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lunes, 7 de enero de 2013

CAPÍTULOS 9 y 10


Lali oyó unos rápidos pasos a su espalda. De repente, se vio alzada del suelo por un par de brazos brutales. Gritó e intentó arañarle la cara a su captor.

—Shhh… silencio —le dijo al oído una voz conocida.

Le pasó los brazos alrededor del cuello y con los dedos tocó un mechón de espeso cabello negro. Era Peter. Sin mediar palabra, ella hundió la cara en el hueco entre su cuello y su hombro. Ya no pensaba en escapar de él. Era su única posibilidad de sobrevivir. Peter la llevó hasta la orilla, apartando con el pie la jarra al pasar junto a ella. El hombre moreno del que Lali había huido momentos antes se les unió.
—Peter: Vamos a surcar aguas encrespadas, Maxi. 
—Maxi: Como siempre, nos subestima, capitán. —le miró con gravedad—. Le han herido.
—Peter: No es nada. ¿Qué tal Vico y el resto de la tripulación?
—Maxi: Tanto ellos como el Vagabond están ya preparados.
—Peter: Bien. Ninguno de nosotros estará a salvo hasta que nos hayamos alejado de esta isla sanguinaria.

En la cara de Maxi se dibujó algo parecido a una sonrisa.
—Maxi: Creo que mató al Legare equivocado, capitán.
—Peter: Sí —respondió con pesar—. Tengo que llevar una cosa de contrabando a Nueva Orleans. —El viaje duraría, como mínimo, veinticuatro horas—. Larguémonos de aquí.
Metió los pies en el agua y depositó a Lali en la barca, donde media docena de hombres estaban sentados a los remos. Al dejarla le resultó difícil librarse de su abrazo.
—Peter: Suelta —dijo, pero ella se negó a abrir los brazos—. He dicho que me sueltes —repitió con tono más amenazador. Al ver que no le hacía caso comprendió lo asustada que estaba. Suavizó entonces la voz para decir contra su mejilla—: Estás a salvo, ma pauvre petite. Nadie va a hacerte daño. Pero ahora comportate como una buena chica. Haz lo que te digo.

Ella aflojó los brazos y a regañadientes se acurrucó sobre el suelo de madera de la barca.

Peter y Maxi empujaron el bote hacia el mar y saltaron a ambos costados del mismo. A pesar de las protestas de Maxi, Peter cogió un remo y contribuyó al frenético bogar que le alejaba cada vez más de la orilla. La isla acabó desapareciendo de la vista y se aventuraron en un mar tranquilo como una balsa. Se trataba de una ruta de contrabando que usaban con regularidad, y había que ser realmente hábil para navegar por allí sin perderse irremisiblemente. Le dolía el hombro herido, así que dejó de remar y se sentó junto a Lali en la proa. Los remeros adoptaron un ritmo más lento que podrían mantener durante horas. Bogaban en silencio, sin descanso, como si todos formasen parte de una maquinaria.

—Peter: Toma—dejó sobre el regazo de Lali una cantimplora de agua—. Bebe despacio.
Ella observó aquel objeto sin comprender lo que era, hasta que se dio cuenta que era agua y extrajo el tapón con un arranque de energía. Tiró el tapón al suelo y bebió con ansia para aliviar la sequedad de su garganta. Le arrancaron la cantimplora de las manos en el acto. Ella intentó recuperarla, deseosa de beber un poco más de aquel agua preciosa.

Peter mantuvo la cantimplora fuera de su alcance y sentó a Lali sobre su regazo para calmarla.
—Peter: Despacio —dijo, enfadado y sorprendido—. Lentamente. ¿Entendiste? 
—Lali: Oh, por favor —suplicó ella con voz ronca—. Tengo tanta sed... Sólo un sorbo más...
—Peter: Espera un momento.
—Lali: Pero necesito...
—Peter: No quieres que te duela la barriga, ¿verdad?
Lali dejó de dar manotazos para recuperar la cantimplora y miró aquel barbudo rostro con suspicacia, dando por supuesto que estaba comportándose de modo cruel. Pero la pequeña cantidad de agua bebida la reanimó lo suficiente.

—Lali: Ca... capitán Peter, ¿por qué hace esto? ¿Por qué me lleva a Nueva Orleans?
—Peter: Tal vez desee congraciarme con tu familia. No es frecuente encontrarse con que Nicolás Vallerand te debe un favor.
Lali clavó la mirada en sus obscuros ojos verdes.
—Lali: Por favor—susurró—. Por favor. Lo... lo he perdido todo. No me queda nada... ni esperanza ni marido ni futuro. Dígame al menos la verdad. ¿Qué valor tengo para ti? ¿Por qué arriesga su vida y la de la tripulación? ¿Por qué está dispuesto a matar... por mí? —Podría haber continuado, pero algo en aquellos intensos ojos verdes le cortaron la respiración. Tuvo que apartar la mirada para poder respirar.

—Peter: Tal vez decidí que merecías la pena —dijo él en voz muy baja para que los demás no le oyesen—. Que estaba bien sacrificar una docena de vidas por vos, o afrontar cualquier riesgo. Hacía años que no tocaba a una mujer como vos... Una mujer con unas suaves manos blancas y ojos de niña. Sí, creo que ésa sería razón suficiente.
De repente ella fue consciente del modo en que se apretaban sus pechos contra él. No llevaba otra cosa que la camisa, y sin duda él estaba notando la forma de su cuerpo, el calor de su piel a través de la delgada tela. Incómoda, intentó moverse, pero él no se lo iba a permitir.
—Lali: Tie... tiene que haber otra razón —tartamudeó ella.
—Peter: Incluso aunque no la hubiese, aun así te he librado de Legare.

«Mon Dieu», pensó. Se le aceleró el pulso al comprender que no iba a liberarla sin exigirle que le pagase con su cuerpo. Empezó a temblar al recordar la insistencia de su boca, la fuerza de su cuerpo apretándose contra el suyo, el firme muslo que le había obligado a separar las piernas. A pesar de que intentase ser amable con ella, podría matarla incluso sin proponérselo.

—Peter: Estas temblando —señaló—. Porque sabes que te deseo. Pero cuando te tuve entre mis brazos, ma petite, respondiste con el mismo deseo.
Ella se tensó. Deseaba escapar de aquel susurro que le erizaba la piel. Quería librarse de sus brazos y alejarse de su hipnótica mirada y del alcance de aquellas manos que podían ser cariñosas y letales a un tiempo. Pero estaba atrapada a su lado en aquella barca. Y sin él, no tenía posibilidad de llegar a Nueva Orleans.
—Lali: Cerdo egoísta —repuso temblorosa—. Poco te importa que acabe de perder a mi marido.
—Peter: En realidad me importa más de lo que supones. Pero dado que está muerto, madame Vallerand, intentar mantener tu virtud matrimonial no tiene sentido. —Le entregó la cantimplora. Ella bebió con avidez, su sed estaba por encima de cualquier reparo. De nuevo, él se la arrebató de las manos tras unos tragos ansiosos—. No tienes ningún cuidado —dijo con una leve sonrisa—. Por ahora, es suficiente.

Estas últimas palabras las pronunció en inglés, y Lali respondió:
—Lali: No creo que sea suficiente todavía. —Tenía los ojos clavados en la cantimplora.

Él no respondió. No tenía intención de permitirle beber más, y ella se sumió en el silencio. Poco a poco, el ritmo de los remeros fue provocándole sueño. En dos ocasiones golpeó con la cabeza el hombro de Peter, levantándola al instante y parpadeando con insistencia. A la tercera apoyó la cabeza, pues estaba exhausta. Peter no se quejó.
—Lali: El otro hombro está herido —musitó ella—, ¿no?
—Peter: No, no está herido.

Con un murmullo incoherente se acomodó al cuerpo del capitán, y el agotamiento le impidió permanecer despierta por más tiempo.


CAPÍTULO 10

La luz de la mañana despertó a Lali de un profundo sueño sin imágenes. Un sol vacilante se colaba entre las ramas de los árboles que tenía encima de su cabeza, iluminando un mundo totalmente desconocido para ella. La barca avanzaba por un pantano de un exuberante gris verdoso, flanqueado por largas lianas de musgo. 

Sumidos en esa mezcla de árboles y agua, resultaba difícil creer que en algún otro lugar hubiese calles pavimentadas y casas blancas, salones de dibujo con pianos, estanterías llenas de libros y sillones de orejas. La civilización parecía pertenecer a otro mundo.

Al poco reparó en que iba confortablemente encajada entre los muslos de Peter, con una oreja apretada contra su pecho, oyendo los latidos de su corazón. De inmediato intentó apartarse. Le dolían horrores la espalda, el cuello, los hombros y las piernas; de hecho, le dolía todo el cuerpo. No pudo evitar un gemido de angustia. Peter le colocó sus manos en la nuca y masajeó suavemente con sus largos dedos.

—Lali: No —dijo ella medio adormilada, rebelándose ante la perspectiva de ser tratada con semejante familiaridad por parte de un desconocido. Cuatro remeros miraban en dirección opuesta a donde ella se encontraba, pero Maxi y dos hombres más iban sentados en la popa. No se perdían detalle.

Ignorando su protesta, Peter bajó las manos hasta sus hombros y siguió masajeando los tensos músculos. Lali cerró los ojos resignada. No tenía sentido oponerse. Y aquellas manos eran tranquilizadoras, capaces de hacer desaparecer los dolores y dejar los músculos relajados. El pulgar y la punta de los dedos trabajaban en los huecos de su columna vertebral, espalda y cuello, después pasaron a los hombros y los brazos. De forma involuntaria, Lali empujó hacia aquellas manos, que parecían saber a la perfección dónde tocar.

Peter miró al otro extremo de la barca, a un Maxi de rostro impasible.
—Peter: ¿Qué hay del siguiente relevo? —preguntó ablandando los suaves músculos bajo los prominentes omóplatos.
Maxi respondió en un dialecto del cual Lali no entendió nada. Parecía derivado del francés, pero estaba tachonado de palabras arrastradas que no pudo descifrar.
—Peter: Eso está bien —dijo, apartando a Lali de su regazo—. Hoy tenemos que recorrer la máxima distancia posible. Si no, Legare podría atraparnos al caer la noche.
Un tanto decepcionada de que el masaje hubiese acabado, Lali miró al capitán.
—Lali: ¿Cuánto tardaremos en llegar a Nueva Orleans? —preguntó.
—Peter: Espero que estemos allí antes del alba de mañana.
—Lali: ¿Cómo sabes que Legare...? —empezó, pero se detuvo al observar el rostro de Peter por primera vez a la luz del día. Aquellos intensos ojos  habían adquirido un tono ambar; y sus pestañas eran negras y muy marcadas. Se vio a sí misma excesivamente pálida.
—Peter: ¿Qué sucede? —preguntó con aspereza.
—Lali: Tus ojos... Son iguales a los de mi esposo y...

La expresión de Peter se hizo amenazadora y ella supo que no le había agradado su comentario.
—Peter: Mucha gente tiene los ojos verdes —replicó.
—Lali: Pero no así...
—Peter: No estoy para chácharas femeninas —le espetó él, desplazándose hasta una de las hileras de remos. Con una mueca de dolor debido a la herida en el hombro, se puso a remar. Los músculos de su pecho y sus brazos se hincharon. Lali no apartó la mirada, preguntándose qué aspecto tendría sin aquella larga y desgreñada melena y aquella poblada barba.

—Lali: Monsieur —dijo al cabo con timidez, e insistió hasta que él la miró—: Monsieur, tengo hambre mucha.
Un deje de diversión brilló en los ojos del capitán al oír su vacilante inglés. Señaló con el mentón hacia una bolsa a escasa distancia de ella.
—Peter: Echa un vistazo ahí dentro.
Lali le echó un vistazo a la cantimplora que había junto a la bolsa y también la agarró. Le lanzó una cautelosa mirada a Peter sin soltar la cantimplora.
—Lali: Y tengo muchísima sed —dijo.
—Peter: Entonces bébela —respondió él.
Rebuscó en el interior de la bolsa con impaciencia y encontró un puñado de galletas y rebanadas de carne seca. El primer bocado de galleta le resultó insípido. Se mojó el gaznate con un trago de agua tibia. Luego cogió un trozo de carne seca, que requirió unos minutos de concentrada masticación.

Una vez el pánico quedó atrás y su estómago estuvo confortablemente lleno, dejó la bolsa y la cantimplora donde las había encontrado. Luego se inclinó para mirarse las doloridas plantas de los pies.
—Peter: Dentro de un rato le echaré un vistazo a eso —dijo con voz cortante—. Mientras tanto, hace todo lo posible por cubrirte.

Lali enrojeció al tiempo que tiraba hacia abajo de los faldones de la camisa negra. Viendo remar a Peter se preguntó quién sería realmente y de dónde habría salido. Tenía el aspecto de un bruto fuera de la ley, pero hablaba francés con un perfecto acento, como si fuese un aristócrata. Tenía el torso musculoso de un lobo de mar, pero sus ojos evidenciaban una aguda inteligencia, y a Lali le daba la impresión de que en su pasado debía de haber conocido mejores circunstancias que las actuales. Era poderoso —una tripulación de piratas no le habría seguido de no ser un hombre temible y digno de respeto—, y sin embargo había arriesgado su vida por una mujer indefensa. ¿Por qué?

Continuará...
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+20 firmas... y más :)
perdón por subir la cantidad de firmitas, lo q pasa es q necesito un tiempo extra para editar ya que se me acabaron los caps jeje... :)

22 comentarios:

  1. Peter será un Vallerand ????

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  2. estoy casi segura que peter y el marido de lali eran familia, por lo de los ojos y más cosas, ahi lo dejo :)

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  3. MAAAAAAAAAAAAAAAAAAS






















    MAAAAAAAAAAAAAAAAAAS
    MASSSS




    :)

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  4. MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS

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  5. SUBE MAAAAAAAAAAAAAS

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  6. SUBE OTRO NOO, SUBE MUCHOS OTROS!!!

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  7. opino lo msmo que el anonimo nose xq me tinca que son familiares por algo ese parecido en los ojos y mas :)

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  8. MMMMMMMMMMMMMMUCHOS MASSSSS

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  9. QUIEEEEEEEEEERO LALITER

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  10. yo también pienso que son familiares, tiene lógica...

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  11. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaassssssssssssssssssss

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  12. edita rapido y sube mas que soy de españa y aki es super tarde y encima mañana me tengo que levantar tempranito, porfiiii sube mas!!

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  13. maaaaaaaaaaaaassssss

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  14. Me mata de amor peter!! quiero más!!

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  15. Lina (@Lina_AR12)7 de enero de 2013, 22:43

    Quien es realmente peter????????

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  16. awwwwwwwwwwwwwwwww como la cuida!!! ME ENCANTAAAA a su manera es tierno <3 jajaajaja MUY PERO MUY BUENA ESTA, ESTA NOVEEEE ME ENCANTAAAAA MUCHAS GRACIAS DANIIII!!! :D @LuciaVega14

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