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martes, 26 de mayo de 2015

Cap / 39




            Por la mañana se trataron con la ligereza de dos personas que intentan fingir desesperadamente que nada ha cambiado cuando en realidad todo es diferente. A Lali le resultaba insoportable simular que estaba contenta y alegre viendo el modo en que Peter se alejaba de ella. Mantuvieron una conversación impersonal mientras él la llevaba en coche a su casa. Era absolutamente espantoso, pensaba ella, deprimida y desafiante. Sabía con todo su ser que Peter la amaba pero nunca lo admitiría, que quería que lo amara pero nunca permitiría que lo hiciera.

            El coche de la enfermera estaba en el camino de entrada. Mery ya había vuelto de la posada.

            Lali se detuvo en la puerta, se volvio y miró a Peter.

            —Anoche me divertí —dijo alegremente—. Gracias.

            Él se adelantó y le plantó un ligero beso seco en los labios, sin mirarla directamente a los ojos.

            —Fue divertido —convino.

            —¿Nos veremos después? —le preguntó Lali—. ¿Esta noche, tal vez?

            Peter negó con un gesto.

            —Estaré ocupado los dos próximos días con eso de Inari, pero te llamaré.

            —No... no lo...

            Peter la miró inquisitivamente.

            Lali no quería continuar fingiendo. La idea de esperar y hacerse preguntas mientras su relación se escurría como la arena de un reloj era demasiado deprimente. Tenía que ser honesta con él.

            —Lo que te dije anoche... Si te asusté, lo siento, pero no puedo volverme atrás ni quiero hacerlo.

            —Yo no...

            —Por favor, déjame terminar —le pidió con una sonrisa temblorosa—. Si en este momento quieres romper, bien. —Le tocó la tensa mejilla—. Ahora bien... si quieres que sigamos, no podemos fingir que lo de anoche no pasó. Tienes que sentirte bien con el hecho de que te quiera, porque si no es así, no deberíamos volver a vernos más.

            Peter estuvo callado un rato, inexpresivo.

            —Tal vez debamos tomarnos un descanso.

            —De acuerdo —susurró ella, con el alma en los pies.

            Se había acabado. Estaba allí mismo, con ella, pero la distancia entre los dos era infinita.

            —Solo de unos días —añadió Peter.

            —Claro. —Tenía ganas de rogarle: «No me dejes. Deja que te ame. Te necesito.» Sin embargo consiguió tragarse las palabras antes de pronunciarlas.

            —Pero si necesitas algo, llámame —le dijo Peter.

            Jamás. No le haría aquello a él ni se lo haría a sí misma.

            —Sí. —Se dio la vuelta y rebusco la llave en el bolso. De algún modo consiguió abrir la puerta—. Adiós —dijo sin volverse. Le ardían los ojos. Entró y cerró la puerta.


            El fantasma no dijo nada hasta que hubieron vuelto a Rainshadow Road. Peter se sentía enfermo y agotado. No había pegado ojo en toda la noche. Se la había pasado mirando a Lali mientras ella fingía dormir. Anhelaba subirse a la furgoneta y volver con ella pero, al mismo tiempo, si le decía aquellas tres palabras... no lo... Habían sido el motivo de la ruptura. Sabía que estaba jodido, nunca lo había dudado siquiera, pero sobre aquello no podía bromear ni podía tomárselo a risa ni ignorarlo. Era doloroso.

            Fue a la cocina y vio el sitio donde Lali se había apoyado mientras la desnudaba. Recordó el intenso placer de la noche anterior, la absoluta felicidad y la ternura de un acto físico que solo podía ser descrito como «hacer el amor». Nunca había experimentado nada semejante y esperaba no volver a experimentarlo.

            Posó los ojos en una botella de vino semivacía, tapada con un corcho. El vino de Gastón. A pesar de lo temprano que era, Peter deseaba una copa más que nunca. Siempre que algo iba mal, algo en sus entrañas pedía a gritos alcohol. Se preguntó si eso dejaría de ser así alguna vez. Tragó el exceso de saliva y fue al fregadero para echarse agua en la cara.

            Detrás de él, el fantasma habló:

            —Así que es esto, supongo.

            —No te escucho —dijo Peter con la voz ronca, pero el otro siguió sin inmutarse.

            —Lali ha cometido el imperdonable crimen de decir que te ama, aunque no tengo ni la más remota idea de por qué, así que la abandonas. ¿Sabes lo más graciosos? He oído a Darcy decirte docenas de veces lo mucho que te odiaba y parece que no te basta. ¿Por qué te resulta más fácil tolerar a una mujer que te odia que a una que te ama?

            Peter se dio la vuelta, secándose el agua de la cara con una mano, y apartándose los mechones mojados de la frente.

            —Eso no dura.

            —Eso solía pensar yo —dijo el fantasma. El silencio de Peter era pétreo—. Nunca he entendido por qué estoy encadenado a ti. Probablemente nunca lo entienda. Nada de esto tiene sentido. Tendría que estar unido a Elena, no a ti. ¿Qué va a ser de ella cuando muera y yo no esté? —Parecía enfermo y derrotado.

            —No pasará nada. Va a morirse estés o no tú aquí. Su existencia se acabará cuando deba acabarse y la tuya terminará cuando deba terminar y si Dios quiere. Yo me quedaré solo.

            —Tú no crees en Dios. No crees en nada. Me preguntaste si podía encontrar un modo de desaparecer y te dije que tenía miedo de intentarlo y no ser capaz de hablar contigo nunca más. Ya me da igual. Bien podría ser invisible. —Vio que Peter volvía a mirar la botella de vino y torció la boca, sarcástico—. Adelante, tómate una copa. ¿Qué más da? Te la serviría yo si pudiera.

            Desapareció en un abrir y cerrar de ojos.

            La cocina estaba en silencio.

            —¿Fermín? —llamó Peter, aturdido por la completa ausencia de movimiento y de ruido.

            No hubo respuesta.

            —¡Ya era hora! —gritó Peter. Se acercó a la botella de vino y la agarró. Al notar el peso del líquido que contenía, el modo en que chocaba contra el vidrio, como tinta, el ansia lo desgarró. Sacó el corcho con los dientes y se dispuso a tomar un trago. Con el rabillo del ojo, sin embargo, vio que una sombra se deslizaba por el suelo.

            Con un movimiento brusco, arrojó la botella contra la forma oscura y el cristal se hizo añicos. El vino salpicó los muebles. El aroma intenso del cabernet llenó la cocina. Peter se sentó y apoyó la espalda en el armario, agarrándose la cabeza con las manos, mientras el líquido rojo formaba un charco en el suelo que iba extendiéndose.

Continuará...

+10 :(
últimos capítulos!

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