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domingo, 3 de mayo de 2015

Capítulo - 15



Watts chasqueó la lengua y la tartana se alejó de la casa mientras Candela se acomodaba con firmeza en el asiento de mimbre del vehículo.

—Cande, ¿el ajetreo no será demasiado para ti? —le preguntó Mariana con preocupación mientras deslizaba otro cojín detrás de la espalda de Candela—. Si resulta peligroso para ti acompañarme al pueblo, aunque sólo sea un poco, yo ya...

—No, el embarazo todavía no está tan adelantado. Además, tengo que alejarme un rato del rancho, si no me pondré a gritar. ¿Te acuerdas de cómo fue el embarazo de Alelí? Pude ir a cualquier lugar y hacer casi cualquier cosa hasta la última semana. Claro que quizá no te acuerdes mucho, pues sólo tenías diez años. ¿No te parece curioso que mamá nos tuviera con diez años de diferencia y yo tenga este bebé diez años después de tener a Alelí? Seguramente ella será como una segunda madre para el bebé, igual que yo lo fui para ti.

Las dos hablaban en un susurro para no incomodar a Watts, el peón del rancho que las conducía a la ciudad. Los bebés y los partos eran asuntos de mujeres y los hombres querían saber lo menos posible acerca de estas cuestiones. Si Watts oyó algo de lo que dijeron, no lo demostró. Watts era un hombre callado, unos años mayor que Lali, de estatura algo menor a la media, pero fornido y de hombros anchos. Sus ojos azul oscuro con frecuencia reflejaban picardía y maldad a partes iguales. Aunque siempre se mostraba correcto y amable, Lali se sentía algo incómoda cuando hablaba con él directamente. Watts la trataba con un respeto tan exagerado que rallaba en el desdén y ella no sabía por qué.

—¿Ya han decidido los nombres? —preguntó Lali a Candela.

—Si es un niño, se llamará Nicolás, y, si es una niña, Sarah. Por tu bisabuela.

—Sí —contestó Lali mientras sentía un nudo de placer y dolor en la garganta—. Es un nombre bonito.

Aquél era el nombre correcto. El nombre de su madre. «Pero ella ya no será mi madre. No si yo sigo aquí. No si soy Mariana Espósito.» Aquel pensamiento era muy intrigante. Ella quizá vería crecer a Sarah y la conocería como nunca había podido conocerla antes.

De vez en cuando, Lali todavía se preguntaba si estaba soñando, pero en aquel momento, mientras contemplaba el bonito rostro sonrosado de Candela, supo que todo aquello era real. El sol que estaba a sus espaldas era real. El ajetreo de la tartana y los vaqueros que se vislumbraban a lo lejos en sus monturas no eran el producto de un sueño. Lali no podía negar lo que estaba delante de sus ojos, pero ¿dejaría alguna vez de sentir pena por la pérdida de la vida que había tenido antes?

Le resultaba difícil distinguir con exactitud cuáles eran sus sentimientos hacia los Espósito. Le caían bien y sentía algo de afecto por ellos, pero era indudable que no quería a Emilia y a Nicolás como una hija. Stéfano y Candela también le gustaban, pero no sentía ningún apego especial hacia ellos, pues apenas los conocía.

—En cuanto tenga al bebé, Agustín y yo nos trasladaremos, con nuestra pequeña familia, a Carolina del Norte —explicó Candela—. Me siento impaciente por mudarme.

—¿De verdad tienen que irse? —protestó Lali—. ¡Carolina del Norte está tan lejos!

—La familia de mamá ya le ha encontrado un trabajo a Agustín y nos recibirán con mucho cariño. Además, estoy segura de que a Alelí le encantará vivir allí.

«No, no le gustará. Algún día regresará a Tejas.»

—¿Agustín no podría hacer algo en Dallas o en algún otro lugar más cercano? Sé que no le gusta el trabajo del rancho, pero en Tejas hay otras cosas que él podría...

—Lo que queremos es irnos de Tejas, Mariana. ¡Tu reacción es como la de papá cuando se lo conté! Yo no soy tejana de corazón. No veo en Tejas las mismas cosas que ven ustedes y lo mismo le ocurre a Agustín. A mí esta tierra me parece yerma. Es árida, solitaria y, a veces, tan aburrida que me mata. ¿No crees que es un lugar triste?

Lali contempló las praderas interminables de hierba, que estaba seca debido a la estación, e intentó verlas con los ojos de Candela, pero el cielo resplandecía con la luz del sol y sus ojos se deslizaron por los racimos rojizos del pincel indio, los álamos y los mesquites. Algo más lejos, había campos de lupinos azules, con su característica punta amarilla, los cuales ondeaban como un océano azul cuando el viento soplaba. Los hombres trabajaban duro cuidando al ganado. Aquella tierra, aquella vida, ejercía en ellos una atracción irresistible. Al principio, Lali no lo entendía, pero ya empezaba a comprenderlo.

—No, yo no lo considero un lugar triste —contestó Lali con aire pensativo—. Ni aburrido. Siempre hay algo que hacer o algo ocurre. Prefiero vivir en Tejas que en cualquier otro lugar.

—¿Incluso después de pasar dos años en la academia de Virginia? No te comprendo, Mariana. ¿Cómo puedes preferir este viejo y polvoriento rancho a un lugar civilizado con montones de personas y comodidades modernas?

Lali dejó de prestar atención a Candela, quien seguía hablando acerca de las maravillas de vivir en una ciudad. Ella sabia cómo sería Sunrise cincuenta años después, con tantas comodidades modernas que Candela ni siquiera podía imaginar. ¿Prefería el Sunrise del futuro a aquel en el que vivía ahora? Quizá no. Uno podía sentirse igual de solo con montones de personas a su alrededor. Ser feliz consistía en algo más que esto, más que vivir cerca de las tiendas, los cines y los automóviles. Ser feliz era un sentimiento que siempre la había eludido y seguiría haciéndolo hasta que ella encontrara las respuestas a unas preguntas que sólo había empezado a formularse.

«Creo que sería feliz si tuviera a alguien con quien compartir mi vida. Alguien que me necesitara...» Cuando encontrara a esa persona, seguramente no le importaría dónde y cuándo vivía.

—... aquí no hay futuro para Agustín —decía Candela en aquel momento—. Él no es el tipo de hombre que es feliz en un rancho. Él necesita un trabajo confortable en una oficina, donde pueda ganarse la vida con su mente, no con las manos. A Agustín no le interesa un puñado de vacas sarnosas y no tiene sentido que lo intente. El único hombre que podría reemplazar a papá es Peter y todo el mundo lo sabe.

La confusión se apoderó de nuevo de Lali. Cuando pensaba en Peter y en Nicolás siempre la embargaba una sensación de confusión. ¿Por qué tenía que sufrir el tormento de conocer su destino? Desearía no saberlo. Saberlo constituía una responsabilidad terrible, la responsabilidad de salvarle la vida a Nicolás y de estar siempre en guardia con Peter. Pero ¿cómo podía Peter haber hecho algo así? Debía de haber dos hombres bajo su piel.

—¡Mira allí! —exclamó Candela.

Lali vio que un jinete se aproximaba a ellas a medio galope. Por la peculiar inclinación de su sombrero de fieltro e incluso antes de verle la cara, Lali supo que se trataba de Peter. Llevaba el sombrero inclinado sobre la frente, lo cual indicaba seriedad. Sólo un novato o un despreocupado llevaría el sombrero inclinado hacia atrás.

Peter acercó el caballo a la tartana y redujo su marcha al paso. A continuación, se tocó el ala del sombrero en un gesto respetuoso, como saludo a Lali y a Candela.

—¡Vaya, pero si son las dos mujeres más guapas de Tejas!

—¡Hola! —le saludó Candela con una sonrisa resplandeciente. Lali, por su lado, simuló estar interesada en el paisaje del otro lado—. ¿En qué andas metido esta mañana, Peter?

—En trabajo, como de costumbre. —Peter sonrió con picardía—. Pero si tuviera tiempo, las llevaría al pueblo yo mismo.

En menos de cinco segundos, una sonrisa tonta y enorme iluminó el rostro de Candela.

Lali volvió la cabeza y contempló a Peter de una forma impasible. Él se veía extremadamente viril, con su atuendo habitual de tejanos, botas y su camisa desgastada. La luz del sol se reflejó en sus ojos y en la cima de sus pómulos. Peter era uno de los pocos hombres del rancho que se afeitaba todos los días, pero su barba era tan oscura que la mitad inferior de su cara siempre estaba ensombrecida. Lali se preguntó qué sensación le produciría en las yemas de los dedos el roce de su mandíbula, suave en un sentido y áspera en el sentido contrario. Su vibrante atractivo formaba parte de lo que lo hacía tan peligroso. ¿Por qué no podía haber sido feo?

—¿No deberías estar trabajando? —preguntó Lali de una forma cortante.

—¡Mariana, qué brusca! —protestó Candela.

—Bueno, a estas horas normalmente está enlazando, desastando o desempantanando algo. ¿Hoy te has tomado el día libre?

Peter sonrió, sacó un papel del bolsillo de su camisa y se lo tendió al vaquero que conducía la tartana.

—Watts, ésta es una lista de suministros que tendrías que traer del pueblo. Cárgalos en la cuenta del almacén.

—De acuerdo.

Watts se guardó la lista en el bolsillo.

—Señora —dijo Peter a Candela—, hoy será un día muy caluroso. ¿Estás segura de que podrás aguantarlo?

Aquélla era una forma diplomática de referirse a su embarazo. Cuando se dirigía a Candela, Peter mostraba tanto interés y amabilidad que Lali se sorprendió y quizás incluso experimentó cierto resentimiento.

«Nunca se comporta así conmigo. Siempre se burla de mí. Aunque sólo fuera por una vez, desearía que me preguntara algo en este tono de voz.»

—Estoy bien, gracias —contestó Candela mientras hacía girar con delicadeza el mango forrado de seda de su sombrilla verde salvia—. Sólo necesito un cambio de aires. No te preocupes por mí.

—Entonces vuelvo al trabajo, pero debo advertirte algo.

—¿Sí?

—No pierdas de vista a tu hermana. Resulta difícil seguirle la pista en el pueblo. Podría desaparecer en un abrir y cerrar de ojos.

—A veces desaparezco y a veces no —replicó Lali—. Depende de con quién esté.

Peter sonrió con sarcasmo y la examinó a conciencia de arriba abajo. Contempló el sombrerito decorado con unas fresas artificiales y la redecilla de color rosa pálido que cubrían su pelo recogido y, poco a poco, bajó su mirada desde el cuello blanco de su vestido rosa pálido hasta los diminutos pliegues que enfatizaban, con recato, sus generosos pechos.

Había un brillo desafiante en la mirada de Lali y su cara reflejaba desprecio. ¿Acaso sabía que cuando miraba de aquella forma a un hombre le hacía desear domarla? Si en aquel momento hubieran estado solos, él le habría enseñado un remedio para su altanería.

Lali sintió indignación y, al mismo tiempo, una extraña calidez al ver que era objeto de una inspección tan manifiesta. Se obligó a sí misma a devolverle la mirada y sus ojos se veían oscuros y aterciopelados sobre sus mejillas sonrosadas. Un mechón de su cabello, cayó sobre su cara y Lali levantó poco a poco una mano para apartarlo. Se trató de un gesto muy femenino e inconscientemente seductor. Peter se dio cuenta de este hecho, como se daba cuenta de todo lo relacionado con ella. Todos los movimientos de Lali encendían algo en su interior, como una llama encendía la madera seca. Y esto lo llenaba de una gran consternación.

Las mujeres nunca habían constituido un misterio para él. Él era del tipo de hombres que comprendían, de una forma instintiva, las necesidades de las mujeres y siempre había hecho un buen uso de este conocimiento. Una muchacha insolente que acababa de salir de la adolescencia no debería ejercer este efecto en él. Sin embargo, Mariana era un misterio para él y, aunque le molestaba el poder que tenía sobre él, se sentía atraído por ella.

—Las veré más tarde —declaró Peter de una forma repentina—. Pórtense bien.

—Lo intentaremos —contestó Lali sin fuerzas e intercambió una mirada grave con Peter antes de que él tocara el ala de su sombrero y se alejara.

—Es todo un hombre —murmuró Candela mientras contemplaba su figura con admiración—. Si no estuviera casada, les habría presentado batalla a las mujeres de Falls County.

—No creo que él esté interesado en una mujer respetable.

—He oído decir que visita con bastante frecuencia a una mujer en Blue Ridge.

—¿A una viuda solitaria? —preguntó Lali con sarcasmo.

—No lo sé, pero es una buena pregunta. ¿Supones que...?

—No me molesto en suponer nada acerca de él. Tenemos mejores cosas de que hablar.

Se pusieron a hablar de otras cuestiones y su animada conversación duró todo el día. Lo pasaron muy bien en el pueblo, comprando y charlando con las personas con las que se cruzaban. Una vez superada su timidez inicial, Lali descubrió que Candela y ella tenían un sentido del humor similar y una forma parecida de ver las cosas, así que le resultó mucho más fácil pensar en ella como en una hermana.

Podían hablar con comodidad acerca de casi todo, incluso de las cuestiones más privadas. A cada minuto que pasaba, Lali sentía que confiaba más y más en ella. Cuando regresaron al rancho, seguían enfrascadas en la conversación y decidieron sentarse en el balancín del porche, pues todavía no les apetecía entrar en la casa.

—No veo a Peter por aquí —declaró Candela con ojos chispeantes—. Supongo que todavía es seguro permanecer a tu lado un rato.

—¿Qué quieres decir?

Lali apoyó los pies en el suelo mientras el balancín oscilaba y crujía con suavidad.

—Que los nervios se me ponen de punta cuando estan cerca el uno del otro.

—¿Por qué?

—¿Por qué? Porque siempre estoy pendiente de cuándo se va a producir una explosión entre ustedes. Esta mañana fuiste terriblemente ruda con él, Mariana. Y la forma en que te miraba... ¡Vaya, que me sorprende que tu sombrero no estallara en llamas!

Lali se echó a reír.

—Sólo intentaba intimidarme con una mirada feroz.

—No, aquello no era una mirada feroz. —Candela dio una ojeada a su alrededor y bajó la voz—. Aquello era mirar de verdad. Agustín solía mirarme así antes de que nos casáramos. Créeme, no hay ninguna duda, Peter está loco por ti.

—¡No seas tonta! Admito que le gusta discutir conmigo, pero...

—A él le gustaría hacer algo más que discutir contigo. Te lo digo en serio, Mariana; si, de vez en cuando, te mostraras amable con él, estaría comiendo de la palma de tu mano.

—Yo no quiero que coma de mi mano. Ni siquiera quiero que esté cerca de mí.

—Ésta no es la primera vez que lo veo mirarte de esta forma. Ya lo había visto mirarte así antes.

El desinterés de Lali desapareció de inmediato.

—¿Ah, sí?

—Sí.

De repente Lali sintió una gran curiosidad. ¿Más allá de su sarcasmo y frialdad, Peter albergaba algún tipo de interés romántico hacia ella? Aquella idea debería horrorizarla, pero, de algún modo, la hacía sentirse muy complacida. Lali se avergonzó al oír su propia y tímida risa.

—¿Cuándo?

—¡No me puedo creer que no te hayas dado cuenta! La otra noche, durante la cena, le pedí que me pasara la sal y él estaba tan distraído observándote que me pasó la pimienta. Yo no dije nada, claro, y cogí la pimienta como si fuera eso lo que le había pedido.

—¿Observándome? ¿Y qué estaba haciendo yo?

—Sólo hablabas. Él te presta atención siempre que hablas y escucha todo lo que dices. Agustín también quería preguntarle algo, pero Peter no dejaba de volver la cabeza para escucharte. Al final, Agustín renunció a preguntarle lo que quería saber. Si te mostraras un poco zalamera con Peter, Mariana, él picaría el anzuelo y podrías pescarlo con tanta facilidad como...

—¿Por qué habría de querer pescarlo? Ya tengo a Benjamín. Creí que todos querían que me casara con Benjamín.

—Bueno... Benjamín y tú hacen una buena pareja —reconoció Candela—. Yo siempre lo he creído, pero entre ellos dos, yo sin dudarlo elegiría a Peter Lanzani.

—¿Elegirlo para qué? ¿Para que sea mi pretendiente? Ésta es una idea ridícula y, aunque opinara lo contrario, Peter se partiría de risa sólo con pensarlo. Ya oíste a mamá la otra mañana. Peter es un solitario y nunca querría tener una relación con una mujer respetable.

—Yo no estoy tan segura. A mamá, a veces, le gusta exagerar. Sólo pretende alejarte de Peter porque no quiere que te cases con este tipo de hombre. Ella opina que se parece demasiado a papá.

—¿Y qué hay de malo en esto?

—En cierta ocasión, mamá me contó que, aunque ama a papá, su vida habría sido más fácil si se hubiera casado con uno de sus pretendientes del Este y se hubiera quedado a vivir allí. Ya sabes que, en el fondo, nunca le ha gustado vivir aquí. Nunca ha sentido que perteneciera a este lugar. Ella procede de un entorno distinto.

—Papá me contó algo parecido el otro día —comentó Lali con aire ausente.

—Papá es un hombre muy tozudo. Supongo que mamá no se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde. Ella creyó que podría influir en él, pero no lo ha conseguido, de modo que siempre quiso que nuestra vida fuera más fácil que la suya. Por esto me animó a casarme con Agustín. Y por la misma razón, desea que tú te cases con Benjamín. Ambos son hombres amables, aunque un poco... blandos. ¿Entiendes lo que quiero decir?

—¿Blandos? Pero Cande... Tú amas a Agustín, ¿no?

Candela titubeó de una forma casi imperceptible.

—Claro que lo amo. Agustín es un buen hombre, un buen marido y un buen padre. Es estable y leal, y tiene buen carácter, pero no hay vinagre entre nosotros.

A pesar de la naturaleza seria de la conversación, Lali no pudo evitar sonreír.

—¿Vinagre?

—¿Te acuerdas del truco que mamá nos enseñó, el que consiste en echar un poco de vinagre en la receta de la torta de nueces para que no sea demasiado dulce? A esto me refiero. Mariana, ésta es una conversación privada entre dos hermanas. Simplemente no quiero que cometas un error. El tipo de error que yo...

Candela se interrumpió y se encogió de hombros con resignación.

—Te escucho —declaró Lali temerosa de que Candela no terminara lo que le estaba contando.

Lali estaba muy interesada en escuchar lo que Candela le estaba explicando. Alelí y ella nunca habían tenido aquel tipo de conversación. Alelí no sabía demasiado acerca del matrimonio y Lali nunca se había sentido muy interesada en aquel tema hasta entonces.

—Bueno, no quiero que te formes una impresión equivocada, Mariana, yo soy muy feliz. Muy feliz. Sólo te digo que tienes que ser cuidadosa cuando elijas al hombre con el que vas a pasar el resto de tu vida. No elijas a alguien a quien puedas manejar con demasiada facilidad. Tú, especialmente tú, necesitas un poco de vinagre en tu matrimonio.

—¿Me estás diciendo que no crees que deba casarme con Benjamín?

Candela suspiró y soltó una risita.

—¡A veces eres tan directa! Eres tan contundente como papá. No, no me estoy refiriendo a Benjamín en concreto. Sólo te aconsejo que te cases con alguien que haga que tu corazón lata con fuerza. Mamá y papá siempre nos han enseñado que el matrimonio es algo que tenemos que calcular y planificar. Yo... a veces desearía no haberles hecho caso al pie de la letra. Ninguna mujer debería casarse con un hombre al que no ama de verdad, Mariana. Después no hay nada que compense ese error, no importa lo que te digan.

—Cande, se te ve tan triste.

—A veces lo estoy. Me entristezco cuando pienso en los errores que he cometido.

—¿Ha habido alguien en quien todavía pienses?

—Es posible. Hace ya mucho tiempo.

—¿Y sentías algo especial por él?

—¡Oh, sí! Sentía algo especial por él. —Candela sonrió con melancolía. De repente, parecía más joven y, al mismo tiempo, terriblemente nostálgica—. Siempre nos estábamos peleando. Como perros y gatos. Igual que tú y Peter. Verlos a ustedes dos me recuerda un poco a cómo era nuestra relación. Él dirigía el transporte del ganado para papá. Era el mismo tipo de hombre que papá y Peter, un hombre encantador, pero le gustaba salirse siempre con la suya. Era muy tozudo. Al principio, yo creí que lo odiaba, ¡me sentía tan nerviosa cuando él estaba cerca! Él siempre creía saberlo todo. —Candela sacó un pie del zapato y flexionó los dedos mientras exhalaba un suspiro—. ¡Dios, qué cansados tengo los pies!

—¿Qué ocurrió entre ustedes? Tienes que contarme el resto de la historia —pidió Lali con ansiedad.

Le intrigaba la idea de que Candela, con su rostro sereno y sus modales perfectos, hubiera tenido una relación romántica con el jefe del transporte del ganado de Nicolás. ¡Qué extraña pareja debían de haber sido!

—No puedes contarle esto a nadie nunca. Tienes que prometérmelo.

—Te juro que no se lo contaré a nadie. Sobre la Biblia. O sobre lo que tú quieras.

—De acuerdo —la interrumpió Candela sonriendo ligeramente—. El resto de la familia ya lo sabe, salvo Stéfano, de modo que es probable que oigas hablar de esto tarde o temprano.

—No sabía que te había interesado otro hombre aparte de Agustín.

—Conocí a Agustín durante los dos años que estuve estudiando en la academia de Virginia. El asistía a la academia militar y nos fijamos el uno en el otro durante un baile. ¡Agustín tenía muy buen aspecto con el uniforme! Claro que... ¿qué hombre no lo tiene? Iniciamos una relación y empezamos a escribirnos. Después, durante una de nuestras últimas vacaciones académicas, él me llevó a conocer a sus padres. ¡Agustín era tan amable y tenía tan buen carácter que todo encajó sin problemas! Al poco tiempo nos prometimos, pero entonces vine al rancho a pasar una temporada y conocí a Vico. Tú eras sólo una niña. ¿Te acuerdas de él?

—Un poco —mintió Lali—. Supongo que era demasiado pequeña para fijarme en él.

—Nada más conocernos, Vico se fijó en mí. No me dejaba nunca sola y esto me enfurecía, y a mamá todavía más. —Candela sacudió la cabeza y exhaló un suspiro nostálgico—. Vico era tan..., tan... No puedo describirlo. A su lado, me sentía una mujer distinta. Yo siempre había sido una mujer tranquila. La hija mayor de Nicolás Espósito. Tan correcta, tan bien educada... Ningún hombre había intentado nunca nada conmigo, ¿sabes? Pero Vico me acorraló un día en la casa cuando no había nadie cerca y... —Candela contempló el rostro expectante de Lali y enrojeció intensamente—. Me contó lo que sentía por mí. ¡Era tan tierno, inquietante y excitante! Después de que me lo contara todo, supe que me amaba, pero yo estaba decidida a casarme con Agustín, pues esto era lo sensato e inteligente. Mamá sabía lo que yo sentía por Vico e hizo lo imposible para mantenernos alejados el uno del otro. Durante el verano, Agustín y yo continuamos prometidos e hicimos planes para la boda mientras Vico hacía lo posible para convencerme de que me casara con él en lugar de con Agustín.

—¿Tú lo amabas?

—Los amaba a los dos. Amaba a Agustín con mi mente. Con él estaba a salvo. Pero amaba a Vico con el corazón. Amaba su pasión, su insensatez. Me resultaba imposible decidirme.

—Pero terminaste casándote con Agustín.

—Así es. Tuve miedo de arriesgarme con Vico.

—¿Qué fue de él?

—Después de la boda, se quedó en el rancho durante unos meses. Yo le supliqué que se fuera, pero él no se rendía. Ni siquiera después de saber que yo estaba embarazada. Aquello era un infierno, no sabes lo que... ¡Dios, no te lo puedes ni imaginar! No tenía ni un momento de paz. Entonces descubrí la diferencia que existe entre amar a un hombre con tu mente y con tu corazón. Entonces me di cuenta del error que había cometido y creí morir de pena. Tomé la decisión de huir con Vico. Nada me importaba tanto como él, ni el dinero, ni la familia ni el honor. Ni siquiera Agustín. Íbamos a escapar juntos cuando regresara de transportar una manada de mil cabezas a Dodge. Pero una noche, las reses se asustaron. ¡Locos animales! Salen en estampida por cualquier cosa. Incluso por un estornudo. Y Vico murió.

Lali sintió una oleada de compasión.

—¡Cande...! Lo siento.

—Sucedió hace diez años. Ya ha pasado suficiente tiempo para que me resulte tolerable. Al principio, no podía soportarlo, pero tenía a Agustín y, en cierto sentido, siempre lo he amado. Esto me dio la fuerza suficiente para soportar el dolor. Estoy casada con un hombre muy especial.

—Yo creo que tú eres especial —declaró Lali con voz suave.

Y lo dijo de corazón.

—¿Yo? ¿Por qué?

—Por cómo has sobrevivido.

—¡Oh, no hay ningún secreto! Te sorprendería las cosas a las que las personas podemos sobrevivir. Siempre hay algo a lo que agarrarse. Siempre hay alguien que te necesita. Algo que requiere tu atención. Y así no tienes tiempo para sentir lástima por ti misma.

—Me da miedo amar a alguien. Cuando pienso que podría perderlo...

—No debes preocuparte por esto. Es mejor amar aunque sólo sea durante un tiempo que no amar nunca, ¿no crees?

Lali rió con voz grave.

—Supongo, pero no estoy segura.

Candela la contempló durante largo rato.

—En estos momentos, me gustas más de lo que me has gustado nunca, Mariana. Durante un tiempo, creí que papá te había malcriado tanto que te habías vuelto mala. Pero no lo ha conseguido. Eres una muchacha muy dulce.

—Gracias —declaró Lali con los ojos brillantes.

Por primera vez se sentía como si fueran de la misma familia y entonces se dio cuenta de que se preocupaba por Candela. Sentía que había un lazo entre ellas, un lazo de confianza y afecto tan fuerte que parecía que siempre hubiera estado allí. Lali se sintió como si de verdad fueran hermanas, y el cambio se había producido de repente, como el chasquido de unos dedos. ¡Qué corta era la distancia entre la indiferencia y el amor!

Candela se inclinó hacia ella.

—Te contaré algo que sólo saben mamá y Agustín —le susurró.

—No tienes por qué contarme tus secretos.

—Pero quiero hacerlo. Quiero que recuerdes lo que te he contado. Nunca tengas miedo de amar a alguien. Si no, cometerás el error que yo cometí. No me permito recrearme en lo que podría haber sido, pues me dolería mucho, pero tengo algo muy especial que me permite acordarme de Vico. Algo más especial que los recuerdos. Se trata del tesoro más grande que podía haberme dado.

Lali se quedó paralizada.

—¿Alelí? —preguntó de una forma casi inaudible, y sus labios apenas se separaron.

Candela asintió con la cabeza y sonrió de una forma temblorosa.

—¡Has sido tan amable con ella últimamente! ¡Has pasado tanto tiempo con ella! Sientes algo especial hacia Alelí, ¿verdad?

—Sí. ¡Oh, sí, sí que lo siento!

Lali se inclinó hacia Candela y la abrazó con fuerza.

—Antes de casarme con Agustín, Vico y yo pasamos algunos momentos juntos —susurró Candela—. Él nunca supo que esperaba un hijo suyo y yo le prometí a Agustín que no se lo contaría. Pero sólo con mirar a Alelí, me acuerdo de lo mucho que Vico me amaba. Todas las mujeres deberían ser amadas de esta manera, Mariana. Al menos una vez.

—Algunas veces yo también deseo ser amada de esta manera —declaró Lali con humildad mientras la esperanza y el deseo ardían en su interior. De una forma involuntaria, pensó en Peter, en su sonrisa sensual y en su encanto intimidador—. Aunque, otras veces, deseo vivir libre para siempre.

Como había vivido Alelí. Alelí había vivido una vida plena sin estar casada. Había sido feliz, ¿no? «No siempre», le susurró una vocecita en su interior. A Alelí le preocupaba que Lali se convirtiera en una solterona como ella, y, a veces, se sentía muy nostálgica. Había habido muchas horas solitarias y silenciosas en la vida de Alelí. Sí, una parte de ella debió de haber deseado tener un marido y una familia completa.

—¿Libre para siempre? —comentó Candela—. Yo no querría esto para ti, Mariana. Piensa en todo lo que te perderías.

—Pero ¿qué ocurriría si me enamorara del hombre equivocado?

—¿Equivocado en opinión de quién? ¿De mamá? Seguramente estarás mejor con el tipo de hombre que ella no quiere para ti. Con alguien como..., bueno, como Peter.

—¿Por qué lo mencionas a él? —preguntó Lali sintiéndose enfadada de repente—. ¿Qué ves en él que yo no vea? Si esperas que surja algo entre Peter y yo, sufrirás una decepción. Yo, sencillamente, no confío en él. ¿Cómo sabes tú y todos los demás que no se convertirá en una mala persona? ¿Cómo sabemos que no se volverá en contra de papá o algo igual de horrible? Peter es atractivo en la superficie, pero en el interior... No sé, no puedo decirte cómo es en realidad.

—¿Es esto lo que piensas de él? —Candela parecía sorprendida—. Bueno, supongo que en el interior puede ser distinto a lo que parece en el exterior, aunque yo siempre me he fiado de él. Pero te diré que la única forma de averiguar cómo es en realidad, es acercarse a él. —Candela contempló a Lali de una forma inquisitiva—. ¿Existe alguna posibilidad de que te intereses por él?

—Es posible —admitió Lali a desgana. Entonces pensó en Nicolás y apretó los labios—. Por determinada razón.

—¡Entonces arriésgate! Pasa algún tiempo con él. Quizá te sorprenda lo mucho que tienen en común Peter y tú. Si se lo permitieras, él sería muy amable contigo. Estoy convencida.

Lali reflexionó acerca de aquella idea y empezó a encontrarle sentido. Pasar algún tiempo con Peter, conocerlo, intentar granjearse su amistad. Si podía caerle bien a Peter, él se mostraría un poco más vulnerable y a ella le resultaría más fácil manejarlo. No tenía sentido que él la considerara su enemiga, pues entonces, cuando ella estuviera cerca de él, siempre estaría a la defensiva. Y ella era la única persona que se interponía entre él y su plan de matar a Nicolás. Sin embargo, ¿su intento de hacerse amiga de él resultaría convincente?

—El nunca se mostrará amable conmigo —comentó Lali titubeante—. Y si creyera que yo estoy interesada en él, lo único que haría sería reírse de mí.

Candela sonrió con satisfacción.


—A mí nunca me convencerás de esto.

Continuará...

+10 :o

17 comentarios:

  1. ++++++++
    Brabooo cande genia con sus consejos
    @x_ferreyra7

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  2. Seguiii quiero beso laliter pronto!!

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  3. jajajja no creo que a peter le guste que sea linda con el, va a pensar que quiere algo

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  4. Cande la mejor hermana!

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  5. quiero otro capitulo mas porfavor

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  6. Sabiduria de Cande jajaja

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  7. que confesion la de cande
    la verdad q de a poquito voy entendiendo la historia, pero me resulta dificil jajaja
    igual me encanta
    besos

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  8. me leí los últimos capítuLos tan perdida como en la tercera temporada de ca Jajaja besos

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  9. Ayy q triste la historia de cande y vico
    Maass

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  10. Alelí hija de Vico :o Me cae bien Cande aconsejando a Lali

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  11. Amo a Cande ,x Dios k forma d hablarle mas sincera.

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  12. Me encanto como Cande se sincero, que historia fuerte la de Vico y ella... igual Agustin me gusta porque acepto al bebé de otra persona y en ese tiempo era demasiado dificl eso

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