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miércoles, 6 de mayo de 2015

Capítulo - 22



Después de arreglarse lo mejor que pudo, Lali habló en privado con Emilia y alegó padecer de dolor de cabeza para poder saltarse el resto de la noche. En aquel momento no podía estar con nadie, pues los pensamientos se arremolinaban en su mente y se sentía muy confusa. Lali se fue a la cama temprano, se tumbó boca abajo, apretujó la almohada entre sus brazos y contempló con mirada perdida la pared. La casa de los Fanin era confortable, pero no tan elegante como la de Sunrise. Las habitaciones eran pequeñas, el mobiliario sencillo y los colchones tenían bultos y olían a humedad. Alelí dormía en una cama que había pegada a la pared. Compartían el dormitorio y Candela y Agustín ocupaban la habitación contigua.

Lali no quería pensar en lo que había ocurrido aquella tarde, pero no podía olvidarlo ni apartarlo de su mente. Seguía oyendo la voz de Benjamín y lo que había dicho acerca de Nicolás: «Últimamente, tu padre se da muchos humos. No tiene ningún derecho a mantenerte alejada de mí. Pero no te preocupes, esta situación no durará mucho.»

¿Qué había querido decir con aquello?

—La amenaza de un niño pequeño —murmuró Lali—. Un niño frustrado que no consigue lo que quiere. Sólo puede ser esto.

Lali suspiró, se frotó la frente y presionó sus sienes con las yemas de sus dedos. A continuación cerró los ojos, pero su mente siguió divagando. Poco a poco, la oscuridad que había detrás de sus párpados se volvió más y más profunda y el eco de una voz grave volvió a atormentarla.

«Mariana, no te contengas conmigo. No te haré daño.» Una boca cálida se deslizó por su piel y un cuerpo fuerte encajó con el suyo prometiéndole el éxtasis. «Nadie te conocerá como yo voy a conocerte, Lali. Puedes mantener a los demás a distancia, pero a mí me dejarás entrar.»

Lali se estremeció, inhaló aire y se sentó en la cama con el corazón galopante.

—¡Para ya! —murmuró con voz tensa.

«¡Para ya!»

Peter era su enemigo y ella no permitiría que matara a Nicolás. No podía permitir que derribara sus defensas. Nicolás era su padre, su verdadero padre, y ahora su vida era responsabilidad de ella. Ya era hora de que empezara a hacer algo en este sentido.

Tenía que advertir a Nicolás. De algún modo, encontraría la manera de hacerlo. Lali se levantó y paseó de un extremo a otro de la habitación mientras su camisón ondeaba detrás de ella. Intentó imaginarse a Peter planeando matar a Nicolás, esperando hasta que firmara el nuevo testamento y subiendo a hurtadillas a su dormitorio para cometer el asesinato. En realidad, se trataba de un plan demasiado lógico y obvio, lo cual hizo reflexionar a Lali. Peter tenía que saber que él sería el principal sospechoso. Sin duda era demasiado perspicaz para no darse cuenta.

Por otro lado, estaban los Amadeo, quienes odiaban a Nicolás. Muchos rancheros querrían ponerle las manos encima al rancho Sunrise, derribar las vallas y apoderarse de sus reses y utilizar su agua. De hecho, todos los rancheros de aquella zona querrían hacerlo, pero, sobretodo, los dueños del Double Bar. Quizá los Amadeo estaban implicados en el asesinato.

Lali volvió a recordar las palabras de Benjamín y se detuvo de una forma repentina. «Últimamente, tu padre se da muchos humos... Pero no te preocupes, esta situación no durará mucho.» Aquello constituía una amenaza, simple y llanamente. Lali no albergaba ninguna duda respecto a que Benjamín y Big George querían librarse de Nicolás tanto como podía desearlo Peter. ¿Lo estarían planeando juntos?

—No. —Lali sacudió la cabeza confusa—. Peter odia a los Amadeo. Él nunca planearía algo con ellos. Además, quiere a Nicolás. Él no lo mataría, no puedo creer que él haría algo así.

Lali no quería creerlo. Sin embargo, el asesino era alguien del rancho, alguien que conocía los horarios de sueño de Nicolás, cuál era su dormitorio y cómo llegar hasta él. Alguien que no tenía que esquivar a los vigilantes que protegían el contorno del rancho. Tenía que ser Peter, sobre todo porque, según se había desarrollado la historia, huyó de la ciudad después del asesinato y nunca regresó.

—¡Oh, Peter, no fuiste tú! ¡Tú no!

Lali se apoyó en la pared y se mordió el labio.

Aquellas manos fuertes acariciándola con suavidad, despertando puro fuego en su interior... «Quiero que recuerdes esto. Recuérdalo cada vez que pienses en mí.»

—¿Por qué me sucede esto? —se preguntó Lali angustiada—. ¿Qué he hecho para tener que pasar por esto? Todavía soy Lali, pero también soy Mariana. Recuerdo cosas de dos vidas distintas y no sé quién soy en realidad.

Lali vio que la pequeña figura que dormía en la otra cama y que parecía un mero bulto debajo de la sábana, se agitaba. Alelí se había despertado.

—¿Tía Mariana? —preguntó Alelí con voz somnolienta.

—¿Sí, Alelí?

Lali se acercó a ella con lentitud mientras intentaba serenarse.

En 1930, Alelí le dijo que su tía Mariana era materialista, intrigante y egoísta, y acordarse de ella la inquietó. ¿Por qué? ¿Qué había visto u oído Alelí para que se sintiera de aquella manera?

La Alelí niña bostezó y se volvió hacia ella con los párpados entrecerrados.

—¿Por qué estás caminando por la habitación?

—Siento haberte despertado. No podía dormir, estaba pensando en miles de cosas y tuve que levantarme.

—¿En qué estabas pensando?

—En una persona.

—Antes vi que te ibas con Benjamín Amadeo —declaró Alelí, y de sus ojos desapareció todo rastro de somnolencia—. Estabas pensando en él, ¿no?

—Así que me viste con..., pero... creí que todos los niños estaban jugando en el corral.

—Yo volví pronto a la casa. Les estaba siguiendo a ti y a mamá cuando tú te paraste y te fuiste a escondidas con Benjamín Amadeo. Mamá me dijo que no se lo contara a nadie, porque si el abuelo se enteraba se enfadaría contigo.

—Es verdad —contestó Lali compungida—. Preferiría que no se lo contaras a nadie. ¿Por qué arrugas la nariz de este modo?

—¿Por qué te fuiste a escondidas con Benjamín?

—Tenía que hablar con él, Alelí.

Alelí volvió a arrugar la nariz, como si hubiera olido algo desagradable.

—¡Ah!

—¿Qué ocurre? ¿Benjamín no te gusta? ¿Por qué?

—Me dijiste que no se lo dijera a nadie.

—¡Oh, yo...! —Lali se interrumpió y miró a Alelí con curiosidad—. No recuerdo habértelo dicho, Alelí.

—Dijiste que era nuestro secreto.

Lali tuvo que hacer acopio de toda su paciencia para no sonsacarle a Alelí aquel secreto. Lali sonrió, se sentó en el borde de la cama y mantuvo la voz suave.

—Bueno, si no me refrescas la memoria, no podré volver a dormirme. ¿Cómo puedo haberme olvidado? Cuéntame cuál es nuestro secreto.

—Tía Mariana, estoy cansada...

—Cuéntamelo y así las dos podremos volver a dormir.

—¿No te acuerdas? Yo estaba escondida debajo del porche y Benjamín y tú estaban hablando en el balancín.

—¿Era por la mañana o por la tarde?

—Por la tarde.

—¿Hace mucho tiempo o poco?

—Poco —contestó Alelí con solemnidad.

—¿De qué estábamos hablando?

—Hablaban muy bajito y tú le contabas a Benjamín cosas sobre el abuelo, sobre Peter y...

—¿Y qué?

—Y un testamento. El testamento del abuelo. Yo hice un ruido y tú te enfadaste mucho cuando me viste. ¿No te acuerdas?

—Quizás... Un poco.

Lali cerró los ojos. Se sentía mareada. ¡El testamento de Nicolás!! Y un recuerdo acudió a su memoria: «Bajó las escaleras del porche a toda prisa, cogió a la asustada y paralizada niña por los hombros y oyó su propia voz, suave, terrible y llena de furia contenida: “¿Qué has oído? ¿Qué has oído? —A continuación, su voz se volvió amable, zalamera y maliciosa—: No llores, Alelí, he decidido que ya eres una niña mayor y que ya puedes compartir los secretos de los mayores. Lo que has oído será nuestro secreto, Alelí, y no podrás contárselo a nadie.”»

Esto era todo lo que Lali podía recordar.

—¿Qué decía yo acerca del abuelo y Peter? —Alelí volvió la cabeza hacia la pared.

—No quiero hablar de esto.

Lali se inclinó con lentitud y besó a Alelí en la frente.

—Siento haberte asustado cuando me enfadé aquel día.

—Está bien, tía Mariana. ¿Todavía es nuestro secreto?

—Sí, por favor, Alelí —contestó Lali con voz débil—. Que tengas dulces sueños.

La niña se volvió, acomodó la cabeza en la almohada y suspiró. Lali, con las rodillas flaqueantes, se dirigió a su cama y se sentó.

«¿Por qué le hablaría a Benjamín acerca del testamento? No tenía ninguna razón para hacerlo. A menos que... A menos que estuviera tramando algo con Benjamín. ¡Oh, no es posible que tramara algo! No en relación con el testamento. ¡Esto significaría que...!»

La sospecha se extendió por su cuerpo como un veneno. Lali intentó negarlo con todas sus fuerzas.
«Yo era..., soy la hija de Nicolás. Fuera como fuera antes, no haría nada para herirlo. ¡Yo sé que no lo haría!»

—¡Dios mío, qué está pasando! —exclamó con la boca seca. ¿Qué tipo de persona era antes?


Una intrigante... Y quizás algo mucho peor.

Continuará...

+10 :o

13 comentarios:

  1. Ella le contó a B,d Peter y Nicolás.

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  2. Será que cuando Mariana se le insinuó a Peter consiguió el botón de él para inculparlo o capaz desde ahí le tiene odio a Peter x no caer rendido a sus pies y x eso lo inculpa.

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  3. Alelí escuchó todo ,pero lo k le contó d mayor.....sería influenciada x los recuerdos
    k le contaría Mariana.

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  4. Lali está más k sorprendida...y yo ni te cuento,jajjaja

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  5. Quiero más.
    A ser posible prontito,ya k es temprano.

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  6. lo sabía! Maaaaaaaaaaaaaaaaáaaaas

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  7. :o guauu fue Benjamin teniendo como complice a Mariana, ahora las cosas pueden dar un giro a la historia interviniendo Lali

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