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lunes, 11 de mayo de 2015

Capítulo - 37



Lali percibió la intranquilidad que experimentaba Alelí y se inclinó hacia ella.

—¿Por qué no vas a sentarte en la tartana?

—Los Amadeo son malos, tía Mariana.

—¡Chsss! Todo está bien, Alelí —contestó Lali enseguida.

—Voy a buscar a Stéfano.

—No, espérame en la tartana. No tardaré.

La voz de Lali se había vuelto dura y su rostro frío. Alelí no era la causa de este cambio, pero era demasiado joven para comprenderlo, de modo que miró a Lali y a Benjamín con temor y se dirigió con lentitud a la tartana. Lali se enderezó, miró a Benjamín a los ojos y levantó la barbilla.

—¿Los Amadeo son malos? —repitió Benjamín divertido.

—¿Qué opinarías tú de alguien que contrata a gente con la finalidad de que destruya la propiedad de otras personas y ataque a sus empleados?

—Aquello sólo fue una advertencia. Supongo que ahora Nicolás sabe lo que sucederá si no comparte el agua. Sobre todo teniendo en cuenta que le ofrecimos pagarle por este privilegio.

—Él ha compartido con ustedes el agua durante muchos años. Y sin cobrarles nada. Al final, dejó de hacerlo porque le robaban el ganado y rebasaban los límites de su propiedad.

—No quiero hablar de él.

—Entonces dime lo que tienes que decirme y vete lo más deprisa posible. No he venido al pueblo sola y, si nos ven juntos, surgirán problemas.

Benjamín la miró sin parpadear, extrañado por su dureza.

—¿Cómo estás, Mariana?

Ella no estaba de humor para charlas insustanciales.

—¿Qué es lo que quieres?

—A ti. —Antes, podría haber sido una respuesta en cierto modo insinuante, pero Benjamín lo dijo con una voz áspera y una expresión seria en los ojos—. No tardaré, Mariana.

Ella enseguida comprendió lo que él quería decir. Benjamín pensaba poner en práctica los planes que juntos habían trazado y destruiría todo lo que ella amaba, todo lo que ella quería. Todo aquello que, antes, le resultaba indiferente. Lali lo miró sin moverse. Se sentía aterrorizada. ¿Cómo podía haber pensado que lo quería? ¿Cómo podía haberlo ayudado a planificar su perdición?

La firmeza de su propia voz la sorprendió.

—Benjamín, las cosas han cambiado desde que nos vimos por última vez.

—¿Qué cosas?

—Lo que sentía por ti. Todo lo que te dije era una mentira. Yo nunca te amé.

—Mariana, ¿qué demonios...?

Benjamín levantó una mano para cogerla del codo, pero ella se apartó de una forma súbita.

—No vuelvas a tocarme. No te quiero. No quiero nada de ti.

Al principio, Benjamín estaba demasiado sorprendido para enfadarse.

—No lo dices en serio. ¿Qué ha ocurrido? ¿Es por lo que pasó en el rancho de los Fanin? Sólo estaba un poco bebido, cariño. Todos los hombres bebemos en exceso de vez en cuando.

—No, no tiene nada que ver con aquello. Escucha bien lo que te digo. Tú y yo no estaremos juntos nunca. Olvídate de los planes que forjaste respecto a mí y a mi padre. —Lali se interrumpió e intentó tragar el nudo que tenía en la garganta—. No quiero que le hagas daño. Te juro que, si le haces algo, te será devuelto con creces. Yo me aseguraré de que así sea.

—¡Cielo santo! ¿Qué estás diciendo? ¿Le has contado algo a tu padre? —Benjamín dio un paso adelante, como si fuera a sacudirla, pero después miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaban atrayendo unas cuantas miradas. Benjamín enrojeció y miró a Lali con fijeza—. No, no se lo has contado a nadie —murmuró—. No te arriesgarás a que él descubra lo que has planeado. Y no dirás nada porque te preocupas demasiado por tu propio cuello y te resulta más fácil quedarte sentada y dejar que ocurra. Sabes que, de todos modos, tu padre está cavando su propia tumba. Sólo necesita un empujoncito. ¿A qué viene este cambio de último minuto? ¿Nervios? Es igual. No siempre te entiendo, Mariana, pero sé cómo eres en realidad. Sé más acerca de ti que ninguna otra persona. Y te quiero. Y tú sientes lo mismo por mí.

A Lali le temblaban los labios mientras contenía las amenazas que cruzaban por su mente. Todas le parecían ridículas, banales. ¡Si pudiera recordar el nombre del vaquero que los Amadeo habían contratado! ¿Qué nombre les había dado ella? «¡Recuerda!», se gritó a sí misma, pero lo único que encontró fue un muro espeso que era imposible de atravesar. «¡Recuerda!»

—Yo... lo contaré todo —declaró Lali intentando ocultar su desesperación—. Puedo arruinarte a ti y a tu familia y lo haré si me obligas a hacerlo.

—No lo harás —declaró Benjamín con una convicción creciente.

Lali sintió un impulso casi irresistible de abofetearlo.

—Te odio —murmuró Lali.

—Sí, y también sientes otras cosas por mí.

Benjamín la cogió del brazo con firmeza y la miró a los ojos con una media sonrisa.

—Te he dicho que no me toques.

—No hablemos de esto en medio de la calle. Conozco un rincón tranquilo cerca de aquí.

Lali se soltó de un tirón y se volvió hacia la tartana justo a tiempo de ver el desastre que se aproximaba. Antes de que pudiera pronunciar ningún sonido, notó la ráfaga de aire que produjo Peter al pasar por su lado como una exhalación y lanzarse sobre Benjamín con tanto ímpetu que los dos cayeron al suelo. Eran como dos animales jóvenes, luchando, gruñendo y rodando por la calle polvorienta. Lali, estupefacta, vio que la gente se acercaba corriendo desde todas las direcciones mientras proferían gritos y exclamaciones y rodeaban a los dos hombres. El ruido se volvió ensordecedor. Lali retrocedió un paso. Alguien le dio un empujón y la hizo volverse.

Stéfano estaba justo detrás de ella y la ayudó a mantener el equilibrio.

—Mariana, no pude detenerlo. Los vio y se volvió loco.

—¡Alelí! —exclamó Lali mientras miraba con nerviosismo hacia la tartana.

La tartana estaba vacía.

—Yo la encontraré. Tú quédate aquí.

Stéfano atravesó con celeridad la apretada muchedumbre que se iba apelotonando en la acera de tablones de madera. Lali llegó a empujones al interior del círculo que rodeaba a Peter y a Benjamín para ver lo que ocurría.

—¡Peter! —gritó, pero su voz quedó ahogada entre los gritos y los vítores de la multitud—. ¡Peter!

La muchedumbre no tardó en ponerse violenta. Como todos interpretaron la pelea como una lucha entre el rancho Double Bar y el Sunrise, enseguida se formaron dos bandos. O se estaba a favor o se estaba en contra de Nicolás Espósito, y muy pocos permanecieron indecisos. Lali regresó a la acera y se quedó muda de asombro mientras la muchedumbre rompía en un estallido de puñetazos y gritos penetrantes.

—¡Puñado de idiotas! —murmuró Stéfano cerca de Lali. Ella se volvió sobresaltada y vio que Stéfano estaba junto a ella con Alelí pegada a su lado—. Se morían de ganas de pelearse a causa de la valla.

—No se pelean por la valla, sino por...

—¿Por ti? —Stéfano sonrió ligeramente—. La pelea entre Peter y Benjamín es por ti, pero el resto se pelean por la maldita valla.

—¿Tú piensas lo mismo que yo respecto a la valla?

—La necesitamos —declaró Stéfano con gravedad—. Somos demasiado grandes para sobrevivir sin ella, pero esto no impide que la odie tanto como tú.

Lali contempló a Alelí, quien se había vuelto y contemplaba la pelea con unos ojos como platos.

—¿Alelí había ido a buscarte? —preguntó Lali a Stéfano.

El negó con un movimiento de la cabeza.

—Peter y yo acabábamos de salir de la oficina del sheriff cuando te vimos con Benjamín. —Stéfano esbozó una sonrisa amplia—. Peter soltó un par de palabrotas nuevas que todavía estoy intentando comprender y se lanzó sobre Benjamín como una exhalación.

—¿Dónde está el sheriff? —preguntó Lali con furia.

Le aterrorizaba que Peter pudiera resultar herido o que ya estuviera herido. Entonces el sonido de unos disparos pareció perforar sus oídos. Alelí se estremeció y se pegó a Lali. El sonido se repitió y algunos hombres se apartaron como gatos escaldados. Sam Dary, el sheriff, era un hombre fornido y de actitud firme y arrogante. Bajó su arma y se abrió paso entre la multitud profiriendo gritos. Se formó un pequeño claro en mitad de la calle, donde unos hombres habían separado a Peter y Benjamín. Se precisaron varios hombres para mantenerlos separados el uno del otro y ambos jadeaban y se miraban con ojos asesinos.

—Tranquilos, tranquilos... ¡Calmense! Ustedes dos deberían saber que no es el momento de pelearse, pues los ánimos ya están bastante caldeados —declaró Dary con gravedad, sudoroso y con el rostro enrojecido—. Y no me importa quién ha empezado la pelea, porque sé perfectamente que hace tiempo que los dos están deseando algo así. Ahora ya está, ya lo han conseguido. Vuelvan a sus asuntos y piensen en algo mejor que hacer que provocar una revuelta. Hace demasiado calor para pelearse. Dense la mano y olviden lo que ha pasado, muchachos.

—¿Que le dé la mano?—gritó Benjamín atónito.

Peter lo miró con desdén.

—Si crees que voy a...

—¡Ya está bien! —intervino el sheriff.

Poco a poco, las manos que los sujetaban se fueron relajando, pues todo el mundo se dio cuenta de que la pelea había finalizado. Dary apoyó las manos en sus caderas. Parecía sentir la necesidad de imponer su autoridad.

—Todavía estoy esperando a que se den la mano.

—Ya hemos dejado de pelearnos —declaró Peter rompiendo el silencio glacial que flotaba en la atmósfera—. ¿No le parece suficiente?

Lali sintió flojedad en las piernas y un gran alivio al ver que el sheriff asentía, aunque a regañadientes, y que Peter y Benjamín se alejaban el uno del otro. Lali dejó a Alelí al cuidado de Stéfano y bajó a la calle. Tenía que comprobar por sí misma que Peter se encontraba bien. Se abrió paso con ansiedad entre la muchedumbre que se interponía en su camino mientras mantenía la mirada fija en la alta figura que estaba a unos metros de distancia de ella. Peter avanzó entre la multitud ignorando las manos que le daban palmaditas en la espalda y no vio a Lali hasta que ella llegó a su lado.

Lali sonrió con esfuerzo.

—No había necesidad de empujar a todo el pueblo a una pelea, ¿no crees?

Peter se limpió el sudor y el polvo de los ojos con la manga de la camisa.

—Ya le dije en una ocasión lo que le sucedería si te ponía un dedo encima.

—¿Estás herido?

—No. Benjamín es tan blando como el resto de los Amadeo. —Una expresión de indignación cruzó su rostro—. No me extraña que tengan que contratar a otras personas para que derriben la valla en su nombre. No tienen el valor ni la fortaleza para hacerlo ellos mismos.

—Blando o no, Benjamín ha conseguido hacerte daño —comentó Lali mientras contemplaba su cara amoratada. Entonces inclinó la cabeza para ocultar una oleada repentina de emoción—. Vamos, te llevaremos a casa en la tartana.

—¡Mírame! —exclamó Peter.

El tono de su voz era tan exigente que Lali le obedeció sin pensárselo dos veces. Sus ojos se encontraron. Los de Lali muy abiertos, por el desconcierto que experimentaba, y los de Peter brillando con una luz cálida e intensa. Peter le cogió la barbilla con una mano, inclinó la cabeza con lentitud y la besó con pasión. De la multitud surgieron unas exclamaciones de asombro y unos cuantos silbidos, pero Lali estaba demasiado sorprendida para apartarse de Peter.

El olor a sudor y suciedad inundó sus fosas nasales y percibió sabor a sangre mientras la presión del beso empujaba su cabeza hasta el hombro de Peter.

Lali se apoyó en él medio mareada y con el corazón acelerado. Se sintió flaquear, como si cayera en un pozo de fuego. De lo único de lo que era consciente era de la boca de Peter pegada a la de ella, de sus labios ardientes, ansiosos y dulces. Cuando Peter levantó la cabeza, Lali lo contempló con ojos perplejos y sintiéndose incapaz de proferir ningún sonido. ¡Todo el pueblo! ¡La había besado así delante de todo el pueblo!


—Considéralo el anuncio de nuestro compromiso —declaró Peter, y le indicó a Stéfano, quien sonreía ampliamente, que los siguiera hasta la tartana.

Continuará...

+10 :D!!

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