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domingo, 19 de abril de 2015

TREINTA



Las gotas de agua se deslizaban por el cuerpo de Lali. Las burbujas se acumulaban en torno a sus pies. Cerró los ojos y aspiró el olor fresco y limpio del jabón, el mismo olor que acompañaba a Peter, el olor que había percibido la noche anterior cuando la estrechó contra su cuerpo.
Se volvió para dejar que el agua le cayera en la cara. Se encontraba en el baño de la habitación de invitados; y después de la noche que había pasado en vela, estaba más agotada que el día anterior. ¿Habría dormido Peter últimamente en la cama que ella había usado esa noche? Porque estaba segura de que la almohada olía a él. Parecía percibir su olor hasta en las sábanas.
Se le contrajeron los músculos del abdomen mientras se enjabonaba, imaginando que eran sus manos las que la acariciaban, que eran sus labios. Sintió un dolor palpitante entre los muslos. Un deseo arrollador.
Peter le había dicho que la deseaba, que se moría por tocarla. Pero eso fue antes de que descubrieran su historial médico en la clínica privada, antes de que él se percatara del fondo de todo el asunto. Desde entonces, la trataba con delicadeza y mimo, pero se mantenía distante. Como si le asustara la posibilidad de acercarse demasiado a ella.
Se pasó las manos por los pechos, acrecentando el deseo. Por algún motivo que se le escapaba, no quería que Peter se distanciara. Lo que quería era que la acariciara como había hecho antes. Que su boca la devorara. Quería sentirlo muy adentro. El deseo aumentó hasta un punto insoportable mientras lo imaginaba en la ducha con ella, mientras se imaginaba que recorría ese musculoso cuerpo con las manos. Con la lengua.
Estaba en el otro extremo del pasillo. Lo único que tenía que hacer era ir a su dormitorio y pedirle que la acariciara. Temblorosa, apoyó las manos en la pared y se esforzó por respirar. Técnicamente era su marido, ¿no? No sería pedirle demasiado.
El sentido común se impuso y acabó atenuando el fuego que la consumía. Sí, era su marido, pero no lo conocía. No de verdad, no en lo importante. Solo sabía que se sentía muy atraída por un hombre que era casi un desconocido, con el que compartía un vínculo que no comprendía. Solo sabía que lo deseaba con una pasión que jamás había experimentado.
¿Se solucionarían todos sus problemas si echaban un polvo? ¿La ayudaría a recordar una vida que de algún modo le parecía ajena? ¿La ayudaría a comprender qué le había pasado? ¿Lo ayudaría a él a verla como Lali?
Esa era la pregunta más importante.
No se le había escapado que Peter aún no la había llamado así, que evitaba pronunciar su nombre. Sabía que cuando la miraba, él veía a Mariana. No veía a la mujer en la que se había convertido. ¿Eso cambiaría después de un polvo?
Probablemente no. Pero... ¡Mmmm, sería genial! Y así se libraría del deseo que sentía en ese momento y cada vez que lo veía.
Alguien llamó a la puerta de repente, sobresaltándola. Cerró el grifo y se pasó una mano temblorosa por el pelo a fin de escurrirse un poco el agua.
—Un momento.
—El café está hecho —anunció Peter desde el otro lado de la puerta—. Y el desayuno está casi listo.
Estaba al otro lado de la puerta, en su dormitorio. Solo tenía que quitar el pestillo y podría estar a su lado. ¿Le habría leído el pensamiento?
Salió de la ducha entre temblores y tras coger una gruesa toalla blanca del toallero se envolvió con ella. Tenía los pechos tan sensibles que el roce le provocó un hormigueo. Sabía que estaba mojada por el deseo. Respiró hondo y se obligó a relajarse.
—Vale. Mmmm... bajo ahora mismo.
—¿Necesitas algo?
«Sí. A ti. Ahora mismo», respondió para sus adentros.
Se tragó las palabras antes de que pudiera pronunciarlas sin darse cuenta.
—No. Estoy bien.
—Bien. No tardes mucho.
Cuando sus pasos se alejaron, Lali se sentó en la tapa del inodoro. Una mujer inteligente reconocería que estaba coladita por él y saldría corriendo de esa casa. Pero, claro, ella no iba a hacerlo. Iba a quedarse y a sufrir hasta que controlara por completo esos arrebatos enloquecedores.
O hasta que se lanzara sobre él. En cualquier caso, ella salía perdiendo.
Desterró esos pensamientos de su cabeza y se vistió con unos vaqueros y una camiseta de manga corta. Se puso un poco de rímel para disimular el cansancio de los ojos y un poco de brillo de labios. Al mirarse en el espejo, no pudo evitar fruncir el ceño. Tenía el pelo empapado y alborotado, pero no quería perder tiempo secándoselo. Un café y una buena dosis de realidad eran más importantes que tener la cabeza seca.
Al llegar a la cocina, vio que Peter estaba preparando algo en una sartén, de espaldas a ella. El deseo la abrasó de nuevo, corriendo por sus venas mientras lo observaba. Estaba descalzo y llevaba unos vaqueros holgados y desgastados, y una camiseta azul claro que se ajustaba de forma maravillosa a sus hombros. Su pelo seguía un poco húmedo después de la ducha, y ella se moría de ganas por enterrar los dedos en él como había hecho el día anterior.
¡Por Dios! Como no se controlara, acabaría metida en un problema muy gordo.
Carraspeó mientras entraba en la estancia.
—Huele bien. No sabía que cocinabas.
Peter se volvió al escucharla y en cuanto se miraron, la pasión hizo que saltaran chispas entre ellos. Una pasión que, a juzgar por la mirada de Peter, él también sentía.
Lo vio apartar los ojos con rapidez, pero no antes de que el deseo le provocara de nuevo el hormigueo en los pechos.
—Allí está el café —le dijo él al tiempo que señalaba con la espátula.
Lali se sirvió una humante taza y aspiró el delicioso aroma. Rezó para que el café saciara de alguna manera el ansia que sentía. Pero algo le dijo que solo podría saciarla de una manera concreta.
Se volvió, se apoyó en la encimera y observó a Peter por encima del borde de la taza. ¡Dios, estaba buenísimo! No era la primera vez que se asombraba por haber sido capaz de conquistar a un hombre como Peter Lanzani. Era incapaz de apartar los ojos de él. El día anterior sintió ese cuerpo pegado al suyo. Saboreó esa boca con sus labios. Si no los hubieran interrumpido, habría descubierto y explorado cada centímetro de él.
Su sangre se convirtió en lava ardiente.
Estaba perdiendo el control. Necesitaba recordar cuál era su prioridad. Encontrar respuestas. No echar un polvo salvaje y erótico con el hombre que tenía enfrente.
Carraspeó y bebió un sorbo de café.
—Está buenísimo.
Peter apagó el fuego, se volvió y se acercó a ella. Lali alzó la vista, sorprendida y confusa cuando le quitó la taza de las manos. Sus ojos la miraban con un brillo oscuro. Con un brillo peligroso y... ¡sí, sensual!
Peter le colocó una mano en la nuca, tiró de ella y la besó en los labios.
Las piernas amenazaron con fallarle mientras se aferraba a su camiseta como si le fuera la vida en ello, separando los labios para acoger su lengua y poder acariciársela y devolverle el beso con todas sus ganas.
«¡Sí, sí, sí, por fin!», exclamó en silencio.
Sabía a menta y a chocolate. Olía como el jabón que había usado en su cuerpo. Y sentirlo era el paraíso. Subió las manos para poder acariciarle el pelo y enterró los dedos en él. El beso se tornó voraz y enfebrecido. Peter la aferró por la cintura y la pegó a él, avivando el deseo. La posición hizo que sintiera su erección. Ya la tenía muy dura.
—Anoche no pegué ojo —murmuró él contra sus labios al tiempo que le hacía inclinar un poco la cabeza hacia atrás para besarla con más comodidad mientras le subía la camiseta con la otra mano a fin de acariciarle un pecho. Lo pellizcó con la fuerza suficiente para arrancarle un gemido. Pero no le dolió. Era maravilloso. Fantástico—. Solo podía pensar en ti acostada en esa cama, desnuda. He estado empalmado toda la noche.
—¿Ah, sí? —logró preguntarle ella. Las noticias la emocionaron. La excitaron. Sintió que se mojaba aún más. Lo besó con frenesí.
—Sí —gimió él, besándola una y otra vez. La soltó para levantarle la camiseta y se retiró un poco a fin de mirarle los pechos, cuyos pezones estaban endurecidos. La vista lo hizo gemir y dicho gemido hizo que Lali sintiera un espasmo entre los muslos—. Eres preciosa —susurró.
Lali creyó derretirse cuando una de sus manos le acarició un pecho, tras lo cual bajó la cabeza para lamerle el pezón.
El placer la atravesó. Dejó caer la cabeza hacia atrás y le acarició el pelo, apoyada contra los armarios. Peter siguió lamiéndola, una y otra vez, arrancándole gemido tras gemido antes de rodearle el pezón con los labios para chupárselo por fin.
Si la tocaba entre los muslos en ese momento, estaba segura de que se correría. Se encontraba al borde del orgasmo. Presionó las caderas contra él y sintió que la tenía más dura y más grande.
—Peter —consiguió decir al tiempo que él trasladaba su atención al otro pecho. Sin darse cuenta, le dio un codazo a un cuenco y escuchó que algo se caía al suelo. No obstante, ella solo podía pensar en una cosa—. Te necesito.
Lo vio levantar la cabeza. Tenía el pelo alborotado por culpa de sus caricias y esos ojos tan dolorosamente familiares la miraban con el mismo deseo que a ella la estaba matando.
Peter la apartó de la encimera, la llevó hasta la escalera y tras aferrarla por las caderas, la instó a caminar hacia atrás.
—Vamos a la cama.
—Sí, sí —gimió ella, aceptando su beso al tiempo que le echaba los brazos al cuello.
Peter la estrechó con fuerza, le rodeó la cintura con los brazos y la levantó del suelo. Estaban cerca, pero no lo suficiente. Lali le acarició la lengua con la suya mientras intentaba rodearlo con piernas y brazos, con todo el cuerpo.
En ese momento, se abrió la puerta principal y se escucharon unas voces al otro lado del pasillo. Lali se quedó paralizada entre los brazos de Peter, que se había detenido en el primer peldaño. Desde el otro lado de la casa les llegó la risa de Luz.
Peter la abrazó con más fuerza y apoyó la frente en uno de sus hombros. Lo oyó soltar una especie de gemido que resonó por todo su cuerpo. Aunque trató de contenerse, Lali acabó riéndose entre dientes.
—No tiene gracia —murmuró él, que la dejó en el suelo.
—Lo sé. Lo siento. —Apoyó la espalda en la pared de la escalera.
—Creo que tus padres tienen un detector de calentones. Cada vez que estoy a punto de hacer algo contigo, aparecen.
Lali se echó a reír con todas sus ganas.
—Te repito que no tiene gracia —dijo Peter, que seguía apoyado en su hombro.
—Sería mucho peor que hubieran llegado cuando ya estuviésemos arriba.
—Arriba podría haberle echado el pestillo a la puerta del dormitorio. —Se apartó de ella y la miró. Sin embargo, no estaba enfadado ni irritado ni frustrado, como la última vez que los interrumpieron. En sus ojos había un brillo alegre. Un brillo que a Lali le provocó una opresión en el pecho—. ¿En qué estaba pensando? Debería haber cerrado con llave la puerta principal.
Lali rio de nuevo al tiempo que le acariciaba el sedoso pelo de la nuca. ¿Ese era el mismo hombre que le había gritado enfurecido pocos días antes? ¿El hombre que la había mirado como si estuviera destruyendo su mundo? El cambio obrado en él le parecía imposible. Comprendió que era ella la culpable de dicho cambio. Gracias a ella se había suavizado la tensión que antes tenía en torno a los ojos. Gracias a ella parecía... casi feliz.
La conclusión hizo que las alarmas saltaran en su mente. Sin embargo, antes de que pudiera analizarlas al detalle, Tomás entró corriendo en la cocina.
—¡Mami!
Lali se alejó de los brazos de Peter y se arrodilló para abrazar con fuerza a su hijo.
Peter se escondió tras la encimera, ya que tenía una enorme erección. Ella también era la culpable de eso, pensó con una malévola emoción que se concentró entre sus muslos. Miró por encima de la cabeza de Tomás y vio que Peter los estaba observando. Ese corazón que comenzaba a derretirse por él dio un vuelco enorme cuando reconoció la emoción que brillaba en esos hipnóticos ojos verdes.
Amor. Por un hijo al que no conocía. Por una esposa que no era la misma.
Se le cayó el alma a los pies. El miedo la inundó al percatarse de que el fuego que ardía entre ellos era solo físico. Jamás sería la mujer que él recordaba. Y con lo rápido que Peter se estaba enamorando de ella, tal vez le resultara insoportable ver el momento en el que él se diera cuenta de ese hecho.
Luz apareció por el pasillo, sonriendo de oreja a oreja. Al verla en la cocina, su expresión cambió.
La tensión se apoderó de la estancia. Una tensión que Lali no sabía cómo desterrar. Sin importar lo que pasara entre Peter y ella, tenía que estar al lado de su hija.
Se puso en pie despacio, levantando a Tomás, al que se colocó en una cadera.
—Buenos días, Luz.
—¿Qué hace ella aquí? —preguntó su hija, mirando furiosa a Peter.
—Ella —contestó él con firmeza— está a punto de desayunar. Igual que tú. Sube a lavarte.
Luz los miró con los ojos entornados.
—No tengo hambre.
Lali sabía lo que la niña estaba pensando y, la verdad, no iba muy desencaminada. Una simple mirada bastaba para saber lo que había pasado entre ellos. Estaba despeinada y tenía los labios hinchados. Luz era una niña lista. Obviamente, ya había visto a su padre con otras mujeres.
La incomodidad, la culpa y el miedo se agolparon en el pecho de Lali, dificultándole de forma dolorosa la tarea de respirar.
—Me da igual que tengas hambre o que no la tengas, señorita —le soltó Peter—. Estamos a punto de desayunar, así que sube a lavarte.
Lali lo miró y vio la furia que ardía en su mirada. Sintió la necesidad de defender a Luz. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, su hija salió corriendo con los ojos llenos de lágrimas.
—Peter —dijo Lali en el silencio que siguió a la escena—, no te enfades con ella.
—No voy a permitir que te trate como si...
—Hola, cariño —dijo la madre de Lali, que apareció por el pasillo muy sonriente, a todas luces ajena a la tensión que reinaba en la cocina. Su padre la seguía de cerca—. No esperábamos verte tan temprano.
«¡Mierda!», pensó. Sus padres. El pánico la atenazó mientras trataba de peinarse un poco con la mano libre, ya que con la otra tenía cogido a Tomás.
—Bueno, es que... —Miró a Peter para suplicarle que le echara un cable, pero él se limitó a ladear la cabeza y a sonreír, como si le estuviera diciendo: «Te han atrapado.»
Vaya ayuda. Lali frunció el ceño y después miró a su madre. Maldición, ¿qué podía decirle?
—Tenemos cosas que hacer esta mañana —dijo Peter, rescatándola cuando pensaba que la había dejado para que se las apañara sola—. ¿Pueden quedarse hoy con los niños?
Carlos se sentó en un taburete y cogió una uva del frutero.
—Claro. Los Giants juegan esta tarde. A los niños les encantan. ¿Quieren ir ustedes también?
—No creo que tengamos tiempo —respondió Peter—, pero gracias.
Arriba se oyó un portazo antes de que Lali pudiera analizar qué había planeado Peter, quien miró hacia el techo con expresión frustrada.
La culpa que a esas alturas era tan familiar para Lali aumentó un poco más.
—Debería hablar con ella —dijo.
—Yo iré. —Peter extendió una mano y le dio un apretón en el brazo.
La calidez del contacto se extendió por su cuerpo hasta rodearle el corazón.
—Vamos, Tomás —dijo María José, que alargó los brazos para coger a Tomás mientras Peter desaparecía por la escalera trasera—. Vamos a ayudar a tu madre a terminar el desayuno. ¡Vaya por Dios! ¿Qué les ha pasado a estos huevos?
Una mirada bastó para que Lali confirmara sus peores temores. El cuenco que había golpeado con el codo yacía boca abajo en medio de un charco de huevos batidos.
Cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que el suelo se la tragara en ese instante. Sin embargo, sabía que era imposible. Su vida era un desastre, su hija la odiaba, sus padres acababan de pillarlos a punto de echar un polvo y, lo peor de todo, sabía que estaba enamorándose de Peter.
            Una circunstancia que solo provocaría un desengaño, para todos ellos.


Continuará... +15 :)!!!

26 comentarios:

  1. Por favor segi!!! la novela esta muy buena!! qiero ya el proximo capitulo!!

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  2. que personaje luz me gusta mas tomas jeje

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  3. Subi otroooooo massss

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  4. Porfabor segi!!! no nos pedes degar asi!!!

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  5. Massssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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  6. ++++++++++++++++++++++

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  7. More more more ++++++

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  8. Jajajaa pobre Laliter jajaja siempre los pillan jajajaa

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  9. Pobre peter y allí no los dejan consumir su amor jajajaja

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  10. Sube mas me desesperoooo

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  11. Jajaajajajajaj pobres!! Deberian cerrar todo con llave!!

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  12. Que mala onda no dejan que lali y Peter tengan una alegría jajajaja

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  13. Benditas llaves jajajaja cuando vas a subir?!

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  14. massssssssssssssssssssssssssssssss
    sube otro capitulo

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  15. K manera d negarse k se están enamorando d nuevo.

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