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domingo, 24 de mayo de 2015

Cap / 24



A la mañana siguiente, después de preparar el desayuno en la posada, Lali llamó a Elena.

            —¿Qué crees que voy a hacer hoy? —le preguntó alegremente.

            —Vienes a verme —aventuró su abuela.

            —Casi. Hoy y mañana estaré ocupada dejando lista la casa y, pasado mañana, tú y yo nos mudaremos a ella juntas. Como en los viejos tiempos.

            —Ven a buscarme ahora y te ayudaré.

            Lali sonrió. Sabía que aunque su oferta era sincera, Elena no sería de ninguna utilidad.

            —No puedo cambiar mi programa —le dijo—. Mery y yo ya lo hemos programado todo. Su novio, Duane, vendrá a ayudarnos y...

            —¿El tipo de la banda de moteros?

            —Bueno, de hecho no es una banda, es una hermandad de moteros.

            —Las motos son ruidosas y peligrosas. No me gustan quienes las conducen.

            —A nosotras nos gustan los que tienen unos buenos músculos para ayudarnos a trasladar muebles.

            —¿Duane es el único que las ayuda? Esas sillas de cuero son muy pesadas.

            —No, Peter también estará allí.

            —¿Quién es?

            —El contratista. Tiene una furgoneta con remolque.

            —¿También tiene unos buenos músculos? —le preguntó su abuela con regocijo.

            —Upsie —la reprendió Lali, notando que se ruborizaba al recordar la dureza del cuerpo de Peter contra el suyo—. Sí, de hecho, los tiene.

            —¿Es atractivo?

            —Mucho.

            —¿Está casado?

            —Divorciado.

            —¿Por qué se divorció?

            —No te hagas ideas —le dijo Lali riendo—. Por ahora no me interesa una vida amorosa. Quiero dedicarme a cuidar de ti.

            —Me gustaría que encontraras a un buen hombre antes de morirme —dijo Elena, melancólica.

            —Entonces será mejor que te lo tomes con calma porque voy a tardar bastante. —Oyó abrirse la puerta trasera de la cocina y se dio la vuelta. Peter entraba. Le sonrió y se le aceleró el pulso.

            —¿Cuándo vendrás a buscarme? —le preguntó Elena.

            —Pasado mañana.

            Su abuela parecía perturbada.

            —¿Ya te lo había preguntado?

            —Sí —le dijo Lali con dulzura—. No pasa nada. —Con el rabillo del ojo vio que Peter miraba una bandeja de bollos que había en la encimera y le indicó por gestos que cogiera uno. Él obedeció sin dudarlo un instante. Lali fue a servirle café mientras decía por teléfono—: Será mejor que me ponga a trabajar.

            Sin embargo aquel error sin importancia había puesto ansiosa a Elena.

            —Llegará el día en que te miraré y pensaré: «Esta es la chica que me prepara la cena», y no sabré que eres mi nieta —dijo.

            Al oír aquello se le hizo un nudo en el pecho a Lali. Tragó con esfuerzo y sirvió un poco de nata en el café de Peter.

            —Yo seguiré sabiendo quién eres —le respondió—. Seguiré queriéndote.

            —Eso es espantosamente unidireccional. ¿Para qué sirve una abuela que no se acuerda de nada?

            —Para mí eres algo más que tus recuerdos. —Lali le dedicó una mirada de disculpa a Peter, sabiendo lo que le molestaba que le hicieran esperar, pero parecía relajado y paciente. Se estaba comiendo el bollo sin mirarla.

            —No seré yo misma —dijo Elena.

            —Seguirás siendo tú. Solo te hará falta un poco más de ayuda. Estaré a tu lado para recordarte las cosas.

            Como su abuela no decía nada, Lali fue quien habló.

            —Tengo que dejarte, Upsie. Te llamaré más tarde. Mientras, será mejor que empieces a hacer el equipaje. Vendré a buscarte pasado mañana.

            —Pasado mañana —repitió su abuela—. Adiós, Lali.

            —Adiós. Te quiero.

            Lali dio por acabada la conversación, se metió el móvil en el bolsillo, echó azúcar en el café de Peter y se lo tendió.

            —Gracias. —Su expresión era indescifrable cuando la miró.

            Lali tenía un nudo en la garganta tan apretado que no estaba segura de poder hablar.

            Como si lo comprendiera, Peter llenó el silencio.

            —Ya he cargado las cajas en la furgoneta. Las llevaré a ti y a Mery a la casa y puedes ponerte a ordenar la vajilla y los libros y esas cosas. Cuando llegue Duane, engancharemos el tráiler y trasladaremos los muebles desde el almacén—. Calló para tomar un sorbo de café y aprovechó para echarle un fugaz vistazo.

            Lali se había puesto unos vaqueros, una camiseta ancha y un par de zapatillas de deporte. A diferencia de Mery, flaca y esbelta se pusiera lo que se pusiese, Lali no tenía el tipo adecuado para la ropa holgada. Para una mujer con un pecho y una cadera como los suyos, todo lo que no fuera ceñido era poco favorecedor.

            —Con esto parezco rechoncha —dijo, e inmediatamente se enfadó consigo misma—. Olvida lo que acabo de decirte —le dijo antes de que él tuviera tiempo de responderle—. No busco cumplidos. Es que me siento insegura... en todos los aspectos.

            —Es normal que te sientas así, afrontando como estás haciendo un montón de retos. Pero yo nunca te habría llamado «regordeta». —Apuró la taza de café y la dejó—. Si necesitas un cumplido... eres una cocinera estupenda.

            —¿Puedes hacerme alguno que no tenga que ver con mi manera de cocinar? —le rogó.

            Peter tenía ganas de sonreír, Lali vio cómo se le elevaban las comisuras de la boca.

            —Eres la persona más amable que he conocido jamás —le dijo al cabo de un momento y, antes de que Lali se recuperara, fue hacia la puerta—. Coge el bolso —le dijo en tono distraído—. Te llevo a Dream Lake.

            La casa de Dream Lake estaba impecable y era luminosa y hermosa. Las nuevas hileras de ventanas destellaban al sol. Olía agradablemente a pintura y madera lijada.

            Entraron las cajas y Peter llevó dos pesados cajones de platos a la nueva isla de la cocina. Yendo tras él, Lali se quedó sorprendida cuando vio la antigua mesa de cocina con las sillas recién cromadas y tapizadas de vinilo azul verdoso muy parecido al original. Dejó la caja que sostenía y se quedó mirando el conjunto, asombrada.

            —Lo has restaurado —dijo, pasando los dedos por la brillante superficie blanca del tablero de la mesa.

            Peter se encogió de hombros.

            —Le he dado unos toques de pintura cromada, nada más.

            No se dejó engañar por su despreocupación.

            —Has hecho mucho más que eso.

            —Le he dedicado un poco de tiempo de vez en cuando; me hacía falta distraerme. No tienes por qué usarlo. Si quieres, lo vendes y con el dinero te compras otro conjunto.

            —No. Este me encanta. Es perfecto.

            —Combina con tus taquillas de bolera —convino él.

            Lali sonrió.

            —¿Te estás burlando de mi estilo de decoración?

            —No. Me gusta. —Vio su expresión dudosa y añadió—: De veras. Es muy mono.

            Ella siguió sonriendo.

            —Supongo que tienes mucho gusto decorando.

            —Tengo un estilo impersonal. Darcy solía decir que nadie sería capaz de deducir nada acerca de nosotros dos viendo nuestra casa. Creo que me gustaba así.

            Lali vio un par de objetos en el centro de la mesa y cogió uno. Era un pequeña correa de plástico con hebilla y algo que parecía un transmisor en miniatura.

            —¿Qué es?

            —Es para el gato. —Cogió el otro objeto de la mesa, un pequeño control remoto de algún tipo, se lo enseñó—. Va con esto.

            Ella sacudió la cabeza, perpleja.

            —Gracias, pero... Byron no necesita un collar de descargas.

            Peter sonrió brevemente al oír aquello.

            —No es un collar de descargas. —Sujetándola por los hombros, la dirigió hacia la puerta que daba al patio trasero—. Es para esto.

            Había instalado un cuadradito de plexiglás en un marco, en la pared, al lado de la puerta. Peter pulsó un botón del control remoto y el panel transparente se deslizó hacia arriba con un susurro suave.

            Lali se quedó con la boca abierta.

            —¿Has... has instalado la gatera?

            —El collar la activará automáticamente, pero solo cuando Byron se acerque a ella directamente. Así no podrá entrar ningún otro animal, incluidas las arañas. —Puesto que Lali no decía nada, añadió—: Es un regalo. He supuesto que estarías lo suficientemente ocupada con tu abuela para encima tener que ir a abrirle la puerta al gato una docena de veces. —Señaló hacia una nota adhesiva pegada al mueble de al lado—. Aquí están las instrucciones de uso. El manual está en... —Se calló cuando Lali se le acercó. Instintivamente, la agarró por las muñecas antes de que pudiera echársele al cuello. El control remoto cayó al suelo.

            —Solo iba a abrazarte —dijo Lali sofocando la risa. Ningún regalo le había gustado tanto como aquel. Estaba demasiado encantada para ser precavida.

            Peter le sujetaba las muñecas sin brusquedad pero con firmeza. Tenía la cara tensa, la expresión sombría, como si se encontrara en peligro mortal.

            —Un abrazo —le susurró ella sonriendo.

            Peter sacudió ligeramente la cabeza.

            Lali observó, fascinada, cómo el rubor le teñía las mejillas y el puente de la nariz. Vio cómo le vibraba la garganta al tragar. ¡Qué extraordinarios eran sus ojos, con estrías en el iris verde grisáceo como rayos de luz de las estrellas! La miraba como si quisiera devorarla y, en lugar de ponerse nerviosa, notó una excitación vertiginosa.

            Como seguía sujetándola por los brazos, se puso de puntillas y se inclinó más hacia él, hasta apoyar los labios en su boca con dulzura. Permitió que siguiera sujetándoles las muñecas, comprendiendo que él libraba una batalla interior. Supo en qué momento se dio por vencido. Lentamente le llevó las manos hacia atrás y se las apretó en la base de la espalda hasta que elevó el pecho. La besó en la boca. La sostuvo de modo que a ella le resultaba imposible moverse: solo podía responderle con la boca, pegando mucho los labios a los de él.

            Sin dejar de besarla, le soltó las muñecas y le puso las manos en las mejillas. Parecía decidido a atraer cualquier sensación y hacerla durar para siempre. Nada era racional, no había espacio para pensar. Solo lo había para sentir. Solo lo había para desear. Lali metió las manos debajo de la camiseta de Peter para sentir en las palmas la piel de su espalda. Se las pasó despacio por la musculatura de ambos lados de la columna. Él reaccionó con un leve gruñido, la empujó contra el borde de la encimera de madera y le levantó la parte delantera de la camiseta. Respiraba con agitación, pero sus manos fueron delicadas con sus pechos, acariciándoselos y apretándoselos mientras la besaba profundamente. Deslizó los dedos por debajo del borde superior del sujetador y le frotó con los nudillos el sensible pezón. La carne tierna se endureció y Lali notó el dulce dolor de aquel contacto. Peter le pellizcó el pezón y tiró de él con suavidad, hasta que el placer la hizo retorcerse. Intentó desesperadamente pegarse más a él, poniéndose de puntillas mientras él la besaba como si estuviera bebiendo de su boca.


            Alguien abrió la puerta principal.

Continuará...

+10 :D!!!

24 comentarios:

  1. oytroooooooooooooooooooooooooooo

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  2. :O quien es el inoportuno jajaja
    me encanta mas!

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  3. Nooooo quien es!!! Quieroooo masssss

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  4. Ella beso a el o el a ella?
    MASS

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  5. Quiero saber quien es????más!!!

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  6. Quiero saber quien es????más!!!

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  7. Quien sera el corta mambo
    ++++++
    @x_ferreyra7

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  8. Ahhhhhhhhhhhh !!!! En serio ?!!! Que nadie puede dejarlos solos un buen momento sin interrumpir? Jajaja pobres no se les da

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  9. Justo ahora tenía k llegar alguien.....

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