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lunes, 4 de mayo de 2015

Capítulo - 17



—¿Mariana? Mariana, ¿dónde estás?

Lali y Peter se separaron con sobresalto. Lali se ruborizó y se dio la vuelta mientras se tocaba los labios con las yemas de los dedos, como si él le hubiera dejado una marca. No había tenido tiempo de sentir más que una leve y deliciosa calidez, pero esto era más de lo que debería haber sentido nunca hacia Peter Lanzani.

—Estamos los dos en la cocina —contestó Peter mientras cogía el goteante trapo con hielo, se lo aplicaba en el rostro y se sentaba con precipitación.

Lali y Peter se miraron con ardor durante un instante y Nicolás entró con paso decidido en la cocina.

—Veo que te ha curado —declaró Nicolás, por lo visto sin percatarse de lo alterada que estaba Lali—. Mariana, tenemos que hablar de un par de cosas.

—¡Ah!

—Con respecto al muchacho Amadeo, bueno, las cosas tienen que cambiar entre ustedes.

—¿Qué quieres decir? —preguntó ella con cautela—. La disputa es entre George y tú y no tiene por qué afectar mi amistad con Benjamín.

—La disputa es entre los Espósito y los Amadeo, lo que significa que ya no hay una amistad entre tú y Benjamín. No lo verás más. Ni siquiera hablarás más con él, ¿comprendes?

Si se lo hubiera planteado de una forma distinta, ella habría intentado comprender su punto de vista. Sin embargo, la forma en que lo dijo, como una orden que ella tenía que acatar, una exigencia que ella tenía cumplir, la encendió de inmediato, como si hubiera acercado una cerilla encendida a un montón de pólvora.

—Diría que tenemos que discutir un par de cosas —declaró Lali con voz calmada.

—No hay nada de qué hablar.

Peter carraspeó.

—Creo que ha llegado la hora de que me vaya.

—¡Quédate! —ordenó Nicolás sin mirarlo—. Esto no tardará mucho.

—Yo diría que sí —replicó Lali con voz tensa—, porque por lo visto tú piensas que lo único que necesitas es dictar órdenes y que yo correré a obedecerlas, pero soy una persona adulta y tengo algo que decir al respecto.

—Mariana, no seas tozuda o...

—¿Me enviarás pronto a la cama? ¿O me darás menos dinero para mis gastos? No soy una niña a la que puedas castigar. Soy una adulta.

—Eres mi hija.

—Tengo derecho a tomar parte en las decisiones que me afectan.

—¡Un cuerno! —explotó Nicolás—. Soy yo quien toma las decisiones y, sin lugar a dudas, no acudiré a ti para que me des consejos acerca de cómo llevar mi negocio...

—¡Este también es mi negocio! Mamá y tú me han presionado durante semanas para que salga con Benjamín. La mitad de las veces he ido a verlo sólo para complacerlos y, de repente, tengo que olvidarme de mis sentimientos y dejarlo de lado por un capricho tuyo. Pero no puedo hacerlo.

—¡Maldita sea! ¿Por qué están todos empeñados en ponerme furioso? —Sus miradas se encontraron desafiantes y Lali vio cómo crecía el enojo de Nicolás al percibir que ella no iba a ceder con facilidad. Pero Nicolás era muy astuto y decidió cambiar de táctica—. Encontraremos a alguien mucho mejor que Benjamín para ti. Cualquier hombre de Tejas daría su..., daría mucho por tenerte ¿No es cierto, Peter?

—¡No lo metas en esto! —soltó Lali ahorrándole a Peter la necesidad de contestar—. Y no me calmaré por el simple hecho de que me ofrezcas a otro hombre como si fuera un juguete nuevo.

—Entonces, ¿qué demonios quieres?

—Quiero que dejes de tratarme como si fuera un objeto que puedes mover y manejar a tu antojo, como haces con tu ganado. O con mamá y Candela.

Nicolás se puso encarnado.

—Mientras vivas bajo mi techo, comas en mi mesa y vivas de mi dinero harás lo que yo te diga. Igual que ellas.

Lali sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas debido a la rabia que sentía.

—¿Y hablar sólo con quien tú me digas? ¿Y casarme con el hombre que tú elijas para mí?

—¡Exacto!

—De exacto nada —declaró Lali con voz ronca y, durante un segundo, se acordó de Candela y del hombre que había perdido—. Esto no está nada bien. Tú nunca permitirías que alguien gobernara tu vida de esta forma. ¿Por qué esperas que yo lo acepte?

La expresión de Nicolás era de dureza.

—Porque eres una mujer. Lista, sí. Demasiado lista para tu propio bien y asquerosamente mimada. Pero no dejas de ser sólo una mujer y no hay vuelta de hoja. Te dejaré llevar las riendas cuando pueda, Mariana, pero no en esta ocasión.

—Pero...

—Tú quieres tener los privilegios de una mujer y los derechos de un hombre, pero no puedes tener las dos cosas. Mírate, estás a punto de echarte a llorar. No puedes contener las lágrimas porque eres una mujer. ¿Acaso crees que un hombre lloraría en tu lugar? Tú sigue aferrada a tus armas de mujer, cariño, y deja que yo tome las decisiones. Tú tienes tu lugar y yo tengo el mío.

—¿Acaso crees que no tengo sentido del honor? ¿Ni orgullo? —preguntó Lali con voz quebrada mientras luchaba por contener sus humillantes lágrimas. Llorar era un signo de debilidad y él se había aprovechado bien de aquella cuestión—. El hecho de que sea una mujer no significa que no tenga sentido común o inteligencia. Y no significa que no necesite libertad. —Lali sentía una gran presión detrás de los ojos. Necesitaba un pañuelo, de modo que se limpió la nariz con la manga del vestido. Aunque Peter guardaba silencio, Lali tenía miedo de percibir burla en sus ojos, de modo que no lo miró y mantuvo la mirada fija en Nicolás mientras el corazón le ardía de resentimiento—Si quiero, veré a Benjamín —declaró con voz apagada.

—¡Si lo haces te haré entrar en vereda tan deprisa que no podrás ni creértelo!

Lali se sentía demasiado enfadada y humillada para decir nada. Se sentía atrapada, acorralada, y tenía que liberarse si no quería atragantarse con su propia impotencia. Atravesó la cocina a grandes zancadas, abrió la puerta de golpe y bajó corriendo los escalones de la parte trasera de la casa. En el exterior reinaba la oscuridad y las sombras le ofrecieron refugio.

Peter contempló a Nicolás con sus ojos verdes pero con una mirada inexpresiva.

—¿Qué estás pensando? —le exigió Nicolás con acaloramiento—. ¡Ella es mi hija, maldita sea! ¿Crees que no he sido justo con ella?

—Ya lo sabes —declaró Peter mientras se daba la vuelta para marcharse.

—Mantente alejado de ella. Déjala que se lama las heridas en privado. No consentiré que se lamenten juntos a mis espaldas. ¡Además, si te pones de su lado podría tener la tentación de despedirte!

Peter arqueó una ceja, volvió la cabeza con lentitud y miró a Nicolás con fijeza. Ambos sabían que las fanfarronadas de Nicolás no le afectaban.

—Me iré en cuanto me lo digas, Nico.

Nicolás maldijo entre dientes mientras Peter salía en busca de Lali.

Ella se detuvo al abrigo de un cobertizo que hacía las veces de almacén, se apoyó en los ásperos tablones de madera de la pared y se echó a llorar con desconsuelo. Nunca se había sentido tan sola e indefensa. ¡Si pudiera encontrar un refugio, aunque sólo fuera temporal! Si pudiera dormir y despertarse oyendo la voz de Alelí...

¡Su Alelí, no la Alelí pequeña!

La idea de verse sentenciada a permanecer en aquel lugar para siempre le resultaba insoportable. Aunque también le parecía inaguantable la idea de regresar a un lugar en el que no tenía a nadie en absoluto. «¿Qué voy a hacer?», pensó Lali mientras apoyaba su húmeda mejilla en el cobertizo y lloraba todavía con más intensidad.

Lali oyó una voz justo detrás de su oreja, una voz llena de simpatía.

—No es tan terrible, cariño.

Lali se dio la vuelta y contempló a Peter mientras la luz de la luna producía destellos plateados en los surcos húmedos de sus mejillas. «No sabes lo terrible que es», quería decirle, pero no pudo hacerlo. Peter estaba tan cerca de ella que casi se tocaban y su cuerpo corpulento proyectaba una gran sombra. La tierra pareció temblar debajo de los pies de Lali cuando ella alargó los brazos hacia él ciegamente y él la atrajo hacia sí y hacia la protección de su cuerpo. Lali apoyó la cabeza en el hombro de Peter y lloró con un alivio infinito. Se sentía segura, relajada y acogida en los brazos de él y la dulzura que experimentaba fluía como un vino fuerte por sus venas. Fuera o no una ilusión, atesoraría todos aquellos momentos, el calor del cuerpo de Peter, su olor, el contacto áspero de su mandíbula sin afeitar junto a su sien. Después de un rato, Lali intentó explicarse, pues sentía que él la entendería.

—No soporto que me digan lo que tengo que hacer continuamente. Querría salir huyendo, pero no tengo adónde...

—Lo sé. Lo sé.

Peter le acarició el pelo y percibió en los dedos su calor.

A Lali le asaltó un impulso irrefrenable de contarle algunos de los secretos que atenazaban, dolorosamente, su corazón. ¡Si pudiera confiarse a él! Quería estar cerca de él, pero este sentimiento no encajaba con lo que sabía de él. Debería sentirse aterrorizada por él. ¿Por qué el deseo se estaba volviendo mucho más fuerte que el miedo? ¡Se sentía tan cansada de las preguntas sin respuesta! Lali se sintió cansada, apartó de su mente todos aquellos pensamientos y se permitió ser abrazada un poco más.

—Durante unos instantes lo odié —declaró con voz entrecortada después de unos minutos.

—Tú y el resto del condado —contestó Peter con voz pausada—. Estos días no está siendo muy popular.

—Quiere que yo sea como Cande y mi madre.

—No. Dijera lo que dijera ahí dentro, él no quiere que cambies. Está muy orgulloso de ti, Lali. Tú eres la única persona de su entorno que no permite que la intimide.

—Salvo tú.

—Esto es porque no me gusta la alternativa.

Lali suspiró.

—Cuando estábamos en la cocina, me sentí muy pequeña. Sobre todo cuando él...

—Sólo tiene una rabieta. Ya sabes que no deberías agitar un trapo rojo delante de él cuando está de malhumor.

—No debería haber llorado delante de él —susurró Lali, y los ojos le escocieron al recordarlo—. Me odio a mí misma más de lo que me odia él por haber llorado.

—No te odies.

—Le he demostrado que tiene razón y he actuado como una niña...

—Lali... —Peter separó la cara de Lali de su cuello y contempló sus ojos enrojecidos—. Para ya. El hecho de que lloraras no ha demostrado nada. A nadie le gusta que le pisoteen el orgullo de esa forma, sobre todo delante de otras personas. Algunos hombres también habrían llorado.

Peter se interrumpió durante un rato largo y deslizó su dedo pulgar a lo largo de la mejilla de Lali hasta su sien.

—Yo lloré la última vez que vi a mi padre.

—¿Tú? —preguntó ella sorprendida—. ¿Por qué? Discutieron o...

—Siempre discutíamos. Yo nunca mantuve una conversación civilizada con él. Siempre nos peleábamos. Era nuestra forma de demostrar que no nos interesábamos el uno por el otro. Durante mi último año en la universidad, no lo vi ni siquiera una vez. Me pidieron que me mantuviera alejado de él, me dijeron que era nocivo para su salud. Yo fui a verlo después de licenciarme, para dejar las cosas claras entre nosotros y contarle que me iba a Tejas. Entonces me di cuenta de que no le importaba lo que le estaba contando. Indiferencia. Y la indiferencia duele más que el odio. Por esto lloré. Delante de él. Y me odio a mí mismo por haberlo hecho.

—¿Todavía te odias?

—No, pero no lo olvidaré nunca. Y él tampoco.

Peter sonrió mirando a Lali y sus dientes blancos brillaron en la oscuridad. Parecía tan invulnerable que resultaba casi imposible imaginarlo preocupándose por lo que alguien le dijera o le hiciera. Lali no podía imaginárselo llorando. ¿Por qué le había confiado aquel secreto? ¿Sólo para animarla? ¿Para ayudarla a sobrellevar su propia vergüenza?

—Peter —balbuceó ella mientras el corazón le latía un poco más deprisa de lo normal—, a veces eres muy amable.

—Nunca por nada, cariño.

De repente, Peter cambió y su ternura desapareció convirtiéndose en una sonrisa burlona. Sus ojos parecieron atravesar, con ardor, la ropa de Lali.

—No lo sabía —contestó ella y, de repente, se puso nerviosa. Iban a retomar lo que habían empezado justo antes de que Nicolás los interrumpiera en la cocina y Lali sintió la dulzura de la anticipación en sus labios—. ¿Por qué has sido tan amable conmigo esta noche?

—Quizá porque quiero algo de ti.

—Lástima que no lo vayas a conseguir.

—¡Oh, a la larga, lo conseguiré!

—No si yo puedo evitarlo —replicó ella mientras se preguntaba por qué él no intentaba aprovecharse de ella.

Lali entreabrió los labios y él amplió su sonrisa.

—Mentirosa. Te mueres de ganas de que te bese.

Ella se separó de él y le dio un empujón.

—¡Si alguna vez intentas besarme, lo único que conseguirás es una patada, estúpido prepotente!

—¡Qué carácter! —exclamó Peter, y se echó a reír mientras la rodeaba con los brazos—. No te vayas todavía, Lali. Tengo planeado terminar lo que empezamos antes.

—¡Déjame sola! —Lali colocó los brazos entre ambos para evitar que él se acercara más a ella—. Si sientes la necesidad de estar con alguien, ve a visitar a tu amiga de Blue Ridge.

Peter sonrió con un rudo sarcasmo. Lali se dio cuenta de que, por su comentario, parecía que se sintiera celosa y deseó haberse mordido la lengua.

—¿Qué te hace pensar que tengo una amiga en Blue Ridge?

—Candela me lo contó.

—¿Cómo puede saberlo ella?

—Escucha los cotilleos.

—Por lo visto, es una costumbre familiar...

—¿Tienes una amiga en Blue Ridge?

—¿Por qué habría de tenerla si ya te tengo a ti aquí? —respondió él con voz melosa.

Lali resopló con furia y se apartó de él. Peter se echó a reír y le lanzó un beso mientras ella se dirigía hacia la casa con pasos decididos. Y no dejó de observarla con actitud vigilante hasta que ella entró en el edificio.

Continuará...

+10 :D

19 comentarios:

  1. Ayyyy se esta poniendo hooot. Me encantan me encantan me encantan. Y me encanta que no es una historia classica sino que hay fuego entre ellos. Porfaa subi mas yaa que no aguanto

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  2. Me encanta la relación que tiene estos dos, ni contigo ni sin ti! Jajaja sube otro!!!

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  3. Santa paciencia la d Peter

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  4. K tendra Nicolas con Peter k este le da la vuelta.

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  5. D a poquito Lali "Mariana",va cambiando d parecer respecto a Peter.

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  6. Al fin me puse al día con la nove :)

    Estos dos se tienen unas terribles ganas, cuando vuelvan a besarse con mas ganas van a prender fuego todo <3

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  7. Me encanta como se llevan, lali le está haciendo caso a Cande empezando a conocer mejor a peter

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  8. ayyy me encanta como se estan llevando y me encanto el final del capitulo quieroo masss!

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