Durante la noche, una pandilla
de hombres que nadie logró identificar echó abajo la valla que rodeaba los
pastos del sureste y atacó a los vigilantes de la zona. Todos los alambres
fueron cortados por distintos lugares y todos los postes fueron arrancados del
suelo. El sonido de los disparos era débil pero nítido y el ruido despertó a Lali
y al resto de los Espósito. Lali buscó a tientas su camisón y su bata. Estaba
medio dormida, pero se sentía aliviada porque Peter se había ido un rato antes.
Si se hubiera quedado con ella sólo media hora más, lo habrían pillado en su
dormitorio, y esto era algo que Lali todavía no quería explicar a los demás.
Se oyeron varias exclamaciones
y unos pasos rápidos que recorrían el pasillo. Lali abrió la puerta con cautela
mientras se frotaba los ojos. Nicolás ya se había vestido y se dirigía a las
escaleras. Stéfano salió de su dormitorio con la camisa mal abrochada.
—¿Qué ocurre? —preguntó Lali.
Nicolás la ignoró y empezó a
bajar las escaleras gritando el nombre de Peter con una voz tan potente que
debió de haber atravesado la mitad del rancho. Stéfano se pasó la mano por el
pelo y éste se le quedó de punta, como si hubiera recibido una descarga
eléctrica. A continuación, miró a Lali y se encogió de hombros.
—Eran disparos, ¿no? —preguntó
Lali mientras se mordía el labio inferior.
Stéfano parecía ansioso y
preocupado al mismo tiempo.
—Te apuesto cualquier cosa a
que es por la valla.
Stéfano siguió a Nicolás dando
zancadas mientras bajaba ruidosamente las escaleras. Agustín, a quien siempre
le costaba levantarse de la cama, apareció en la puerta de su dormitorio y los
siguió mientras Candela lo contemplaba con el ceño fruncido.
—Ten cuidado —advirtió Candela
a su esposo, pero él pareció no oírla.
Cuando Agustín salió por la
puerta principal, Cande y Lali intercambiaron una mirada de desconcierto. Unos
pensamientos inexpresados flotaron en el ambiente mientras ambas se preguntaban
lo grave que sería el problema y qué sucedería a continuación.
—¿Qué hora es? —preguntó Cande.
—Supongo que las dos o las
tres.
—Mamá ya está en la cocina
preparando café. Ayúdame a bajar, Mariana.
Bajaron juntas las escaleras
mientras Cande se apoyaba con pesadez en el brazo de Lali, más por una
necesidad de apoyo emocional que por una cuestión física. A ninguna de ellas se
le ocurría nada que decir. No era necesario constatar lo obvio. Lo más probable
era que los Amadeo estuvieran implicados en lo ocurrido. Los disparos no se
habían producido muy lejos y toda la familia había estado esperando un ataque
de este tipo.
En aquella época, los hombres
se unían en bandas y cortaban las vallas por todo el centro de Tejas, ya fuera
por propia iniciativa o porque los rancheros beligerantes los contrataban. La
guerra no se había declarado de una forma oficial, pero no había otra forma de
describir cómo estaban las cosas, en concreto, entre los Espósito y los Amadeo.
—Espero que ya haya acabado
—declaró Lali de una forma taciturna mientras Cande bajaba los últimos
escalones.
—¿Qué esperas que haya
acabado?
—El tiroteo. Ahora mismo,
todos se dirigen hacia allí, papá y los demás. ¡Los hombres son tan insensatos
cuando tienen un arma en las manos! Espero que nadie haya resultado herido. No
soporto la idea de que...
Lali se mordió el labio y
apretó la mano de Cande con fuerza.
—Estás pensando en Peter, ¿no?
Lali estaba demasiado
trastornada para ocultar sus sentimientos.
—¡Siempre dependen de él para
todo! —explotó Lali—. Incluso papá. Siempre que surge un problema o hay peligro
ocurre lo mismo: «Que vaya Peter. Que se ocupe Peter...» Peter tiene que cuidar
de todos, pero ¿quién cuida de él? Sólo es un ser humano, no es indestructible.
Y yo... —Lali suspiró con frustración—. ¡Oh, yo no sé...!
—Peter puede cuidar de sí
mismo. No te preocupes por él.
—Él será el primero en llegar
al lugar y se meterá de lleno en el avispero, sea lo que sea. A papá le gusta
pensar que él está al mando de todo, pero todos sabemos que será Peter quien
tendrá que ocuparse del desastre y dar el paso siguiente.
—Peter es así. Stéfano y Agustín
son del tipo de hombres que necesitan que los guíen y los motiven, pero a Peter
los demás lo siguen de una forma natural, y tú no querrías que fuera distinto,
¿no?
«No, pero tampoco quiero
perderlo», pensó Lali. En su corazón anidaba un temor que no podía explicar a
nadie. El temor de que tenía que pagar un precio muy elevado por sus errores
pasados. El tiempo le había concedido la oportunidad de rectificar su forma de
ser de antes. Pero ¿y si le exigía algo más? ¿Y si se le negaba la vida con Peter
que tanto anhelaba?
Cande y Lali entraron en la
cocina y se sentaron a la mesa con Emilia, quien se veía tranquila pero
cansada. Desde el exterior, les llegaba el sonido de unas conversaciones entrecortadas
mantenidas con voces somnolientas. Los vaqueros se habían despertado. Los
minutos transcurrieron. Y después pasó una hora. Lali recorría la silenciosa
cocina de un lado a otro mientras la tensión atenazaba sus nervios.
—¿Cuánto creéis que tardarán?
—preguntó con voz vacilante aun a sabiendas de que ni su madre ni su hermana
conocían la respuesta.
Sin embargo, tenía que hablar
de alguna cosa, si no, se volvería loca.
—No hay manera de saberlo
—contestó Emilia mientras removía el contenido de su taza de té de una forma
automática—. ¿Por qué no te sientas y bebes algo, cariño?
—Son los del Double Bar
—añadió Lali mientras daba otra vuelta alrededor de la mesa—. Papá ya se temía
que darían algún paso. ¿Por qué insiste en vallar todas las fuentes de agua?
Son ganas de enfrentarse...
—Tu padre tiene derecho a
hacer lo que quiera con sus tierras.
—Pero no les deja ninguna
alternativa y yo creo que...
—No nos corresponde a nosotras
pensar nada respecto a esta cuestión, sólo apoyar a tu padre en sus decisiones.
Lali gruñó por lo bajo y lanzó
una mirada a Candela mientras se preguntaba si ella estaba de acuerdo con Emilia.
Cande estaba concentrada en el café y resultaba evidente que no deseaba tomar
parte en la discusión. No había forma de saber cuál era su opinión. Lali
suspiró y decidió guardar silencio y no meterse en camisa de once varas. Sólo
esperaba que, fuera lo que fuera lo que hubiera sucedido, Nicolás dominara su
temperamento y escuchara a Peter. A Peter, como a ella, no le gustaba la idea
de la valla y sin duda intentaría suavizar la reacción de Nicolás respecto al
daño que se había producido aquella noche.
Transcurrió otra media hora y,
después, Lali oyó el golpeteo sordo de los cascos de un caballo. Sin pronunciar
una palabra, corrió hacia la puerta trasera de la cocina y la abrió de golpe.
Habían mandado a Stéfano de vuelta para que les contara lo que había ocurrido.
—Disparos —declaró Stéfano
entrando con precipitación en la cocina y con los ojos brillantes de la
excitación—. Sí, se trataba de la valla. —Se interrumpió e inhaló hondo unas
cuantas veces—. La han destrozado. Y han disparado a los vigilantes.
—¿Quién? —preguntó Lali.
—No los han reconocido.
—Tienen que haber sido los del
Double Bar.
—Sí, creemos que los del
Double Bar están detrás del ataque, pero no han utilizado a sus propios
hombres. Lo más probable es que los hayan contratado. Nosotros también le hemos
dado a uno, pero ha sido en la espalda, lo cual no nos hace quedar muy bien.
—¿Qué quieres decir? ¿Alguien
ha recibido un disparo?
—Fue antes de que Peter, papá
y los demás llegáramos. Nuestros vigilantes habían perseguido a los atacantes y
le dispararon a uno por la espalda. Peter y Agustín han ido a llevar el cuerpo
al sheriff.
Lali empalideció.
—Pero..., esto es peligroso.
Los asaltantes podrían estar escondidos por el camino y podrían dispararle a Peter
como venganza o... —Lali miró a Candela—. O a Agustín.
—Peter estará alerta —declaró Stéfano.
—¡Pero está oscuro! Él...
Lali, consciente de la mirada
reprobatoria de Emilia, se mordió el labio y contuvo unas palabras de pánico. Emilia
se sentía muy molesta por la inapropiada preocupación que su hija demostraba
hacia el capataz.
—Papá ha designado a más
peones para que vigilen nuestra propiedad —continuó Stéfano con desenvoltura—.
Mañana volverán a levantar la valla. Claro que esto les impedirá realizar las
otras tareas que son necesarias, sobre todo los preparativos del recuento del
ganado. —Stéfano casi bailó de júbilo en medio de la cocina—. Papá dice que tengo
que dejar de ir a la escuela durante unas semanas para ayudar en el rancho.
Dice que hay demasiadas cosas que hacer por aquí para que esté tonteando con
los libros.
—Está bien —declaró Emilia de
una forma pausada—. Ayudarás a tu padre durante el día y estudiarás a última
hora de la tarde. Mariana y yo te ayudaremos con los estudios para que no te
quedes atrás.
La sonrisa de Stéfano
desapareció de su rostro de una forma repentina.
—¡Oh, ma...!
—Mañana será un día muy largo.
Sube a dormir un poco.
—¿Dormir? —repitió Stéfano
como si no conociera aquella palabra—. ¿Después de lo que ha sucedido esta
noche?
Emilia asintió con la cabeza
de un modo implacable y el muchacho salió a regañadientes de la cocina mientras
su entusiasmo se iba apagando a toda velocidad.
—Tú también puedes ir a
acostarte, Mariana —añadió Emilia volviendo los ojos a la menor de sus hijas—.
No ayudarás a nadie permaneciendo despierta.
—Yo... no puedo irme a la
cama. —Lali se sentó con lentitud y se agarró a los bordes de la silla como si
creyera que alguien intentaría arrancarla de allí a la fuerza—. Esperaré a que
regresen.
Conforme el tiempo
transcurría, su ansiedad se convirtió en entumecimiento. El café humeante que
tenía enfrente se fue enfriando de una forma gradual hasta quedarse helado y Lali
ni siquiera se dio cuenta de que Candela lo reemplazaba por otro caliente. Éste
también se enfrió, pero los hombres todavía no habían regresado.
Cada vez, que percibía un
ruido en el exterior, cada vez que oía la voz de un hombre y se daba cuenta de
que no era la de Peter, Lali experimentaba náuseas. Su cabeza se desplomó sobre
sus brazos, que estaban cruzados sobre la mesa, y Lali cerró los ojos...
Esperando, esperando oír los pasos que eran distintos a los de cualquier otra
persona, esperando percibir la única voz que podía calmar su tensión y
apaciguar sus miedos. Lali sintió la mano de Candela en su hombro.
—Voy a servir más café. Creo
que ya están aquí.
Lali levantó la cabeza de
golpe y clavó una mirada inexpresiva en la puerta. Agustín entró con pesadumbre
en la cocina y dejó caer su cuerpo corpulento en una silla mientras aceptaba la
taza que Cande le tendía. Nicolás entró detrás de Agustín con precipitación,
igual que lo había hecho Stéfano, sacando fuego por la boca mientras le contaba
a Emilia su versión de lo que había sucedido. A continuación, entró Peter,
silencioso y tranquilo, y cerró la puerta. Sus ojos verdes se veían claros y
nítidos, a pesar de lo tarde que era.
Peter respondió a la ansiosa
mirada de Lali con un leve asentimiento de cabeza, pues comprendía todo lo que
ella quería decirle y no podía. Quedarse sentada a la mesa fue lo más difícil
que Lali había hecho nunca, pues lo único que deseaba era lanzarse sobre Peter
y acurrucarse en sus brazos. El nudo que tenía en la garganta desapareció.
Parecía que hubiera estado conteniendo la respiración durante horas. Lali
recorrió el cuerpo de Peter con los ojos intentando asegurarse de que estaba
bien y su mirada se quedó clavada en las manchas de sangre de su camisa. Un
pánico repentino la sacudió.
—Peter, tienes sangre...
—Uno de los asaltantes murió
—la interrumpió Peter mientras bebía la mitad de una taza de café de un solo
trago—. Agustín y yo hemos llevado el cadáver al pueblo. En principio, el
sheriff se ha puesto de nuestro lado en este asunto, pero el resto de los
habitantes del condado se pondrán como locos...
—¿Por qué demonios habrían de
hacerlo? —explotó Nicolás—. ¿Acaso pretendes decir que un hombre no puede
defenderse a sí mismo y a sus propiedades cuando lo atacan?
Peter se encogió de hombros y
contempló a Nicolás.
—Ya conoces la opinión general
acerca de la valla, Nico. Además, la primera regla de nuestro código consiste
en no dispararle nunca a nadie por la espalda, ya sea alguien respetuoso con la
ley o un maldito ladrón de caballos. Simplemente, apesta.
—Pues el resto de los
habitantes del condado harían bien tomando buena nota de lo ocurrido —replicó Nicolás
con furia—. Así comprenderán lo que les ocurre a quienes ponen un dedo sobre mi
valla.
—Papá —interrumpió Lali—, ya
sé que para ti es una cuestión de orgullo, pero, a veces...
—¡Sólo me faltaba tener que
escuchar consejos de mi propia hija! —rugió Nicolás.
Al percibir el sentimiento de
sorpresa que se había extendido por la habitación, no por la reacción de Nicolás,
sino por su intento de expresar su opinión, Lali cerró la boca. La reprobación
se reflejaba en todas las caras salvo en la de Peter, quien miraba a Nicolás
con fijeza.
—Nico, ya sabes que te
respaldaré decidas lo que decidas —continuó Peter con expresión inescrutable—,
pero parte de mi trabajo consiste en ayudarte a ver todas las alternativas. —Peter
lanzó una mirada en dirección al despacho de Nicolás y volvió a mirarlo a él
con la ceja arqueada—. ¿Vamos a tomar una copa?
El tono persuasivo de Peter y
su grata sugerencia lograron que el enfado de Nicolás se desvaneciera como por
arte de magia. Sin titubear, Nicolás asintió y se dirigió al despacho seguido
por Peter, quien, antes de salir, lanzó una mirada reconfortante a Lali. Ella
se sintió mejor de inmediato, pues estaba segura de que Peter evitaría que Nicolás
hiciera algo drástico.
—Agustín, ¿no vas con ellos?
—lo animó Candela—. Tú eres un miembro de la familia y...
—Ellos no me necesitan
—contestó Agustín mientras bostezaba y se levantaba de la silla—. Me voy a la
cama.
Cande guardó silencio y lo
siguió, y Emilia y Lali se quedaron solas en la cocina.
Lali jugueteó un poco con las
mangas de su bata y, al final, hizo el ademán de levantarse. Emilia se
lo impidió con un simple
comentario.
—Peter parece más un miembro
de la familia que Agustín, ¿no crees?
Lali no estaba segura de lo
que Emilia le preguntaba en realidad.
—No sé a qué te refieres. Agustín
es tu yerno, mientras que Peter sólo...
—A tu padre no le importa nada
lo que Agustín opine. Él sólo confía en Peter.
—Hasta cierto punto, todo el
mundo confía en él.
—Sobre todo tu padre. Y tú.
La franqueza de Emilia la dejó
atónita.
—¿Qué...?
—¿Peter será mi otro yerno?
—preguntó Emilia con una resignación sorprendente—. He visto cómo te ha mirado.
Son iguales. Hasta ahora no había podido admitirlo.
—Mamá, quizá deberíamos hablar
de esto cuando no estuvieras tan cansada.
—Quiero oírlo de tu boca. Es
peor sospecharlo sin saber la verdad, Mariana. Y hay cosas de las que tenemos
que hablar.
—Me resulta difícil contarte
lo que siento por él sabiendo lo que tú sientes.
—No es que no me guste
personalmente. Peter podría hechizar hasta a las piedras, pero sé que no es
bueno para ti.
—Sí que lo es. —Lali se
inclinó hacia Emilia y habló con rapidez y entusiasmo—. En realidad, tú no lo
conoces, mamá. No sabes cómo es de verdad.
—Será difícil de manejar.
—Para mí no.
—Si te casas con él nunca
podrás irte de aquí.
—Yo no quiero irme de aquí.
—Son como el fuego y la pólvora.
Las explosiones pueden resultarte excitantes ahora, pero nunca tendrás un
momento de paz. Más adelante te arrepentirás.
—Si me casara con un hombre
que no me dejara discutir con él, me moriría. Los dos somos muy tozudos, pero
estamos aprendiendo a acomodarnos el uno al otro. Y él me escucha, mamá, me
escucha de verdad. Y respeta mis opiniones.
—Lo sé. Ya los he oído hablar
entre ustedes. Peter te habla como si fueras un hombre. Puede que al principio
te atraiga esta novedad, pero no es correcto que te trate como si...
—¿Por qué no? ¿Por qué no
habría de tratarme como si yo tuviera la cabeza sobre los hombros?
—Peter debería tratarte con
más delicadeza, en lugar de hablarte de los asuntos de los hombres y
preocuparte con cosas que no son de tu incumbencia. Eres una mujer, Mariana, y
tienes tu propio lugar y tus propias preocupaciones.
—Yo también se las cuento a Peter.
—¡Santo cielo!
Emilia se llevó la mano a la
frente.
—Sé que parece un poco
radical, pero ¿por qué tiene que haber barreras insalvables entre un esposo y
una esposa? ¿Por qué tiene que haber una separación y una distancia entre
ellos? Hay cosas que tú, Cande y sus amigas se cuentan entre ustedes pero que
nunca soñarían con contarlas a sus maridos. Sin embargo, los hombres tienen
derecho a conocer los sentimientos personales de sus esposas y...
—¡A un hombre decente no le
interesan estas cosas! —soltó Emilia. Lali se calló, pues comprendió que, si
continuaba hablando, su madre se alteraría mucho. Se produjo un silencio entre
ambas y, al final, Emilia habló en tono cansino—. Supongo que planeas casarte
con él.
—Sí.
—Supongo que te has detenido a
pensar que, por encima de todo, Peter desea el rancho.
—De todas formas, acabará
teniendo Sunrise, pues papá planea nombrarlo su sucesor en su nuevo testamento.
—Lo sé. Entonces estaría al
mando del rancho, pero si se casa contigo, será el propietario de la mayor
parte del rancho.
—Peter se casaría conmigo
aunque fuera una indigente.
—¿Estás segura?
—Nunca he estado tan segura de
nada.
Emilia contempló la mirada
grave y la mandíbula férrea de su hija y arrugó el ceño con infelicidad.
Aceptar la derrota en esta cuestión le resultaba más difícil que cualquier otra
cosa.
—Nunca te has parecido tanto a
tu padre —declaró Emilia antes de salir de la habitación.
Continuará...
+10 :o
Otrooo, menos mal que Lali le dijo a emilia la verdad!! Otrooo :)
ResponderEliminarJajajaj pobre de emilia ella esta educada asi pero lali viene de una educación completamente diferente pero bueno ya se esta haciendo a la idea
ResponderEliminarOdio que le digan q puede o no hacer ..
ResponderEliminar+++++++
@_ferreyra7
masssssssssssssss
ResponderEliminarMas mas mas mas mas mas mas
ResponderEliminarEra de esperarse esa actitud de Emilia pero bueno se tiene que hacer la idea de que se aman lali y Peter ♡
ResponderEliminar++++++++++++
ResponderEliminarMass porfa :)
ResponderEliminarPobre de lali no puede abrazar a peter y le gritan por hablar :?
ResponderEliminarmaaasmaaas :)
ResponderEliminar+++
ResponderEliminarMe encanta mas!
ResponderEliminarMaaass ❤️
ResponderEliminarEmilia ya sabe .
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