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miércoles, 9 de enero de 2013

CAPÍTULOS 16 y 17



Lali se enjugó la nariz con la manga.

—Lali: Tenía una pistola cu... cuando abordaron el barco. Iba a suicidarme antes de que... Pero no... no lo hice. Fui una cobarde. Si hubiese dispuesto de otra oportunidad, lo habría hecho. Ojalá hubiese muerto con Pablo.
—Peter: No —dijo, enjugándole las lágrimas con el dedo pulgar.
—Lali: Debería haber muerto —susurró ella con convicción, los ojos anegados en lágrimas.
El se inclinó y la alzó en brazos para llevarla a la cama. Ella lo dejó hacer llorando desconsolada, mientras en su interior se desbordaba todo el dolor y el miedo almacenados desde la muerte de Pablo. En silencio, Peter la depositó sobre el lecho y se inclinó sobre ella. Le pasó la mano por el pelo, los hombros, la espalda y el cuello, notando su cuerpo ligero y delicado. El llanto de Lali acabó transformándose en una serie de hipidos convulsos. Se limpió la cara con la sábana sintiéndose vacía.

—Lali: Me duele la cabeza —dijo con un hilo de voz.
—Peter: Ahora no hables.
Sorprendida por la amabilidad que transmitía su voz, Lali lo miró a los ojos. Estaba tan tranquilo, tan controlado, que parecía imposible que se tratase del mismo hombre que había matado salvajemente a André Legare ante sus ojos.
—Lali: No pienso realmente lo que os he dicho —susurró—. Todo eso sobre las manos manchadas de sangre...
—Peter: Sí que lo piensas. No seas cobarde.
Lali dudó, pero acabó asintiendo. Tenía razón, y era mejor ser sincera. No podía negar que le repugnaba lo que él era: un ladrón, un fuera de la ley, un asesino.

—Lali: Pero me ayudate —dijo confundida—. No entiendo por qué. Debes querer algo de los Vallerand, o... quizá les debes algo. ¿De qué se trata?
La mano parecía arderle. La había colocado sin darse cuenta sobre el pecho de él. Lali sintió el firme latir de su corazón, el calor que irradiaba su piel. Apartó la mano y la cerró para formar un puño, todavía notando el pulso de Peter.

Peter dio un respingo, como si le hubiesen tocado con un hierro candente. Sentirla entre sus brazos era más de lo que podía soportar. Intentó apelar a toda la compasión y el honor que aún conservaba, pero no logró obligarse a dejarla ir. 

Nunca en su vida había deseado algo con tanta intensidad.

—Peter: Yo no les debo nada —dijo secamente—. Eres vos la que me debes algo.
No había duda de a qué se refería. A Lali le dio un vuelco el corazón.
—Lali: Cuando lle... lleguemos a Nueva Orleans... —tartamudeó—, monsieur Vallerand te recompensará por haberme salvado la vida.
—Peter: Lo quiero ahora. —Su voz sonó rasposa y tensa.
—Lali: No tengo dinero...
—Peter: No es dinero lo que quiero.
Intentó apartarse de su regazo y bajarse de la cama, pero los brazos de Peter la retuvieron por el pecho y las caderas.
—Lali: No —dijo ella sin aliento.
La barba le rozó la nuca y el cálido aliento de Peter acarició su cuello, su pelo y se introdujo en el interior de la camisa.
—Lali: Por favor —rogó ella.

Él la volvió y sin más la besó. Ella echó la cabeza atrás y se debatió con furia. Las manos de Peter se enredaron en su cabello, tumbándola en la cama. Un poderoso muslo le pasó por encima y Peter se colocó a horcajadas sobre sus caderas, agachándose sobre ella con toda intención. Ella se quejó atemorizada, arañándole la cara y el pecho, pero nada podía detener a aquella boca ávida que se deslizaba por su cuello, sus mejillas, su mentón y sus húmedas pestañas. Su llanto se vio sofocado por unos labios que la obligaron a separar los suyos, y él introdujo la lengua en su boca.

En principio, Peter intentó poseerla sin tardanza. No le importaba si el deseo era mutuo o no; tenía que satisfacer su avidez. Le arrancó con rudeza la ropa que le cubría el cuerpo.

De repente, Lali se quedó inmóvil. Apartó la cara, cerró los ojos y tensó el cuerpo para soportar lo que se avecinaba. Peter observó su cuerpo desnudo. Era delgada y frágil, suave como la seda, con la piel translúcida a la luz de la luna. Pudo apreciar el delicado tramado de sus venas en los pechos, los pálidos círculos de satén que eran sus pezones.

Se inclinó lentamente sobre ella, probó el sabor de aquellos suaves labios con una dulzura impropia de él. Lali apretó los dientes y permaneció inmóvil mientras sus bocas se frotaban. Él le acarició el costado de un pecho, resiguiendo su curvatura. Emanaba un dulce aroma, una fragancia natural que sólo a ella le pertenecía. Peter presionó la boca sobre uno de los rosáceos pezones hasta que se endureció, rozó con su barba la punta para después aliviarlo con la lengua.

Lali tembló de rabia. El modo en que la tocaba parecía una burla de lo que ella y Pablo habían compartido.
—Lali: No —dijo con voz ronca—. ¡Hazlo de una vez! Pero no esperes que me guste... ni se te ocurra...
Él pareció no oírla. Su boca trazó una línea de fuego hasta alcanzar el otro pecho. Tras dejar escapar un gemido, Lali se volvió bruscamente con la intención de apagar el calor abrasador que se había instalado en la boca de su estómago y entre sus muslos. Peter se dedicó entonces a su nuca, atormentando aquel vulnerable punto a base de mordisquitos y besos. Sus cálidos dedos se adaptaron a los huecos de su columna vertebral, presionando y amasando, bajando hacia el lugar exacto donde se iniciaban las nalgas. Lali apretó los puños y volvió su sudoroso rostro contra el cobertor.
—Lali: Te odio —dijo con voz apagada—. Nada cambiará eso. ¡Dejame ir!
—Peter: No puedo.
—Lali: Poco im... importa lo que hayas hecho por mí, no te pertenezco y no tienes derecho...
—Peter: Eres mía hasta que te entregue a los Vallerand. —Se inclinó sobre su boca una vez más, pensando que jamás había tenido que seducir a una mujer, entre otras cosas porque el mundo estaba lleno de ellas. Para él, el acto sexual había sido siempre rápido e intenso. Pero ahora quería algo diferente, lo deseaba lo bastante para esperar con una paciencia antinatural.
Deslizó la mano hasta el pecho, cubriéndolo por completo. Notó el frenético ritmo de su corazón en la palma de la mano.
—Peter: No temas —dijo acariciándole—. No voy a hacerte daño.

CAPÍTULO 17

Ella soltó una amarga carcajada ante la incongruencia de aquellas palabras, dado que tenía su amenazador y musculoso cuerpo encima. Sintió la violencia de la pasión contenida en aquel cuerpo masculino, suponiendo que a continuación se quitaría los pantalones y caería sobre ella como un animal. Sus bocas se unieron y la cínica risita se ahogó bajo el calor de aquellos labios. El palpitar de su corazón parecía llevarse el poco aire que le llegaba a los pulmones. Poco a poco, él logró llegar al interior de sus mejillas y a los sensibles puntos bajo la lengua.

Lali se sintió caer en un estado similar al trance. Dejó de importarle quién era o qué estaba haciendo. Ahora sólo le importaba que la sensación no acabase. Le dolían los pechos y gimió cuando él los rodeó con los dedos. Los brazos de Peter se tensaron y tiró de ella hasta que sus pezones se hundieron en el vello pectoral. Le recorrió la espalda con las manos, agarrando un mechón de pelo atrapado bajo la nuca.
—Peter: Decid mi nombre —le oyó susurrar contra su garganta. Sentir la rasposa barba contra su piel le provocó una oleada de excitación.
—Lali: No...
—Peter: Decidlo.

Lali sollozó angustiada, intentando conjurar la imagen de Pablo, intentando mantener la cordura. Pero la cara de Pablo se había esfumado, y no dejaba tras de sí más que oscuridad y las atormentadoras caricias de un extraño. Las lágrimas empezaron a correrle por las mejillas.
—Lali: Peter —dijo con voz rota.
—Peter: Sí—susurró él.
—Lali: Peter... —repitió con un estremecimiento mientras él le besaba la cara, enjugando las lágrimas de sus mejillas y su mentón. La lengua se aventuró por la comisura de sus labios, accediendo a la entrada de la húmeda suavidad que se escondía más allá de sus labios. Nunca la habían besado de ese modo, con una lenta minuciosidad que colapsaba su mente.

Sutilmente logró intuir el terrible sentimiento de culpa que experimentaría si permitía que él la poseyese. Si se resistía con fuerza suficiente, tenía una mínima oportunidad de que Peter desistiese. Pero, para su propia vergüenza, descubrió que no tenía voluntad suficiente para luchar... Su cuerpo aceptaba de buen grado las caricias embriagadoras que acallaban sus dolores y también su conciencia para todo lo que no fuese dejarse llevar.

Sin prisa, Peter se puso en pie y se quitó la ropa sin apartar la vista de ella. El estrecho lecho protestó crujiendo cuando volvió a descender. Lali dejó escapar un gemido cuando una de las piernas de Peter se encajó entre las suyas. Le cubrió la boca con la suya mientras sus dedos se aproximaban al dorado y pálido triángulo púbico. Encontró la tierna línea en que se cerraban los labios mayores y los abrió con un suave roce. Ella intentó negarse débilmente, pero él le mantuvo las piernas separadas con las rodillas y la apaciguó con un suave murmullo.

Deslizó la mano entre sus muslos, notando la humedad en los rizos de su triángulo. Incómoda y asustada, ella se volvió de costado. El volvió a colocarla boca arriba, con las manos entre sus piernas una vez más. Sus músculos internos se contrajeron al sentir los dedos de Peter.

Lali intentó controlar sus jadeos, ignorar la enloquecida necesidad de presionar con las caderas contra aquella cálida y experta mano. Un dedo entró en el hinchado pasaje, rozando su interior.
—Peter: No estás nada abierta—murmuró tocando con la punta del dedo un sensible punto que la hizo sacudirse bruscamente contra él ahogando un grito—. Tranquila, ma petite... relájate. No voy a hacerte daño.

Mientras la tranquilizaba, Peter perdió su permanente alerta respecto al mundo exterior, algo que jamás le había pasado. Le estaba dando placer con absoluta concentración, como el sediento bebe de un chorro de agua. Lali le tocó la barba, el pelo y la espalda con sus pequeñas manos. Cada vez más cerca uno del otro, movió las piernas hacia él, presionándose contra la desconocida dureza y la áspera textura del varonil cuerpo. Él la apretó contra sí, haciendo que la dura y caliente erección le quemase el vientre.

Peter empezó a penetrarla, pero se detuvo al notar su suma estrechez. Lali se retorció bajo la exploración de su boca y sus manos, implorando satisfacción. Sus dedos se hincaron en la espalda de Peter y apretó la cara contra su hombro, jadeante de miedo y necesidad. Ese gesto de rendición fue la señal definitiva para él, que la penetró con una única embestida. Pero de pronto Peter se quedó desconcertado, al escuchar un grito de dolor y ver cómo ella se retorcía para acomodarse a él. La vibrante carne que rodeaba sus partes íntimas jamás había sido tocada.

Peter siempre había tenido mucho cuidado de evitar a las vírgenes. No conllevaban más que problemas y tampoco le atraían. La contrariedad que supuso tener relaciones con su primera virgen no había sido una experiencia lo que se dice agradable. Debería haber reconocido las señales en Lali, pero estaba demasiado ansioso. Al fin y al cabo, se trataba de una mujer casada. ¿O no? Colocó las manos a ambos lados de su cara y la miró con ceño.
—Peter: ¿Quién demonios eres? —le espetó—. No eres la esposa de Pablo, no eres la esposa de nadie...

Ella se encogió avergonzada, incapaz de decir palabra. Le dolía todo el cuerpo... Peter era demasiado grande, le había hecho daño... Se sentía humillada. Él se movió ligeramente y ella gritó de dolor. Las lágrimas se agolparon en sus párpados. Respirando con dificultad, Peter le apretó un poco más la cara.
—Peter: Maldita sea, ¡contéstame!

Ella gimió y volvió la cabeza hacia un lado, intentando reprimir su frustración.

Peter se preguntó qué demonios hacer. No tenía casi ninguna experiencia en desflorar mujeres inocentes. No quería hacerle más daño. Ella le empujó apoyando las manos en su pecho y removiéndose.
—Peter: No —dijo él quedándose quieto—. No te muevas. —Y apoyó la boca entre sus cejas.
La calidez de aquella boca resultaba extrañamente hipnótica, por lo que Lali empezó a relajarse.
—Peter: Tendrías que habérmelo dicho —le reprochó él—. Podría haberlo hecho de un modo más agradable para ti. —Le colocó las muñecas por encima de la cabeza—. Déjalas aquí, petite. Y quedémonos quietos.

Separó la boca de su piel y dejó que su aliento le humedeciese la frente. Lali inhaló con fuerza al sentir cómo la penetraba un poco más. Él le pasó los dedos por los labios y después los reemplazó por su propia boca. Probó su sabor, mordisqueó y chupó los labios de Lali, alternando ligereza e intensidad, hasta que su boca quedó caliente y húmeda y todo su cuerpo hormigueaba.

La acarició lentamente, preparando el terreno para su intrépida lengua. Centímetro a centímetro se fue apartando de ella; Lali gimoteó a modo de protesta. Se sentía vacía, impaciente, su cuerpo quería más de aquella dura presión masculina. Desplazó los labios desde el centro de sus pechos hacia el vientre y el ombligo. Con delicadeza, bajó más y con la lengua rodeó la cavidad íntima antes de adentrarse en ella. Incapaz de resistir la humedad de su boca en aquel punto, ella gimió suplicante.

Peter echó el cuerpo atrás, rozándole el pubis con su miembro erecto. Él le deslizó la mano por la espalda y ella se arqueó anhelante, permitiendo que los exploradores dedos llegasen a la base de su columna. Se quedó sin aliento al sentir cómo el placer se extendía desde sus hombros hasta sus corvas. Se adentró un par de centímetros más en su cavidad, extendiéndose hasta que ella le aferró por los hombros en un reflejo de dolor.
—Peter: Mírame, Lali —dijo con voz ronca.

Ella le miró a los ojos, hechizada. El dolor que sentía en las piernas desapareció, y no protestó cuando él se adentró un poco más, llenándola por completo. Exhalaron aire al mismo tiempo, conscientes ambos de que el tiempo se había detenido, dejándolos solos en un mundo sin límites. Peter empezó a entrar y salir muy despacio, disfrutando de aquel suave cuerpo.

Lali se le abrazó con desesperación, sabiendo que tendría que haber luchado contra él hasta su último aliento. Era una locura sentir deseo por aquel villano. Pero él exigía su placer, la obligaba a sentirlo mediante manos y labios expertos. Enredó los dedos en su pelo mientras se besaban arrastrados por la pasión. Apretó las caderas contra Peter, y con un leve gruñido él la agarró por las nalgas, urgiéndola a un movimiento circular que intensificó el fuego que compartían.

El éxtasis, en parte dulce y en parte doloroso, explotó en el interior de Lali con fuerza sobrecogedora. Indefensa, arqueó la espalda y jadeó contra el pecho de Peter, con la mente en blanco a excepción de una única certeza: sabía que se estaba muriendo. Peter la embistió una última vez, con todo su cuerpo tenso como el hierro. Con la barba le rozó el cuello, al tiempo que el calor de su aliento chamuscaba todas las terminaciones nerviosas.

Las brasas del placer siguieron ardiendo un buen rato, sin que él dejase de abrazar aquel cuerpo tembloroso con la cabeza apoyada en su hombro. Lali se sentía demasiado débil para moverse. Poco a poco fue dejándose llevar por el sueño. Entonces, durante unos segundos, sintió la paz más profunda que jamás había experimentado, aunque no tardó en verse eclipsada por la vergüenza. Ahora, sin embargo, no podía lidiar con semejantes sentimientos, estaba demasiado cansada. No se apartó del cálido círculo que formaban los brazos de Peter, sino que se acomodó mejor entre ellos y se rindió al sueño.

Más tarde fue consciente del río oscuro que la acunaba y la arrastraba con su lenta corriente. Incapaz de decidir si estaba despierta o perdida entre sueños, se abandonó a la sensación. Unas manos sigilosas recorrieron su cuerpo con una devastadora ternura. Una boca experta recorrió su piel. Algo hizo que separase las rodillas, y ella se dejó hacer relajada y somnolienta mientras aquella fuerza masculina la embestía una y otra vez.

Susurró su nombre, y no se resistió cuando él le alzó las piernas para colocarlas alrededor de su cintura. Parecía entender sus deseos con una aterradora precisión, de ahí que ajustase su ritmo al cuerpo de Lali, avivando el fuego hasta que alcanzaron el mismo punto. Más tarde se reprocharía el haber permitido que volviese a ocurrir, pero en ese momento sólo había sensaciones y dulce olvido... 

Y ansió todo aquello como jamás había ansiado nada en su vida.

Continuará...
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+15 FIRMAS y subo los siguientes caps...

18 comentarios:

  1. Daaaale! Sube mas! Que esto se pone bueno!

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  2. Maaas nove esta increible @luciagm13

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  3. mas noveee!! me encanto

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  4. MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS

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  5. pero Lali y Pablo no lo habian hecho ya?? me perdi!! Danii help meeeeeee no entendi era virgen no? muchas gracias por subir mas caps no comente antes porqe estaba cocinando massss por fasss @LuciaVega14

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  6. ahora no entiendo Lali estaba siendo violada o estaba disfrutando :o

    novela solo tu: http://morithalaliter.blogspot.mx/

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  7. Lina (@Lina_AR12)10 de enero de 2013, 0:38

    Entonces nunca estuvo con Pablo?y Peter en realidad la forzo por más q le haya gustado,no cambia la situacion!

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