, Lali alzó la cabeza para mirarlo, y Peter se perdió
en ella, Lali poseía belleza, pero no la belleza fría y distante que él había
visto a través de las cámaras. Al mirada en aquel momento, no veía ningún
atisbo alguno de Rae, ni de Marianella. Allí solo estaba Lali. Por primera vez
desde hacía mucho tiempo, Peter sintió esperanza. Y eso lo asustó.
-Lali: ¡Más rápido! -gritó ella, sin darle tiempo a
detenerse a pensar en lo que estaba ocurriendo en su interior. Su risa era
contagiosa.
Se columpiaron hasta que a Peter le dolieron los brazos.
Cuando empezaban a detenerse, Lali se levantó de un salto y dejó a Peter
tambaleándose en el columpio.
-Lali: ¡Ah, qué maravilla! -sin dejar de reír, giró en
círculo con los brazos extendidos-. Ahora estoy muerta de hambre. Absolutamente
muerta de hambre.
-Peter: Acabas de comerte un helado -saltó del columpio y
de pronto se encontró sin aliento ya con el pulso acelerado.
-Lali: Eso no es nada -se acercó a él y juntó las manos
detrás de la cabeza de Peter-. Necesito un hot-dog con un montón de todo.
-Peter: Un hot-dog -pareciéndole que no había nada más
natural, Peter inclinó la cabeza y la besó. La boca de Lali era cálida. Sus
labios se curvaron-. ¿Tú sabes lo que le ponen a esas cosas?
-Lali: No, ni quiero saberlo. Quiero atiborrarme con toda
esa porquería deliciosa.
Peter bajó las manos por sus costados.
-Peter: Tú sí que eres deliciosa.
La sonrisa de ella se hizo más suave.
-Lali: Eso es lo más bonito que me has dicho nunca. Dame
otro beso ahora mismo, mientras todavía estoy volando.
Peter la atrajo hacia sí y saboreó sus labios. Se
preguntó fugazmente por qué aquel beso tierno lo conmovía tanto como la pasión
y, sin embargo, de modo tan distinto. La deseaba. Y, junto con su cuerpo,
deseaba también su energía, su brío, su alegría de vivir. Quería explorarla y
calibrarla y poner a prueba su autenticidad. Aún no estaba seguro de que
alguien en el mundo pudiera ser tan auténtico. Y, aun así, empezaba a creerlo.
Apartándola, observó sus pestañas que se abrían temblando
y sus labios que se curvaban. Pero recordó la sensación de pánico que había
advertido en ella al abrir la puerta de su apartamento, esa tarde.
-Peter: Un hot-dog -repitió él mientras pensaba cuánto
podría averiguar sobre ella y cuánto tiempo tardaría en hacerlo- Tú verás lo
que haces con tu estómago, pero en fin, te acompaño.
-Lali: Sabía que podía contar contigo, Peter -deslizó un
brazo alrededor de su cintura mientras caminaban-. Puede que me coma dos.
-Peter: ¿Tienen tendencias masoquistas en tu familia?
-Lali: No, solo glotonería. Háblame de la tuya.
-Peter: Yo no sufro de glotonería.
-Lali: De tu familia -dijo ella, riendo-. Deben de estar
muy orgullosos de ti.
Él alzó las cejas y una sonrisa fantasmal jugueteó en su
boca.
-Peter: Eso depende del punto de vista. Se suponía que,
siguiendo la tradición familiar, iba a convertirme en abogado. Así que durante
mucho tiempo he sido la oveja negra de la familia.
-Lali: ¿De veras? -ladeando la cabeza, ella lo observó
con renovado interés-. No me lo imagino. A mí siempre me han gustado las ovejas
negras.
-Peter: Me lo temía -dijo- Pero he de decirte que en los
últimos años he vuelto a ser admitido en el seno familiar.
-Lali: ¿Por el Pulitzer?
-Peter: El Oscar ayudó un poco -admitió- Pero el Pulitzer
tiene más predicamento entre los De Witt de Filadelfia.
Lali percibió el olor que despedía el puesto de los
perritos calientes y lo condujo hacia él.
-Lali: El año que viene añadirás un Emmy a tu lista.
Él sacó la cartera mientras Lali se inclinaba sobre el
puesto y aspiraba profundamente.
-Peter: Estás muy segura de ti misma.
-Lali: Es lo mejor. ¿Quieres uno?
Olía demasiado bien como para resistirse. ¿Cuándo había
comido por última vez? ¿Qué había comido? Peter apartó a un lado aquellos
pensamientos.
-Peter: Supongo que sí.
Lali sonrió y levantó dos dedos mirando al vendedor. .
-Lali: ¿Sabes, Peter? -dijo añadiéndole salsa barbacoa a
su perrito-. La rebelión era una obra
brillante, clara, impactante y con una caracterización exquisita, pero no era
tan entretenida como Martes de bruma.
Peter la miró dar el primer mordisco.
-Peter: Cuando escribo, no siempre pretendo entretener.
-Lali: No, ya lo sé -masticó pensativamente y aceptó el
refresco que Peter le ofrecía- Me refería solo a mis preferencias personales.
Por eso me dedico a esta profesión. Quiero que me entretengan y me gusta
entretener a los demás.
Peter le puso un discreto chorro de mostaza a su perrito
caliente.
-Peter: Por eso hasta ahora te habías conformado con las
teleseries.
Ella le lanzó una mirada mientras echaban de nuevo a
andar.
-Lali: No te pongas sarcástico. La cuestión es ofrecer un
entretenimiento de calidad. Si se me diera bien hacer malabarismos con platos o
montar en una bici de una sola rueda, lo haría.
Tras el primer mordisco, Peter se dio cuenta de que aquel
perrito caliente era lo mejor que había comido en una semana, o tal vez en
meses.
-Peter: Tienes mucho talento -le dijo, pero no advirtió
la sorpresa que fruncía el ceño de Lali ante aquel cumplido-. No entiendo por
qué no trabajas en películas importantes, o en el teatro. Las teleseries,
incluso las semanales, son agotadoras y rutinarias. Hacer un papel principal en
un programa que se emite cinco días a la semana tiene que ser por fuerza muy
estresante.
-Lali: Por eso precisamente lo hago -se lamió la mostaza
del dedo gordo-. Yo crecí aquí, en Manhattan. Llevo el estrés en la sangre.
¿Alguna vez has pensado por qué Los Ángeles y Nueva York están en puntos
opuestos del país?
-Peter: Por un afortunado accidente geográfico?
-Lali: Por el destino. En ambas ciudades, el negocio del
espectáculo es de vital importancia, pero no hay dos ciudades con ritmos más
distintos. Yo en California me volvería loca. No soporto su lentitud. Me gusta
hacer la serie por que supone un desafío cotidiano, porque me mantiene alerta
cotidianamente y cuando se presenta la ocasión oportuna, me gusta hacer cosas
como Un tranvía llamado deseo.
Pero... -se acabó su perrito con un suspiro- hacer la misma obra noche tras
noche se vuelve demasiado fácil. Uno se acomoda.
Él apuró su refresco de cola, un sabor que casi había
olvidado.
-Peter: Pero tú llevas haciendo el mismo papel cinco
años.
-Lali: No es lo mismo -ella masticó un cubito de hielo y
disfrutó de su frescor-. Las teleseries están llenas de sorpresas. Nunca se
sabe qué giro van a introducir los guionistas para subir los índices de
audiencia, o qué nueva línea argumental van a desarrollar- esquivó a una mujer
mayor que paseaba a un caniche-. Ahora, Marianella se enfrenta al fracaso de su
matrimonio y a la traición de su marido, a la posibilidad de un aborto y a la
de retomar un antiguo romance. No es nada aburrido. Y, aunque esto es alto
secreto, te diré que va a colaborar con la policía en la identificación del
Destripador de Trader's Bend.
-Peter: ¿De quién?
-Lali: Es como si fuera el hijo de Jack el Destripador
-dijo ella suavemente- Nicolás, su antiguo amor, es el principal sospechoso.
-Peter: ¿No te parece inverosímil que tantos dramas
sucedan en un pueblo y entre cuatro o cinco familias emparentadas entre ellas?
Ella se detuvo y lo miró fijamente.
-Lali: Eso es lo único que hace falta para salir adelante
en este negocio. Creer que todo puede o podría ocurrir. Lo único que se
necesita es cierta plausibilidad. Como escritor, tú deberías saberlo.
-Peter: Sí, tal vez. Pero yo siempre me he inclinado más
hacia el realismo.
-Lali: Si a ti te da resultado... -dijo ella encogiéndose
de hombros-. Pero a veces es más fácil creer en el azar, o en la magia, o en la
simple suerte. La realidad pura y dura, sin ninguna desviación, es un camino
muy arduo.
-Peter: Yo conozco unas cuantas desviaciones -murmuró él.
Entonces se le ocurrió que Lali Espósito ya lo había sacado del camino
pavimentado al que se había ceñido durante años. Empezó a preguntarse adónde
los llevaría el sinuoso sendero que había marcado aquella mujer.
Perdido en sus pensamientos, no advirtió que se hallaban
frente a su edificio hasta que ella se detuvo. Su trabajo, su intimidad, su
soledad lo esperaban. Pero no quería ninguna de aquellas cosas.
-Peter: Sube conmigo.
La petición era simple; su significado, claro. Y el deseo
de Lali, inmenso. Sacudiendo la cabeza, ella se apartó el pelo que le había
caído sobre la frente.
-Lali: No, es mejor que no.
Peter la tomó de la mano antes de que Lali pudiera
dejarla caer.
-Peter: ¿Por qué? Yo te deseo... y tú también a mí.
«Ojalá fuera tan sencillo», pensó ella sintiendo que el
deseo de amar a Peter se hacía más y más fuerte. Pero sabía instintivamente
que, una vez empezado, aquello no sería fácil para ninguno de los dos. Él tenía
demasiados recelos, ella demasiadas debilidades.
-Lali: Sí, te deseo -observó el cambio en la mirada de Peter
y comprendió que le sería mucho más fácil alejarse que quedarse con él- Y, si
subo, haremos el amor. Ninguno de los dos está preparado para eso, Peter.
-Peter: Si se trata de un juego para hacer que te desee
más, te aseguro que no es necesario.
Ella apartó la mano y se mantuvo firme.
-Lali: Me gustan los juegos -dijo suavemente- Y se me dan
bastante bien. Pero no los de esta clase.
Él sacó un cigarrillo y lo encendió.
-Peter: Yo no tengo paciencia para ese rollo del vino y
las velas, Lali.
Peter advirtió su mirada de sorna y deseó maldecirle.
-Lali: Es una suerte que a mí no me haga ninguna falta
-poniéndole las manos sobre los hombros, se inclinó hacia delante y lo besó-
Piensa en mí -dijo y, dándose la vuelta, se alejó rápidamente.
Mientras la miraba marchar, Peter comprendió que no
podría pensar en otra cosa.
Continuará…
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si puedo más tarde les subo más!! :D
MAÑANA MARATÓN!!!
faltan cinco caps para terminar la nove!...
que tenga un lindo finde!
NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE
ResponderEliminarAmo a lali, es una genia!!
ResponderEliminarNOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE
ResponderEliminarBuenisimo :)
ResponderEliminarMe encantaaaaaaaaaaaaaa!! Quiero maaaaaaaaaaaas!!
ResponderEliminarME ENCANTO EL CAP..... QUIEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS NOVEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!
ResponderEliminarBESOS Q ESTES BIEN...!!!!
Me encanta!! Mas nove!!!
ResponderEliminarFresy07
me encantò la maraton
ResponderEliminarquiero maaaaaaaaaaaas
Mas Noveee
ResponderEliminar@sarapinyana
Lo desconcierta minuto a minuto,es una genia!
ResponderEliminarnove
ResponderEliminarjaja me encanta que peter puede decir cosas hermosas y luego resulta con otras que nada que ver :P jajaj y si tienes razon aunque son 13 cap estan muy largos :P
ResponderEliminarNOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE NOVE
ResponderEliminarhayy me fascina esta novela esta escrita demasiado bien!! te felicitooo me tiene super enganchada
ResponderEliminarmasss noveee ♥♥♥
Me fascino el cap!
ResponderEliminarPetyer esta volviendo a descubrir,lo k es vivir la vida.
ResponderEliminar-Lali: Eso no es nada -se acercó a él y juntó las manos detrás de la cabeza de Peter-. Necesito un hot-dog con un montón de todo.
ResponderEliminar-Peter: Un hot-dog -pareciéndole que no había nada más natural, Peter inclinó la cabeza y la besó. La boca de Lali era cálida. Sus labios se curvaron-. ¿Tú sabes lo que le ponen a esas cosas?
-Lali: No, ni quiero saberlo. Quiero atiborrarme con toda esa porquería deliciosa.
Peter bajó las manos por sus costados.
-Peter: Tú sí que eres deliciosa.
La sonrisa de ella se hizo más suave.
-Lali: Eso es lo más bonito que me has dicho nunca. Dame otro beso ahora mismo, mientras todavía estoy volando.
MI PARTE FAVORITA ME ENCANTO!!!!!! ASI LO QIERO TODO TIERNO QE ME DEN GANAS DE TENER UNO A MI :P AAJAJAJ :) GRACIASPO R ESTA NOVE ESTA BUENISISMA =$ <3