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sábado, 9 de mayo de 2015

Capítulo - 35



Lali permaneció sentada y masajeándose las sienes. Un silencio inusual reinaba en la casa y en el rancho. La calma después de la tormenta. Lali esperó hasta que oyó que la puerta del despacho de Nicolás se abría y el sonido de unas voces apagadas llegó hasta ella. Entonces salió con cautela de la cocina y permaneció en las sombras mientras Nicolás subía las escaleras para dormir al menos una hora antes del inicio de un día difícil. Peter se quedó al pie de las escaleras frotándose la nuca y, a continuación, se dio la vuelta para irse. Al ver a Lali, se detuvo y ella se acercó a él.

—¿Te ha escuchado? —preguntó ella con suavidad.

—Un poco. —Peter suspiró con una mezcla de cansancio y preocupación—. Pero no sé cuánto.

Lali apartó un mechón del pelo de Peter, el cual había caído sobre su frente.

—Él siempre respeta tu opinión.

Lali se acercó más a él. Peter percibió la ternura en su rostro y se quedó helado. Nunca había recurrido a nadie en busca de ánimo. Lo habían educado para soportar sus propias cargas y había salido adelante con éxito sin la ayuda de nadie. Lo último que necesitaba era el consuelo de una mujer. Sin embargo, sentía una imperiosa necesidad de abrazar a Lali y descargar en ella sus frustraciones. Y allí estaba ella, exigiéndoselo, obligándolo a incluirla en sus emociones privadas.

Lali percibió la indecisión en su rostro y lo comprendió más de lo que él podía imaginar. Hasta que lo conoció, ella también se había esforzado en mantener una distancia entre ella y todo lo que amenazaba con acercársele demasiado. Pero, tanto si lo admitía como si no, Peter la necesitaba. Lali se puso de puntillas y le rodeó el cuello con los brazos mientras rozaba su áspera mandíbula con los labios.

—No intentes mantenerme a distancia. No te lo permitiré —declaró Lali con voz ronca.

Peter permaneció inmóvil unos instantes. Entonces inclinó la cabeza y la besó mientras ponía la mano en la nuca de Lali y tiraba de su cabeza hacia atrás. Ella suspiró y lo cogió con fuerza por los hombros. El cansancio y las dudas se esparcieron por el aire como las hojas por el soplo de una brisa. Peter hundió su boca en la curva que unía el cuello con el hombro de Lali y ella le rodeó la espalda con los brazos sintiendo la tensión de sus músculos.

—Primero yo y, después, los derribadores de vallas —susurró Lali—. Esta noche no has podido descansar nada.

—Tú me has agotado mucho más que los derribadores de vallas —murmuró Peter mientras deslizaba las manos por el esbelto cuerpo de Lali.

—¿Podrás dormir un poco?

—Sólo falta una hora para el amanecer. Muy pronto tendré que despertar a los hombres y asegurarme de que saben lo que tienen que hacer durante el día. Será mejor que permanezca despierto.

Peter dio por sentado que ella se quedaría con él, la cogió en brazos y la llevó al salón, que estaba iluminado por una luz tenue. Peter se sentó en el sofá de suave pelo de caballo, acomodó a Lali en su regazo y, a continuación, se besaron con pasión.

—Estaba preocupada por ti —confesó Lali abriéndole la camisa y apoyando la mejilla en la piel desnuda de su pecho.

—¿Por mí? —Peter deslizó los dedos por el cabello de Lali y enrolló uno de sus mechones alrededor de su mano—. No tenías por qué preocuparte, cariño. El tiroteo había terminado mucho antes de que yo llegara allí.

—Cuando oí que llevabas el cadáver de uno de los atacantes al pueblo, temí que alguien te disparara.

Peter medio sonrió por primera vez aquella noche e inclinó la cabeza hasta que sus narices se tocaron.

—Me parece que me gusta que alguien se preocupe por mí.

—Tú no eres el único por el que estoy preocupada.

Peter se puso serio de inmediato.

—¿Nico?

—No me gusta la situación en la que se ha colocado.

—Admito que tendrá que tener cuidado de ahora en adelante, pero no creo que sea necesario preocuparse tanto como tú pareces creer.

—Creo que la situación es más grave que todo esto —replicó ella con voz seria—. Resulta evidente que luchará con todas sus fuerzas para mantener la valla en pie. Si tú fueras los Amadeo o cualquiera de los otros rancheros que están perdiendo dinero y propiedades por esta razón, ¿no pensarías que la única cosa que podías hacer es quitarlo de en medio para siempre?

Peter la contempló con fijeza y en silencio mientras una negativa flotaba en sus labios.

—Nicolás está en peligro —continuó Lali—. Lo sé.

—Hablaré con él.

—Necesita protección. —Aunque intentó hablar con naturalidad, su voz sonó tensa—. Quizá te parezca una exageración, pero no estoy segura de que esté a salvo en la casa.

—Lali, no saques problemas de donde...

—¿Considerarías la posibilidad de ordenarle a alguien que vigile la casa durante la noche? Por favor.

—¿Lo dices en serio? —Peter sacudió la cabeza sorprendido—. Cariño, nadie podría atravesar la línea de vigilantes que están apostados a lo largo de la valla. Y aunque alguien lo consiguiera, ¿de verdad crees que tendría los huevos de entrar a hurtadillas en la casa? E incluso si llegara tan lejos como esto, ¿cómo se supone que sabría en qué habitación duerme Nico? Y si...

—¿Y si se tratara de alguien que conoce bien el rancho?

—Si te vas a pasar el tiempo preocupándote, hay muchas otras cosas que merecen tu preocupación por encima de esto.

—Por favor. —De una forma inconsciente, Lali lo agarró por la camisa—. Haz que alguien vigile la casa por las noches. —Lali buscó las palabras más adecuadas a fin de conseguir que Peter accediera a su petición—. Por favor. Estoy asustada.

Sus últimas palabras afectaron a Peter de una forma visible.

—Lali, ¿has oído o visto algo? —preguntó él mientras le cogía la cara entre las manos y la observaba con atención.

—No exactamente.

—No puedo ayudarte a menos que me lo cuentes.

«¿Contarte qué, que viví en el futuro durante veinte años y que descubrí que mi padre actual había sido asesinado? Ah, y no sólo esto, sino que yo ayudé a planificar su muerte, aunque no me acuerdo de cuál era el plan. Y, por cierto, si no me hubiera enamorado de ti, te consideraría un sospechoso y es posible que, aun estando enamorada de ti, si no supiera lo mucho que te preocupas por Nicolás seguiría sospechando que tú eres el asesino. ¿Cómo quieres que te cuente todo esto?»

—Sólo haz lo que te pido —suplicó Lali—. Y no permitas que papá se entere o lo impedirá. Él cree que puede protegerse a sí mismo.

—No sé cómo se le ocurre pensar esto, al fin y al cabo, sólo lleva viviendo treinta años en las praderas sin haber recibido apenas un rasguño.

—¿Apostarás a un hombre en los alrededores de la casa? —Lali frunció el ceño hasta que Peter asintió a desgana—. ¿Esto es una promesa o sólo dices que sí para que me calle?

Peter la miró y respondió con una voz inquietantemente suave:

—Yo nunca te mentiría, Mariana.

—No pensaba esto, sólo estoy...

—Asustada —murmuró él mientras deslizaba un dedo por el lateral de su cara.

A pesar de la dulzura de su roce, Lali tembló con inquietud.

—Estás enfadado.

—Te retorcería el pescuezo si creyera que así descubriría qué ha ocurrido para que te sientas de este modo.

—No es importante.

—Para mí, sí.

—Sólo estoy preocupada por papá. Esto es todo. Pero ahora que sé que alguien vigilará la casa, me siento mucho mejor.

Su respuesta no apaciguó a Peter, quien, a pesar de que Lali le decoraba la cara con besos invisibles, siguió frunciendo el ceño.

—Esto no ayuda, Mariana.

Cuando se dio cuenta de que su actitud juguetona no tenía éxito, Lali dejó de besarlo y lo miró a los ojos. Todavía estaba asustada y ambos lo sabían. El día del asesinato se acercaba y traía consigo una inevitable sensación de fatalidad. Lali tenía miedo por Nicolás y también por Peter. A él lo habían culpado del asesinato de Nicolás, había huido de Sunrise y había vagado por ahí durante cincuenta años. Ella lo había visto: un anciano patético y sin hogar. Lo opuesto de lo que era ahora. La imagen era tenue, pero todavía permanecía en el fondo de su mente, persiguiéndola.

—Abrázame —pidió ella sintiéndose terriblemente culpable.

Peter la rodeó con los brazos y habló con voz áspera y cariñosa al mismo tiempo:

—Tontuela, ¿crees que voy a permitir que te ocurra algo malo? Por ahora puedes guardar tus secretos para ti, pero ésta es la última vez que me mantienes al margen de otro de tus pequeños misterios. Llegará un día en que te formularé algunas preguntas y esperaré obtener respuestas, Lali. Y será mejor que no intentes esquivar el tema con zalamerías, ¿comprendes? —Peter esperó hasta que ella asintió con la cabeza junto a su pecho y presionó los labios contra su cabeza—. No tengas miedo, todo saldrá bien. Sabes que cuidaré de ti.

Ella se apretujó contra él y el miedo y la culpabilidad desaparecieron. Una oleada de calidez invadió su cuerpo. Lali disfrutó de la protección que le ofrecía el cuerpo de Peter y se derritió de placer cuando él deslizó las manos por su espalda. Mientras estuviera en sus brazos, Peter la mantendría a salvo de cualquier cosa. ¡Si pudiera abrazarla para siempre! Lali ansiaba contarle lo que le daba miedo de verdad, pero no podía hacerlo, a menos que lo hiciera de una forma indirecta.

—Peter, ¿si quisieras a una persona y descubrieras que había hecho algunas cosas malas en el pasado, tus sentimientos hacia ella cambiarían?

—Depende —contestó Peter de una forma pensativa. Sus manos se detuvieron en mitad de una caricia y, a continuación, reiniciaron el movimiento—. Supongo que dependería de lo que hubiera hecho. Si fuera muy malo, sí que cambiarían mis sentimientos hacia ella.
—Pero ¿y si hubiera cambiado y se arrepintiera de corazón de lo que había hecho?

—Yo no soy quién para juzgar a nadie. Estás hablando con un antiguo ladrón de terneros sin marcar, ¿recuerdas?

—¿Esto es lo peor que has hecho en toda tu vida?

Peter sonrió ligeramente.

—Bueno, si no tuviera más remedio, reconocería que he hecho cosas peores que ésta. Cualquiera que me conozca de antes de venir a Tejas te dirá que tuve una juventud disipada.

—¿Ahora te arrepientes de las cosas que hiciste entonces?

—No suelo pensar en el pasado. Y no, no pierdo el tiempo arrepintiéndome de nada. He pagado de sobra por mis peores equivocaciones.

Peter contempló el hueco que había en la base del cuello de Lali y que asomaba por su bata entreabierta y mordisqueó aquella zona sensible.

—¿A qué se debe este repentino interés por el pecado y la expiación? —preguntó Peter con voz apagada—. ¿Te has acordado de una travesura escolar por la que nunca te pillaron? Supongo que le esconderías la tiza a la profesora o hablaste en susurros con tus amigas en plena clase de geografía...

—No —respondió Lali sintiéndose aliviada por el cambio de rumbo de la conversación. Apoyó la cabeza en el hombro de Peter y disfrutó del movimiento de su boca—. Yo siempre me porté bien.
Peter desabotonó con destreza uno a uno los botoncitos del cuello del camisón de Lali y fue descendiendo hacia sus pechos.

—No es esto lo que yo he oído, Mariana.

—No creas ni una palabra de lo que te han contado. Además, lo más probable es que tú tampoco fueras ningún ángel.

Peter esbozó una sonrisa amplia.

—Cada dos por tres me expulsaban.

—¡Alborotador!

—Mmm. En cierta ocasión, escondí una serpiente en el pupitre de Mary Ashburn. —Peter soltó una risita—. Ella la cogió cuando buscaba un lápiz.

—¡Qué malo eras!

—Sólo se trataba de una serpiente pequeña de jardín. No se merecía tanto escándalo.

—¿Por qué lo hiciste?

—Porque Mary me gustaba.

—Tu manera de cortejar ha mejorado.

—Cuestión de práctica —contestó Peter mientras deslizaba la mano por debajo de los pliegues del camisón de Lali.

Ella le cogió la mano para detener sus exploraciones.

—¿Has practicado con muchas mujeres?

—No tantas como tú pareces pensar. ¿No hemos hablado ya sobre esto?

—Dijiste que algún día me contarías por qué eres tan liberal con las mujeres y que me hablarías acerca de la mujer que causó este efecto en ti.

—¿Por qué estás tan segura de que la causa es una mujer?

—Intuición. ¿Es por una de la que estabas enamorado?

—En cierto sentido.

—¿Tenías pensado casarte con ella?

La expresión de Peter cambió. Se lo veía incómodo, receloso, un poco amargado, quizá.

—Lali, no estoy preparado para hablar de esto.

—Te hizo daño, ¿no?

A pesar de la irritación que sentía, la insistencia de Lali, y su buen tino, hicieron reír a Peter.

—¿Por qué es tan importante?

—Apenas conozco nada de tu pasado. ¡Hay tantas cosas de ti que no comprendo! Me preocupa que tú sepas tanto de mí y que yo sepa tan poco sobre ti. Eres un misterio para mí. Me pregunto por qué eres como eres y por qué...

—¡Está bien! Antes de que te explique nada, quiero señalar que yo no lo sé todo acerca de ti, ni mucho menos.

—¿Ella era importante para ti? —preguntó Lali ignorando el intento de Peter de desviar el tema.

—En aquella época, yo creía que ella lo era todo para mí. —Peter reclinó la cabeza en el respaldo del sofá y miró hacia el techo—. ¿Alguna vez has querido algo tanto que habrías bajado al infierno para conseguirlo? Y aun así, una vez lo tuviste, cuanto más intentabas retenerlo, menos lo conseguías. Ella era así. Nunca he conocido a nadie tan elusivo. Y cuanto más distante se mostraba ella, más la quería yo.

A Lali le sorprendió sentir un latigazo de celos. De repente, no estaba segura de querer oírle hablar acerca del deseo que había sentido hacia otra mujer. Sin embargo, al mismo tiempo, ardía en deseos de conocer el misterioso pasado acerca del que apenas hablaba.

—¿Quién era ella?

—Era la hija de uno de mis profesores de Harvard. Su padre era uno de los hombres más brillantes que he conocido nunca. Muy de Nueva Inglaterra, distante, inteligente, dinámico... A veces, cuando hablaba, te quedabas boquiabierto. ¡Dios, sus ideas eran realmente radicales, sorprendentes! Su hija tenía muchas cosas de él, su inteligencia, su genialidad... Nunca he oído a ninguna mujer hablar como lo hacía ella. Su padre le permitió estudiar lo mismo que el resto de sus alumnos y le dejaba decir y hacer lo que ella quería. Ella era más lista que la mayoría de los hombres que yo conocía. Una mujer con formación. Había crecido en una pequeña ciudad cercana a Chicago donde nunca se había visto nada parecido en una mujer. Yo estaba fascinado.

—¿Era guapa?

—Mucho.

Los celos que sentía Lali se duplicaron. Guapa, inteligente, fascinante...

—Parece perfecta —comentó Lali de una forma inexpresiva.

—Eso pensé yo durante un tiempo. Resultaba enloquecedor no saber nunca en qué situación me encontraba con ella. Un minuto era toda dulzura y, al siguiente, explotaba con rabia sin razón aparente. A veces, simplemente actuaba como una loca, corría riesgos y me arrastraba a aventuras salvajes. Con ella, yo me sentía o extremadamente feliz o completamente miserable.

—¿Cómo es que era tan salvaje?

La mirada de Peter se perdió en la distancia, como si intentara concentrarse en unas imágenes que lo eludían.

—No había un lugar para ella. Le habían concedido la posibilidad de ser exótica, diferente y, después, todos intentaron situarla en un lugar al que no pertenecía. Incluido yo. Ella era como un pájaro en una jaula que chocaba, una y otra vez, contra los barrotes. Yo me preguntaba por qué no podía actuar un poco más como las otras mujeres, por qué quería hablar de cosas que sólo los hombres... —Peter se interrumpió y miró a Lali con una expresión inescrutable—. Tú deberías comprenderlo. —Lali asintió de una forma casi imperceptible—. Pero ella no tenía tu fortaleza —continuó Peter—. No albergaba esperanzas de encajar en ningún lugar. Yo la veía ahogarse, pero no entendía la razón. Creí que la única forma en que podía ayudarla era intentando cambiarla, pero cuanto más la presionaba, peor era la situación. Yo la amaba y ella sentía lo mismo por mí, pero todo lo que yo quería de ella, matrimonio, hijos, una vida juntos, habría constituido una prisión para ella. Ella no quería nada de todo esto.

Peter inhaló hondo y soltó el aire poco a poco. Le sorprendió la ligereza repentina que experimentó en el pecho. Era la primera vez que hablaba de aquella etapa de su pasado. No tenía planeado contárselo a Lali, pero en aquel momento le pareció lógico descargar en ella el peso que experimentaba. ¿Quién más podía comprenderlo? ¿Quién más podía entender por lo que había pasado?

—¿Cómo acabó todo?

—Ella... —Peter carraspeó y se interrumpió. No podía pronunciar las palabras. Lali no dijo nada y esperó con paciencia, aunque, en su interior, habría deseado gritar debido a la necesidad de conocer la respuesta—. Ella averiguó que estaba embarazada —susurró Peter con una mirada destellante debido al recuerdo de la culpabilidad y el dolor que había experimentado—. De mi hijo. Yo insistí en que nos casáramos. Sólo me faltaban unas semanas para licenciarme y había planeado regresar a Illinois y conseguir un empleo en el banco de mi padre. Ella se sentía muy mal respecto a su embarazo, pero yo estaba emocionado. Yo quería aquel bebé y la quería a ella. Al día siguiente de contármelo, ella casi murió mientras abortaba. Cuando descubrí lo que había hecho, deseé que hubiera muerto junto con el bebé. No volví a verla nunca más.

Lali experimentó una profunda compasión.

—¿Cómo conseguiste terminar el semestre?

—Introduciendo dinero en los bolsillos adecuados. Mi padre estaba decidido a que su hijo se graduara en Harvard y ningún precio era demasiado alto con tal de conseguirlo. A mí no me importaba nada, estaba totalmente insensible.

—Siento mucho lo que ella hizo —murmuró Lali—. Me refiero al bebé.

—En parte fue culpa mía. Yo habría utilizado al bebé como unas esposas para mantenerla junto a mí.

—No, ella debería habértelo consultado. Tú la habrías ayudado a encontrar una forma de resolver la situación. Ella debería haber confiado en ti. Tú la habrías escuchado.

—No, entonces yo era diferente.

—No tanto. Nada me hará creer que tú habrías ignorado una petición de comprensión. Tú no habrías convertido su vida en una prisión.

—¿Cómo puedes estar tan segura? —preguntó Peter con voz áspera.

—Porque te conozco. Porque me lo dice el corazón.

Peter volvió el rostro. Lali se sentó en su regazo intentando interpretar su silencio. De repente, Peter se tapó los ojos con la manga de la camisa y secó unas lágrimas que no eran habituales en él. Lali deslizó los brazos alrededor de su cuello y lo abrazó con fuerza. Tenía que convencerlo de que ella no era como la otra mujer que había amado, y que no se sentía aplastada por la desaprobación del mundo.

—Yo no soy como ella, Peter.

—En cierto sentido sí.

—Bueno, es verdad que odio no poder decir lo que pienso ni hacer lo que quiero sólo porque soy una mujer, pero no me siento como un pájaro en una jaula. Y quiero pertenecerte.

—Yo no quiero tenerte atrapada.

—Me da más miedo estar sola. ¿No comprendes que disfruto de más libertad contigo que sin ti?

Peter la contempló con atención y la cogió por los hombros. La combinación de inocencia y experiencia que reflejaba su rostro nunca había sido tan pronunciada. Peter percibió en ella el entusiasmo de una niña, el amor apasionado de una mujer y una comprensión profunda que correspondía a alguien que le doblara la edad.

—¡Dios, nunca te dejaré ir, Lali!

—Lo sé.

—Y no intentaré cambiarte.

—Yo no te lo permitiría.

—Ya sé que no me lo permitirías —contestó él, y se relajó un poco—. Eres toda una mujer, Mariana Espósito.

—¿Demasiado mujer para ti? —preguntó ella con voz suave y provocadora.

De repente, Lali se encontró tumbada sobre la espalda. Sonrió y levantó la vista hacia Peter, cuyos ojos se volvieron cálidos por el deseo.

—De ningún modo —contestó Peter.


Y procedió a demostrárselo de una forma que no dejó la menor duda en la mente de Lali.

Continuará...

+10 :)

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