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sábado, 9 de mayo de 2015

Capítulo - 33



Nicolás se hinchó de satisfacción cuando, al terminar la cena, Peter se levantó con la intención de acompañar a Lali a dar un paseo. En aquellos momentos, ya resultaba evidente para todos que entre ellos estaba surgiendo un romance en toda regla. Nicolás se sentía incluso más contento que Candela. Como era de esperar, Emilia todavía experimentaba reservas acerca de una posible relación entre su hija y el capataz, pero, curiosamente, no presentó objeciones a que salieran a pasear juntos. Quizás empezaba a comprender que oponerse a la relación no le serviría de nada.

—¡Santo cielo! —exclamó Lali cuando estuvieron solos afuera—. Al final todo resultará más fácil de lo que esperaba. Mi madre no ha dicho nada. Bueno, se la veía bastante tensa, pero no ha dicho ni una palabra.

—Quizá la idea de tenerme como yerno no le resulta tan dura como imaginábamos —bromeó Peter mientras deslizaba un brazo por la espalda de Lali y ajustaba sus pasos a los de ella, que eran mucho más cortos.

—O quizá cree que eres, para mí, una simple aventura. En realidad, eres el tipo de hombre que elegiría para esto.

Peter simuló fruncir el ceño al oír la naturalidad con que realizaba aquel comentario.

—¿Yo, una aventura? Esto es el colmo.

Peter la cogió en brazos y se dirigió hacia el prado que había en la parte posterior de la casa. Lali se echó a reír.

—Era un cumplido —protestó ella mientras reía y se retorcía en los brazos de Peter.

—Ah, ¿sí? —Peter arqueó las cejas y la miró—. A mí no me lo ha parecido.

—Sí, sí que lo era. ¿Adónde me llevas?

—A un lugar en el que podré vengarme en privado.

—Lo digo en serio, a cualquier mujer le gustaría tener una aventura contigo. —Lali deslizó la punta del dedo por la piel que el cuello abierto de la camisa de Peter dejaba al descubierto—. Eres muy guapo, y pareces el tipo de hombre que es bueno en... Bueno...

—¿Bueno en qué?

—No te burles de mí, ya sabes a qué me refiero. Siempre me había preguntado cómo sería hacerlo contigo. Incluso cuando no me gustabas.

Peter sonrió y la sujetó más fuerte entre sus brazos sin dejar de caminar.

—¿Tu curiosidad ha quedado satisfecha, señorita?

—No del todo —contestó ella mientras jugueteaba con los botones de la camisa de Peter—. Pero estoy segura de una cosa.

—¿De qué?

Lali le rodeó el cuello con los brazos y le susurró al oído:

—Eres tan bueno como pareces.

Peter la besó en el cuello con ojos destellantes. Cuando llegaron a un montón de heno seco recién apilado, Peter se detuvo. Su idea original era dejarla caer sobre el heno y besarla hasta que ella suplicara piedad, pero había cambiado de opinión y, en aquellos momentos, lo único que quería era darle placer. Mientras Peter dejaba a Lali encima del heno, ella se agarró a él con más fuerza.

—¡Oh, no! ¡No podemos! —Lali volvió a reír mientras le empujaba el pecho—. ¡Ahora no! ¡Aquí no!

—Dame una buena razón.

—Sabrán exactamente lo que hemos estado haciendo. —Peter se sentó a horcajadas encima de ella y le levantó las faldas. El pulso de Lali latió con violencia—. Tendré heno en el pelo y en la ropa y...

—Nos ocuparemos de eso más tarde. Hasta de la menor brizna.

—No me lo puedo creer. —Un resoplido de incredulidad escapó de la garganta de Lali—. ¿No estarás planeando...? —Su voz se apagó cuando Peter accedió a la piel desnuda de su estómago por debajo de su ropa interior y la rozó con sus nudillos—. ¡Peter! —exclamó Lali.

Peter sonrió al notar lo deprisa que ella respiraba y, poco a poco, le bajó los bombachos a lo largo de los muslos.

—Es una lucha, ¿no es cierto? —preguntó Peter mientras se inclinaba sobre ella y deslizaba los dedos por el abdomen de Lali—. Tu sentido del decoro contra tu deseo de esto...

Peter deslizó la mano un poco más abajo y Lali se humedeció los secos labios con la lengua y curvó los dedos de los pies con anticipación.

—Es que no quiero que nadie ve-vea...

—¡Pero si esto constituye la mitad de la diversión! —Peter apoyó la barbilla en una mano, contempló a Lali y, al final, encontró lo que estaba buscando. Su voz sonó ronca, con aquella vibración que siempre la excitaba—. Preguntarte si alguien nos descubrirá en el peor momento posible, si alguien te verá así, ¿Qué dirías si nos descubrieran? ¿Qué harías?

—Yo m-me moriría de vergüenza —balbuceó Lali mientras intentaba separarse de él.

Peter se abalanzó sobre ella, la inmovilizó y la acarició con más audacia que antes.

—Sí, vas a morir un poco, pero no de vergüenza.

—No tenemos tiempo...

—No necesitamos mucho.

—Será más seguro después, cuando todos estén durmiendo.

—El riesgo a ser descubiertos lo hace más excitante.

Los dedos de Peter se abrieron paso entre la mata de pelo rizado que había en la entrepierna de Lali. Ella contuvo el aliento y un estremecimiento sensitivo recorrió su cuerpo.

—¡No!

—Ah, ¿no? Entonces dime que pare —susurró Peter mientras acariciaba el interior de los muslos de Lali—. Dime que no te toque, sobre todo aquí... o aquí... Y dime que te permita levantarte y que te acompañe a la casa.

Lali cerró los ojos e intentó formar las palabras con los labios, pero su cuerpo esperaba el éxtasis que sólo Peter podía proporcionarle. No podía pedirle que se detuviera.

—El riesgo lo hace más placentero, ¿no crees? —preguntó Peter con voz suave y sedosa—. Esta sensación que notas en el estómago... ¡Corre, hazlo antes de que nos pillen! Y cada segundo te preguntas si voy a parar.

Lali protestó e intentó levantarse, pero los dedos de Peter encontraron su zona sensible y la acariciaron sin descanso y ella volvió a dejarse caer sobre el heno. Lali exhaló un largo gemido y volvió el rostro hacia el hombro de Peter mientras le suplicaba en silencio que no se detuviera. Él parecía saber con exactitud lo que el cuerpo de Lali deseaba y trazaba círculos y jugueteaba con la yema del pulgar en la sensible carne de Lali mientras introducía los dedos en su interior, a veces deprisa y a veces despacio. De una forma ininterrumpida y con voz terrosa, Peter murmuraba en su oído palabras que la excitaban más y más.

Alguien podría vernos ahora mismo, Lali... Alguien podría pasar por aquí..., uno de los peones camino del barracón. ¿Qué harías si supieras que alguien nos estaba observando? ¿Me pedirías que parara?

Peter interrumpió sus caricias, como si esperara su respuesta para decidir si continuar o no.
—No —gruñó Lali mientras levantaba las caderas y apretaba su carne húmeda contra la mano de Peter.

Él reinició su terrible tormento.

—De todos modos, sabrán lo que estamos haciendo —murmuró Peter de una forma implacable—, porque te haré gritar y te oirán.

—No gritaré —balbuceó ella.

La sonrisa de Peter era despiadada.

—Incluso tú temes que lo harás.

Al final, el placer era tan intenso que Lali gritó, pero Peter ahogó su grito con su boca y su lengua atrapó las vibraciones guturales de sus gemidos. Peter la besó durante largo rato, saboreando su lánguida respuesta. Cuando Lali se recuperó, se liberó de las manos y la boca de Peter. Mortificada por lo que había ocurrido, Lali se sentó e intentó arreglarse la ropa. Peter la ayudó y contuvo una sonrisa al ver lo preocupada que estaba.

—¿Cuánto rato llevamos aquí? —preguntó Lali sin mirarlo.

—Unos diez minutos.

—¡Oh!

La tensión de Lali disminuyó. Le había parecido que llevaban mucho más tiempo. Sin embargo, siguió frunciendo el ceño mientras frotaba inútilmente su ropa con las manos para eliminar las briznas de heno que se habían pegado a su vestido.

Peter le levantó la barbilla con la mano y le sonrió.

—Nadie ha oído nada —declaró él de una forma contundente—. Y tampoco nos han visto. Yo tenía un ojo abierto todo el tiempo, por si acaso.

Lali se sonrojó.

—Entonces lo que decías...

—Para tu propio beneficio.

Lali se sentía demasiado aliviada para regañarlo por su arrogancia.

—¿No he gritado demasiado fuerte? —preguntó Lali.

Peter la apretó contra él, cautivado por su curiosa mezcla de modestia y abandono.

—Te he mantenido silenciosa —murmuró él con complicidad.

Lali relajó los hombros.

—Debería estar enfadada contigo.

—¿Por qué? ¿No te ha gustado?

—Yo... Sí, me ha parecido... Pero esto no cuenta.

—Perdona mi falta de comprensión, pero entonces ¿qué es lo que cuenta?

Aunque su voz sonaba grave, Lali sabía que se estaba riendo de ella en silencio.

—Ha sido distinto de las otras veces. No ha sido romántico, ni serio, ni...

—No siempre tiene que ser serio entre nosotros. —Peter deslizó los labios por la mejilla de Lali—. A veces, puede ser sólo divertido.

—Pues yo no lo veo así —replicó Lali mientras arrugaba la frente.

¿Divertido? Cuando dos personas que se amaban hacían el amor, no lo hacían para divertirse. Tenía que ser un acto tierno, amoroso, emotivo. Si se amaban, tenía que significar algo más que una mera diversión, ¿no?

—¿Cómo puedes pensar en ello de una sola manera? —replicó Peter—. Cada vez será distinto. Unas veces, será romántico y relajado y, otras, un poco... —Peter se interrumpió y buscó una forma diplomática de decirlo—… terrenal. A veces, será tierno y otras constituirá un juego. ¿Qué hay de malo en esto?

Lali todavía titubeaba, de modo que Peter le cogió la cara entre las manos y le sonrió.

—Ya te entiendo. Te gusta la luz de las velas y el romanticismo y, sin duda, no hay nada de malo en esto, pero si siempre fuera así, te cansarías. —Peter sonrió ampliamente y sacó unas cuantas briznas de heno del pelo de Lali—. Tienes que admitir que las noches a la luz de la luna y los montones de heno tienen su encanto particular.

—Supongo que sí.

—¿Lo supones? —Los ojos de Peter chispearon—. ¿Qué necesitas para estar segura del todo?

Lali lo miró con fijeza mientras disfrutaba de la calidez de sus manos en sus mejillas y del brillo de la luz de la luna en su cabello. Peter se veía guapo y pagano en la oscuridad, misterioso e indomable. Su amante. Algún día, su esposo. Ella quería pasar toda la vida con él. Quería estar unida a él con todos los lazos, las palabras y la intimidad que dos personas podían intercambiar. Sus sentimientos hacia él eran más fuertes, más terribles de lo que nunca habría imaginado. Las manos de Lali cubrieron las de Peter con fuerza.

—Te amo, Peter.

Lali percibió un temblor en las manos de Peter. El tardó unos instantes en comprender el significado de sus palabras. Entonces recorrió el rostro de Lali con la mirada, como si quisiera asegurarse de que ella había dicho la verdad.

—¡Dios, cómo deseaba oírtelo decir!

Peter inclinó la cabeza y la besó con frenesí, incapaz de reprimir su pasión.

Continuará...

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