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viernes, 17 de abril de 2015

DIECINUEVE



Seguro que un infarto era menos doloroso que eso. La opresión que Lali sentía en el pecho era peor que cualquier dolor físico que se había visto obligada a soportar durante su estancia en el hospital y después. Y eso no era moco de pavo, teniendo en cuenta que ya había muerto en una ocasión.
Incapaz de soportarlo durante más tiempo, salió de la oficina y fue a ver a Agustín, ya que parecía ser la persona más cercana a Peter. Tal vez él pudiera aconsejarle qué hacer.
Cuando se asomó por la puerta, lo vio de pie frente a la ventana, hablando por teléfono y lanzando al aire una pelota de béisbol. Al verlo volverse, se obligó a sonreír y a saludarlo con una mano.
Agustín la invitó a pasar con un gesto, y de la misma forma le indicó que no tardaría mucho en atenderla.
Mientras él seguía hablando, Lali le echó un vistazo al despacho. Las estanterías estaban muy desordenadas y sobre su escritorio se amontonaban diferentes informes de campo. En una de las paredes había colgado un póster enmarcado del equipo de béisbol de los Seattle Mariners. Un bate descansaba en un rincón. Lali esbozó una sonrisa al comprender que ese tío era un fanático del béisbol.
Cuando se acercó a la mesa, vio la foto enmarcada que tenía cerca del ordenador. Una foto en la que estaban Peter, ella y Agustín. Ella se encontraba en el centro, sonriendo de oreja a oreja. Agustín le había pasado un brazo por los hombros y también sonreía, y Peter estaba al otro lado, con un brazo en torno a su cintura y una mueca burlona en su apuesto rostro.
Cogió la foto y pasó un dedo por las caras. ¿De verdad era ella? Tenía la impresión de estar viendo la vida de otra persona. No recordaba ese día en concreto. Por más que lo intentara, no podía recordar por qué sonreían.
—Es el día de la graduación —le dijo Agustín en voz baja.
—Ya lo veo. —No se había percatado de que había colgado el teléfono—. Supongo que no se me había ocurrido que tuvieras fotos. De antes, quiero decir.
—Tenemos montones de fotos. Si quieres, te consigo algunas. Podrías echarles un vistazo, por si eso te ayuda en algo.
—Creo que me gustaría mucho. —Dejó la foto sobre la mesa y tomó una honda bocanada de aire—. Esperaba que pudiésemos hablar. Si es un mal momento, volveré luego.
—No, ahora me viene bien. —Miró hacia la puerta.
Lali se percató de que su secretaria los miraba con recelo.
—¿Te apetece dar un paseo? —le preguntó Agustín.
—Si.
Él la guio a través del vestíbulo mientras se ponía las gafas de sol. Una vez fuera del edificio, pusieron rumbo al puerto.
—Supongo que ya sabes lo que pasó ayer, ¿verdad?
Agustín se metió las manos en los bolsillos.
—Sí. ¿Estás bien? No tienes muy buena cara.
Ella enarcó las cejas.
—¿Ah, no? Bueno, la verdad es que no me encuentro muy bien. Es lo que tiene que todo te caiga encima de golpe. Peter estaba un poco molesto cuando se fue.
—Peter tiene bastante mal genio —replicó él mientras se adentraban en el parque—. A veces pierde los estribos.
—No me digas —le soltó ella con sarcasmo—. Ni siquiera me permitió hablar.
—Tienes que entender que esto es muy duro para él. Después de que desaparecieras, cambió. Se encerró en más de un sentido.
—¿Qué tipo de relación tienes con él?
—Es mi mejor amigo. Lo era antes de que empezaran a salir. Pero —añadió— eso no significa que no sea capaz de darle una paliza cuando se comporta como un idiota. Sobre todo en lo que a ti respecta.
La firmeza de su voz hizo que Lali sonriera.
—¿Por qué me resulta más fácil hablar contigo que con él?
—Porque soy tu hermano.
Un sentimiento cálido se apoderó de su corazón. Jamás había pensado que pudiera tener un hermano.
—Y porque yo no quiero nada de ti —siguió él—. Salvo conocerte de nuevo, ser tu amigo. Peter quiere recuperar a su mujer.
Lali se dejó caer en un banco y soltó un hondo suspiro.
—No soy su mujer. Tal vez tenga su cara, su cuerpo y su voz, pero no soy ella. Por dentro no lo soy.
—Sí que lo eres. —Agustín se sentó a su lado—. No lo ves porque no lo recuerdas. Pero sigues siendo ella. Las cosas que dices, las cosas que haces, tu forma de actuar. Todavía eres capaz de arrancarme la cabeza de un bocado si discrepo contigo en algo relacionado con la geología.
Lali se miró las manos y sonrió.
—Y es tan fácil tratar contigo como lo era tratar con ella.
—Pero soy distinta.
—Sí, en cierto modo lo eres. Pero eso no significa que ahora no seas quien eres porque antes fuiste de otra forma. La gente cambia. Si alguien no cambia después de verse involucrado en este tipo de situación, no es humano. Peter ha cambiado. Yo he cambiado. Es normal que tú, sobre todo tú, hayas cambiado.
—Pero es tan frío... No acabo de verlo como el tipo de hombre que todos describen. Cande y tú hablan de él como si fuera un hombre simpático y agradable, pero la faceta que me ha demostrado esta semana es la del déspota frío, arrogante y cruel que describe la prensa. Soy incapaz de interpretar sus emociones. No sé si alguna vez lograré hacerlo.
Agustín sonrió.
—Ese es Peter. Guarda sus emociones bajo llave. Pero no siempre fue así.
—¿Por qué cambió?
—Lo hizo después de perderte. —Agustín movió la cabeza al ver que ella apartaba la vista—. Peter se encerró en sí mismo cuando te perdimos. Ahora solo vive para dos cosas: su trabajo y cuidar de Luz. Lo demás no importa, el dinero, la fama, el poder. Trabaja duro porque de esa forma se distrae y se olvida de lo que siente. Es la emoción de su negocio lo que lo ayuda a seguir adelante. Si lo perdiera todo mañana, le daría igual siempre y cuando siguiera teniendo a Luz. Empezaría desde cero. Debes entender que aunque quiere que conozcas a Luz, la idea de perderla le resulta aterradora.
—No intento arrebatársela.
—Lo sé —le aseguró él en voz baja.
—Tengo la impresión de que mi vida está partida en dos. La persona que fui antes, y la persona que soy ahora. No sé cómo unirlas.
—Porque te esfuerzas demasiado. Sucederá a su debido tiempo. Sé que es duro. Sé que piensas en ella como en Mariana, y que piensas en ti como en Lali. Dos personas distintas, dos vidas distintas. Pero en el fondo son la misma persona. Solo necesitas darte un poco de tiempo.
—Y mientras tanto estoy fastidiándolo todo.
Agustín le acarició un hombro con la mano.
—Lo superaran. Dale un día o dos a Peter. En cuanto pase un poco de tiempo con Tomás, se le olvidará el enfado por no haber sabido de su existencia. Hazme caso, lo conozco bien. Por fuera parece duro como el acero, pero por dentro es un trozo de pan.
—Así que ¿es mejor que no vaya hoy a verlo?
—Ajá. Hoy estará cavilando. No conseguirás hablar con él.
—No sé qué diferencia puede suponer un día. Cada vez que me ve, se enoja.
—¿Y crees que antes no se enojaba contigo? —Agustín sonrió—. ¿Crees que nunca discutían? Lo hacían a todas horas. Por eso su relación era tan divertida desde fuera. Él siempre pensó que eras demasiado independiente. Eso lo sacaba de quicio. En el fondo, temía que no lo necesitaras tanto como él te necesitaba a ti. Supongo que en cierto modo, esta es la misma discusión de siempre pero multiplicada por mil.
Agustín le cogió una mano y Lali se percató de que tenían los dedos igual de largos. Y con la misma forma. Los de Agustín eran más gruesos, más masculinos, pero sus manos eran muy parecidas. Callosas. Acostumbradas al trabajo. Fuertes.
—Lali, él es un buen hombre. —Agustín esbozó una sonrisa torcida mientras observaba sus dedos, y el hoyuelo que ella había visto tantas veces en el espejo apareció en su mejilla—. Dios, se me hace raro llamarte así. Pero me acostumbraré. Dale tiempo a Peter. Todo esto le duele porque quiere más de lo que ahora mismo puedes darle.
Lali estuvo a punto de echarse a reír.
—Se pasa la vida rodeado de mujeres guapísimas. ¿Qué va a querer de mí?
—¿De verdad no lo sabes? —le preguntó él con sorna—. Te quiere de vuelta.
Lali sintió un dolor sordo en el pecho.
—No sé si algún día seré capaz de darle lo que quiere.
—Todo a su debido tiempo. Entretanto, piensa en Luz, en Tomás y en cómo vas a manejar ese asunto. Ahora mismo es lo más importante.
—Lo sé.
Agustín titubeó antes de decir:
—También debes comprender que el hecho de saber que estuviste casada con otro, que estuviste con otro hombre, lo está matando por dentro.
Ese comentario hizo que la embargara la frustración.
—Ya, genial. Él puede salir con una mujer distinta todos los fines de semana, pero yo, que mantenía una relación estable y sólida, soy la que debe sentirse culpable.
—Peter sale con muchas mujeres, pero no ha mantenido una relación seria con una desde que te fuiste. Creo que el hecho de que tú sí la hayas mantenido lo dificulta todo. Te quiere tanto como te quería cuando desapareciste, y tú no lo quieres a él. Eso le duele.
Lali cerró los ojos.
—No quiero hacerle daño.
—¿Estabas enamorada del otro? —le preguntó en voz baja.
Lali se levantó, incapaz de seguir sentada más tiempo.
—Eso pensaba. Aunque ahora me pregunto por qué. Había inconsistencias, pero pensé que todo era producto de mi enfermedad. De su trabajo. ¿Cómo es posible que me haya equivocado tanto con una persona? Ahora ya no me fío de mi capacidad para juzgar a los demás.
Agustín se acercó a ella.
—Todo esto tiene una explicación. Debes aferrarte a esa certeza.
—Ya no sé qué creer.
—Voy a decirte una cosa. —Agustín se quitó las gafas de sol—. Creo que hay un poder superior que decide sobre nuestros destinos. Antes no lo creía, pero ahora sí. Es imposible no creer si se analiza todo esto a fondo.
—¿Cómo puedes pensar eso? ¿Cómo puedes pensar que Dios ha permitido que vivamos este infierno?
—Piensa en la alternativa. Si las cosas no hubieran sucedido de esta forma, habrías estado en ese avión. Habrías muerto de verdad. No habrías tenido una segunda oportunidad. Tomás no existiría.
No lo había pensado de esa forma. Las palabras de Agustín le provocaron un escalofrío en la espalda.
—Tengo que volver —dijo Agustín. Mientras salían del parque, la miró de reojo—. En fin, no sé si sabes que tenemos que llamar a mis... a nuestros —se corrigió— padres.
Lali hizo una mueca.
—Temía que pudieras decir eso.
—Estaba pensando en hacerlo el sábado, después de que Peter y tú hayáis tenido la oportunidad de pasar un rato con los niños. Me gustaría mucho que estuvieras conmigo mientras hablo con ellos. Podemos hacerlo en mi casa, si te resulta más cómodo.
Lali asintió con la cabeza, aunque lo que de verdad le gustaría hacer era salir corriendo.
—Querrán coger un avión al instante para venir a verte.
—También había pensado en esa posibilidad.
—¿Y te parece bien?
—¿Tengo otra alternativa?
—Pues no. Lali, son buenas personas. Yo estaré a tu lado.
—Vale. —Soltó el aire despacio, dispuesta a aligerar la situación—. Bueno, me han dicho que estás colado por mi abogada.
—¿Ah, sí? ¿Te ha dicho algo de mí?
Lali no pudo evitarlo. Se echó a reír. Agustín parecía un adolescente.
—Te gusta.
—Sí, me gusta. Pero tal vez este no sea el mejor momento para empezar algo.
—¿Por mi culpa?
—Por... muchas cosas.
—Agustín, no lo hagas por mí.
—No es eso. No eres solo tú. Mi vida es complicada. Viajo mucho. A veces estoy fuera durante meses. No sería un buen novio.
—No te creo. Algo me dice que serías un novio genial para la mujer adecuada. Y me sentiría muchísimo mejor si en mitad de todo este lío alguien fuera feliz.
Agustín sonrió y le pasó un brazo por los hombros. El gesto la conmovió.
—Mejor ir paso a paso, cariño. Lo conseguiremos. Ten fe.
             Un poco de fe les iría a todos de maravilla.

Continuará... + 15 ;)

19 comentarios:

  1. que lindo agustin me encantooooo!!! subi masssssssssss

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  2. Que tiernooos los hermanitooos me encantooo :)))) encuentro entre la familia lanzani-esposito yaaa quierooo verlo o mejor leerlo

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  3. Mas quiero saber que pasa

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  4. Me encantan los hermanitos espositos. son re tiernos @may_cosme

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  5. Amoooooo a agustin es re tierno y mas comprensivo con lali

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  6. le debe de hablar agus a peter tambien jajjaaj podre de lali por que si no la dejo ni hablar

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  7. Aaaay ya qiero qe llegue ese sabaaaaadoooo!!

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  8. massssssssssssssssssssssssssssssssss

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  9. Que linda charla de hermanos esposito:)

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