-Lali: No, Chris, si comes más algodón de azúcar, se te
caerán los dientes. Y entonces... -alzó a su sobrino en brazos y lo apretó con
fuerza -entonces solo podrás comer puré de espinacas.
-Chris: Palomitas -pidió él, sonriéndole.
-Lali: Pero ¿es que tu tripita no tiene fondo? -le besó
en el cuello y dejó que el amor se apoderara de ella.
«Hasta huele como su padre», pensaba, preguntándose si
era posible heredar un olor. Sin dejar de abrazarlo, con sus piernecitas
enroscadas a la cintura, observó el rostro de Chris.
Era casi como mirar un espejo. Lali solo se llevaba diez
meses con su hermano Jeremy. Chris tenía el pelo rubio y lacio, los ojos azul
claro y una cara que prometía ser fina y elegante cuando perdiera su redondez
infantil. En ese momento, estaba pegajosa y llena de rosas manchas de azúcar.
Lali lo besó con firmeza y sintió su dulzura.
-Lali: Mmmm; qué rico -musitó, besándolo de nuevo
mientras él reía.
-Chris: ¿Y tus dientes?
Ella enarcó una ceja y cambió el peso del cuerpo de un
pie a otro, buscando una postura más cómoda.
-Lali: Si es de segunda mano, no vale.
Él le lanzó una sonrisa pícara.
-Chris: ¿Y eso?
-Lali: Es un hecho científico -afirmó- Seguramente el
azúcar se evapora después de permanecer sobre la piel expuesto al sol.
-Chris: Te lo estás inventando -le dijo él alegremente.
Reprimiendo una sonrisa, ella se echó la larga trenza a
la espalda.
-Lali: ¿Quién? ¿Yo?
-Chris: Tú siempre te estás inventando cosas.
-Lali: Ese es mi trabajo -contestó ella-. Vamos a ver los
osos.
-Chris: Ojalá sean muy grandes -dijo mientras lo bajaba
al suelo- Grandísimos.
-Lali: Me han dicho que son enormes, -dijo ella- A lo
mejor son tan grandes que se salen de las jaulas.
-Chris: ¿Sí? -sus ojos se iluminaron ante la idea.
Lali casi podía verlo recreando aquella imagen en su
cabeza. La fuga de los osos, el pánico y los gritos de la multitud, y luego su
heroísmo al meter de nuevo entre rejas a los enormes animales. Y, después,
naturalmente, su humildad al aceptar la gratitud de los guardianes del zoo.
-Chris: ¡Vamos!
Lali dejó que Chris tirara de ella, zigzagueando entre el
gentío que había ido a pasar el día al zoo del Bronx. Eso podía
proporcionárselo, pensó Lali. La diversión, la alegría de la niñez. Era una
etapa tan breve, tan concentrada... De adulto se vivían muchos años entre
obligaciones, responsabilidades, preocupaciones y horarios. Ella quería darle
libertad a Chris, mostrarle los límites que podía saltarse y los que debía
respetar. Pero, ante todo, quería darle su amor.
Amaba al niño y lo quería con ella, no solo porque le
recordaba a su hermano, sino por sí mismo, por su modo de ser y su extraña
estabilidad. A pesar de que la vida de Lali se guiaba por una rutina
desordenada que poco tenía de monótona, y aun cuando disfrutaba yendo y
viniendo según sus impulsos momentáneos, Lali siempre había necesitado
estabilidad, alguien a quien cuidar, a quien nutrir, a quien devolverle una
parte de la gratitud que sentía. No había nada como un niño, con su inocencia y
su falta de inhibiciones, para dar y recibir amor. Incluso en ese momento,
mientras corría, reía y señalaba las cosas, fascinado por el día y los
animales, Chris la llenaba de energía.
Si hubiera creído que Chris era feliz viviendo con sus
abuelos, lo habría aceptado. Pero sabía que los Anderson estaban sofocando la
singularidad del niño. No eran malas personas, pensó, pero sí de miras
estrechas. A un niño había que educarlo siguiendo normas fijas, y no había más
que hablar. Un niño era una responsabilidad solemne. Lali comprendía el sentido
del deber de los Anderson, pero para ella la educación de Chris era ante todo
un placer. Ellos educarían al niño para que fuera responsable, educado e
instruido. Y se olvidarían por completo de su singularidad.
Tal vez todo hubiera sido más fácil si los abuelos de Chris
no hubieran desaprobado tan rotundamente al hermano de Lali, o si Chris no
hubiera sido concebido por pasión y despecho juvenil... y fuera del matrimonio.
Pero ni el matrimonio, ni el nacimiento de Chris habían disipado la tensión,
como no lo había hecho el trágico accidente que había segado la vida del
hermano de Lali y de su joven mujer. Al mirar al niño, los abuelos de Chris
recordaban que su hija se había casado sin su aprobación y había muerto.
En cambio Lali, al mirarlo, veía la vida en su plenitud.
«Me necesita», se dijo, revolviéndole el pelo mientras el
niño miraba con ojos asombrados a un oso que se bamboleaba lentamente. Aunque
no hubiera estado en juego su corazón, era incapaz de rehusarse a prestar ayuda
cuando alguien la necesitaba. Con Chris había perdido el corazón nada más verlo,
enrojecido y esmirriado, tras la pared de cristal de un hospital. También sabía
que ella lo necesitaba a él. Necesitaba depositar en alguien el amor que
sentía. Entonces pensó en Peter.
Él también la necesitaba, pensó esbozando una sonrisa.
Aunque aún no lo supiera. Un hombre así necesitaba la tranquilidad y el buen
humor que proporcionaba el amor. Y ella quería darle ambas cosas.
¿Por qué? Apoyándose en la barrera, Lali sacudió la
cabeza. No tenía ningún motivo sólido, y eso bastaba para convencerla de que
tenía razón. A menudo, cuando se podía diseccionar metódicamente un problema,
solo se encontraban respuestas equivocadas. Ella confiaba en su instinto y en
sus emociones mucho más que en su intelecto. Ella amaba de improvisto, ciega y
completamente. Al pensar en ello, comprendió que nunca había esperado que fuera
de otro modo.
Si le confesaba su amor, Peter pensaría que mentía o que
estaba loca. Y Lali no podría reprochárselo. No sería fácil ganarse la
confianza de un hombre tan receloso y cínico como Peter Lanzani. Sonriendo,
Lali se comió un puñado de palomitas de Chris. A fin de cuentas, los desafíos
eran lo que daba color a la vida. Y, aunque Peter no se diera cuenta, ella
pensaba pintar de colores la suya.
-Chris: ¿De qué te reís, Lali?
Ella miró a Chris y, sin dejar de sonreír, lo tomó en
brazos. El niño se echó a reír como hacía siempre que Lali le demostraba su
afecto con aquella urgencia.
-Lali: Me río porque soy feliz. ¿Tú no? Hoy es un día
precioso.
-Chris: Yo siempre soy feliz contigo -él se abrazó con
fuerza a su cuello- ¿No puedo quedarme contigo? ¿No puedo vivir en tu casa?
Ella escondió la cara en la curva del hombro de Chris,
sabiendo que no podía decirle que estaba intentando con todas sus fuerzas
concederle aquel deseo.
-Lali: Hoy podemos estar juntos -dijo- Todo el día.
Sosteniéndolo en brazos, podía sentir el olor de su jabón
y de su champú, el olor de las palomitas y el aroma punzante y ardoroso del
sol. Rió de nuevo y dejó a su sobrino en el suelo.
-Lali: Vamos a ver las serpientes. Quiero que las veas deslizarse.
--
Peter no comprendía por qué la imagen de Lali seguía
asaltando su recuerdo. Deseaba arrumbar aquella imagen a un rincón de su
cerebro y mantenerla allí mientras estuviera trabajando. Pero no podía.
Le habría sido más fácil aceptarlo si hubiera podido pensar
en Lali simplemente como la actriz que iba a encarnar a Rae. Podría haber
racionalizado aquella obsesión si hubiera sido de carácter profesional. Pero
seguía viendo a Lali en la cúspide de Nueva York, con el pelo al viento y los
ojos exultantes. Aquella mujer no tenía nada en común con Rae.
También la recordaba el día que había ido a su
apartamento. Fresca, vital, derramando energía y honestidad. Recordaba su
expresión dolida cuando se había mostrado deliberadamente ofensivo, y la
culpabilidad que había sentido, una sensación que había jurado desterrar para
siempre de sí. Apenas conocía a Lali y, sin embargo, aquella mujer estaba
extrayendo de él sentimientos que se había prometido olvidar de una vez por
todas. Peter era lo bastante perspicaz como para saber que Lali podía sacar de
él mucho más. Por esa razón había decidido interponer entre ambos una distancia
prudente y profesional.
Sin embargo, mientras observaba a Lali hablando con Mariano
antes de la prueba, no lograba concentrarse. ¿Sería acaso porque Lali era bella
y él siempre había sido susceptible a la belleza? ¿O sería quizá porque era tan
singular que siempre lograba atrapar su atención? Como escritor, sentía una
irremediable fascinación por lo raro. Sin embargo, y pese al hecho de que a
veces se comportaba a medio camino entre una cíngara y una adolescente, Peter
había creído percibir en ella una estabilidad absoluta. Ya le había preguntado
quién era, pero no se daba por satisfecho con la respuesta.
Quizá, solo quizá, pudiera averiguarlo por sí mismo.
-Hacen buena pareja -murmuró Marshell a su lado.
Sin apartar los ojos de Lali, Peter profirió un sonido
que podía haber sido de aprobación o de desinterés. Si no recordara tan bien la
primera prueba de Lali, habría jurado que cometía un error al considerarla para
el papel. Su sonrisa era demasiado franca, sus gestos demasiados espontáneos. Peter
se sintió desconcertado al darse cuenta de que Lali lo ponía nervioso.
Deseo. Sí, sentía deseo. Peter sopesó aquella sensación.
Era fuerte, vigorosa y apremiante. Naturalmente, Lali era una mujer a la que
cualquier hombre desearía. A él no le inquietaba el deseo, ni siquiera el
interés que sentía por ella, sino la insidiosa sensación de que se le estaba
escapando algo sin darse cuenta y contra su voluntad.
Sacó un cigarrillo y la observó a través del humo
azulado. Como escritor y como hombre, merecía la pena ver cuántas máscaras
podía ponerse Lali y con cuánta facilidad. Se sentó al borde de la mesa de
Marshell.
-Peter: Vamos a empezar.
Al oír su orden, Lali giró la cabeza y se encontró con la
mirada de Peter. «Hoy está distinto», pensó, aunque no supo dar con la razón.
Él seguía observándola con aquella mirada incisiva y severa. Seguía pareciendo
distante. Lali percibía el muro que había erigido entre él y el resto del
mundo. Pero había algo más.
Lali le sonrió. Al ver que él no respondía, tomó su copia
del guión. Iba a hacer la mejor prueba de su carrera. Por ella misma y, aunque
pareciera extraño, también por Peter.
-Peter: Está bien, quiero que empiecen por la escena en
la que acaban de regresar a casa de la fiesta -sacudió distraídamente el
cigarrillo en un cenicero ribeteado de oro. Tras él, Marshell se metió en la
boca un caramelo de menta- ¿Quieren hacer un ensayo primero?
Lali levantó la vista del guión. «Todavía cree que voy a
fracasar», pensó, y se alegró de notar un nudo en el estómago.
-Lali: No es necesario -le dijo, y se giró hacia Mariano.
Peter asistió por segunda vez a la transformación de Lali.
¿Era posible que sus ojos, parecieran volverse más pálidos, más gélidos, cuando
adoptaba el papel de Rae? Él podía sentir la antigua atracción sexual y la
repugnancia intelectual que siempre le había infundido su ex-mujer. Con el
cigarrillo consumiéndose entre sus dedos, sintió el sarcasmo de Rae y la ira de
Phil... y lo recordó todo con excesiva nitidez.
Una vampiresa. Así la había llamado, y con toda razón.
Despiadada, perversa, atrayente. Lali se introdujo en el personaje como si
fuera su segunda piel. Peter sabía que debía admirarla por ello, incluso dar
gracias porque, al encontrarla, su búsqueda de la actriz principal hubiera
concluido. Pero la habilidad de camaleón de Lali lo sacaba de quicio.
Sin saber por qué, Peter comprendió que darle el papel a
Lali era un acierto profesional y un terrible error en lo que a su vida privada
se refería.
-Peter: Con eso basta.
En cuanto Peter cortó la escena, Lali echó la cabeza
hacia atrás y dejó escapar una risa ahogada. La liberación, aquella repentina
ausencia de tensión, resultaba tremenda. Así sería siempre, pensó, con un papel
tan duro y frío como aquel.
-Lali: Oh Dios, es tan odiosa, tan absolutamente egoísta
-con los ojos encendidos y la cara sofocada, se giró hacia Peter- Él la
desprecia y, sin embargo, la desea. Incluso cuando ve que le va a clavar un
puñal por la espalda, le resulta difícil mantenerse alejado de ella.
-Peter: Sí -asistir a la escena había perturbado a Peter
más de lo que esperaba. Levantándose, metió las manos en los bolsillos-. Quiero
que hagas el papel. Nos pondremos en contacto con tu agente para ultimar los
detalles.
Ella suspiró, pero sus labios siguieron conservando la
sonrisa.
-Lali: Ya veo que te he impresionado -dijo con soma- Pero
lo que importa es el personaje. No te arrepentirás. Señor Marshell, Mariano,
será un placer trabajar con ustedes.
-Marshell: Lali… -se levantó y aceptó la mano que ella le
tendía. Hacía mucho tiempo que no le impresionaba tanto una escena- a menos que
me equivoque, y nunca lo hago, vas a conseguir un gran éxito.
Ella le lanzó una sonrisa y se sintió como si volara.
-Lali: Entonces, no me quejaré. Muchas gracias.
Peter la tomó del codo antes de que ella pudiera girarse
y antes de que él se diera cuenta de que iba a tocarla. Deseaba descargar su
furia contra algo o alguien, pero consiguió refrenarse.
-Peter: Te acompaño.
Sintiendo la tensión de sus dedos, ella tuvo que reprimir
el deseo de calmarlo. Peter no era hombre que apreciara las caricias.
-Lali: Está bien.
Siguieron el mismo, camino que la semana anterior, pero
esta vez en silencio. Lali notaba que Peter lo necesitaba. Cuando llegaron a la
puerta de la calle, aguardó a que él dijera algo.
-Peter: ¿Estás libre? -preguntó. Un tanto sorprendida,
ella ladeó la cabeza- Para ir a cenar- explicó él- Me parece que te debo una
cena.
-Lali: Bueno -ella se apartó el pelo de la cara. No se
molestó en ocultar que su invitación le gustaba- técnicamente, es al revés.
¿Por qué quieres cenar conmigo?
Con solo mirar sus ojos alegres, su boca generosa, Peter
se sentía dividido en dos direcciones opuestas. Acercarse a ella; antes de que
fuera demasiado tarde. O retirarse antes de que no hubiera escapatoria.
-Peter: No estoy del todo seguro.
-Lali: Con eso me basta -ella lo tomó de la mano y alzó
la otra para parar un taxi-. ¿Te gustan las chuletas de cerdo a la parrilla?
-Peter: Sí.
Ella giró la cabeza, riendo, antes de tirar de él hacia
el taxi.
-Lali: Un comienzo excelente -tras darle al taxista una
dirección en Greenwich Village, se recostó en el asiento-. Creo que el
siguiente paso es mantener una conversación sin decir ni una sola palabra
acerca del trabajo. Imagino que podremos aguantar el uno en compañía del otro
más de una hora sin hablar de negocios.
-Peter: De acuerdo -asintió. Estaba decidido a conocerla
mejor y eso pensaba hacer- Pero tampoco hablaremos de política.
-Lali: Trato hecho.
-Peter: ¿Desde cuándo vives en Nueva York?
-Lali: Nací aquí. Soy neoyorquina -ella sonrió y cruzó
las piernas- Tú no. Leí en alguna parte que eres de Filadelfia, de una familia
bien. Tienes un montón de parientes poderosos -ni siquiera miró a su alrededor
cuando el taxi dio un brusco frenazo- ¿Eres feliz en Nueva York?
Él nunca había pensado sobre aquella cuestión en términos
de felicidad, pero, al hacerla, la respuesta le salió con facilidad.
-Peter: Sí. Necesito su dinamismo y su tensión durante
largos periodos de tiempo.
-Lali: Y luego necesitas irte -concluyó ella-. Y estar
solo, en tu barco.
-Peter: Sí, así es. Cuando navego, me relajo, y me gusta
relajarme solo.
-Lali: Yo pinto -dijo ella- Fatal -riendo, hizo girar los
ojos- Pero me ayuda a tranquilizarme cuando estoy nerviosa. Suelo amenazar a
mis amigos con regalarles un auténtico Espósito por Navidad, pero luego nunca
lo hago.
-Peter: Me gustaría ver alguno -murmuró él con una
sonrisa.
-Lali: El problema es que, según parece, plasmo mi estado
de ánimo en el lienzo. Ya hemos llegado -saltó del taxi y aguardó en la acera.
Peter observó los pequeños escaparates.
-Peter: ¿Adónde vamos?
-Lali: Al mercado -lo asió del brazo con naturalidad- No
tengo chuletas en casa.
Él bajó la mirada hacia ella.
-Peter: ¿En casa?
-Lali: Casi siempre prefiero cocinar a comer fuera. Y
esta noche estoy demasiado nerviosa para ir a un restaurante. Tengo que
mantenerme ocupada.
-Peter: ¿Nerviosa? -tras observar su perfil, Peter
sacudió la cabeza. Su pelo parecía más oscuro a la luz del atardecer, y aquel
movimiento hizo que se agitara descuidadamente alrededor de su cara. Qué
contraste, pensó Lali, con su apariencia más bien formal- A mí me pareces
bastante tranquila.
-Lali: Sí, ya. Pero estoy intentando reprimir la
verdadera explosión hasta que mi agente me llame para decirme que está todo labrado
en granito. No te preocupes... -le sonrió- Soy una buena cocinera.
Juzgando solamente por su cara de porcelana, apenas podía
creerse que aquella mujer supiera distinguir la cocina de la lavadora. Pero Peter
sabía juzgar las apariencias. Y tal vez, solo tal vez, hubiera una sorpresa
bajo la de Lali. A pesar de las advertencias que se repetía a sí mismo, sonrió.
-Peter: ¿Solo buena?
Los ojos de ella se iluminaron.
-Lali: Odio alardear, pero la verdad es que soy una
cocinera fantástica -lo condujo al interior de un pequeño mercado que olía
fuertemente a ajo y a pimiento y se puso a hacer la compra par la cena- ¿Qué
tal son hoy los aguacates, señor Stanislowski?
-Buenísimos -el tendero miró por encima de la cabeza de
Lali y observó a Peter con el rabillo del ojo-. Para ti solo lo mejor, Lali.
-Lali: Entonces, voy a llevarme dos, pero elíjamelos
bien. ¿Qué tal le salió a Mónica el examen de Historia?
-Ha sacado un nueve -el tendero hinchó levemente el pecho
bajo el delantal, pero siguió observando a Peter.
-Lali: Estupendo. Necesito cuatro chuletas de primera
-mientras el tendero las cortaba, ella observó los champiñones, consciente de
que el señor Stanislowski estaba a punto de estallar de curiosidad-. ¿Sabe,
señor Stanislowski?, a Mónica le encantaría tener un gatito.
Mientras pesaba la carne, el tendero le lanzó una mirada
exasperada.
-Mira, Lali...
-Lali: Ya es lo bastante mayor como para ocuparse de él
-prosiguió, tocando un tomate-. Le haría compañía y tendría que hacerse cargo
de él. Y, además, ha sacado un nueve en Historia -alzando la mirada, le lanzó
una sonrisa irresistible.
El señor Stanislowski se sonrojó, inquieto.
-Tal vez si trajeras uno, nos lo pensaríamos.
-Lali: Lo haré -sin dejar de sonreír, ella sacó su
cartera- ¿Cuánto le debo?
-Peter: Has demostrado un gran tacto ahí dentro -murmuró cuando
salieron- Y es la segunda vez que te veo intentar endosarle un gato a alguien.
¿Ha tenido cachorros tu gata?
-Lali: No, pero conozco a muchos gatos sin hogar -alzó la
cabeza hacia él-. Si te interesa...
-Peter: No -dijo él secamente y con firmeza mientras le
sujetaba la bolsa.
Lali se limitó a sonreír y decidió que intentaría
convencerlo más adelante.
Aspiró el aroma a especias y a pan recién horneado que
salía de las puertas abiertas de las tiendas. Algunos niños corrían por la
acera, riendo. Unos cuantos viejos charlaban en las escaleras de los edificios.
Cuando pasara la hora de la cena, otros miembros de la familia saldrían a
hablar, a intercambiar noticias y a disfrutar del tiempo primaveral. De una
ventana llegaban retazos amortiguados de la Novena Sinfonía de Beethoven y, un
poco más allá, el ritmo machacón de una canción de rock de los cuarenta
principales.
Lali se había mudado al Village dos años antes atraída
por el ambiente del barrio, y este nunca la había decepcionado. Podía sentarse
en la calle y escuchar la charla de los viejos, mirar jugar a los niños, oír el
último éxito musical para quinceañeros o el llanto de un bebé recién nacido.
Era justo lo que había necesitado al quedar desbaratada su familia.
-Lali: Hola, señor Miller. Señor Zirnmerman.
Los dos ancianos sentados en los escalones de un edificio
reformado observaron a Peter antes de mirar a Lali.
-Ni se te ocurra darle otra oportunidad a ese Ramiro -le
dijo el señor Miller.
-Ponlo de patitas en la calle -el señor Zimmerman dejó
escapar un silbido que podía haber sido una carcajada-. Búscate un hombre de
verdad.
-Lali: ¿Eso es una oferta? -ella le besó la mejilla antes
de subir el resto de los escalones.
-Resérvame un baile en la verbena del barrio -dijo el
señor Zirnmerman a sus espaldas.
Lali giró la cabeza y le guiñó un ojo.
-Lali: Señor Zirnmerman, a usted le concederé todos los
bailes que quiera -mientras empezaban a subir las escaleras interiores, Lali rebuscó
en su bolso las llaves- Estoy loca por él -le dijo a Peter- Era profesor de
música. Ahora está retirado, pero todavía enseña a algunos niños del barrio. Se
sienta en los escalones para ver pasar a las mujeres -localizó las llaves
sujetas a un sonriente sol de plástico-. Es un auténtico donjuán.
Peter miró automáticamente hacia atrás.
-Peter: ¿Te lo ha dicho él?
-Lali: Solo hay que fijarse en la dirección de sus ojos
cuando ve pasar unas faldas.
-Peter: ¿Las tuyas incluidas?
Los ojos de Lali danzaron.
-Lali: A mí me considera una especie de sobrina. En su
opinión, ya debería estar casada y criando ingentes cantidades de niños.
Metió una sola llave en una sola cerradura, lo cual a Peter
le pareció casi inaudito estando en Nueva York, y abrió la puerta. Él esperaba
algo poco usual. Y no se equivocó.
El centro del cuarto de estar lo ocupaba una gran hamaca
que colgaba del techo mediante ganchos de bronce. Uno de sus extremos estaba
cubierto de cojines. Al igual que en el camerino de Lali, por todas partes había
libros, papeles y olores. Peter percibió una fragancia a cera de velas, a
popurrí de hojas secas y a flores frescas. De una heterogénea colección de
jarrones, entre los que había piezas de barro de supermercado y auténticas
porcelanas de Meissen, emergían rebosantes ramilletes de flores primaverales.
Había también un paragüero en forma de cigüeña lleno de plumas de avestruz y
pavo real. Un par de guantes de boxeo colgaba en un rincón, detrás de la
puerta.
-Peter: Supongo que serás peso pluma -dijo con sorna.
Lali siguió su mirada y sonrió.
-Lali: Eran de mi hermano. Boxeaba en el instituto.
¿Quieres una copa? -antes de que él pudiera responder, le quitó la bolsa de la
mano y echó a andar por el pasillo.
-Peter: Un poco de whisky con agua -al darse la vuelta,
le llamó la atención una pared llena de pinturas. Eran de Lali, naturalmente.
¿Quién si no pintaría con esa especie de energía cinética, con ese brío y ese
desprecio por las normas? Eran vívidas, excéntricas, perturbadoras. Sin duda no
eran cuadros con los que relajarse. Mostraban al mismo tiempo talento y
desidia, y, aunque Lali no lo hubiera pretendido, casaban a la perfección con
aquella estancia.
Mientras observaba las pinturas, tres gatos entraron en
la habitación. Dos de ellos eran apenas cachorros, negros como el carbón y de
ojos ambarinos. Rodearon las piernas de Peter y se dirigieron en línea recta a
la cocina. El otro era un enorme ejemplar atigrado que lograba caminar con
altiva dignidad sobre tres patas. Peter oyó que Lali se reía y les decía algo a
los dos gatos que acababan de entrar en la cocina. El atigrado observó a Peter
son serena paciencia.
-Lali: Whisky con agua –dijo volviendo descalza con dos
vasos en las manos.
Peter aceptó la copa y señaló con ella las pinturas.
-Peter: Supongo que serán ataques de ansiedad que
lograste superar.
-Lali: Se nota, ¿eh? Así me ahorro dinero en psiquiatras,
aunque no debería decir eso, teniendo en cuenta que interpreto a una.
-Peter: Tienes una casa muy curiosa.
-Lali: He llegado a la conclusión de que me crezco con el
desorden -sonriendo, bebió un sorbo-. Ya veo que conoces a Butch-se agachó y deslizó
una mano sobre el lomo del gato atigrado. Este se arqueó, ronroneando- Keats y
Shelley son unos trastos. Ahora están tomando su cena.
-Peter: Ya veo -miró hacia abajo y vio que Butch se
estaba restregando contra la pierna de Lali. Luego se acercó al sofá y saltó a
un cojín-. ¿No te resulta difícil ocuparte de tres gatos viviendo en un
apartamento y trabajando fuera de casa?
Ella se limitó a sonreír.
-Lali: No. Voy a encender la parrilla.
Peter alzó una ceja.
-Peter: ¿Dónde?
-Lali: ¿Dónde va a ser? En la terraza -se alejó y abrió
una puerta corredera. Fuera había un balcón del tamaño de un sello de correos y
que parecía más bien la prolongación del alféizar de una ventana. En él había
encajado Lali tiestos de geranios y una pequeña barbacoa de carbón.
-Peter: La terraza -murmuró por encima del hombro de Lali.
Solo un optimista incurable o un soñador sin remedio la habría llamado así.
Pero a Peter le hizo gracia que Lali utilizara aquel nombre para definida.
Riendo, se apoyó contra la jamba de la puerta.
Tras apartarse de la barbacoa sobre la que había estado
inclinada, Lali lo miró fijamente. El sonido de la risa de Peter recorrió su
piel como un susurro y la calmó.
-Lali: Vaya, vaya. Qué bien. ¿Sabes que es la primera vez
desde que te conozco que te ríes con ganas?
Peter se encogió de hombros y bebió un sorbo de whisky.
-Peter: Supongo que he perdido práctica.
-Lali: Pues eso hay que arreglarlo -dijo ella. Sonrió y
extendió la mano con la palma, hacia arriba- ¿Tienes una cerilla?
Peter se metió la mano en el bolsillo, pero algo, quizá
el brillo divertido de los ojos de Lali, le hizo cambiar de opinión. Dando un
paso hacia delante, la tomó de los hombros y la besó.
Esta vez no fue un mero roce de los labios, sino una
exigencia abrupta y franca que la envolvió en brazos de Peter, atrapándola
contra la puerta. Alzó las manos para tocar la cara de él mientras le entregaba
sin condiciones lo que buscaba.
No hubo entre ellos un enardecimiento gradual, ni tanteo
alguno, sino una llamarada tan intensa y repentina que de pronto pareció que
eran amantes desde hacía mucho tiempo. Ella sintió la intimidad instantánea que
se produjo entre ellos y la comprendió al instante. Su corazón ya era de Peter,
no podía negarle su cuerpo.
Él sintió arder la pasión y se sintió aliviado. Sin
embargo, no había ninguna tibieza en la pasión que sentía en ese instante. Era
un sentimiento nítido y poderoso, como el viento que lo zarandeaba cuando se
hacía al mar. Significaba libertad. Atrayéndola hacia sí, dejó que aquella
sensación lo embargara.
Podía oler a Lali: aquella fragancia suya cálida y
provocativa que parecía exhalar su piel con cada latido. ¿Cuántas veces había
creído sentir aquel perfume con solo pensar en ella? Recordaba su sabor.
Embriagador, generoso y cálido. Y el tacto de su cuerpo esbelto, suave, aún más
cálido. Era ese calor el que inundaba a Peter, el que prometía colmarlo por
entero. Peter lo necesitaba, aunque sin saberlo hubiera pasado años despojado
de él. Quizá la necesitara a ella.
Pero, al comprender que quería más, retrocedió asustado.
Ella abrió los ojos lentamente al sentir que la soltaba y lo miró fijamente,
sin pestañear. Esta vez, vio algo más que un reflejo de sí misma. Vio deseos y
cautela y un atisbo de emoción que la turbó.
-Lali: Tenía muchas ganas de que me besaras -murmuró.
Peter procuró calmarse, se forzó a pensar en algo que no
fueran las emociones que ella agitaba en su interior.
-Peter: Yo no tengo nada que ofrecerte.
A Lali, aquello le dolió, pero sabía que el amor no era
indoloro.
-Lali: Creo que te equivocas. Claro que yo tengo cierta
tendencia a precipitarme. Tú no -respiró hondo y retrocedió-. ¿Por qué no
enciendes esto mientras yo hago la ensalada? -sin aguardar su respuesta, dio
media vuelta y entró en la cocina.
Peter no era tan duro y frío como aparentaba, pensó Lali
y, con una media sonrisa, empezó a lavar las hortalizas. Lo notaba por su risa
y por los destellos de humor que brillaban en sus ojos. Y, naturalmente, estaba
segura de que no habría podido enamorarse de un hombre sin sentido del humor.
Le gustaba hacerle reír. Cuanto más tiempo pasaban juntos, más fácil le
resultaba. Se preguntaba si él se daba cuenta. Canturreando, comenzó a partir
un aguacate.
Peter la observaba desde la puerta. Lali tenía en los
labios una sonrisa y sus ojos conservaban esa luz a la que él se estaba
acostumbrando en exceso. Utilizaba el cuchillo con la soltura de alguien
habituado a las labores domésticas.
Peter se preguntaba por qué aquella escena tan sencilla
ejercía sobre él una atracción tan intensa. Con solo mirada de pie junto al
lavabo, con las manos ocupadas y el agua corriendo, sentía que se relajaba.
¿Que había en ella que hacía que le dieran ganas de poner los pies sobre la
mesa y echar la cabeza hacia atrás? Se imaginaba a sí mismo acercándose a ella,
rodeándole la cintura con los brazos y besándole el cuello. Debía de estar
perdiendo la razón.
Ella sabía que estaba allí. Tenía los sentidos afilados,
y más aún en lo que a Peter se refería. Sin darse la vuelta, siguió preparando
la ensalada.
-Lali: ¿Te ha costado encenderlo?
Él alzó una ceja.
-Peter: No.
-Lali: No tarda mucho en calentarse. ¿Tienes hambre?
-Peter: Un poco -se acercó a ella. No quería tocarla,
pero deseaba estar un poco más cerca.
Sonriendo, ella alzó una fina rodaja de aguacate y le
ofreció un mordisco. Lali notó su mirada cautelosa mientras permitía que le
metiera el aguacate en la boca.
-Lali: Yo nunca tengo un poco de hambre -le dijo, acabándose
ella la rodaja de aguacate- Siempre tengo un hambre feroz.
Peter se había prometido que no la tocaría, pero de
pronto deslizó el dorso de la mano por su mejilla.
-Peter: Tu piel -murmuró- es tan hermosa... Parece de
porcelana. Tiene el tacto del satén- su mirada se deslizó por el rostro de Lali
antes de que la besara- No debería haberte tocado nunca.
A ella le palpitaba con fuerza el corazón. La inesperada
ternura de Peter la desarmó por completo.
-Lali: ¿Por qué?
-Peter: Porque conduce a algo más -pasó los dedos lentamente
por el pelo de Lali y luego dejó caer la mano- Yo no tengo nada que ofrecerte,
y tú quieres algo de mí -murmuró él.
Ella dejó escapar un suspiro tembloroso.
-Lali: Sí, es cierto. Pero, por ahora, solo quiero que
cenes conmigo. Supongo que eso te resultará fácil.
Al ver que ella se disponía a girarse de nuevo hacia el
fregadero, Peter la detuvo.
-Peter: Nada de esto va a ser fácil. Si seguimos
viéndonos así, voy a llevarte a la cama.
Habría sido fácil, muy fácil, arrojarse en sus brazos.
Pero él no aceptaría su entrega, ni ella podría sobrevivir al vacío que le
dejaría su ausencia.
-Lali: Peter, soy una mujer adulta. Si me voy a la cama
contigo, será porque quiera hacerlo.
Él asintió.
-Peter: Puede. Solo quiero asegurarme de que tengo
elección. Tú y yo no podemos estar juntos. Yo no quiero a nadie en mi vida.
-Lali: ¿A nadie? -ella sacudió la cabeza- Sos demasiado
inteligente para creer que se pueda vivir sin nadie. ¿Acaso no necesitas
amistad, compañía, amor?
-Peter: Esas cosas requieren dar algo a cambio. Algo que
yo ya no puedo dar.
-Lali: Que no quieres dar -la mirada de Lali era
pensativa, ya no sonreía-. Por lo menos, eres franco. Cuanto mejor te conozco,
más me doy cuenta de que nunca mientes... salvo a ti mismo, claro.
-Peter: No hemos pasado juntos el tiempo suficiente como
para que sepas cómo soy. Vas muy descaminada.
-Lali: ¿No serás tú el que va descaminado? -replicó ella,
y sacudió la cabeza al ver que él no contestaba-. Estás permitiendo que esa
mujer te convierta en una víctima -murmuró-. Me sorprende que actúes así.
Él achicó los ojos. El verde de sus pupilas pareció cubrirse
de escarcha.
-Peter: No abras puertas a menos que sepas lo que hay
detrás, Lali.
-Lali: Eso sería demasiado sensato -ella prefería la ira
que en aquel momento percibía claramente en él. Con una media risa, se acercó a
Peter y le puso las manos sobre los brazos- En esta vida no hay diversión sin
riesgos. Y yo no puedo vivir sin divertirme -lo apretó suavemente- Mira, me
gusta estar contigo. ¿Te parece mal?
-Peter: No estoy seguro -ella estaba volviendo a excitarlo
con aquella leve caricia- No sé si esto nos conviene a ninguno de los dos.
-Lali: Hazte un favor a ti mismo -sugirió ella- No te
preocupes por eso durante unos días, y ya veremos qué pasa -poniéndose de
puntillas, le dio un beso fugaz, al mismo tiempo amistoso e íntimo- ¿Por qué no
preparas unas copas? -añadió, sonriendo- Voy a preparar la comida.
Continuará...
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PRIMER CAP DE LA MARATÓN!!!!
+ 20 firmitas y más nove
La nove tiene 13 capítulos... pero son largos!!
asi que yo creo que la podemos terminar en la maratón de mañana!
^-^
muuuuuuuy buena , suvi maas!!
ResponderEliminarmas nove
ResponderEliminarme encanta
ResponderEliminarMaaaaaaaaaaaas!! Me encanta =D
ResponderEliminarME encantaaaa
ResponderEliminarsubiiii mass
ResponderEliminarotro cappp
ResponderEliminarPobre peter me da pena que sea asi por culpa de una mujer que fue cruel con el =/
ResponderEliminarya quiero otrooo :D
ResponderEliminarAmo a lali, me encanta como es y como lo deja a peter sin palabras!
ResponderEliminarMás nove!
ResponderEliminarayyy me encanta quiero otro ya!!!!!!
ResponderEliminarperdon por no firmar antes, pero me quede dormida jajaja lo siento, amo amo amo esta novela!!!!
ResponderEliminarQUIERO MAS NOVE, ESTA MUY BUENA
ResponderEliminarMASSSS NOVEEEEE
ResponderEliminarme encanta la personalidad de lali
ResponderEliminary Peter que afloje jajajja
masssssssssssssss
ME ENCANTA COMO LALI LOGRA
ResponderEliminarDESARMAR LA FRIALDAD DE PETER
OJALA PRONTO CAMBIE PITT
otro capppppppppppppppppppppp
ResponderEliminarmas mas mas mas
ResponderEliminarme copo mucho tu nove
te felicito
mas noveeeeeeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarmas mas mas mas mas mas
ResponderEliminarno nos hagas sufrir jajaja
ya tienes mas de 20
ResponderEliminarsubi!!!!
jaja danii
soy muy pesada jajaa lo siento
noooo me encanto el cap.... quiero mas nove..!!!!! AMO ESTA NOVE Y MAS AUN AL PERSONAJE DE LALI.....
ResponderEliminarQUIEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS NOVEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!!!!!
masss
ResponderEliminarLali es super tieeerna <3
ResponderEliminarquiero quierooo , me encantaaaaa :) lo vuelve locooo
ResponderEliminarMas novee !
ResponderEliminarya hay 25 firmas subi mas noveeeee por fiss esta muy buenaa
ResponderEliminarQUIERO MAS NOVE.... QUIERO SABEER Q PASO......?????
ResponderEliminarBESOS Q ESTES BIEN..!!! Y SUBI RAPIDITO..... POS FISSSSSSSSSS
Buenísimo!Lali me re encanta!Super lanzada,me tarde un monton en leerlo porq estoy mirando Dulce Amor!
ResponderEliminarPoco a poco, Lali le esta bajando las defensas a Peter.
ResponderEliminarbuenisimoooooooooooooooooooo
ResponderEliminarme super encanto
beso
hayy me encanta!!!
ResponderEliminarlos amooo
mass noveee
ME FASCINO EL CAP!
ResponderEliminarES GENIAL LA NOVE
NO PUEDO CREER QUE TENGA 13 CAPS!
Besos
@vagomi
Aaaaaahhhh siiii me encantoo!!! Muchos besossss!! De a poco se va a enamorar *.* LOS AMOOOOOOO ya me imagino cuando la lleve a la cama :) al fin Peter se mostró un poco tierno =$ buenisimo =D
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