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miércoles, 6 de mayo de 2015

Capítulo - 23



La boda se celebró en el exterior, al aire fresco de la mañana. Lali permaneció sentada durante toda la ceremonia sin oír nada de lo que se decía pues su mente daba vueltas y más vueltas a múltiples preguntas. Hasta entonces había creído por completo en la culpabilidad de Peter y en su propia inocencia. Le había resultado tan fácil imaginar que él era el malo y ella la heroína que resolvería el caso. Sin embargo, ya nada era blanco o negro. Peter no era del todo bueno ni del todo malo y ella tampoco. Y lo más horrible era que él quizá no era culpable de tramar el asesinato de Nicolás, pero ella sí que podía serlo. Lali no podía olvidar lo que Nicolás le dijo acerca del testamento.

«Vamos, cariño..., ya sé que te sientes un poco decepcionada por tener sólo la propiedad de Sunrise en lugar de todo ese dinero... En ese caso serías rica... Tendrías suficiente dinero para hacer lo que quisieras durante el resto de tu vida.»

¡Rica!

¿Con cuánta intensidad había deseado ser rica Mariana? ¡Si pudiera recordar más cosas acerca de lo que hizo en el pasado! ¡Si no hubiera tantas sombras apretujadas en su mente!

Lali deslizó la mirada por los asistentes a la boda hasta que sus ojos se posaron en la cabeza sin sombrero de Benjamín, cuyo pelo rubio brillaba a la luz del sol. Aquella mañana, ni siquiera la había mirado. ¡Benjamín, hombre de ojos azules y carácter infantil! ¿De verdad era también el tosco y borracho desconocido de la noche anterior? Apenas podía creerlo. Lo ocurrido le parecía un sueño. Peter estaba sentado a sólo unas sillas de distancia de ella. A Lali le sorprendía el extraño papel que Peter había desempeñado en todo aquello. Él era la última persona que ella habría considerado su salvador. Peter volvió la cabeza hacia ella y Lali apartó la vista antes de que sus ojos se encontraran. No podía mirarlo, no después de lo que había ocurrido entre ellos.

Lali se estremeció. No podía apartar de su mente la imagen de ellos dos retorciéndose en el suelo de la herrería. Lali sintió que las mejillas se le encendían de vergüenza e inclinó la cabeza para ocultar su cara. ¡La forma en que le había permitido que la tocara...! ¡La forma en que lo había animado...! ¡No, nunca podría volver a mirarlo a la cara!

Durante las últimas veinticuatro horas, se había convertido en una desconocida para sí misma. Lali sonrió con amargura al recordar cómo había empezado aquella terrible pesadilla. ¡Qué vehemente y engreída había sido! ¡Qué ansiosa por condenar a Peter y segura de que ella sería la salvadora de Nicolás Espósito! Pero la noche anterior, había actuado con Peter como una desvergonzada, borracha de deseo por él, sin pensar en Nicolás ni en nada que la hiciera razonar. Ella nunca había estado así con nadie. Aunque al principio se resistió, después no realizó ningún esfuerzo para librarse de Peter. ¡Bien por sus pretensiones de superioridad moral!

Lo que Alelí le había contado después en el dormitorio era más inquietante incluso que todo lo demás. Lali no había olvidado ni una palabra de lo que Alelí le dijo y le causaba más que un leve temor. ¿Qué les había oído planear a Benjamín y a ella? ¿Qué estaban tramando Benjamín y ella?
«No, yo nunca habría planeado nada que dañara a Nicolás —pensó Lali con desesperación—. No le haría daño a mi propio padre. Puede que antes fuera distinta, pero nunca habría hecho algo tan horrible. »

Lali se sobresaltó cuando oyó la explosión de gritos de alegría que acompañó al final de la ceremonia. Parpadeó varias veces, como si acabara de despertarse, levantó la cabeza y contempló a las que estaban de pie a su alrededor. Candela le dio unos golpecitos en el hombro y Agustín la ayudó a levantarse.

—¿Con qué estabas soñando?

—Con nada —respondió Lali mientras se levantaba y hacía ver que se arreglaba las mangas del vestido.

Candela tenía ganas de broma.

—¿Pensabas quizás en la boda que tú celebrarás algún día?

Peter, quien, ahora, estaba de pie justo detrás de Candela, oyó su comentario.

—¿Una boda? —preguntó mirando por encima de Candela y lanzando a Lali una mirada amigable y curiosa—. ¿Tienes planeado casarte pronto con alguien, Mariana?

Lali lo miró y se sonrojó, los ojos verdes de Peter despedían un destello significativo. De repente, en el mundo sólo quedaron ellos dos y el recuerdo íntimo de los ardientes minutos que habían compartido en la herrería. Lali se sintió atrapada, como si estuviera encadenada a él. Peter percibió su mirada de alarma y sonrió permitiendo que sólo una leve sombra de suficiencia asomara en su expresión.

Lali quiso decir algo que borrara la sonrisita de suficiencia machista de su rostro.

—De momento no conozco a ningún hombre con el que quisiera casarme —declaró Lali con sequedad.

—Me alegra oírlo —comentó él con calma mientras admiraba el reflejo de la luz del sol en el cabello de color miel de Lali.

Ella estaba muy tentadora, airada y dubitativa al mismo tiempo, y con las cejas y los labios fruncidos.

Candela los miró de una forma pensativa y se volvió hacia su marido con una sonrisa.

—Agustín, acompáñame a la casa, por favor. Si no bebo enseguida un vaso de agua, me moriré de sed.

Peter saludó con la cabeza de una forma distraída cuando Candela y Agustín se marcharon y volvió a centrar su atención en Lali. Mientras tanto, la entusiasmada concurrencia se arremolinaba alrededor de Ruthie y Harlan. Peter vislumbró la sombra de un morado en la muñeca de Lali, frunció el ceño y la cogió por el antebrazo. Ella no se resistió y él examinó su muñeca de piel fina y delicadas venas.

—¿Fue él o yo? —preguntó Peter con voz grave.

—No lo sé. —La voz de Lali sonó mucho más calmada de lo que ella se sentía—. ¿Acaso importa?

—Sí que importa. —La voz de Peter sonaba enojada, aunque su pulgar acariciaba con suavidad el morado de Lali—. No era mi intención hacerte daño.

Lali respiró de una forma entrecortada. El roce de los dedos de Peter en su piel, allí, rodeados de cientos de personas, hizo que su corazón palpitara con fuerza en su pecho. Aquello no podía continuar, tenía que dejar ciertas cosas claras, tenía que dejarle claros sus límites.

—Peter, lo que ocurrió anoche no... Tú y yo... no podemos...

—Sí que podemos —replicó él con voz suave—. Y lo haremos en cuanto tenga la oportunidad.

—No, Peter...

—Pareces un poco cansada, cariño.

Peter acarició el tenso rostro de Lali con la mirada.

—Es culpa tuya. No podía dormir después de que nosotros..., después de que tú... Me he pasado la noche nerviosa y dando vueltas en la cama.

—Desearía haber estado ahí, contigo.

—¡Para ya! ¡Alguien podría oírte! Y, por favor, no me toques así.

Él le soltó la muñeca con cuidado. Lali supo que lo más sensato era irse de allí lo más deprisa posible, pero algo mantenía sus pies clavados en el suelo, muy cerca de él, casi rozándolo.

—¿Cuándo te vas?

—Pronto. —Peter rió con suavidad—. No estarás deseando que me vaya, ¿no?

—Sí. ¡Vamos, deja de mirarme así! Creo que mi madre nos ha visto.

—¿Y qué?

—Ella no quiere que me relacione con alguien como tú.

—Lo sé. ¿Y tú qué quieres?

Lali inhaló hondo y lo miró directamente a los ojos.

—Quiero que olvidemos lo que pasó anoche. Fue un terrible malentendido.

—En absoluto —replicó él—. Yo creo que nos entendimos muy bien.

—Tú haz lo que quieras, pero yo olvidaré lo que sucedió.

—¿De verdad crees que podrás olvidarlo? —Peter arqueó las cejas, cruzó los brazos sobre su pecho y miró a Lali con fijeza—. No lo creo. Lo que ocurrió anoche estará entre nosotros de ahora en adelante. Cada vez que te mire, recordaré el sabor de tu boca, el tacto de tu...

—¡Maldito seas! —susurró ella todavía más preocupada que antes por el lío en el que se había metido.

Cuando se peleaban, cuando él estaba enfadado, ella podía manejarlo, pero no podía hacerlo cuando él se mostraba amable y provocador, no cuando la miraba de aquel modo, como si viera más allá de su ropa. Ella también recordaba su sabor y el roce irresistible de sus manos en su cuerpo. Lali se sintió invadida por la imperiosa necesidad de rodear el cuello de Peter con sus brazos y presionar su cara contra su cuello para respirar su olor.

—A partir de ahora, quiero que te mantengas alejado de mí—declaró Lali.

—No me digas que no quieres que vuelva a abrazarte nunca más. O besarte o...

—¡Nunca más!

—Lo quieres incluso ahora mismo —declaró él, y sonrió al ver la expresión de horror en la cara de Lali—. Lo quieres tanto como yo.

—Peter, para ya —susurró ella consciente de que los demás empezaban a mirarlos.

Lali levantó ligeramente las faldas de su vestido, pasó entre las filas de las sillas dispuestas para la ceremonia y se dirigió a la casa renunciando a su orgullo en favor de una rápida retirada. Peter la siguió de cerca. Lali, consciente de su presencia detrás de ella y de que sus largos pasos le permitían avanzar a más velocidad que ella, se volvió hacia él cuando llegó al porche.

—¡Estás loco, Peter Lanzani! De repente, has decidido que me quieres, mientras que, el otro día, en el granero, no me querías ni en una bandeja de plata. ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?

—¡Que me muera si lo sé! No me he preocupado en analizarlo.

—Claro que no. Como cualquier otro hombre, cuando estás en celo, persigues a la mujer que tienes más cerca. Y esta semana yo te parezco una buena presa, ¿no? Pues bien, no eres bien recibido en mi cama, ni lo serás nunca, de modo que pon tus miras en otra mujer.

—Si el deseo de acostarme con una mujer fuera lo único que me preocupara, Lali, no te buscaría a ti. Sabiendo quien eres, ¿crees que sería tan loco como para esperar a tus pies para ver si conseguía darme un revolcón? Hace tiempo que no tengo problemas en conseguir la compañía de una mujer. Si quisiera acostarme con una esta noche, la encontraría con facilidad. Y además sería alguien con mucha más experiencia que tú y mucho menos problemática.

—Entonces, ¿qué es lo quieres de mí? —murmuró ella.

Peter sonrió siendo consciente de que su sonrisa la molestaría.

—¿Acaso no te lo he dejado claro?

—No —refunfuñó ella con abatimiento—. Peter, tienes que parar. Lo estás poniendo todo patas arriba. Y me haces sentir mal por pura maldad. Sabes que cualquier tipo de relación entre nosotros es imposible.

—¿Por qué?

Lali no podía explicarle el porqué y estrujó su mente con rapidez en busca de una respuesta.

—No sé qué tipo de persona eres. No te conozco. No creo que nadie de por aquí te conozca.

—Yo podría alegar lo mismo acerca de ti, pero esto lo podemos cambiar. No tenemos por qué ser unos desconocidos el uno para el otro. A menos que tengas miedo de lo que pueda suceder si me permites acercarme a ti. ¿Es esto lo que te preocupa?

Ella lo observó confusa. El corazón se le encogía al oír el tono suave de su voz.

—No sé qué hacer ni qué decirte.

—De momento, no tienes que hacer o decir nada. Nada en absoluto. —Peter percibió un movimiento a su izquierda con el rabillo del ojo y dio una ojeada hacia allí antes de volver a mirar a Lali con una sonrisa irónica—. Creo que tendremos que continuar esta conversación más tarde.

—¿Por qué?

—Mira hacia allá.

Emilia se dirigía hacia ellos con el entrecejo claramente fruncido. El enfado que reflejaron su voz y su rostro fue incuestionable. Sin siquiera mirar a Peter, se dirigió a Lali con una expresión fría y perturbadora en los ojos.

—Mariana, no me gusta que salgas corriendo así, sin avisarme y sin decirme adónde vas. Algunas personas están preguntando por ti, personas que no hemos visto en mucho tiempo.

—Lo siento, mamá...

—Discúlpeme —intervino Peter—. No debería haberla apartado del resto de los invitados. Por favor, no responsabilice a la señorita Mariana de mi egoísmo.

—Yo sé perfectamente de qué debo responsabilizar a mi hija —contestó Emilia mirándolo con desagrado—. Y ella sabe que te está distrayendo de tus ocupaciones. Tenías planeado regresar al rancho en cuanto terminara la boda, ¿no?

—Sí, señora.

—Entonces no permitas que te entretengamos.

Peter asintió con un movimiento respetuoso de la cabeza y miró a Lali con ojos resplandecientes.

—Adiós —se despidió ella en voz baja y con el pulso acelerado.

Cuando Peter estuvo lejos, Emilia miró a Lali con suspicacia.

—¿Por qué te ha mirado de esta manera? Algo está ocurriendo. ¿Te ha hecho alguna proposición? Supongo que no le habrás permitido que se tome ninguna libertad, Mariana.

—Yo... pues... claro que no —tartamudeó Lali—. Sólo estábamos hablando. ¿Por qué de repente te desagrada tanto?

—Porque sé el tipo de hombre que es. Y si se lo permites, se aprovechará de ti, de tu inocencia, de tu confianza y, sobre todo, de tu vanidad.

—Mamá...

—Te hablaré con franqueza. Por tu propio bien. Me preguntaba cuándo sería necesario que mantuviéramos esta conversación, aunque sabía que tendríamos que mantenerla tarde o temprano. Peter es un hombre atractivo y tiene cierto encanto. Comprendo la impresión que debe de causar en una joven de tu edad. Y tú le resultas atractiva por muchas razones, por tu aspecto, tu dinero y, por encima de todo, porque eres la hija de Nicolás Espósito. Sé que a Nico le gusta considerarlo como a un hijo y Peter hace lo posible por aprovecharse de la situación.

Lali se encontró en la inesperada posición de tener que defender a Peter. ¡Ella, quien debería de haber recibido con alegría cualquier crítica hacia él!

—No estoy de acuerdo. Peter no necesita perseguirme, ni a mí ni a nadie, a causa del dinero. Él tiene una educación y es demasiado orgulloso para aprovecharse de...

—Por mucha educación que tenga, antes de llegar a Sunrise era un ladrón de reses sin marcar.

—Al principio, papá también lo era.

—Yo quiero algo mejor para ti y no permitiré que un hombre como Peter Lanzani, un hombre igual que tu padre, tenga a mi hija.

Lali la observó atónita. Su voz tenía un deje acerado y su rostro reflejaba una fortaleza que nunca antes había percibido en ella. Detrás de su delicada belleza, había una determinación y una tenacidad que Lali no sospechaba.

—No hay ninguna posibilidad de que surja algo entre Peter y yo —contestó Lali con lentitud—, pero ¿por qué no quieres que me case con alguien que se parezca a papá?

—Me prometí a mí misma que haría todo lo que estuviera en mi mano para que mis hijas tuvieran una vida mejor que la mía y no repitieran mis errores. ¿Por qué crees que insistí en que fuerais a la academia? ¿Por qué crees que me he esforzado tanto en que tengan buenos modales, ropa de moda y una educación? Por suerte, mi sueño se ha convertido en realidad respecto a Cande. Ella y Agustín se mudarán lejos de Tejas. Pero si tú vas a quedarte enterrada aquí durante el resto de tu vida, lejos de la gente respetable y los lugares civilizados, me niego a entregarte a un hombre que no te tratará mejor de lo que trata a su ganado. Y esto es lo que sucederá si te casas con alguien que trabaje en un rancho.

—¡Pero yo no quiero una vida distinta a ésta! No quiero ser una mimada y una consentida. No me importa si mi vida es un poco más dura de lo que sería en el Este...

—Un poco más dura —repitió Emilia con voz temblorosa—. No tienes ni idea de la vida que podrías tener. Yo me crié en una casa bonita, entre gente de buenos modales, en una casa con criados. Tuve varios pretendientes. Y vine aquí sin saber nada acerca de la suciedad y la dureza de estas personas. Aquí los hombres siempre van armados, incluso durante las comidas. Algunas veces, incluso ahora, tengo que trabajar más de lo que trabajaban los criados en la casa de mis padres.

—Mamá...

—Los hombres de por aquí no te protegerán de cosas que las mujeres del Este nunca tendrán que aguantar como la brutalidad, el trabajo o que todo esté plagado de criminales.

—¿No crees que exageras un poco?

—¡No emplees este tono conmigo, Mariana! Insistí en que asistieras a la academia de Virginia porque quería que vieras cómo es la vida allí y comprendieras que era mucho mejor que la de aquí.

—Yo prefiero vivir aquí que en cualquier otro lugar. Yo no soy como Cande o como tú y, probablemente, siempre viviré en Tejas. Y no quiero que me protejan.

Los ojos de Emilia despidieron destellos de tristeza.

—Tú siempre has elegido aprender las cosas por el camino difícil. Sé que resulta inútil intentar convencerte cuando te pones tozuda. Pero, por tu propio bien, debes pensar en lo que te he dicho.

—Lo haré —contestó Lali sintiéndose un poco incómoda. Entonces apartó la vista y no pudo contener un leve suspiro—. No entiendo por qué te casaste con papá, sino es el tipo de hombre que tú querías.

Emilia la miró con expresión amarga.


—Tu padre se fue al Este para encontrar una esposa y traerla a Tejas. Me cortejó en Carolina del Norte. Yo no sabía el tipo de vida que me esperaba y, en aquella época, tampoco me importaba mucho. Creí que el amor sería suficiente para hacerme feliz. Una mujer enamorada hace elecciones alocadas, Mariana. Y, en este sentido, no creo que tú seas distinta a mí.

Continuará...

+10 :(

17 comentarios:

  1. que feo lo que le dijo emi a lali quieroo masss adoro esta nove como todas jiji

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  2. Me encantan tus noves!!!!!!!

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  3. Me atrapó muchisimo la historia! Saludos desde Chile

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  4. AMO sus peleas lindo cap

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  5. No pueden no estar juntos. ..... subi mas xfa

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  6. Te leo siempre genial! !!

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  7. Vaaamos gente! Queremos mas capítuloss :)

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  8. Peter insiste ...y Lali se derrite

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  9. Respuestas
    1. No me suele gustar las noves de época pero esta me atrapó. Seguila!

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    2. A mi me fascinan!!!!

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  10. Emi no la quiere dejar elegir x si misma

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  11. K lista es Cande,se da cuenta d todo.

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