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domingo, 19 de abril de 2015

TREINTA Y CUATRO



Peter se paró en el porche delantero de Mariana e inspiró hondo varias veces para calmarse. No necesitaba esa mierda. Llevaba en una montaña rusa emocional desde que ella se presentó en su puerta y la cosa no hacía más que empeorar. Y desde luego que no necesitaba que una mujer le dijera lo que pensaba o lo que sentía. Ya lo sabía.
Bajó deprisa los escalones de entrada y corrió bajo la lluvia en dirección a su coche. Si quería estar sola, la dejaría sola. Ya había pasado un infierno por ella.
«Esta mañana se debió a que tenía las emociones a flor de piel y a que reaccioné mal al estrés al que estoy sometida. No significó nada.»
Recordó sus palabras al abrir la puerta del coche, y también recordó la expresión de sus ojos al pronunciarlas. Recordó la emoción atormentada que vio en sus profundidades. Se le formó un nudo en el pecho. Se había concentrado tanto en sus palabras que casi había pasado por alto el indicio más importante.
Hasta que hablaron con el doctor Murphy, ella había estado bien. Había recibido la noticia de las llamadas telefónicas con una tranquilidad que no había esperado. Incluso había aceptado la explicación que dio el doctor Murphy sobre su herida. Solo cuando él preguntó si recuperaría la memoria aparecieron esos dichos muros invisibles que erigía. Desde ese momento, había mostrado una actitud retraída, reservada, oculta tras esos muros.
Maldición. Lo estaba alejando de su vida porque creía que solo le interesaba la persona que era antes. No sabía que él empezaba a cuestionarse ese hecho. No sabía que había empezado a ver las diferencias, que la atracción que sentía hacia ella era mucho más fuerte que antes.
Y le estaba endulzando el golpe al sugerir que no necesitaba que cuidase de ella. Después, recordó el pánico que invadió su voz cuando Cande mencionó la posibilidad de ir a Canadá.
No estaba asustada sin más. También lo estaba protegiendo a él. No quería que se involucrara demasiado. Estaba haciendo justo lo que le había dicho a él que no hiciera.
«¡Me cago en la puta!», pensó.
 La lluvia le caía por la cara cuando cerró de golpe la puerta del coche, cuando subió corriendo los escalones de entrada. No llamó a la puerta, sino que la abrió con el hombro y subió los escalones de dos en dos hasta llegar a la planta alta. Cuando entró en su despacho, la encontró tirada contra la pared, con los codos apoyados en las rodillas dobladas y la cara enterrada en los brazos.
Así que no le importaba... Era mentira.
Lali levantó la cabeza cuando lo oyó llegar. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas. La vio limpiarse la nariz con una mano.
—¿Qué haces...?
La cogió de los hombros, la levantó del suelo y le pegó la espalda a la pared. A continuación, le aplastó los labios con un beso voraz y apasionado, cargado con la rabia, la frustración y el anhelo que sentía en su interior.
Lali se aferró a su camisa mojada e intentó zafarse de sus brazos, pero él la sujetó con fuerza, aplastándola con el cuerpo. La besó con brusquedad, exigiéndole una respuesta. Ella se agitó bajo su cuerpo, pero Peter sintió el momento exacto en el que se rindió. El momento exacto en el que se aferró a él y lo abrazó en vez de intentar apartarlo. El momento exacto en el que separó los labios y rozó su lengua con la suya, tocándole el corazón en el proceso.
Un gemido ahogado brotó de la garganta de Lali. Y él sintió cómo crecía el deseo en su interior. La sangre se le agolpó en la entrepierna. Cogió el bajo de la camiseta y se la pasó por la cabeza antes de tirarla al suelo.
—Dime que no significo nada para ti. —Le mordisqueó la oreja, le succionó el lóbulo y acarició con los labios insistentemente la marca con forma de corazón invertido que tenía cerca del mentón. Una marca que había lamido y mordisqueado miles de veces. La misma que le resultaba familiar y desconocida al mismo tiempo.
Lali se estremeció. Su cabeza cayó hacia atrás al tiempo que le rodeaba los hombros con los brazos, pegándolo más a ella. Se arqueó contra él, le ofreció el cuello en su totalidad y pegó las caderas contra su erección.
—No significas nada para mí. Solo es... solo es sexo.
«¡Y una mierda!»
Aunque sabía que estaba siendo demasiado brusco con las caricias, aferró el sujetador y le dio un tirón. El cierre frontal saltó con un chasquido. Tiró la prenda de encaje al suelo y cubrió sus pechos desnudos con las manos, masajeándolos con fuerza. Bajó la cabeza y pegó los labios al pezón derecho, lamiéndolo antes de metérselo en la boca. Lali gritó cuando le acarició la sensible punta con los dientes y el pezón se le endureció, pero no se apartó, y él todavía no había terminado. Repitió el proceso con el otro pezón, y gimió cuando ella le pegó las caderas todavía más en respuesta.
—Repítelo —le ordenó mientras le besaba la clavícula y la garganta antes de apoderarse de nuevo de su boca—. Dime que esto no es real.
Ella meneó la cabeza, se aferró a su camiseta empapada y se la pasó por la cabeza.
—No lo es.
—Mientes.
Peter le desabrochó de un tirón los botones de los vaqueros y se los bajó con las manos antes de que a ella le diera tiempo siquiera a desabrocharle los pantalones. En un rápido movimiento, los vaqueros y las bragas de Lali estaban en el suelo.
Con un jadeo, ella extendió las manos hacia él. Peter le cogió las muñecas, le levantó los brazos y se los sujetó por encima de la cabeza con una sola mano.
—¿Sigue siendo nada?
La vio tragar saliva y negar con la cabeza. Pero también vio el deseo en sus ojos. Vio el anhelo. Vio el ansia.
Por él. No por otro. Solo por él. Por nadie más, solo por él.
Volvió a apoderarse de su boca y ella separó los labios, dejándolo entrar para que sus lenguas se entrelazaran. Peter bajó una mano por su vientre y sintió sus escalofríos cuando sus dedos se enterraron en su vello púbico. Gimió al sentir la húmeda calidez que lo esperaba entre sus muslos.
—Estás mojadísima. Quieres correrte, ¿verdad, nena? —Ella se estremeció al escucharlo mientras la besaba, mientras la acariciaba con los dedos hasta dar con su clítoris—. Dime hasta qué punto me deseas.
Lali gimió y movió las caderas contra su mano. Le introdujo un dedo hasta el fondo, sabía dónde le gustaba que la acariciasen.
—Peter...
—Dímelo —le ordenó de nuevo contra la oreja—. Dime que sientes lo que te hago. Sabes que lo sientes. Sabes que no puedes luchar contra esto, lo mismo que yo. —Le introdujo un segundo dedo y la acarició mientras buscaba el clítoris con el pulgar y trazaba círculos sobre él hasta que ella gritó y se corrió, presa de los temblores—. Me pones a mil —le susurró al oído—. Eres increíble. Estás buenísima. Dímelo.
Su nombre fue un grito estrangulado en labios de Lali. Un grito que él capturó con su boca mientras seguía volviéndola loca con los dedos.
—Para —masculló ella contra su boca.
—No. —No le bastaba con su cuerpo. También quería su alma. No se conformaría con menos—. Otra vez. Quiero verte. Me encanta ver cómo te corres.
—No puedo —masculló mientras intentaba soltarse—. Es demasiado.
Le mordisqueó la garganta, los pechos. Mientras tanto, siguió acariciándola con los dedos. Ella se retorció y apretó su mano con los muslos al tiempo que él la conducía de nuevo al éxtasis.
—Peter, por favor.
—Dímelo, nena. Dime que no sientes nada cuando estás conmigo. Dime que no te importo. Los dos sabemos que no puedes decirlo porque esto... tú y yo... es lo único que importa.
—Me importas —gruñó ella—. Demasiado. No quiero que me importes tanto. No quiero sentir. No quiero salir herida. Solo te quiero... a ti.
Sus palabras se le clavaron en el corazón. Le soltó los brazos, le enterró las manos en el sedoso pelo y la besó. Atenuó la brusquedad del beso y, cuando saboreó sus lágrimas saladas, la ternura lo consumió.
Las manos de Lali lucharon contra la cinturilla de sus vaqueros. Sus dedos inquisitivos se colaron dentro de sus pantalones y se la cogieron, provocándole un estremecimiento.
Necesitaba enterrarse en ella. No podía esperar. La tumbó en el suelo. Se debatió con sus vaqueros y con sus zapatos. Gimió cuando ella lo besó y lo colocó de espaldas sobre la alfombra antes de sentarse a horcajadas sobre sus caderas, con la entrepierna, húmeda y cálida, tan cerca que apenas podía respirar.
Lali se apoderó de su boca y lo besó con pasión. Lo recorrió un escalofrío cuando se apartó un poco, se la cogió con una mano y se la acercó a la entrepierna. Y fue incapaz de seguir pensando cuando se la colocó justo donde quería y bajó el cuerpo para que la penetrara.
El corazón le dio tal vuelco que jadeó. Extendió los brazos hacia ella y la obligó a besarlo enterrando los dedos en su lustroso pelo. Todo lo sucedido hasta llegar a ese punto parecía insignificante. Bebió de su boca a sorbos, se deleitó con la suavidad de su piel, con la dulzura de sus labios. Se le escapó un gemido cuando giró las caderas al tiempo que subía y bajaba sobre él, mientras él solo quería enterrarse en ella hasta el fondo.
Jamás soñó con volver a estar de esa forma con ella. No se había dado cuenta de lo mucho que la había echado de menos, de lo mucho que la necesitaba, de lo vacía que había estado su vida sin ella. Ella lo envolvía. Lo rodeaba. Consumía todo su ser.
«Mariana.»
Tenía su nombre en la punta de la lengua, y el deseo de gritarlo era más poderoso de lo que había esperado. Tantos años. Tantas cosas que recuperar. Quería darle todo lo que necesitaba. Necesitaba hacerle saber que había entendido sus palabras.
El nombre no importaba. Siempre había sido ella.
—Mírame, Lali.
Esos ojos cafés se clavaron en los suyos. Y por un segundo, la conexión que sintió fue como un arco entre ellos, tan intenso y tan abrumador, que lo devoró. Ella le llegaba al alma como nadie lo había hecho antes ni desde que la conoció.
Sabía que ella también lo sentía, podía ver en sus ojos que estaba tan indefensa ante las emociones que bullían entre ellos como él. Cuando las lágrimas asomaron a sus ojos, él le apartó el pelo de la cara para poder verla bien.
—Solo tú —susurró al tiempo que juntaba sus frentes—. Solo esto, solo nosotros.
Las emociones lo abrumaron cuando Lali lo besó. Cuando ella susurró su nombre. Los músculos de su cuerpo se tensaron y comenzó a embestirla con más fuerza al tiempo que la pegaba a él.
—Espérame —susurró ella, besándolo con más ardor, moviéndose con más frenesí.
¿Cómo decirle que llevaba esperándola toda la vida?
Se contuvo. Pero cuando ella arqueó la espalda, cuando apretó los músculos que lo rodeaban y supo que había llegado al clímax, se dejó llevar, asegurándose de arrastrarla consigo.
Con el corazón desbocado, Peter la abrazó con fuerza. Ella se dejó caer contra su pecho mientras inspiraba entre jadeos. A Peter le temblaban los labios contra su sien. El corazón le latía frenético contra sus pechos. Por primera vez en lo que se le antojaba una eternidad, se sentía... completo de nuevo.
Cerró los ojos. Inspiró hondo. Se aferró a esa sensación. Sin embargo, cuando ella le enterró la cara en el hombro y pudo sentir las frías lágrimas contra la piel, la realidad del momento lo asaltó.
No había sido ese su propósito. Todos sus cuidadosos planes de cortejarla para ganarse de nuevo su confianza se habían ido al traste, y todo porque había sido incapaz de controlar su genio. Y, a juzgar por los sollozos que la sacudían, tampoco era lo que ella quería.
—Lo siento. Dios, lo siento. No llores. —La instó a tumbarse de espaldas y le apartó el pelo de la cara—. Por favor, no llores.
Ella se cubrió la cara con ambas manos.
—Lo siento —repitió al tiempo que le besaba las mejillas, las comisuras de los labios, ansiando poder resarcirla de alguna manera—. Lo siento muchísimo. Lo...
Ella le cubrió los labios con un dedo.
—No lo repitas. No estoy llorando porque esté molesta.
Se quedó quieto.
—¿No?
Ella negó con la cabeza antes de bajar muy despacio la otra mano y mirarlo.
—No.
—¿Y por qué lloras?
La vio secarse las lágrimas con una mano.
—Porque has dicho mi nombre. Hasta ahora no me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba oírlo.
Creía que ya estaba enamorado, pero se había equivocado. Su ternura lo abrumó como nada había conseguido abrumarlo hasta entonces. ¿Cómo era posible que pudiera quererla más de lo que ya la quería? Algo de lo que había demostrado ese día le provocaba una emoción que jamás había sentido con Mariana. No quería pensar en lo absurdo que era ese pensamiento. Solo quería volver a estar con ella, sentirla y conocerla de nuevo.
—Ah, Lali. Ven aquí.
La levantó del suelo, la llevó al dormitorio, se sentó en su cama y la acunó en el regazo. Le acarició el cuello con la nariz e inspiró su aroma. Se deleitó con su mera cercanía.
—No quería que la cosa fuera así. No para la primera vez.
Ella apoyó la cabeza contra su cuello y se aferró a sus hombros.
—Pues yo no me quejo —dijo.
Lali sonrió y la besó, con suavidad, sin premura, deseando transmitirle lo que sentía en su corazón.
La oyó suspirar antes de que le devolviera el beso y enterrara los dedos en su pelo húmedo para acercarlo más todavía.
Cuando se apartó un poco y la miró, se dio cuenta de otra cosa en la que había metido la pata hasta el fondo. Cerró los ojos.
—Mierda. Condones.
—¿Qué pasa con ellos?
—Que siguen en el bolsillo de mis pantalones. Después de lo de esta mañana, cogí unos cuantos, por si las moscas.
—Optimista, ¿no?
Abrió los ojos y vio una expresión risueña en su mirada. No parecía alterada, en todo caso, parecía... que le hacía gracia.
—Yo no... no pensaba que...
Ella volvió a colocarle un dedo en los labios.
—No vuelvas a disculparte. Puede que lo hayas empezado tú, pero he sido yo quien lo ha acabado. No te he dado la menor oportunidad de negarte, mucho menos de buscar un condón.
No lo había hecho, cierto. Esbozó una sonrisa y sintió un agradable calorcillo al recordarlo.
—No voy a quedarme embarazada, Peter. Lo tengo cubierto.
Quería decirle que le encantaría que se quedara embarazada esa noche. La mera idea de verla embarazada, de tener la oportunidad de experimentar todo lo que se había perdido con Tomás, le gustaba muchísimo. Sin embargo, sabía que no estaba preparada para oírlo. Todavía no.
—Además —añadió ella—, me han hecho todas las pruebas habidas y por haber y sé que esa parte de mi cuerpo está sanísima. Y confío en ti. No estoy preocupada.
Detestaba que estuvieran manteniendo esa conversación. De que tuvieran que sacar el tema a colación siquiera.
—Siempre he tenido cuidado. Quiero que lo sepas. De haber creído que había una posibilidad, por pequeña que fuera, de que seguías viva, jamás habría estado con otra mujer.
Vio que sus ojos se oscurecían.
—Te creo.
No quería que lo creyera. Quería que lo sintiera. Que supiera que era la única mujer a la que había deseado. Le apartó un rizo de la cara.
—Jamás haría nada para hacerte daño.
—Eso también lo sé —susurró ella.
Se inclinó sobre ella y la besó, y el corazón le dio un vuelco cuando Lali le devolvió el beso.
—Puedo hacerlo mejor —le dijo contra los labios al tiempo que le pasaba una mano por la columna.
—¿Ahora mismo? ¿Te ves en condiciones tan pronto?
—Nena, estoy en condiciones desde que volviste a mi vida.
Cuando ella soltó una carcajada, el alivio lo inundó. La dejó sobre el mullido cobertor rojo, la instó a ponerse de espaldas y volvió a besarla antes de apartarse lo justo para mirarla a los ojos.
—¿De verdad creías que podías librarte de mí tan fácilmente?
—¿He sido demasiado evidente?
Le enterró los dedos en el pelo.
—Casi me convences, pero luego recordé que tus ojos eran incapaces de mentir. Y siguen sin poder hacerlo. —Le besó los párpados, bajó hasta su boca y trazó sus labios con la lengua hasta que los separó.
—Tendré que recordarlo —murmuró ella cuando los dos estuvieron sin aliento.
—Dime qué quieres —susurró Peter mientras le acariciaba un costado y le rozaba la curva del pecho con los nudillos.
—No quiero pensar. Solo quiero sentir que me tocas como antes. Quiero olvidarme de todo salvo de ti.
—Nena, creo que te puedo echar una mano con eso.
—Bien, porque ahora mismo solo te necesito a ti, Peter.
            Y esas eran las únicas palabras que él necesitaba escuchar.

Continuará... +15 :')

23 comentarios:

  1. Ame el cap!!!!!! Subi otrooooooo

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  2. Ahhhhhhh por fin!!!!"

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  3. ayyyyyyy no lloroooo!!!!!!! QUE HERMOOOOSOO CAPITULO UN AMOR UNICO ESTOS DOS YA QUIERO QUE LALI RECUERDE

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  4. me encanto!!! hermoso!!! masssssssss

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  5. tiene que haber más caps como estos! =p

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  6. más más más más nove nove nove nove nove

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  7. On fire !!
    Que lindos que ya esten juntos

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  8. me da tanta felicidad por ellos
    solo espero que sigan asi

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  9. maaas no te dejamos respirar dani =p

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  10. Danii amo tus fics, queria saber como descargo las otras novelas.
    Perdon por escribir mal, pro soy del Brasil.
    Gracias.
    Anna Luiza

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  11. se dio cuenta d k les faltó el condón.K pena k ella esté cubierta con ese temita.

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