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lunes, 7 de enero de 2013

CAPÍTULOS 11 y 12



El sol llegó a su cénit, y la barca siguió su camino a través de las tranquilas aguas del pantano hasta un punto en que una isla diminuta dividía las aguas en pequeños canales. El tronco de un viejo árbol hacía las veces de puente sobre uno de ellos. Lali observó a los hombres de la barca y apreció algo parecido a la expectación. Permanecieron todos en silencio mientras la barca se desplazaba hacia la orilla de la derecha.

El agudo silbar de un pájaro rompió el silencio. Lali frunció el entrecejo con curiosidad cuando Peter imitó el silbido. Entonces apreció movimiento entre los árboles. Al cabo de unos segundos aparecieron unos rostros morenos entre la vegetación, empuñando mosquetes y hachas. Los hombres de la barca los reconocieron.

—Peter: Nuestra próxima tripulación —le dijo a Lali.
—Lali: ¿Son amigos nuestros? —preguntó dubitativa sin apartar los ojos de aquella variopinta pandilla.
—Peter: No exactamente—respondió él con sequedad—. Los ribereños no son leales a nadie. Pero les he pagado para que lleven objetos lujosos de contrabando desde los lagos al río.
—Lali: ¿Por qué no nos lleva esta tripulación?
—Peter: Es posible que estén cansados, enfant.
Uno de los remeros la miró y sonrió.
—Cansados, vaya que sí, ¡pero bogaría yo por él hasta China si me lo pidiese, señora!
Ella no le entendió demasiado, pero supuso que se trataba de un comentario amistoso, así que sonrió a modo de respuesta.

Maxi saltó de la barca y ató la soga a un tronco medio enterrado en la orilla. Rezongando aliviados, los hombres dejaron los remos y bajaron también. Lali se quedó sentada, observando nerviosa a Peter. Éste ató una pequeña bolsa de cuero a un lado de su cintura y un machete al otro.
—Peter: Toma esta jarra de whisky —dijo.

Ella lo hizo. Él le pasó los brazos por las corvas y la espalda y la levantó con facilidad.

En cuanto se fijaron en su castaña cabellera, los ribereños lanzaron aullidos lobunos y gritos lascivos. Lali se abrazó con fuerza al cuello de Peter, asustada mientras él la bajaba de la barca y caminaba hacia el tronco que servía de vallerand. Los hombres la rodearon. Se estremeció al notar que sus rudas manos le rozaban las pantorrillas desnudas.

—¿Ésta es toda la mercancía que trae, capitán? —le preguntó uno de los ribereños.
—¡Es la mercancía más delicada que he visto nunca! —exclamó otro con delectación.
Alguien le tiró del pelo y ella lanzó un chillido. Peter se detuvo de repente y miró de forma admonitoria a aquellos hombres con sus fríos ojos. Un esbozo de sonrisa se dibujó apenas oculto tras su barba.
—Peter: Esta mujer me pertenece. Si algún hombre vuelve a tocarla, le rebanaré sus partes.
Todos rieron y ninguno pareció sentirse ofendido. Las lascivas manos se retiraron. Lali escondió el rostro contra el pecho de Peter.
—Lali: Creo que si no estuvieses aquí —dijo con un hilo de voz—, estos hombres me...
—Peter: Exacto —dijo con un deje sarcástico. Colocó un pie en el crujiente puente—. Y ahora, mi pequeño cebo para caimanes, no bajes la vista. Y por el amor de Dios, no me hagas perder el equilibrio o ambos nos partiremos el cuello contra el lodo.

¿Caimanes? Pablo la había entretenido explicándole aterradoras historias sobre esas criaturas, le había contado que eran parte dragones y parte lagartos. Tenían largas colas, grandes mandíbulas y dientes afilados. Cerró los ojos Con fuerza.
—Lali: No me dejéis caer —susurró.
—Peter: ¿Después de los problemas en los que me he metido por vos? —repuso él con una sonrisa maliciosa—. Y no dejes caer el whisky.
Lali no se atrevía a respirar mientras avanzaban por el tronco.
Los ribereños los siguieron con habilidad, lanzando alguna que otra exclamación ante la visión de sus pálidas piernas silueteadas contra el agua verdosa del pantano.

Peter saltó a tierra firme y se encaminó hacia unas destartaladas cabañas situadas en un claro.
—Peter: Un viejo campamento indio —dijo cuando Lali alzó la cabeza y miró alrededor.
—Lali: ¿Qué les pasó? —preguntó.
—Peter: Se marcharon hace mucho tiempo. Había demasiados comerciantes y contrabandistas en el río. —La dejó en el suelo junto a la entrada de una cabaña—. ¡Maxi! —gritó—. Démonos prisa. Disponemos sólo de unos minutos.
—Lali: ¿Unos minutos? —repitió—. ¿Qué van a hacer?
—Peter: Entra.—Señaló la puerta—. Y bebe algo de whisky.

El corazón de Lali se disparó.
—Lali: ¿Por qué? ¿Por qué has llamado a Maxi? ¿Por qué...?
—Peter: ¿Tengo que volver a repetirlo? —replicó él con un tono ligeramente amenazador.

CAPÍTULO 12

Pálida como la luna, Lali entró a la cabaña. En un rincón había un camastro de paja. Unos alargados agujeros en el techo y en una pared dejaban entrar algo de luz y aire. Con manos temblorosas, Lali descorchó la jarra y se la llevó a los labios. El sabor de aquel licor era infame, áspero y fuerte, y le bajó hasta el estómago quemándole. Se sentó en una esquina del camastro y esperó. Una gorda araña de patas peludas recorría el suelo y ella observó sus progresos en silencio.

—Peter; Veo que tienes visita —dijo desde la puerta, y agachó la cabeza y volvió a entrar. Le dio un puntapié a la araña—. Me extraña que no hayas gritado.
Lali estuvo a punto de decirle que la asustaban más los bichos de dos patas.
—Lali: La bodega del barco del capitán Legare está infestada de ratas —le dijo.
—Peter: ¿En serio? —Se arrodilló delante de ella y rasgó un pedazo de tela para convertirlo en dos—. Bueno, las ratas son mejor compañía que la tripulación de Legare.
—Lali: Sí, eso es cierto —convino ella, pero se echó atrás cuando él le agarró el tobillo.
—Peter: Quieta. —le echó un vistazo a la hinchada planta del pie; sin duda tenía que resultarle muy doloroso. Sin embargo, ella no se había quejado ni una sola vez. La miró a la cara con un atisbo de admiración. Dados los abusos, el dolor y el miedo que había sufrido durante los dos últimos días, añadiéndole a eso la muerte de su marido, parecía bastante capaz de mantener el control. Muchas mujeres habrían perdido los estribos bajo tanta tensión. Pero, por lo visto, tras aquella apariencia vulnerable se escondía una mujer fundida en hierro.

Lali se mordió el labio cuando Peter le pasó el pulgar por el talón lleno de ampollas.
—Peter: Pobre niña—dijo humedeciendo la tela en whisky. Su voz sonó amable, cariñosa incluso. Ella frunció la frente, confundida, pues durante unos segundos aquel pirata le recordó a Pablo.
—Lali: ¿Qué vas a...? —Chilló de dolor cuando él le frotó un corte que tenía arena incrustada—. Ah, mon Dieu —jadeó y se cubrió la boca con la mano para sofocar otro grito.
—Peter: Grita si lo deseas —dijo él—. No molestará a nadie.
Ella liberó el pie de sus manos cuando él volvió a rozarla con la tela. Sintió cómo el dolor se extendía por todo su cuerpo.
—Lali: Por favor, no es necesario... —gimió.
—Peter: Serías un auténtico incordio si se te infectasen los pies. Quédate quieta.
—Lali: ¡No puedo! —Intentó resistirse cuando él volvió a cogerle el tobillo y, en lugar de frotar con la tela, con el pulgar y el índice buscó su talón de Aquiles—. ¿Qué... qué estás haciendo? —preguntó dolorida.

El pinzó con fuerza sobre un nervio y el pie empezó a adormilarse. Poco a poco, Lali se relajó.
—Peter: ¿Mejor? —preguntó.
—Lali: Sí, mejor —respondió con un suspiro de alivio. A pesar de que seguía haciéndole daño, era mucho menos que minutos antes.
Con gran destreza, Peter prosiguió limpiándole la arena y las diminutas piedritas que se le habían clavado en la tierna planta del pie.
—Lali: ¿Dónde aprendiste a hacer eso? —le preguntó ella, adelantando el otro pie cuando él le hizo un gesto. Aplicó la misma presión en el talón.
—Peter: He viajado mucho y aprendido algunos trucos aquí y allá —repuso con una sonrisa—. Más adelante te enseñaré algunos más.
—Lali: Non, merci, preferiría que no... —Se interrumpió de golpe cuando Maxi entró en la cabaña con varios sacos de tela doblados sobre el brazo.

Impasible, Maxi se acuclilló frente a ellos y se apoyó sobre los tobillos. Empezó a extraer un extraño surtido de plumas, pequeñas piedras, terrones de barro seco y bolsitas con sustancias en polvo.

Peter alzó la mano para que se detuviese.
—Peter: No tenemos tiempo para encantamiento y fetiches, Maxi. Vamos a prescindir de la representación vudú. Lo único que necesito es un poco del polvo verde.
—Lali: ¿Qué es vudú? —preguntó.
—Peter: ¿Vudú? Es magia, medicina y superstición. Se practica en Haití, de donde Maxi es originario.
—Lali: ¿Y los polvos verdes?
—Peter: Algo que vamos a poner en tus pies, siempre y cuando Maxi no insista en realizar algún ritual quemando polvo, plumas y uñas cortadas. O que le dé por sacrificar una gallina.

Lali miró a Maxi, que tenía el entrecejo fruncido debido a las ironías de Peter.
—Lali: ¿Es monsieur Maxi un adorador del diablo? —preguntó ella. Si la respuesta era sí, no permitiría que le pusiese ni una pizca de aquel polvo verde en el pie.
Maxi replicó en el mismo dialecto en que lo había hecho con anterioridad, y Lali intentó en vano descifrar lo que decía.
—Peter: No exactamente —tradujo—. Pero cree que los espíritus de los muertos a veces regresan para atormentar a los vivos.
—Lali: ¿Vos también lo crees? —preguntó.
Peter sonrió.
—Peter: Los vivos siempre me han dado más problemas que los muertos.

Maxi alargó la mano para tocarle el pie y Lali lo retiró alarmada. Por primera vez, se apreció en sus ojos negros un destello de sonrisa. Murmuró algo en dirección a Peter, que rió.
—Peter: Maxi quiere que sepas que no le gustan las mujeres delgadas. Ahora deja que mire ese pie.

Lali permaneció inmóvil mientras Maxi la agarraba por el tobillo y untaba la planta del pie con una sustancia verde oliva. Musitó una suave letanía mientras iba colocando retazos de tela alrededor del pie. Entretanto, Peter se curó el hombro herido con whisky, maldiciendo cuando el alcohol le quemaba la herida.
—Lali: Gracias —murmuró cuando Maxi acabó de vendarle ambos pies. Volvió las palmas de las manos hacia arriba y se encogió de hombros—. Ojalá... ojalá pudiese recompensarlo de algún modo.
Maxi señaló su cabellera y dijo algo. Lali miró a Peter.
—Peter: Dice que podría realizar poderosos conjuros si dispusiese de un mechón de tu cabello —explicó Peter, y negó con la cabeza—. No, Maxi, eso no es posible.

Vacilante, Lali se estiró hacia la larga pierna de Peter y le tocó la bota donde recordaba que él guardaba el cuchillo. El capitán arqueó una de sus negras cejas pero no intentó detenerla. Con la punta de los dedos, Lali extrajo el cuchillo con cuidado. Intentó hacerse con un mechón de pelo y se sintió consternada al notar la cantidad de nudos y enredos que se habían formado en su cabello. Encontró un mechón más o menos limpio sobre la nuca y lo cortó con un rápido movimiento.
—Lali: Aquí está —dijo entregándole la  madeja a Maxi, que se lo agradeció asintiendo. Sus fuertes dedos se deslizaron con sorprendente delicadeza mientras envolvía el pelo en un trozo de tela.
—Peter: No era necesario.
—Lali: Lo era —replicó observando cómo Maxi salía de la cabaña. Se tocó un pie vendado—. Estaba en deuda con él por haberme ayudado.
—Peter: ¿Y te sentís obligada a pagar tus deudas?
—Lali: Por supuesto.
—Peter: Pues a mí me debes la vida.
—Lali: Sí, es cierto. —Lo miró fijamente, sin parpadear.
—Peter: Ya me ocuparé de que me recompenses —añadió él con tono burlón.

Entonces algo se estremeció en el interior de Lali, una especie de nudo de repulsión y angustia. Su amante esposo había muerto y era la prisionera de un sucio y barbudo extraño. No era más que un trotamundos, un chacal que se ganaba la vida robando a otros. Durante un momento su odio hacia él superó cualquier temor. Odió su tupida barba y sus palabrotas y su insolencia.

—Lali: Estoy segura —dijo con toda la dignidad de que fue capaz— de que su orgullo  impediría forzar a una mujer que no desea estar con vos.
A Peter no le costó entender lo que sentía por él, así que con un toque sarcástico dijo:
—Peter: Hay cosas que valoro más que el orgullo, petite. Y tu cuerpo es una de ellas.

Continuará...
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Ay q directo es Peter!!... 

+15 y seguimos con más... 

18 comentarios:

  1. me encanta el peter de esta nove me mato de la risa con sus comentarios xD

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  2. Maaaaaas!! Me encanta!!
    Un besito, @clau_carpediem

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  3. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaassss

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  4. Jajajajajaja Peter es lo mas

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  5. Lina (@Lina_AR12)7 de enero de 2013, 22:55

    Peter ya la tiene ahí donde quiere,para q hacerse la dificil!

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  6. :O jajajajaja que tierno como la cura, donde habra aprendido todo eso de adormilar al pie y lo demas?? ya quiero saber!! jajajaja que pasara!!?!!?! :D @LuciaVega14

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