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martes, 1 de enero de 2013

Capítulo VEINTICINCO y VEINTISEIS


Cuando Peter se despertó en la cama de Lali, las luces estaban encendidas. Debía haber vuelto la electricidad por la noche, y aunque la calefacción estaba encendida, probablemente la casa tardaría varias horas en calentarse. Afortunadamente, Lali y él se habían mantenido calientes mutuamente.

La miró dormida a su lado, la melena oscura sobre la cara, un brazo sobre la cabeza, y una medio sonrisa en los labios.

Debían haber dormido un par de horas. El resto del tiempo lo habían pasado devorándose mutuamente, insaciables, incapaces de satisfacer el deseo que habían alimentado durante tantos años.

Peter se levantó de la cama desnudo. Tenía el cuerpo dolorido, y pensó que hacía muchos años que no hacía el amor con una mujer sobre el suelo duro, probablemente desde la adolescencia.

Se acercó descalzo a la ventana y echó un vistazo al exterior. Por fin había dejado de nevar. Tras comprobar que Lali seguía durmiendo, se puso unos vaqueros, y bajó a la cocina a preparar café.

En el salón, recogió los edredones que habían quedado esparcidos por el suelo, los dobló y los dejó sobre el sofá. Todas las velas se habían consumido, y ahora las recogió y las llevó a la cocina para echarlas a la basura.

Después buscó la cafetera. Por suerte, sabía donde estaban todas las cosas, y no tardó en tener la cafetera al fuego.

Mientras esperaba apoyado en la encimera, se dio cuenta de que no tenía ni idea de la hora. La noche anterior se habían parado todos los relojes de pared de la casa, y el suyo estaba arriba, en la mesilla de Lali.

La noche anterior había sido increíble, pensó. Era la única palabra para describirlo. A pesar de todas las veces que había imaginado hacer el amor con Lali en los últimos diez años, nunca pensó que podría ser como había sido. Sin dejar de pensar en la noche anterior, Peter sacó dos tazas del armario y llenó una de café. Después sacó huevos de la nevera, y empezó a preparar el desayuno.

Lali seguía dormida cuando él entró en la habitación con la bandeja del desayuno. La dejó en la mesita, y se sentó en el borde de cama.

Sonriendo, se inclinó hacia delante y empezó a depositar un reguero de besos por la nuca y la espalda. Lali gimió, se movió, levantó la cabeza y se apartó el pelo de la cara.
—Lali: ¿Aún seguimos vivos? —musitó, mirándolo con los ojos entrecerrados.
—Peter: Apenas, creo —respondió él, besándola en los labios.
Ella le besó a su vez, y después frunció el ceño.
—Lali: ¿Qué hora es?
Lali se sentó en la cama, y se cubrió con la sábana, una reacción un tanto ridicula después de todo lo que habían compartido la noche anterior.
—Lali: ¿Eso es café? Dame —ordenó, extendiendo la mano hacia la taza humeante que había en la bandeja.
—Peter: Con cuidado, quema —le advirtió él, pasándole la taza con cuidado.
Lali sorbió un trago, y esperó a que la cafeína le hiciera el efecto deseado.
—Lali: Ah, un hombre capaz de preparar un café decente por la mañana es sin duda el hombre que necesita mi corazón —murmuró, cerrando los ojos con satisfacción.
—Peter: En eso tienes razón, Lali. Soy un hombre que necesita tu corazón.
Lali abrió los ojos y lo miró con suspicacia.
—Lali: ¿Qué quieres decir?
Peter sonrió.
—Peter: Lo que has oído, Lali, que soy un hombre que necesita tu corazón —repitió, pensando que aquél era el momento perfecto. Le dio un beso en el hombro—. No quiero que pienses que sólo quiero tu cuerpo.
—Lali: Peter, tengo que admitir que lo de anoche fue maravilloso. Increíble.
Lali sacudió la cabeza riendo, todavía incapaz de creer lo que había habido entre ellos. Era milagroso. Era la única palabra que se le ocurría. Ahora, por fin entendía el poder de hacer el amor con alguien a quien se ama de verdad. Ahora sabía que estaba locamente enamorada de Peter, y que lo había estado desde hacía mucho tiempo.

—Lali: Pero me estás poniendo nerviosa, Peter—admitió—. ¿Puedes explicarme lo que estás diciendo? Los juegos de palabras no se me dan muy bien.
—Peter:  A mí tampoco, La —la miró a los ojos—. Quiero casarme contigo.
Lali lo miró estupefacta, sin querer hacerse ilusiones. Tenía la sensación de que detrás de la pregunta de Peter había algo más.
—Lali: ¿Por qué? —preguntó ella.
—Peter: ¿Por qué qué? —preguntó él, con el ceño fruncido.
—Lali: ¿Por qué quieres casarte conmigo?
Lali contuvo la respiración. Nunca había esperado una propuesta de matrimonio de Peter.

—Lali: Hace menos de un mes me dijiste que no pensabas casarte —le recordó.
—Peter: Es cierto, lo dije, pero las cosas cambian —dijo, encogiéndose de hombros.
—Lali: ¿Qué cosas han cambiado? —preguntó ella—. ¿Tiene algo que ver con Benjamin?
—Peter: Bueno, un poco —admitió él—. Lali, escucha, las niñas necesitan un padre...
—Lali: Las niñas tenían un padre, Peter—dijo ella, dejando la taza de café en la mesilla—. Murió. Hace tres años. ¿Te acuerdas?
—Peter: Maldita sea, Lali, estoy cansado de fingir — explotó él, pasándose una mano por el pelo.

Peter le tomó las manos entre las suyas y la miró.
—Peter: Escúchame —dijo, sacudiendo un poco sus manos—. No puedo seguir fingiendo. Cuando accedí a esto contigo y con Pablo, lo hice porque pensé que Pablo sería el padre de las niñas en todos los sentidos. Por mi hermano, yo podía justificar hacerme a un lado y dar a él y a ti algo que deseaban más que ninguna otra cosa en el mundo: un hijo. Y no me arrepiento, Lali, ni un ápice —titubeó un momento, tratando de recuperar la compostura—. Pero entonces ninguno de los tres pensamos que Pablo moriría, y que las niñas quedarían sin padre. Pero fue lo que ocurrió, y nada podrá cambiarlo. Sin embargo, en lo que a mí concierne, la muerte de Pablo canceló nuestro trato.
—Lali: No... no... no puedes hablar en serio —susurró, su voz apenas era audible.
Un miedo terrible y espantoso se apoderó de ella. Intentó recuperar sus manos, pero él se las sujetaba con fuerza. Peter no le había pedido que se casara con él porque la amaba, sólo quería proteger sus derechos paternales. Al casarse con ella, se aseguraba de que ella no se casaría con Benjamin. Ni con nadie más. Eso no tenía nada que ver con sus sentimientos hacia ella, sino con un plan de previsión.

Lali no pensaba que algo pudiera doler tanto. Jamás hubiera esperado eso de Peter.
—Peter: Lo digo muy en serio —le espetó—. Me hice a un lado para que mi hermano pudiera ser el padre de esas niñas, de mis hijas —aclaró, dándose cuenta que era la primera vez que decía esas palabras en voz alta—. Cuando Pablo y tú me pidieron que los ayudara, lo hice por él, porque sabía que no poder concebir lo estaba comiendo vivo. Y lo hice muy consciente de que estaba renunciando a todos los derechos sobre mis hijas, pero lo hice porque sabía lo importante que era para Pablo, y para ti —añadió.
Hizo una breve pausa antes de continuar.
—Peter: Pero entonces, Lali, no pensé que algún día querría tener una familia propia, con mi estilo de vida y mi profesión. En el momento que vi a Aleli y Luz por primera vez, algo cambió en mi interior. Ese día me enamoré completamente de ellas. Sin embargo, me juré respetar la palabra que les había dado. Nunca pensé que mi hermano moriría y dejaría a las niñas huérfanas, y mucho menos abiertas a la posibilidad de que la madre volviera a casarse con un hombre que se convertiría en el padre que tenía que ser mi hermano. Puede que esté mal, Lali, pero lo que siento en mi corazón no puede estarlo. Quiero a esas niñas con todo mi corazón. Son mis hijas —repitió con firmeza—. Y aunque ninguno lo pensamos, ahora mi hermano está muerto. Esa es la verdad, y no podemos cambiarla. Las niñas necesitan un padre, y creo que ya es hora de que alguien reconozca el hecho de que yo soy su verdadero padre.


Capítulo VEINTISEIS

Peter se levantó, pero no dejó de mirar a Lali a los ojos.
—Peter: Porque si crees que me voy hacer a un lado otra vez, y dejar que otro hombre se convierta en el padre de mis queridas hijas, estás muy equivocada. Lo hice una vez, por mi hermano, pero no lo volveré a hacer.
Las lágrimas rodaban por las mejillas de Lali. Eran lágrimas de incredulidad, de dolor, y por encima de todo de miedo.
—Lali: No puedes hablar en serio —dijo ella, tratando de pensar en todas las complicaciones que implicaban sus palabras.
—Peter: Ya lo creo que sí —confirmó, su tono de voz era tan afilado como un tacón de aguja.
Lali empezó a temblar, con el corazón destrozado, casi sin poder respirar.
—Peter: No llores, Lali —le ordenó él, nervioso—. Por favor, no llores.
Nervioso y sin saber qué hacer, Peter empezó a pasear por la habitación. Tenía el presentimiento de que había metido la pata. Normalmente las mujeres no lloraban cuando les proponían matrimonio.
¿O sí?

Al menos, él creía que no. Pero tampoco lo sabía. Era la primera vez que pedía a una mujer que se casara con él.
—Lali: No... no sé qué decirte —dijo ella, con las mejillas empapadas en lágrimas—. Nunca pensé que esto pudiera ocurrir.
—Peter: Si quieres que te diga la verdad, Lali, yo tampoco —reconoció él, hundiéndose en la cama a su lado e intentando rodearla con sus brazos.
Ella sacudió la cabeza, se apoyó contra la cabecera, y se secó los ojos, tratando de pensar y ocultar su destrozado corazón.
—Peter: No pude evitar enamorarme de las dos en cuanto las vi.
Una ligera sonrisa curvó los labios masculinos, mientras Peter recordaba el día que vio a las gemelas por primera vez, tan pequeñas, tan rosadas, tan indefensas. En ese mismo momento, las dos se apoderaron de su corazón, y ya no volvieron a soltarlo. Saber que nunca había podido decirles la verdad había horadado un hueco en él que se hacía cada vez más grande.

Fue la primera vez en su vida que supo lo que era tener el corazón destrozado, pero no pudo hacer nada. Había aceptado unas condiciones, y tenía que respetarlas. Respetarlas y con ello alejarse de las dos mejores cosas que le habían pasado jamás.

La decisión casi le había matado, pero eso era algo que jamás había reconocido ante nadie.

Lali sabía que Peter amaba a las niñas. Eso no representaba ningún problema. El problema era su falta de sentimientos hacia ella.
—Lali: Peter, lo siento mucho. Sé que amas a las niñas, y que siempre las has amado, pero no puedo casarme contigo.
Peter sintió aquellas palabras como una cuchillada, rápida y certera, en medio de su corazón.
Nunca se lo había imaginado. Nunca había barajado la posibilidad de que Lali lo rechazara. Quizá su relación con Amadeo era mucho más seria de lo que él había imaginado, o había querido creer.
—Peter: ¿No puedes, Lali, o no quieres? —preguntó él, tratando de ocultar su dolor.
Lali no tenía respuesta. No sabía qué decir. No sabía cómo decirle que no podía, y no quería, casarse con él sólo para asegurarle la paternidad de las niñas.

Si alguna vez volvía a casarse, cosa que dudaba, quería todo lo que no había tenido con Pablo. Todo con lo que siempre había soñado, y que nunca había logrado tener.

¿Era mucho pedir querer que un hombre la quisiera a ella?

Eso era lo que siempre había querido. Pero no cualquier hombre. Si no un hombre a 
quien ella pudiera amar a su vez con todo su corazón.

Un hombre que fuera un verdadero padre para sus dos hijas, y aunque no tenía ninguna duda de que Peter lo sería, no estaba tan segura de que pudiera ser el marido que ella deseaba.
Si el motivo para pedirle en matrimonio no era amor, su matrimonio estaría abocado al fracaso.

Ella ya había estado en un matrimonio en el que ella había sido la única en dar, en amar, en sacrificarse, y en hacer todo lo posible por salvarlo, y sabía por experiencia propia que una persona sola no podía salvar un matrimonio.

Y no estaba dispuesta a volver a sufrir el mismo dolor y la misma decepción. Ni siquiera por Peter, a pesar de lo mucho que lo amaba.

Por eso se limitó a negar con la cabeza.
—Lali: ¿Te vas a ir? —preguntó ella, sujetando con tanta fuerza la tela de la sábana que se le pusieron los nudillos blancos.
—Peter: ¿Quieres que me vaya? —preguntó él.
Lali se obligó a mirarlo. El corazón le latía apresuradamente ante la idea de su partida, porque esta vez temía que nunca más volviera.
—Lali: Prometiste a las niñas que estarías aquí para Acción de Gracias —dijo ella—. Si te vas antes, se llevarán una gran decepción.
Era la verdad, se dijo para sus adentros, una verdad que no le servía de consuelo sabiendo lo difícil que sería verlo partir después de la noche que habían compartido juntos.
—Peter: Bien —las palabras salieron disparadas de su boca—. Me quedaré hasta después de Acción de Gracias.
Después no tenía ni idea de lo que haría ni adonde iría. Hasta aquella misma mañana, había pensado que se quedaría allí, en su hogar, con Lali y las niñas. Para siempre.

Por lo visto, se había equivocado.
—Lali: Bien —dijo ella, con la misma dureza.
Peter se puso en pie.
—Lali: ¿Adonde vas?
—Peter: A ducharme —masculló él—. Tengo cosas que hacer.
—Lali: ¿Peter?
La voz de Lali lo detuvo, pero no se molestó en volverse.
—Peter: ¿Qué?
—Lali: ¿Vas a... vas a decir algo a las niñas? —tuvo que hacer un esfuerzo para respirar—. ¿Vas a decirles la verdad? ¿Que eres su padre?
Él se volvió a mirarla, y ella vio el dolor, la angustia en sus ojos.
—Peter: Nunca haría nada que pudiera causarles dolor. Nunca —vaciló un momento—. Sigo siendo la misma persona que era antes de tener esta conversación. Nada ha cambiado, Lali. Quiero decir que tú lo sabías, que no te acabas de enterar de que yo soy el padre biológico de las niñas.
—Lali: Lo sé. Supongo que nunca pensé que quisieras ser su padre en la vida real. Ser padre es una gran responsabilidad, Peter.
Peter frunció el ceño.
—Peter: Lo sé.
—Lali: Y tú no tienes un pasado especialmente marcado por estar mucho tiempo en el mismo sitio —observó ella.
—Peter: Eso también lo sé.
Dejando escapar el aliento que estaba conteniendo, Peter se pasó una mano por el pelo. No merecía la pena hablarle de todos los cambios que había hecho en su vida para poder quedarse en un mismo sitio, y poder ser padre y marido a tiempo completo.

¿Para qué? Ella había dejado muy claro que no quería casarse con él.
—Peter: Lali, no quiero hacer nada en perjuicio tuyo o de las niñas.
—Lali: Te lo agradezco —respondió ella, solemnemente.
—Peter: Lali, soy yo, ¿te acuerdas? —dijo él, despacio.
—Lali: Lo sé, pero esto cambia mucho las cosas —aspiró hondo y dejó escapar el aire lentamente—. Lo que no quiero, Peter, es que las niñas sepan que tú eres su padre, y que dentro de un mes o dos, cuando te hayas cansado de jugar hacer de papá, te entren ganas de irte otra vez dos o tres años y desaparezcas de nuevo de sus vidas. Eso sería mucho peor para ellas que no tener una figura paterna.
—Peter: Estoy de acuerdo contigo, Lali, y te prometo que no lo haré. Al igual que tú, sólo quiero lo mejor para ellas.
—Lali: Lo sé —dijo ella—. Y te lo agradezco.
—Peter: Sí, bien —dijo él—. Escucha, me gustaría darme una ducha antes de que vengan las niñas —añadió, dirigiéndose hacia la puerta del dormitorio.
—Lali: Bien.
Con el corazón destrozado, Lali lo siguió con los ojos, sabiendo que a pesar de lo que había dicho, nada volvería a ser lo mismo entre ellos.
Nada.

Continuará...
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+ 15 firmas y massssssssssssssss :DDDDD

28 comentarios:

  1. ahhh pero q pasooooo!!!
    iba toda tan bien!! espero los siguientes

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  2. mas mas mas no aguanto la intriga!!

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  3. NO ahora que estavan tan bien

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  4. mas novela porfavor no me dejes asi

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  5. MASSSSSSSSSSSSSSSSSS

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  6. maaaaasssssssss por dios

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  7. NOVEEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!!!!!!!

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  8. quiero laliter i embarazo :)

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  9. MAS MAS MAS MASSSSSSSSSSSSSSS

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  10. habra hermanitos para las gemelas????'

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  11. El es un idiota!!!!! por que no le dijo k la amaba con todo su corazon??? a veces los hombres son... MAS NOVE!!!!!!!!!!!!!!

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  12. heey mas ya estan las firmas porfas!!

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  13. por qe no le dijo qe la ama si lo ubiera echo todo ubiera salido bien :S maaaas

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  14. porque carajos no le dijo que la amaba DIOS

    noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

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  15. porque te gusta hacerme sufrir!!!!!! :'| malvadaaaaaaaaaa @LuciaVega14

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  16. yo creo que si Peter le hubiera dicho a Lali que la amaba a ella y tambien a las nenas ella lo habria tomado de otra forma!!!!!!!!!! ¬¬ pero no!! tenia que nombrar solamente a las nenas! @LuciaVega14

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  17. tan tierno que habia empezado el cap!! <3

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