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sábado, 23 de mayo de 2015

Cap / 20



            —Volveré mañana —consiguió decir.

            —Antes tómate esto. —Lali empujó la taza hacia él.

            Peter miró el café. Le había puesto nata. Él siempre tomaba el café solo, pero cogió la taza con ambas manos. Para su mortificación, la taza se sacudió violentamente y el contenido rebosó el borde.

            Lali lo miraba fijamente. Hubiera querido insultarla y dejarla allí plantada, pero su mirada lo retuvo, no lo dejó marchar. Aquellos ojos veían demasiado, veían cosas que él llevaba toda la vida ocultando. Lali no podía evitar ver lo cerca que estaba de desmoronarse pero, por su expresión, no lo juzgaba; solo había en ella bondad, compasión.

            Sintió la repentina necesidad de arrodillarse y apoyar la cabeza contra ella, suplicante, pero de algún modo logró mantenerse de pie, balanceándose sobre sus piernas tiesas.

            Con cuidado, Lali puso sus manos sobre las de él, de modo que los dos sostenían la taza. Aunque las tenía mucho más pequeñas, lo agarraba con sorprendente firmeza, conteniendo el temblor.

            —Vamos —le susurró.

            Le llevó la taza a los labios, impidiendo que le temblaran las manos. Tomó un sorbo. El líquido, caliente y suave, fue un bálsamo para su reseca garganta y se fundió con el frío de sus entrañas. Era ligeramente dulce y el toque de nata suavizaba el sabor amargo. Fue tan inesperadamente bueno que se bebió el resto de un trago. Sus venas le zumbaron con una gratitud rayana en la adoración.

            Lali apartó las manos.

            —¿Más?

            Él asintió con un murmullo ronco.

            Ella sirvió otra taza y le añadió nata y azúcar, mientras el sol entraba por las persianas de la ventana y le iluminaba el pelo. Cayó en la cuenta de que estaba preparando el desayuno para un montón de huéspedes que pagaban por él. Todavía se estaban cociendo cosas sobre los fogones y en el horno. No solamente la había interrumpido mientras trabajaba, sino que se había quedado allí despotricando sobre su horario como si fuera mucho más importante que el de ella.

            —Estás ocupada —murmuró, como preludio de una disculpa—. No tendría que...

            —No pasa nada —le respondió ella amablemente.

            Dejó la taza en la mesa y retiró una silla. Era evidente que pretendía que se sentara en ella.

            Peter miró cauteloso a su alrededor, preguntándose lo que el fantasma sacaría de aquello, pero, afortunadamente, no se lo veía por ninguna parte. Se sentó a la mesa y se tomó el café despacio, sin ayuda aunque con cuidado.

            Lali trabajaba en la encimera. El tintineo de los utensilios, el sonido de cacharros y platos manejados con destreza era extrañamente relajante. Podía quedarse allí sentado y nadie lo molestaría. Cerró los ojos y se zambulló en una momentánea sensación de paz, de estar a salvo.

            —¿Otro? —la oyó preguntar.

            Él asintió con un gesto.

            —Antes prueba esto. —Le puso delante un plato de comida. Cuando se inclinó hacia él percibió el perfume de su piel, fresco y dulce, como empapada en té dulce.

            —No creo que pueda...

            —Inténtalo. —Puso los cubiertos en la mesa y volvió a los fogones.

            El tenedor era tan pesado como un mazo de plomo. Peter miró el plato, que contenía una ordenada porción de capas de pan, ligeramente hinchada y dorada por encima.

            —¿Qué es? —le preguntó.

            —Una cazuela de desayuno.

            Peter tomó un cauteloso bocado y descubrió que la cazuela poseía una ligera suavidad cremosa. Era como una quiche pero mucho más delicada, con la textura perfecta para liberar una insinuación de tomate maduro y queso suave. Notó el sabor de la albahaca en la lengua al final, una nota limpia y penetrante.

            —¿Te gusta? —oyó que le preguntaba Lali.

            Ni siquiera pudo responder. Se le había despertado un hambre atroz y estaba enteramente dedicando a comer.

            Lali le trajo un vaso de agua fría. Cuando hubo vaciado el plato, Peter dejó el tenedor y se la bebió, evaluando su estado físico. El cambio era poco menos que milagroso. El dolor de cabeza se le estaba pasando y los temblores habían desaparecido. Estaba saciado de sabor y de calidez... era como estar borracho de comida.

            —¿Qué lleva esto? —le preguntó con la voz distante, como si hablara en sueños.

            Lali, que había vuelto a llenarle la taza de café, apoyó la cadera en la mesa y lo miró. Tenía las mejillas satinadas por el calor de los fogones.

            —Pan francés que yo misma horneo. Tomates que compro en el mercadillo de los granjeros. El queso se hace en la isla Lopez y los huevos los han puesto esta mañana las gallinas Wyandotte. La albahaca es del huerto de hierbas de ahí fuera. ¿Te apetece otra porción?

            Peter podría haberse comido una bandeja entera, pero negó con un gesto de cabeza, decidiendo que sería mejor no forzar su suerte.

            —Debería dejar un poco para tus huéspedes.

            —Hay de sobra.

            —Estoy bien. —Tomó un sorbo de café y la miro fijamente—. Nunca habría pensado... —Calló, incapaz de describir lo que acababa de sucederle.

            Lali pareció entenderlo. Una leve sonrisa le iluminó la cara.

            —A veces mi cocina surte una especie de... efecto sobre la gente.

            A Peter le cosquilleó la nuca de un modo agradable.

            —¿Qué clase de efecto?

            —No pienso demasiado en ello. No quiero estropearlo. Pero a veces parece que hace que la gente se sienta mejor de un modo... mágico. —Su sonrisa se volvió atribulada—. Estoy segura de que tú no crees en esas cosas.

            —Estoy sorprendentemente abierto a todo —dijo Peter, consciente de que el fantasma deambulaba al fondo de la cocina.

            —Mírate. —El fantasma parecía aliviado—. No te va a dar un patatús, ni vas a morirte.

            Los maullidos del gato en la puerta posterior, a través de cuya malla se veía la bola peluda, habían llamado la atención de Lali. En cuanto lo dejó entrar, Byron se sentó y se la quedó mirando, moviendo la cola impaciente.

            —Pobre pequeño monstruo peludo —zureó Lali, poniendo una cucharada de algo en un plato que dejó luego en el suelo.

            El gato engulló aquella delicia con ferocidad. Parecía la clase de mascota capaz de comerse a su dueño.

            —¿No va contra las normas sanitarias dejarlo entrar aquí? —preguntó Peter.

            Byron no puede acercarse al comedor ni a las zonas donde se prepara la comida. Además solo pasa en la cocina unos minutos al día. Se pasa casi todo el tiempo durmiendo en el porche o en la casa de atrás. —Fue a recoger el plato de Peter. El peto del delantal dejaba ver lo bastante del exuberante escote como para darle mareos. Hizo un esfuerzo para apartar los ojos y mirar a Lali a la cara.

            —Estás así porque bebiste demasiado —le dijo con dulzura.

            —No —repuso Peter—. Estoy así porque no bebí.

            Lo miró atentamente.

            —¿Lo dices en serio?

            Peter hizo un breve gesto de asentimiento. Tenía incontables razones para marcharse, pero la más importante era que no quería tener tanta necesidad de nada. Lo había pillado con la guardia baja porque acababa de darse cuenta de lo mucho que dependía de la bebida. Le había resultado fácil justificarse diciéndose que no era un problema porque no estaba sin hogar ni iba desgreñado, porque nunca lo habían detenido. Seguía siendo un hombre capaz de valerse. Pero después de lo que le había pasado aquella mañana, no podía negar que tenía un problema.

            Una cosa era ser aficionado a beber y otra ser alcohólico.

            Lali fue a dejar sus platos en el fregadero.

            —Por lo que he oído —le dijo por encima del hombro—, no es un hábito fácil de dejar.

            —Ya lo estoy viendo. —Peter se levantó de la mesa—. Vendré mañana por la mañana a recoger el cheque.

            —Ven temprano —le dijo Lali con aplomo—. Estoy preparando harina de avena.

            Se miraron de una punta a la otra de la cocina.

            —No me gustan las gachas —repuso Peter.

            —Las mías te gustarán.

            Peter no podía dejar de mirarla. Era tan suave, estaba tan radiante, que se permitió pensar, solo por un instante, cómo sería tenerla debajo. La magnitud de la atracción que sentía por ella era abrumadora. Quería cosas de ella que no había querido jamás de nadie, cosas que iban más allá del sexo y ninguna de las cuales era posible. Era como estar al borde de un precipicio, luchando por no caer al vacío mientras el viento lo empujaba por detrás.

            Lali le devolvió la mirada al mismo tiempo que se ruborizaba intensamente. El rubor contrastaba con el castaño brillante de su pelo.

            —¿Cuál es tu plato preferido? —le preguntó, como si aquella pregunta fuera tremendamente íntima.

            —¿No tengo ningún plato preferido?

            —Todo el mundo tiene uno.

            —Yo, no.

            —Tiene que haber algo... —El temporizador interrumpió su diálogo—. Son las siete y media. Tengo que servir el café a los primeros huéspedes. No te vayas, vuelvo enseguida.

            Sin embargo, cuando volvió Peter se había ido. Encontró una nota pegada a la pared del fregadero, escrita con tinta negra: Gracias.

            Cogió la nota y la acarició con el pulgar. Un dulce dolor, terrible, le atenazó el pecho.

            A veces, pensó, puedes resolver el problema de alguien, pero hay ciertos problemas de los que tiene que salir uno mismo.

            Todo lo que podía hacer por Peter era tener esperanza.
 
Continuará...

+10 :)

14 comentarios:

  1. Cada vez mas interesantee!!! Más!

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  2. Haz un maraton ya quiero que peter deje de tomar definitivamente y que empice aceptar a lali porfavor

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  3. maaaaaaqaaaaaaaaaaaaaaaassssss!!!!

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  4. Ya se admite a si mismo k siente algo diferente d lo k sentía antes x otras

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  5. Hay !!!!! Se esta habiendo un poco a lali !!!! Y ya aceptó lo de en alcohol ... Es un buen paso .... Esto de tener que leer los capa el fin se semana me desespera , los leo pero no comentó en todos ... Me guata mucho la Nové

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  6. Poniéndome al día con estos capítulos, me encantan este tipo de historias

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