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jueves, 10 de enero de 2013

CAPÍTULO 21



Septiembre de 1817

—Regardes, he engordado.
Lali se volvió para observar su reflejo. Hacía mucho tiempo que no se miraba con tanto detenimiento, sólo se había echado un vistazo en el espejo para peinarse o arreglarse la ropa. En algún momento de los últimos cuatro meses de convivencia con los Vallerand, había dejado de sentir frágiles los brazos y los moratones de la cara y el cuello habían desaparecido. Incluso sus pechos, pequeños y planos hasta entonces, habían adquirido una bella redondez.

Gimena sonrió observando cómo una costurera ajustaba y prendía con alfileres el dobladillo de un nuevo vestido negro para Lali.
—Gime: Estabas tan delgada cuando llegaste aquí—dijo—. Me alegra comprobar que la comida de Berté ha surtido buen efecto.

Lali se volvió de nuevo, alzando las cejas al ver cómo la caída de la falda de seda se ajustaba a sus caderas y nalgas. El vestido estaba cortado a la moda, con la cintura alta y sin cuello, cogido al escote y a los hombros con unos broches de azabache. La falda caía suavemente desde sus caderas hasta el suelo, dejando fuera del alcance de la vista los tobillos y los pies. Respiró hondo para probar, y observó que el corpiño y el vestido le apretaban los pechos.
—Quieta, madame —exigió la costurera.
Lali hizo una mueca.
—Lali: Muy pronto no voy a poder ponerme ninguno de estos vestidos.
—Gime: Eso será dentro de mucho —dijo suavemente, y se aproximó al espejo de pie para evaluar su propia imagen en tono crítico—. Yo, por mi parte, debería recuperar la figura que perdí cuando tuve a Rafael. —Le sonrió al regordete niño que jugaba en el suelo con retazos de tela. 

La costurera, una hermosa joven irlandesa llamada Rocío, se detuvo y habló a pesar de los alfileres que sujetaba con los labios.
—Rochi:Monsieur Vallerand no cambiaría en vos ni un solo pelo, madame.
Gimena se echó a reír y sacudió la cabeza.
—Gime: Nico no es un juez imparcial de mi figura. Me ama.

Lali sonrió ligeramente, pensando que a Gimena no le sobraba ni un gramo. Era una pequeña Venus, voluptuosa y perfectamente proporcionada. Con su cabello negro y su naturaleza vivaz, era como una llama siempre ardiente. No era difícil entender por qué un hombre poderoso y distante como Nicolás Vallerand le bailaba el agua.

—Gime: A Nico no le gusta que vista de negro —dijo con un suspiro, regresando al sofá y tomando un par de minúsculas calzas que había mandado remendar para una de sus dos hijas pequeñas—. Todo el año pasado estuvimos de luto por la muerte de su madre, Irene. Y ahora... —Su expresión adquirió un toque de melancolía y Lali supo que estaba pensando en Pablo.

El luto duraría otros ocho meses, en los cuales los miembros adultos de la familia Vallerand vestirían exclusivamente de negro. Y durante mucho tiempo después a Lali no se le permitiría lucir otros colores que sombríos tonos lavanda y gris. Ésas eran las costumbres criollas a las que tendría que ceñirse de forma estricta, o tendría que soportar la censura de Nueva Orleans. Cuando escribiera cartas, el margen del papel tendría que ser negro. No llevaría joyas a excepción de un broche de azabache, y cuando se aventurara a ser vista en público, su pelo y su rostro quedarían escondidos bajo un oscuro velo de crepé. Incluso los botones de su ropa tendrían que ser pequeños y mates. Los actos sociales a los que se le permitiría acudir eran limitados, y no se relacionaría en ellos con hombres.

A Lali no le resultó duro el aislamiento. Recibió con los brazos abiertos la privacidad que le proporcionaba la plantación. Le aportaba la serenidad que tanto necesitaba.

Más adelante, Gimena, una criatura social con muchos amigos, tanto criollos como americanos, intentó convencerla para que abandonase su solitario estado. Pero Lali no necesitaba a nadie con quien cuchichear o a quien abrirle su corazón, y no deseaba participar en las reuniones familiares. Lo único que quería era trabajar, algo que la mantuviese ocupada, y tiempo para reconciliarse con la muerte de Pablo.

Había muchas cosas en las que Lali podía echar una mano en la plantación, que era en sí como un mundo en miniatura. Las mujeres hacían vino, mantequilla, pan, conservas y salsas, sembraban verduras y llevaban al día los libros en que se anotaban los suministros que se necesitaban. Hacer jabón y velas requería un día completo de trabajo cada mes. Siempre había cristalería u objetos de plata o porcelana que limpiar y pulir, por no hablar de las alfombras y las coladas. Una de las tareas que parecía no tener fin era la costura: tomar los puntos, zurcir, remendar, enguatar y bordar.

Lali se relacionó con todas las esclavas mientras compartía con ellas las labores de la casa, pero era demasiado tímida para tratarlas con la franqueza con que solía comportarse Gimena con ellas. No entendía las complejas relaciones entre esclavos y amos, el sentido de formar parte de la misma familia a pesar de mantener unos estrictos límites que jamás se traspasaban. Muchas damas de las plantaciones trataban a sus sirvientes como si de un objeto de su propiedad se tratase, en tanto que otras parecían sentir auténtico afecto por ellos. En una ocasión, la señora de una plantación vecina se vio con Gimena y prorrumpió en llanto al contarle que había muerto una de las viejas sirvientas de la familia. «Siempre fue para mí como una madre, incluso más que la mía propia», dijo la mujer entre gimoteos, enjugándose las lágrimas con un pañuelo de blonda. A Lali le confundió su actitud. Si la sirvienta había sido su amiga hasta tal punto, ¿cómo era posible que la mujer siguiese manteniéndola como esclava? Tal vez con el paso del tiempo, pensaba Lali, llegaría a entender aquella extraña sociedad.

Los sureños eran misteriosos, y los criollos aún más. Pero lo que en mayor grado desconcertaba a Lali eran los propios Vallerand. Constituían una enorme familia con innumerables primos, y su pasado estaba plagado de escándalos y oscuros secretos a los que se aludía pero de los que nunca se hablaba abiertamente. Lali lamentaba no poder decirle a Pablo que no la había preparado para algo así.

Era imposible no oír rumores relativos a los Vallerand, incluso sobre Gimena. Durante una noche de reunión familiar, Henriette, la cuñada de Gimena, se sentó junto a Lali y le contó un montón de secretos de la familia en voz baja. Henriette, una mujer muy atractiva con una insuperable debilidad por los cuchicheos, era la esposa de Alexandre, el hermano menor de Nicolás.
—Henriette: Bien sûr, lo mucho que ha cambiado Nicolás desde que se casó hace diez años —le susurró Henriette con deleite—. Antes era el hombre más despiadado y frío del mundo. ¡Se comenta que acabó con su primera mujer!
—Lali: Pas vraiment—murmuró escéptica. Nicolás era un hombre que intimidaba, pero dado que ella no había apreciado en él más que ternura hacia Gimena y sus hijos, suponía que era incapaz de algo así.
—Henriette: ¡Oh, sans doute! Por supuesto, más tarde se descubrió que las sospechas eran infundadas. Pero por aquel entonces todo el mundo pensaba lo peor sobre él, y con razón.
—Lali: ¿Por qué lo dices? —preguntó.
—Henriette: Era cruel con todo el mundo. Incluso con Gimena.
Lali sacudió la cabeza.
—Lali: Non, Henriette, no puede ser.
—Hernriette: Es cierto, todo es cierto. A pesar de la devoción que muestra ahora por Gimena, sólo se casó con ella porque la había arruinado.
—Lali: ¿Arruinado? —repitió, creyendo no haber oído correctamente.
—Henriette: ¡Oh, oui! Gimena estaba comprometida con otro hombre, pero Nicolás la sedujo y se batió en duelo con su prometido. Era un demonio sin corazón por entonces. Y resultó que su hijo salió igual que él... No tu marido, Pablo, por supuesto, que Dios lo tenga en su Gloria. Hablo del otro, del hermano que se marchó. Peter. —Se le acercó un poco más y murmuró—: Se convirtió en pirata. Me lo contó mi marido Alexandre.
—Lali: Qué vergüenza —murmuró al tiempo que palidecía.
—Henriette: ¿A que sí? —dijo con algo muy parecido al regocijo—. ¿Pablo no te lo explicó? No me sorprende, los Vallerand se comportan de un modo muy extraño respecto a Peter. Nunca hablan de él. Supongo que les gustaría que no hubiese nacido. Sus actividades podrían conllevar terribles consecuencias para la familia. Alexandre dice que Peter fue siempre un niño egoísta y descortés. —Dejó escapar un pesaroso suspiro—. Y Pablo era un ángel, tan amable y cariñoso con todo el mundo. Oh, no te estoy incomodando, ¿verdad?
—Lali: En absoluto —repuso con calma, a pesar de que interiormente sentía un tremendo desasosiego. Nadie aparte de Nicolás, Gimena y ella misma sabían la verdad acerca de cómo había llegado a Nueva Orleans. 

Nicolás había pergeñado una historia para justificar su repentina aparición, afirmando que unos pocos e intrépidos marineros habían sobrevivido al ataque pirata y habían traído a Lali sana y salva.
—Si se conociese nuestra relación familiar con Peter —les había dicho Nicolás a Gimena y Lali—, sería mucho más fácil para las autoridades prepararle una trampa. Cada vez que se menciona su nombre, crece el interés por conocer su paradero. El auge de la piratería es malo para los negocios locales y para ciertas carreras políticas. Sé de muchos hombres muy bien situados a los que les encantaría endilgar a Peter un castigo ejemplarizante.
—Lali: Espero que puedan hacerlo con Dominic Legare —dijo crudamente—. Como ya sabe, no siento mucho afecto por su hijo, monsieur Vallerand. Pero él no es tan cruel ni malvado como Legare.
—Gime: Por supuesto que no —terció con un tono sumamente amable—. En su corazón aún anida la bondad, o no se habría puesto en peligro trayéndote aquí, ¿n'est-ce pas?

Lali guardó silencio con la mirada clavada en el regazo. Gimena no sabía nada de lo sucedido entre ella y Peter, y Lali tenía la intención de que no lo supiese nunca. Era evidente que Gimena quería pensar bien de su hijastro, y desde luego a los Vallerand no les agradaría saber la parte de responsabilidad que había tenido Lali en aquel asunto. La bondad, pensó Lali despectivamente, no es una de las cualidades predominantes del carácter de Peter. Y tampoco de las suyas. No había sido capaz de confesarle sus horribles pecados al sacerdote local, y por lo tanto no había sido absuelta de ellos. Pero ¿cómo podría confesarle a otro ser vivo que se había acostado con el hermano de su difunto esposo y, aún peor, que había obtenido placer de dicho acto infame?

Continuará...
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Hola linduras!!! :) como estan??
hoy resolvemos misterios... :S

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23 comentarios:

  1. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas

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  2. quiero más laliterrrr

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  3. Haaaaay! Pero si lo extraña no? Jjajajaja
    Quiero mas!

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  4. Esta embarazada de él!! Me encanta más!!

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  5. SABIAAAAAA QUE PETER ERA ALGO DE PABLO LO SABIAAAA

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  6. MAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSSS NOVELITAAAA

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  7. QUE APAREZZZCA PETEEEER EN EL SIGUIENTE!!!!

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  8. masssss subii otro daleee :)

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  9. Más nove me intriga la nove :*)

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  10. :O mas novee! tremendoquilombo! :o

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  11. AHHHHHHHHHHHHHHHHHH yo sabiaa!!! lo sabiaaaaa si eran tan parecidos era por algo!!! y el destino quiso que Lali y Peter terminaran juntossssss, ya quiero que se vuelvan a encontrar @LuciaVega14

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  12. Me lo temía!Como tambien q lali esta embarazada de Peter !Q vuelta dara esto para q acepten q lali este con Peter siendo hno de Pablo???MISTERIO!

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  13. lo sabia Peter es un Vallerad, era obvio jajaa... y si Lali si sintio placer, tambien lo sabia jaja

    novela solo tu: http://morithalaliter.blogspot.mx/

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  14. Ay!! Lo sabia sabia que eran hermanoss!! Jajaj espero mass!! Y peter no aparece mas??

    @casiamaia voy por mass a leer

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