BIENVENID@S - YA PODÉS DESCARGAR EL NUEVO BONUS "El Camino Del Sol" - Twitter @Fics_Laliter - Correo: Ficslaliter123@gmail.com

lunes, 11 de mayo de 2015

Capítulo - 38



Emilia se quedó lívida cuando se enteró de lo que había sucedido, y se enfadó tanto que incluso Nicolás procuraba actuar con cautela cuando ella estaba cerca.

—¿Entiendes la posición en que la has colocado? —preguntó Emilia mientras caminaba de un extremo al otro del salón.

Peter apoyó un codo en la repisa de la chimenea y la contempló de una forma inexpresiva mientras Nicolás y Lali permanecían sentados en el sofá sin atreverse a decir ni pío. Nicolás fumaba como una chimenea y, de vez en cuando, lanzaba una mirada a Lali por encima de su puro y le guiñaba el ojo con disimulo.

—¡Pelearse por ella en mitad de la calle! —continuó Emilia con voz aguda—. ¡Como si se tratara de un trofeo! Y después..., y después...

Todos sabían que el «y después» se refería al beso que le dio en público, un incidente que se extendía deprisa gracias a los comentarios de los habitantes del pueblo. Peter inclinó la cabeza en actitud de culpabilidad y a Lali le entraron ganas de echarse a reír. Ella sabía muy bien que él lo hacía por Emilia. Peter no sentía el menor arrepentimiento por lo que había hecho.

Emilia se presionó las sienes con las palmas de las manos como si quisiera calmar un intenso dolor de cabeza.

—La reputación de mi hija está arruinada. ¡Arruinada!

—Mamá, nadie se lo tomó en serio —intervino Lali—. Sólo se trató de un impulso. Todo el mundo estaba excitado y revuelto. Sólo se debió a la exaltación del momento. —Lali hizo caso omiso de la mirada de reojo que le lanzó Peter, aunque sabía que sus ojos despedían un destello diabólico. La miraba así desde lo sucedido aquella tarde—. Estoy segura de que no era su intención besarme, simplemente sucedió.

—Debería haber controlado sus impulsos —contestó Emilia mirando a Peter con dureza.

Él asintió de una forma respetuosa.

—Sí, señora.

—Y sospecho, Peter Lanzani, que sabías, exactamente, lo que estabas haciendo. —Peter abrió la boca para contestar, pero Emilia lo interrumpió—. No intentes eludir tu responsabilidad por medio de tus encantos. Todos los presentes sabemos que utilizaste la situación para salirte con la tuya y que no dudaste en aprovecharte de las circunstancias. Pues bien, yo no tengo por qué simular que apruebo tus métodos para conseguir lo que quieres. Jugar con la reputación de Mariana como has hecho esta tarde ha sido algo cruel y desconsiderado y espero por su bien que no lo conviertas en un hábito.

—No es ésta mi intención —contestó Peter con calma.

Lali se dio cuenta de que había dejado a un lado su actitud frívola, que se estaba tomando en serio las palabras de Emilia y que la escuchaba sin el menor atisbo de burla. Peter siempre se había mostrado respetuoso con Emilia, aunque Lali nunca había imaginado que permitiría que su madre lo sermoneara de aquella manera.

—Yo soy su madre —continuó Emilia—, y tengo derecho a expresar mi opinión. Y escucharme es tu obligación. No puedo hacer nada para interponerme en tu camino y ya no quiero luchar más contra ustedes tres. Lo importante es que Mariana cree que la harás feliz y supongo que tú también lo crees, pero no lo conseguirás si continúas tratándola con tan poca consideración. No debes hacer de ella un espectáculo público nunca más. Mariana merece ser tratada con respeto y amabilidad. Su bienestar debe constituir una prioridad para ti, por encima de tus propias necesidades.

Lali bajó la mirada hacia sus manos con las mejillas encendidas. Le resultaba muy desconcertante oír hablar de sí misma como si no estuviera allí. Quería intervenir, pero no se le ocurría nada que decir, ni en su nombre ni en el de Peter. Sólo Peter podía calmar la ansiedad que Emilia experimentaba.

—Su felicidad, por no mencionar su bienestar, es mi máxima preocupación —declaró Peter. En vista de la seriedad de su expresión, ni siquiera Emilia pudo dudar de sus palabras—. Ésta es la razón de que quiera casarme con ella.

—Ya conoces mis objeciones a que se celebre un matrimonio entre ustedes —soltó Emilia—. Tú sabías que yo no aprobaba esta idea y nos has puesto a todos en una situación intolerable. Pero ahora no puedo objetar su matrimonio. De hecho, debo insistir en que se casen.

Los ojos de Peter brillaron de satisfacción.

—La haré feliz.

—Ni siquiera te has molestado en disculparte por tu comportamiento.

—Me disculpo por mi comportamiento, pero, con el debido respeto, no me arrepiento del resultado.

Emilia advirtió que aquella leve disculpa sería lo único que conseguiría de Peter, de modo que desvió su mirada iracunda de él a Nicolás.

—No has pronunciado ni una palabra en todo este rato.

Nicolás adoptó una postura autoritaria, se puso de pie y señaló a Peter.

—Voy a tener una conversación de hombre a hombre con él. El simple hecho de que vaya a casarse con mi hija no significa que pueda librarse de una buena regañina cuando se la merece. ¡Vamos, Peter, a mi despacho!

—Sí, para fumar un puro, tomar un trago y darle una palmadita en la espalda —declaró Emilia con acritud.

Lali no pudo evitar reírse por lo bajo.


Cuando Peter salió del despacho de Nicolás, su aliento despedía, indudablemente, cierto olor a whisky. Peter sonrió a Lali cuando se la encontró cerca de la puerta del despacho y la siguió en silencio mientras ella lo guiaba al porche para disfrutar de unos minutos de intimidad. Peter tenía el rostro encendido a causa de la bebida y del bienestar que experimentaba.

—¡Pobre, se nota que te ha dado una buena reprimenda!

Peter sonrió y dejó su raído sombrero encima de la barandilla del porche.

—Me ha dicho que éste es el día más feliz de su vida.

—Me alegro de que alguien se sienta así —contestó Lali con picardía—. En cuanto a mí, si llego a saber cómo sería el día de hoy, me habría quedado en la cama.

Peter enderezó la espalda y realizó una mueca de dolor.

—Pues yo me siento como si me hubiera arrollado una manada.

—¿Cómo te atreves a quejarte? Tú eres el culpable de todo lo que ha sucedido. Primero la pelea, después el beso...

—Por favor, cariño, ya he escuchado la opinión de tu madre sobre este asunto durante más de una hora.

—Entonces, ¿qué quieres que te diga? ¿Qué has aguantado el castigo como un hombre? ¡Bravo!

—Estás muy peleona esta noche —comentó Peter mientras se dirigía a un extremo del porche y apoyaba una mano en la barandilla—. ¡Eh, Watts! —exclamó en la oscuridad.

El vaquero que estaba vigilando la zona le contestó con voz apagada.

—¿Sí, Peter?

—¿Por qué no te vas a vigilar la parte trasera durante un rato?

Se oyó una risita ahogada.

—Esto mismo estaba planeando hacer.

—¡Vamos, ve para allá!

Lali escudriñó las sombras y, aunque sólo vislumbró vagamente su fornido contorno, siguió con la vista la figura de Watts hasta que desapareció por la esquina de la casa. Cuando el sonido de sus pasos se desvaneció en la lejanía, Lali contempló a Peter con el ceño algo fruncido. Entonces se acordó de la noche en la que, después de descubrir que su hermana era una prostituta, Watts lloró, completamente borracho, en el hombro de Peter.

—¿Su hermana todavía trabaja en aquel salón de baile? —preguntó Lali.

Peter se encogió de hombros.

—Por lo que yo sé, sí.

—¿No ibas a ofrecerle dinero para que la sacara de allí?

—No conseguí que lo aceptara.

—Quizás es demasiado orgulloso —reflexionó ella en voz alta—. ¿Y si le ofrecieras más trabajo y le pagaras...?

—Ya lo he intentado, pero no, no quiere trabajar más. Creo que todo el mundo ha aceptado la idea de que su hermana es una prostituta, cariño. Ahora deja de intentar solucionar los problemas de los demás y, para variar, preocúpate por mí.

—¡Preocuparme por ti es lo único que he hecho últimamente! —Lali apoyó las manos en las caderas. Peter se acercaba a ella con paso lento pero decidido. Lali había tenido un día horrible por causa de él y había llegado el momento de poner cada cosa en su sitio—. No avances más. —Peter se detuvo a unos metros de Lali y arqueó una ceja de una forma inquisitiva—. No pienso permitir que te acerques a mí, Peter Lanzani. Te has portado muy mal conmigo durante toda la semana. Te has mostrado brusco, malhumorado..., me has ignorado e insultado.

—He tenido una semana de mil demonios. Te deseaba tanto que no veía con claridad y he tenido el suficiente trabajo y preocupaciones como para hacer renegar a un santo.

—¿Y crees que ha sido más fácil para mí? ¿Cómo crees que me sentí cuando los vi pelearse a Benjamín y a ti en mitad de la calle como un oso y un toro? Lo único que consiguieron fue empeorar la situación entre nosotros y los Amadeo.

Peter frunció el ceño y su buen humor desapareció.

—No pude evitarlo. Cuando lo vi mirarte de aquella forma. ¡Parecía que, para él, fueras la única mujer de Tejas! Y cuando te tocó...

—¡Por todos los santos, no creo que fuera a violarme en medio de la calle! Prácticamente todo el pueblo estaba allí.

—Él actuaba como si te poseyera —declaró Peter malhumorado mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, apoyaba el peso en una pierna y doblaba la otra en una postura típicamente masculina—. Actúa como si tuviera algún derecho sobre ti, Lali. ¿Por qué será?
Había un destello de celos en su mirada.

—¿Qué me estás preguntando?

—Te pregunto hasta dónde llegaste con él.

A Lali le sorprendió su brusquedad.

—¿Cuando cortejábamos?

—Sí.

—¡Santo cielo, no esperarás que conteste semejante pregunta!

Peter no respondió, pero sostuvo su mirada con obstinación.

—Sí que lo esperas —declaró Lali con lentitud—. Después de todo lo que tú y yo... ¡Nunca habría esperado de ti algo como esto! ¿Hasta dónde crees tú que llegamos? Ya sabes que eres el primero y el único hombre con el que he hecho el amor. ¿Esto no es suficiente para satisfacer tu querido ego? Pues, si no es así, lo siento, porque no pienso contarte los detalles íntimos de mis relaciones con otros hombres. No a menos que tú estés dispuesto a contarme lo que has hecho con otras mujeres.

—No es lo mismo.

—No... —empezó a repetir Lali, pero se interrumpió asombrada. A veces se olvidaba de que, aunque Peter era menos machista que el resto de los hombres de aquella época, también tenía sus momentos machistas. De repente, sintió deseos de echarse a reír—. ¿Por qué no es lo mismo? —preguntó—. Si tú tienes derecho a conocer mis experiencias pasadas, yo tengo derecho a conocer las tuyas.

—En estas cosas no somos iguales. Se supone que un hombre debe tener experiencia y una mujer...

—¿Una mujer se supone que debe ser ignorante? Perdona, había olvidado que hay unas reglas para ti y otras para mí.

—No estoy hablando de reglas.

—Ah, ¿no? Se supone que tú debes tener experiencia y yo no. Pues bien, yo me alegro mucho de que tú hayas sido mi primera experiencia. ¿No crees que a mí también me habría gustado ser tu primera experiencia?

Peter se quedó atónito, como si aquella idea no se le hubiera ocurrido nunca antes.

—Tienes el don de tergiversar las cosas.

—A veces no tengo más remedio, porque tú no siempre eres justo conmigo.

Peter torció la boca y maldijo en voz baja.

—Mira, siento haber iniciado esto. No sé por qué te he preguntado nada acerca de ese idiota. Es sólo que no soporto la idea de que estés cerca de él.

—No puedo cambiar el hecho de que me gustara, pero nunca sentí por él lo que siento por ti. Tú lo sabes.

Peter se encogió de hombros y bajó la mirada al suelo.

Lali suspiró.

—Deja que te cuente algo. Yo odio pensar que has estado con otras mujeres. Desearía poder borrarlas de tu memoria. Desearía que no hubieras estado con nadie salvo conmigo, pero no puedo hacer nada para cambiarlo, ¿no? ¿No ves que resulta inútil preocuparse por algo que uno no puede controlar?

Peter levantó la mirada hacia ella. Sus ojos verdes brillaban de una forma intensa en la oscuridad. Peter se acercó a ella poco a poco y ella se vio obligada a retroceder hasta la pared de la casa. Cuando no quedaba espacio entre la espalda de Lali y la pared, Peter apoyó en ésta las manos a ambos lados de la cabeza de Lali. Ella volvió el rostro a un lado mientras sentía la presión del cuerpo de Peter contra el de ella y el roce de su aliento en su mejilla. ¡Santo cielo, nunca podía permanecer mucho tiempo enfadada con él!

—Nunca dije que fuera de trato fácil —dijo Peter.

—No era preciso que lo dijeras, yo ya lo sabía.

Peter cerró los ojos y besó el mechón de pelo ondulado que había caído sobre la sien de Lali. A continuación, rozó con sus labios la suave piel de su párpado inferior y los deslizó a lo largo de su ceja. Lali notó el roce de su lengua sobre el pelo lacio y suave de su ceja y levantó la barbilla buscando su boca. Peter la besó con lentitud e intensidad y ella exhaló un suspiro leve. Sin pronunciar una palabra, se apretaron el uno contra el otro, abrazándose con fiereza y ansiedad, y prolongaron su beso hasta que Peter profirió un sonido de contrariedad y levantó la cabeza.

—No podré parar —declaró mientras respiraba con pesadez.

—Peter, ¿cuándo podremos...?

—Ojalá lo supiera. —Peter parecía afligido—. Esta noche no podré ir a verte. Después del jaleo de esta tarde, nadie dormirá profundamente.

—¿Qué sucederá entre nosotros y los Amadeo? —murmuró Lali mientras se acurrucaba más en los brazos de Peter—. Odio que las cosas hayan llegado tan lejos.

—Tendremos que tomarnos las cosas como vengan. No permitiré que mi temperamento se me escape de las manos otra vez. Todo me resultará más fácil ahora que nuestro compromiso es público.

—¡Tienes tantas responsabilidades! Desearía hacer algo para que todo te resultara más fácil.

—Estaré bien. —Peter dejó escapar un gemido y apoyó la barbilla en la cabeza de Lali—. ¡Si al menos no te quisiera tanto! Ni siquiera puedo mirarte a través de la mesa sin que me ocurra esto.

Peter presionó sus caderas contra las de Lali y ella apretó su acalorado rostro contra el cuello de él mientras su corazón se aceleraba.

—A mí me resulta igual de difícil.

—Para los hombres es distinto, cariño. Créeme.

—Lo siento —murmuró ella con una sonrisa.

—¡Lali! —se oyó la voz de Emilia en el interior de la casa, lo cual constituía una señal de que habían pasado demasiado tiempo a solas en el porche.

—¡Enseguida voy, mamá! —Lali se separó de Peter, pues sabía que tenía que irse, pero enseguida echó de menos el calor de su cuerpo. Con un movimiento repentino, lo abrazó con fuerza—. ¡No puedo separarme de ti!

—Lali —murmuró él apretándola contra su pecho. Lali se pegó a él hasta sentir dolor, pues necesitaba saber que la pasión del amor de Peter era tan intensa como la de ella—, te quiero todos los minutos del día. Echo de menos estar contigo y querría abrazarte durante horas. —Peter le mordisqueó con cuidado el lóbulo de la oreja y hundió el rostro en el pelo de Lali—. Un beso más y, después, entra en la casa.

Lali le ofreció, temblando, sus labios, y aunque al principio el beso fue tierno, al final fue ardiente y apasionado.

—Ahora vete —declaró Peter, aunque su corazón ansiaba pasar unos minutos más con ella.

—No te muestres distante conmigo mañana —susurró Lali—. Cuando hay otras personas a nuestro alrededor, no me miras como si me amaras.

—Antes no me lo permitías, ¿recuerdas? No fue idea mía mantener nuestra relación en secreto.

—No estaba segura acerca de lo que sentía por ti —admitió Lali—. ¿Y tú?

—Yo nunca albergué ninguna duda. Hace tiempo que sé lo que siento por ti.

Lali se sintió abrumada al saber lo mucho que él la quería. No le resultaba difícil recordar los días en que no tenía a nadie salvo a Alelí. Y también recordaba la noche lluviosa cuando incluso Alelí le fue arrebatada. Ahora tenía más de lo que había soñado nunca.

Sin embargo, los recuerdos de Mariana se iban deslizando por su mente como una sombra, oscuros, indistintos e ineludibles. Durante el resto de su vida tendría que lidiar con esos recuerdos, aunque en el fondo de su mente siempre recordaría quién había sido antes. ¿Qué había ocurrido para que fuera como era antes? ¿Cómo podía una hija conspirar contra su propio padre?

De repente oyó el eco de algo que Candela le dijo en una ocasión: «Durante un tiempo creí que papá te había malcriado tanto que te habías vuelto mala.»

«Esto es lo que ocurrió —pensó Lali con vergüenza y desesperación—. Me había vuelto mala.»

¿Había alguna manera de compensar lo que había hecho? La culpabilidad se convirtió en un dolor tangible en su pecho.

—No te merezco —murmuró Lali.

Peter realizó una mueca.

—¿Por qué demonios dices esto?

—En el pasado he hecho cosas terribles, cosas que ni siquiera puedo contarte. No soy ni la mitad de buena o amable de lo que debería ser y...

—Yo nunca he esperado que fueras una santa, Lali. Y en cuanto a lo de no merecerme, de todas las personas que... —Peter se interrumpió y sonrió de una forma burlona—. Digamos, simplemente, que es más probable que yo no te merezca a ti. Es posible que yo sea el castigo a tus pecados y casarte conmigo será tu penitencia. ¿Alguna vez has pensado en esta posibilidad? Ahora dame otro beso y vete, si no no podré dejarte ir.

Medio enojada por la actitud desinteresada de Peter hacia su sentimiento de culpabilidad, Lali le ofreció la mejilla en lugar de los labios. ¡Ella intentaba sincerarse con él y él se tomaba a la ligera sus preocupaciones!

Peter rió con suavidad mientras la besaba en la mejilla.

—¿A qué viene este cambio repentino de temperatura? Hace sólo un minuto tu actitud hacia mí era muy cálida.

—Intentaba contarte mis defectos y tú...

—Tus defectos no me importan en absoluto. Los que conozco no me molestan y el resto los descubriré pronto.

—Intento advertirte de...

—¿De que no eres lo que pareces en la superficie? —Peter sonrió, apoyó las manos en la cintura de Lali y la atrajo hacia él—. Esto ya lo sé, y también sé unas cuantas cosas más. En ocasiones, te gusta portarte mal. Esto puede constituir uno de tus defectos, Lali, pero da la casualidad de que me complace mucho. Y ahí va otro: en la cama eres una de las mujeres más lujuriosas que he conocido nunca.

—¡Peter! —exclamó Lali sonrojándose.

—Pero da la casualidad de que esto también me gusta. ¿Quieres que siga o has comprendido mi punto de vista?

Lali empujó con fuerza su pecho para liberarse de su abrazo.

—Eres ordinario y...

—¡Lali! —se oyó otra vez la voz de Emilia. Esta vez con más insistencia que antes—. ¡Ya es hora de que entres! ¡Ahora!

—Ya la has oído —declaró Lali con impaciencia—. Suéltame o los dos tendremos problemas.

Peter sonrió y le besó la punta de la nariz.


—Esto no se parece en nada al «No puedo separarme de ti» de antes —declaró, y la observó con ojos resplandecientes mientras ella entraba en la casa.

Continuará...

+10 :)!

13 comentarios: