CAPÍTULOS 46 y 47

Inquieto, Peter no pudo evitar ir en busca de Lali a la garçonniére por la tarde, donde ella solía desaparecer durante un par de horas todos los días. Estaba enfadado por las limitaciones que le suponían las heridas, su habitual libertad de movimientos reducida a una dolorosa cojera, y también le dolían el hombro y el costado. La plantación estaba tranquila, pues todo el mundo estaba ocupado en sus propias tareas, y nadie reparó en él. Golpeó la pequeña puerta con impaciencia y llamó al ama de llaves, que contestó en seguida.

—Peter: ¿Dónde está madame Vallerand? —preguntó. La chica lo observó nerviosa antes de correr a avisar a Lali de que tenía visita.

Lali apareció ataviada con un sencillo vestido azul y un gran delantal blanco. Llevaba el pelo recogido con una cinta y le caía por la espalda. Alzó las cejas.

—Lali: ¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Ça va?

—Peter: Sí, estoy bien. —tuvo la misma reacción que experimentaba cada vez que estaban cerca, sintiéndose cómodo y tranquilo—. ¿Para qué es ese delantal?

Lali dudó antes de responder.

—Lali: Estoy pintando.

Peter arrugó la frente.

—Peter: No sabía que pintases. Déjame pasar. Quiero ver tu trabajo.

—Lali: No —respondió ella con firmeza—. Nadie lo ha visto. No es bueno. Sólo pinto para mí misma.

—Peter: No voy a criticarte.

—Lali: Aunque lo hicieses, tu opinión no significa nada para mí.

—Peter: Entonces déjame entrar.

—Lali: No, ¡no permitiré que te inmiscuyas en mi privacidad por mero capricho!

—Peter: ¿No vas a dejarme entrar?

Ella intentó mirarlo gravemente a los ojos, pero se le escapó una sonrisa. Peter sintió una opresión en el pecho.

—Lali: De acuerdo —cedió finalmente de mala gana, y se volvió para recorrer el pequeño pasillo que llevaba a la habitación en que trabajaba.

Peter la siguió a escasa distancia, la mullida alfombra ahogando el sonido de su bastón.

Al cruzar el umbral de su estudio, Lali sintió una punzada de nerviosismo. Se reprochó haberlo dejado entrar, dándole así la posibilidad de que la ridiculizase. Adoptando un aire de desapego profesional, se acercó al caballete que había junto a la ventana y observó la acuarela casi terminada con los brazos cruzados. Peter la siguió y se situó a su espalda, apoyando todo su peso en la pierna sana. Observó con detenimiento el cuadro.

Había pintado el pantano en tonos verde oscuro, grises y azules, captando las sombras y el rastro del espeso musgo, los viejos árboles con ramas como brazos abiertos. Tenía un aspecto oscuro y amenazador; el miedo que le provocaba aquel lugar resultaba evidente en cada pincelada. Tras contemplar el cuadro, Peter dijo lo primero que le vino a la mente.

—Peter: No siempre es tan siniestro.

—Lali: Para mí sí.

—Peter: A veces puede ser hermoso.

Y a continuación se puso a deambular por su cuenta, echándoles un vistazo a los bocetos repartidos por toda la habitación y a los lienzos apilados con cuidado uno sobre otro. El trabajo de Lali era delicado y hábil. Incluso sus bocetos más discretos reflejaban sus sentimientos. Sonrió al fijarse en uno que representaba al cochero y un sirviente apoyados en un carruaje mientras esperaban fuera de la casa. Y había una imagen de Nicolás montado a caballo, supervisando la plantación. Peter incluso reconoció el orgullo en la posición de la cabeza de su padre y en la rectitud de su espalda. Sonrió a Lali por encima del hombro y ella pareció relajarse. Quizás el hecho de que le gustase lo que pintaba no se basaba únicamente en sus méritos. Quizás estaba influenciado por sus sentimientos hacia ella. Pero le importaba bien poco por qué le gustaban, Peter sólo sabía que le gustaban.

Un boceto le llamó la atención sobremanera. Era Gimena con el pequeño en brazos, acunándolo, con los largos rizos cayendo como una cortina hasta su pecho. La escena resultaba conmovedora por su intimidad y su ternura, una mirada al mundo privado femenino al que los hombres no podían acceder.

—Lali: Por favor... ése no lo tengas en cuenta —dijo en voz baja. Tenía las mejillas sonrojadas—. A Gimena le incomodaría saber que la estaba observando.

El dejó el boceto y se acercó a ella.

—Peter: ¿Has hecho alguno de Pablo?

La pregunta le arreboló el rostro. Alzó sus aterciopelados ojos castaños hacia él. Por una vez, Peter no pudo leer sus pensamientos. Lali pareció tomar una decisión: se volvió y fue hasta una mesa cercana, de la que recogió un bloc de bocetos que le tendió. El lo cogió anticipando el dolor que le supondría ver la cara de su hermano. Pero abrió los ojos sorprendido. El boceto no era lo que esperaba. El retrato mostraba a un hombre de sonrisa burlona, mirada acechante y facciones demasiado finas para ser Pablo.

—Peter: Soy yo —dijo, asombrado.

—Lali: Sí —musitó ella—. Me pasa siempre que intento dibujar a Pablo. Nunca me sale bien. Cuanto más lo trabajo, más se parece a ti.

Hablaban en susurros, como si corriesen el peligro de que pudiesen oírles.

—Peter: ¿Por qué? —preguntó.

—Lali: No... no lo sé.

—Peter: ¿Cuándo hiciste éste?

—Lali: Hace unos días. Estaba pensando en él.

—Peter: Y en mí.

—Lali: Sí —susurró ella.

Él se quedó mirándola con el corazón desbocado.

—Lali: Creo que deberías irte —dijo con esfuerzo, tomando el boceto de sus manos—. Gimena no tardará en llegar. Una chica irlandesa ha traído vestidos de la modista. Creímos que lo más conveniente sería hacer aquí los últimos arreglos.

Lali se sintió aliviada y ofendida a partes iguales cuando Peter se marchó. Se mantuvo ocupada ordenando sus cosas y poco a poco la confusión generada por la visita de Peter fue borrándose.

CAPÍTULO 47

Gimena entró en la garçonniére con una agradable sonrisa, seguida de la chica irlandesa, Rocío, y de los sirvientes que cargaban con las cajas.

—Gime: Tienes que decirle a madame Deneux que le estamos muy agradecidas por los vestidos —dijo cuando Rocío acabó los últimos retoques de un encantador vestido verde claro, de cintura alta y escote bajo. El color resultaba estupendo en contraste con su piel clara, y Gimena obtuvo del nuevo vestido un obvio placer teñido de culpa.

—Gime: Es maravilloso librarse del luto.

—Es maravilloso que el señor Vallerand haya vuelto a casa —replicó Rocío con voz apagada.

Lali observó a la costurera ajustar una de las cortas y abombadas mangas del vestido. Le habían pedido a la modista unos cuantos conjuntos tanto para Lali como para Gimena, hermosos vestidos en tonos rosa, azul, verde y lavanda. Lali pensó que nunca había visto a la chica irlandesa tan angustiada. Por lo general, Rocío estaba contenta y animada, sus rizos le bailaban de un lado para otro y no paraba quieta. Pero esa mañana estaba pálida, y sus verdes ojos brillaban. ¿Habrían discutido Rocío y Gimena por algún motivo? Había una palpable tensión entre ellas a pesar de los esfuerzos por que todo pareciese normal.

—Rochi: Bueno, ya he acabado con él último —dijo y desató la parte trasera del vestido de Gimena—. Me los llevaré de nuevo a la tienda y los tendremos preparados para el jueves.

—Gime: Gracias. —se quitó el vestido y se lo entregó—. Acabaré de vestirme aquí. Ve a la casa principal y diles que preparen el carruaje.

Lali miró a la chica irlandesa, y después a Gimena.

—Lali: Parece preocupada por algo, ¿n'est-ce pas?

Gimena se encogió de hombros con excesiva despreocupación.

—Gime: Ah, las chicas de su edad cambian de humor con facilidad. Lali, ¿le dirás a Julia que envíe a las criadas para que lleven los vestidos al carruaje? Creo que está en la cocina con Berté.

—Lali: Claro.

Lali recorrió el sendero que llevaba a la casa principal, disfrutando de la fresca brisa que movía las hojas de los árboles y difundía el aroma de los limoneros. El polvo se había asentado sobre la plantación y los últimos retazos de sol teñían el horizonte. Se detuvo al ver desaparecer a Rocío en el jardín. Perpleja, siguió a la chica, preguntándose por qué no iba directamente a la casa principal.

Peter estaba sentado en un banco de piedra cerca de la fuente. El sonido de unos pasos ligeros sobre la hierba llamó su atención y miró. 

Se trataba de una chica que no conocía, una guapa irlandesa con pecas y cabello rizado y rubio. Su pequeña figura iba enfundada en un modesto vestido azul de tela mala y un largo delantal blanco. Retazos de hilo le colgaban de las mangas y el corpiño. Debía de haber traído los vestidos de Lali desde casa de la modista.

Entornó los ojos cuando ella se aproximó. Ella le miró con extrañeza, los ojos muy abiertos y la cara pálida. De pronto rompió a llorar. Bon Dieu, ¡odiaba tener que vérselas con una mujer que lloraba! Por qué demonios estaría llorando, y por qué lo miraba como si...

—Pablo —susurró ella al tiempo que se sentaba a su lado. Le tocó la cara tiernamente con sus pequeñas manos—. Oh, Pablo, mi amor, cuando oí decir que no habías muerto...

Y antes de que Peter pudiese pronunciar una sola palabra, ella le plantó un beso tierno y entregado.

Continuará...

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La nove se pones cada vez más interesante no? que opinan?

se vienen capítulos... poderosos, demoledores y todo eso ;)

YA sé q se estan preguntando: ¿porqué Danii subió tan temprano? y yo les respondo que: porque no creo q pueda subirles esta noche! LO SIENTO!!! cero tiempo para hacer maratón! pero en cuanto tenga mas tiempo hacemos maratónes gigantes gingantes!... pero por ahora tratare de q por lo menos tengan capítulos todos los días ok? :D

 

BESOTES 

BESOS 

BESITOS