CAPÍTULO 73

Lali desmontó de su caballo y lo llevó hacia los árboles Había ido hasta allí a galope tendido. Cuanto más se acercaba al Paso del Diablo, más fuerte era su sensación de peligro. Todo su cuerpo parecía atenazado por el miedo. Siguió las profundas marcas de los cascos de los caballos hasta oír un suave murmullo de voces. Con cautela, soltó las riendas del animal y se acercó al agua, consciente de que se estaba metiendo en un buen lío.

Se inclinó sobre el grueso tronco de un árbol y oteó a través de los matorrales. El claro de luna se filtraba a través de la cortina de niebla que reposaba sobre las aguas. Todo estaba tranquilo salvo las diminutas olas que rompían en la orilla y el sonido de los remos. Desde su aventajado puesto de observación, Lali podía verlo todo: ambos lados del canal, los hombres de Legare en una orilla, los Vallerand enla otra. Novio a Legare por ninguna parte, pero sí a Nicolás. Estaba de pie, con las piernas ligeramente separadas y las manos cruzadas. El intercambio ya había comenzado. Los respectivos botes se apartaban ya de las poco profundas orillas, con dos hombres en cada uno de ellos.

Lali observó mordiéndose el labio inferior. Peter iba sentado con las manos atadas a la espalda mientras Vico remaba. Llevaba la cabeza vuelta para ver el bote que venía hacia ellos. Lali sabía que estaba ansioso por comprobar el estado en que se encontraba su hermano. Los botes se cruzaron dejando unos diez metros de distancia entre sí. Qué extraño y pesadillesco resultaba aquello, dos botes surcando el río, uno llevándose al hombre que amaba y el otro trayendo de vuelta a su marido, al que había dado por muerto.

Hincó las uñas en la corteza del árbol. Aquella figura con barba, atada y amordazada, ¿sería realmente Pablo? Se parecía al Peter de hacía cinco meses, aunque ni su cabellera ni su barba eran tan largas. Verlo le provocó un escalofrío. Una parte de su pasado que ella creía perdida para siempre regresaba ahora.

Recordó que consideraba a Pablo como un príncipe que la había rescatado de un territorio hostil. Había sido como un cuento de hadas hecho realidad. Era un hombre amable y cariñoso. No era culpa suya que ella hubiese descubierto pulsiones íntimas que sólo Peter podía satisfacer. ¡Qué injusto, qué error que nada de eso le hubiese sucedido estando con Pablo! Con una punzada de culpabilidad se dijo que ahora serían dos extraños el uno para el otro. Pero era su marido. A ojos de la Iglesia o de cualquier persona con sentido moral, su deber consistía en permanecer a su lado si así lo deseaba él.

Peter apartó la mirada de la orilla hacia la que se dirigían y respiró hondo. Vico lo miró sin dejar de remar maquinalmente.

—Vico: ¿Qué sucede? —le preguntó en voz baja.

Peter quería mirar hacia atrás, pero no se atrevió. Por primera vez en su vida se sintió tan alarmado que le costó hablar. Intuía que Lali estaba en algún lugar cercano, mirándolo impotente.

—Peter: Lali está aquí—dijo.

—Vico: ¿La chica? —pareció anonadado—. ¿La has visto? ¿Dónde?

—Peter: No lo sé, por ahí atrás... —sintió el pulso de le aceleraba.—. Cuando me entregues a Legare, vuelve y encuéntrala. Asegúrate de que no le ocurra nada.

—Vico: Ver para creer, buen Dios —dijo—. Nunca te había visto asustado. Peter. —Y sacudió la cabeza y escupió.

El bote en que iba Pablo se aproximó a la orilla y Nico se metió en el agua hasta que le llegó a las rodillas. Ignorando la advertencia del tipo que llevaba el remo, Nico se inclinó sobre el bote y sacó a su hijo en volandas. El bote se inclinó violentamente y las piernas de Pablo impactaron contra el agua helada. Tras llevarlo hasta la orilla, Nico le sacó la mordaza mientras Alexandre cortaba la cuerda que ataba sus manos. Jadeando, Pablo miró a su padre con desconcertados ojos.

Sólo aquellos ojos le resultaron reconocibles a Nico. Cualquier otro rasgo que le recordase a su elegante e impecable hijo quedaba desdibujado por la larga cabellera y la barba, así como por unas maltrechas y sucias ropas que Nico no habría tolerado ni en un esclavo. Sus pómulos sobresalían y su piel había adquirido un tono entre gris y blanco. Nico lo abrazó con fuerza.

—Nico: Dios mío, Pablo—dijo con voz ronca, y permanecieron en silencio durante unos segundos.

Luego Pablo se apartó, volviéndose para ver cómo bajaban a Peter del bote en la orilla opuesta. Miró de nuevo a su padre.

—Pablo: ¿Por qué? —preguntó con desesperación—. ¿Por qué has permitido que Peter lo hiciese?

—Nico: No temas —dijo—. Tenemos un plan...

—Pablo: ¡No, no, nunca derrotarán a Legare! Matará a Peter. El... —Su delgada y harapienta figura se tambaleó y su padre tuvo que abrazarlo para que no cayese al suelo.

—Nico: Yo cuidaré de tu hermano, mon fils —dijo para tranquilizarlo—. Todo irá bien. Ahora Alex te llevará a casa, ¿d'accord? Ve con él. Gimena te está esperando, y Lali también.

—Pablo: ¿Lali? —repitió, anonadado.

—Nico: ¿Vico no te dijo que estaba en casa cuando estuvo en la isla?

—Pablo: No le creí...

—Nico: Pues es cierto —le aseguró con voz queda—. Está viva, Pablo.

Pablo se desplomó exhausto y murmuró algo incoherente. Nico miró a Alexandre.

—Nico: Dale todo lo que pida, Alex. Y envía a buscar al doctor Dassin.

—Alex: ¿Y qué pasa con Vico? ¿No va a volver?

Nico miró hacia la otra orilla.

—Nico: No sé qué se trae entre manos... —murmuró.

Continuará...

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Esta vivo... :O 

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