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lunes, 11 de mayo de 2015

Capítulo - 39



A la mañana siguiente, Lali descubrió que Gastón se había ido a pesar de que le había prometido que hablaría con ella antes de irse. Nadie entendía por qué su desaparición la alteraba tanto. Por la tarde, cuando Peter salió del despacho de Nicolás, Lali se quejó de la marcha de Gastón y Peter se encogió de hombros sin darle importancia.

—La mayoría de los vaqueros cogen sus cosas y se largan cuando empiezan a sentirse demasiado enraizados. Les gusta contemplar el mundo desde la silla de montar. Los hombres de por aquí no soportan ningún tipo de vida que sea demasiado civilizado. Les gusta la vida dura y ser independientes.

—¿Y tú? —preguntó Lali—. ¿Tú también cogerás tus cosas y te largarás cuando empieces a sentirte encadenado por el alambre de espino y el anillo de bodas?

—No, señora —la tranquilizó Peter con celeridad y con ojos chispeantes—. Yo no soy un vaquero típico.

Lali examinó de una forma patente sus botas sucias, sus tejanos desgastados y su camisa de algodón azul.

—Pues a mí me pareces bastante típico. ¿Cómo puedo estar segura de que no te sentirás demasiado enraizado y me dejarás?

—Porque estoy listo para pertenecer a algún lugar. Y prefiero, y preferiré siempre, dormir contigo a dormir transportando reses.

—¿Estás seguro de que tener una esposa y una familia no será demasiado civilizado para ti?

—La verdad es que siempre he sentido una devoción secreta por la respetabilidad. Y no me importa que me consideren un hombre de familia. A Nicolás, por ejemplo, tampoco le importa ser un hombre de familia.

—Sí, pero él...

Lali se mordió el labio antes de decir que Nicolás no era tan hombre de familia como parecía.

Nicolás no dormía con Emilia y era muy probable que tuviera relaciones con otra mujer. Lali lanzó una mirada nerviosa a la puerta cerrada del despacho.

Peter pareció comprenderla. Con toda tranquilidad, le rodeó el cuello con el brazo y acercó su boca al oído de Lali.

—Esto no nos sucederá a nosotros —murmuró Peter, y la besó en el cuello antes de soltarla.

Lali sonrió con inseguridad.

—Bueno, teniendo en cuenta cómo te educaron y tu súper elegante formación en el Este, supongo que no resultaría extraño que tuvieras una vena civilizada.

—Aquí todos acabaremos siendo civilizados. Y no tardaremos mucho. Sobre todo a la velocidad que se extiende el ferrocarril.

—Entonces, ¿esperas que las cosas cambien por aquí?

—Así es. Todo cambiará, incluso el ganado que criamos. Últimamente hay mucha demanda de reses de mejor calidad de la que llevamos a Kansas. Las reses de cuerno largo son fáciles de criar, pero son de carne dura y correosa.

—¿Tú y papá no hablaban el otro día acerca de cruzarlas con otra raza mejor? ¿Las reses de cuerno corto tienen más carne?

—Muchos rancheros le están dando vueltas a esta cuestión. El problema consiste en que las reses de cuerno corto requieren más cuidados y atención y la mayoría de los vaqueros no quieren saber nada de ellas. Además, criar reses de cuerno corto significaría levantar más vallas y esto implicaría que pronto habría tantas vallas de alambre en el condado que tendríamos que cortarlas para poder ir al pueblo. De modo que... —Peter lanzó una ojeada a uno y otro lado del pasillo antes de inclinarse y robarle un beso rápido a Lali—... los campos abiertos serán cada vez más pequeños. Y la civilización del Este se extenderá más y más hacia aquí. Con todos estos cambios, los vaqueros tendrán que hacer las cosas de otra manera.

—¿De modo que te convertirás en un nuevo tipo de ranchero?

—Sí, señora. Y seré uno de los mejores.

—¡Cuando pienso en todo lo que podrías hacer si tuvieras más confianza en ti mismo!

Peter sonrió ampliamente y salió de la casa mientras Lali lo contemplaba desde el umbral de la puerta, sacudía la cabeza y sonreía con ironía.


El recuento otoñal de las reses había empezado. Para los habitantes del rancho el recuento de aquel año era como cualquier otro. Las crías que habían nacido en primavera eran destetadas y marcadas con el hierro del rancho Sunrise. A los toros los encerraban en el corral para alimentarlos y cuidarlos durante el invierno y a las vacas viejas e improductivas las separaban para llevarlas al matadero. También tenían planeado llevar una manada enorme de reses al mercado.

En esto pensaban todos cuando se hablaba del recuento, pero para Lali esta palabra significaba que Nicolás corría peligro. Si alguien pretendía asesinarlo sería en esta época. Lali permanecía despierta por las noches pendiente del sonido más leve. De vez en cuando, se levantaba y miraba por la ventana hasta que veía al vaquero encargado de vigilar la casa aquella noche. Cuando Nicolás descubrió que alguien patrullaba por el exterior de la casa todas las noches, exigió saber a qué se debía. Peter le quitó importancia al asunto y sólo le contó que sentía que era necesario.

Aquel día, después de la cena, y sin dejar de quejarse —«¿Al fin y al cabo, quién es el dueño de este maldito rancho?»—, Nicolás entró en su despacho y calmó su malhumor con dos dedos de whisky. Lali lo siguió con sigilo para ver lo que hacía. Nicolás estaba de espaldas a la puerta, pero era evidente que se estaba sirviendo una copa. El lanzó una mirada de culpabilidad por encima de su hombro y Lali sonrió.

—Soy yo —declaró Lali, y Nicolás se relajó y resopló.

—Cariño, no se lo cuentes a tu madre. Le prometí que dejaría de beber.

—¿Y lo harás?

—Sí. Algún día. —Nicolás le hizo un gesto para que se acercara a él y suspiró de placer al sentir el ardor del whisky por su garganta—. ¿Qué quieres?

—¡Oh, nada! Sólo quería preguntarte de qué estaban discutiendo Peter y tú.

—¡Peter y sus malditas y locas ideas! —exclamó Nicolás con fastidio—. ¡Hacer que alguien vigile la casa por la noche! ¡Para proteger a la familia, dice! ¡Como si yo no pudiera proteger a mi propia familia! ¡Y además, también están Stéfano y Agustín! ¿Qué cree que podría pasarnos?

—Puede que sea una buena idea. Todos sabemos que los Espósito no somos muy populares en el condado. —Lali titubeó antes de añadir—: No me extrañaría que los Amadeo fueran capaces de asesinar a un hombre en su propia cama. No te rías, papá, lo digo en serio.

—Los Amadeo no pueden tocarme. —Nicolás sonrió con malicia—. Estamos levantando de nuevo la valla y ellos no pueden hacer nada para evitarlo. Y aunque consiguieran quitarme de en medio, no podrían hincar sus zarpas en mi rancho, porque Peter pronto formará parte de la familia Espósito y antes destruiría él mismo el rancho que permitir que Big George se apoderara de él.

«¿Y si lo hicieran parecer culpable de tu asesinato?», quería gritar Lali, pues es lo que habían hecho en el pasado.

—En cualquier caso, hay razones para tener más cuidado —declaró Lali con severidad—. Y, por cierto, siempre que hablas de que Peter va a formar parte de la familia, parece que se vaya a convertir en Peter Espósito, pero yo diría que a él le gusta su apellido y que piensa conservarlo.

Nicolás soltó una carcajada.

—El nombre no me importa, siempre que se case con mi Mariana.

—Y se haga cargo de tu rancho...

Nicolás soltó un soplido y le indicó la puerta a Lali antes de servirse otro trago.


Varias noches transcurrieron sin que pasara nada. Al final, Lali se tranquilizó y empezó a pensar que, de verdad, no ocurriría nada. Tenía muchas formas de justificar su relajación. Quizá Benjamín había hecho caso a sus advertencias y amenazas... Quizá los Amadeo habían decidido que era demasiado arriesgado enviar a alguien a matar a Nicolás... Quizás el hombre al que habían contratado ya lo había intentado pero se había asustado al ver al vaquero que vigilaba la casa...

Entre el recuento del ganado y los preparativos para la boda que realizaban Emilia y Candela, el rancho hervía de actividad. Lali echaba mucho de menos a Peter, sobre todo por la noche, aunque se encontraban a hurtadillas siempre que podían y estos encuentros eran suficientes para calmar su ansiedad. Lo más duro era cuando estaba en la cama sabiendo que Peter estaba a pocos metros de distancia, solo, en su pequeña cabaña y cerca de la casa principal.

Al final, la espera le resultó demasiado insoportable y el deseo venció a la prudencia. Lali tenía pensado ser paciente y contentarse con los encuentros ocasionales que tenía con Peter hasta que se celebrara la boda. Pero lo necesitaba en aquel mismo momento, y se preguntó cómo podía verse con él y esquivar el ojo vigilante de Emilia, que no se apartaba de ellos. Pensaría en algo, aunque existiera el riesgo de que alguien se enterara y se corriera la voz. En aquellos momentos, el sentido del decoro tenía poco significado para ella.

Mientras pensaba en cómo conseguir estar a solas con Peter, Lali se dio cuenta de que la respuesta era tan sencilla que resultaba ridícula. ¿Por qué no, simplemente, ir a su cobertizo? Nada de recorrer los pasillos de puntillas a medianoche, nada de cuchicheos para planificar cómo y cuándo podían verse, sólo tenía que salir de la casa a hurtadillas después de la cena.

Mientras el resto de la familia comía con ganas, Lali apenas picoteó el contenido de su plato, pues la perspectiva de la noche que se avecinaba le impedía masticar y tragar ningún tipo de comida. Percibía que Peter la miraba con frecuencia y sabía que él había notado la tensión de su rostro. La sensación de la sangre cálida en sus mejillas le hizo preguntarse si estaba muy sonrojada. Antes del final de la cena, Lali se levantó de la mesa.

—Estoy un poco cansada —se excusó al percibir la mirada inquisitiva de Emilia—, creo que me acostaré temprano.

La mirada de Peter buscó la de ella y Lali vislumbró preocupación en sus ojos. Su comportamiento era inusual y él sospechaba que algo no iba bien.

—Lali... —empezó Peter, pero ella lo interrumpió con delicadeza.

—Los veré a todos mañana por la mañana. Buenas noches.

Mientras salía de la habitación, notó los ojos de Peter clavados en su espalda. Lali se detuvo al pie de las escaleras, esperó hasta que los comensales retomaron la conversación y salió a hurtadillas por la puerta principal. Todavía era demasiado pronto y Robbie Keir, el muchacho encargado de la vigilancia aquella noche no había empezado su ronda.

Lali miró a derecha e izquierda antes de atravesar, con sigilo y manteniéndose en las sombras en lo posible, la distancia que la separaba del cobertizo de Peter. Satisfecha por el éxito de su aventura, Lali abrió la puerta del cobertizo y se deslizó al interior. El corazón le golpeaba el pecho debido a la excitación. No tenía ni idea de cómo regresaría a su dormitorio antes del amanecer sin que la descubrieran. Peter tendría que encontrar la forma de hacerlo.

Lali recorrió el cobertizo con calma. Estaba impecable y el mobiliario era escaso. La cama era estrecha y el colchón duro y delgado, pero estaba cubierto por una manta india de intrincado diseño y las sábanas y la funda de la almohada eran de un blanco inmaculado. Como Peter realizaba la mayor parte de su trabajo de papeleo en el despacho de Nicolás, en el pequeño escritorio del cobertizo no había nada, salvo unos pocos libros. Lali los examinó. Había una obra corta de Shakespeare, una biografía de Thomas Jefferson, un manual sobre la cría de ganado y un artículo de un periódico de ganadería acerca del transporte de las reses. «¡Qué aburrido!», pensó Lali, y sonrió al pensar que lo más probable era que, de todos modos, Peter no dispusiera de mucho tiempo para la lectura. Su guitarra estaba apoyada en una esquina sombreada y en otra había un descalzador. Lali se sentó en la cama y hundió el rostro en la almohada. Olía a Peter. Lali cerró los ojos y frotó la mejilla contra la almohada con placer.


A pesar de los nervios que sentía, cayó en un ligero sueño, hasta que el sonido de unos pasos la despertó. La puerta se abrió y Lali se incorporó y parpadeó mientras Peter entraba en la habitación.

Continuará...

+10 :D!!

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