CAPÍTULO 63

—Dassin: Tu hermano curaba a la gente. Era su vocación y su pasión. Tú, sin embargo... —Se interrumpió y soltó una amarga risita—. Debí suponer que le sobrevivirías. Mala sangre. En tu caso ha servido para algo, ¿eh?

—Peter: Evidentemente —respuso.

—Dassin: Tras la muerte de tu madre, me resultó interesante observar cómo los años de trato negligente provocaron que Pablo se dedicase a algo bueno mientras tú te convertías en un matón sin escrúpulos. Pablo intentó convencerme muchas veces de que poseías virtudes latentes, pero yo siempre me mostré escéptico.

—Peter: ¿Vas a mantener en secreto mi identidad? —preguntó con impaciencia.

—Dassin: Oui. Pero sólo lo haré por Pablo. Creo que él lo habría preferido así.

Peter fue hacia la puerta.

—Peter: Es una suerte para mí que Pablo fuese tan apreciado por aquí.

Y salió para toparse de frente con Lali, que lo estaba esperando.

—Lali: ¿Lo sabe? —preguntó ansiosa.

—Peter: Empiezo a preguntarme quién no lo sabe.

—Lali: ¿Dassin mantendrá el secreto?

—Peter: Me ha dicho que sí. Por Pablo. —Frunció el ceño y se atusó el pelo.

—Lali: ¿Cuál es el problema? ¿Qué te ha dicho?

Peter la miró con los ojos entornados.

—Peter: No tiene importancia.

Ella lo escrutó y, a pesar de su rostro inexpresivo, ella sintió su tristeza, su sentimiento de culpa y su desesperanza.

—Lali: Te habló del pasado, ¿verdad? —le preguntó con tacto—. Pero el pasado ya no importa. —Lo tomó del brazo y lo llevó hacia un rincón apartado. Se puso de puntillas, le rodeó el cuello con los brazos y le dio un suave beso enla mejilla. 

Pablo y él habían perdido a su madre siendo niños y su padre, amargado, se había desentendido de ellos. ¿Cómo no iba a rebelarse un niño en semejantes circunstancias? 

Siendo Peter el hermano de más carácter, habría necesitado de mayor disciplina y atención, y había sufrido más al no tenerlas.

—Lali: Ahora todo es diferente. Nada de lo que hagas logrará que deje de quererte o de creer en ti, nada...

Él enmarcó su cara con las manos y la besó con apremio. Ella se apretó contra él y le correspondió el beso.

—Peter: Te amo —dijo luego, apoyando la frente en la de Lali—. Dios, odio saber que tengo mucho que perder. Si pudiese tenerte para el resto de mi vida, no pediría nada más.

—Lali: Peter—dijo ella en voz baja, y él la soltó antes de que su deseo se disparase. Se miraron con frustración, ansia y amor.

Él suspiró.

—Peter: Tenemos que bajar. A estas alturas, padre seguramente tenga a Bayonne contra la espada y la pared. Dios mío, no me sorprendería nada de lo que sucediese esta noche.

Lali asintió y lo tomó del brazo, permitiendo que él la condujese escaleras abajo. Cuando llegaron a la zona central de la casa con sus techos de siete metros de altura y sus enormes lámparas de araña, Lali sintió un chispazo de alarma. 

Intuyó la cercanía de Legare incluso antes de verlo delante del reloj de bronce que había en la mesa de madera lacada. Pasaban un par de minutos dela medianoche. El brazo de Peter se tensó bajo los dedos de Lali. Miró la cara de afilados rasgos de Legare.

Éste fue el primero en hablar.

—Lagare: Doctor Vallerand. —Lo dijo con frío regocijo y enseñó los dientes en una ancha sonrisa—. Lo he estado buscando.

Continuará...

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