CAPÍTULO 39

Muy despacio, Peter alzó la mano y le tocó la curva de la mejilla a Lali, observando cómo empezaba a sonrojarse. Apartó los dedos, aunque lo que quería era tocar su radiante cabello castaño y rozarle la nuca. Sus oscuros ojos eran tan aterciopelados, castaños e inocentes como recordaba. Quería posar los labios sobre la delicada curva que dibujaban los de Lali, acariciar su tersa piel. Había ganado algo de peso, sus pechos se habían redondeado y su cintura se veía más definida.

—Lali: ¿Ves tan bien como antes? —le preguntó ella.

—Peter: Sí—dijo con voz ronca—. Creo que sí.

Lali tragó lágrimas de alivio. Sólo en ese momento fue consciente del temor que había sentido a que él quedase definitivamente ciego.

—Lali: Oh, me alegro tanto... Creo... Temía... —Se sentía confusa, intensamente consciente de su mirada.

El no apartaba la vista de su rostro.

—Peter: Eres más hermosa de lo que recordaba.

El corazón de Lali se desbocó. Tendría que haberse levantado de la cama y apartado de él. Pero siguió sentada allí, atrapada en la más pura confusión. Inclinó la cabeza, se fijó en la mano que Peter tenía junto a su cadera. No la tocaba, pero sintió su mirada.

—Lali: Tu... tu padre me ha dicho que el teniente Benedict te verá mañana —tartamudeó—. Deberás hacerle creer que eres Pablo.

—Peter: Tendrás que ayudarme.

—Lali: Yo... yo no creo que sea posible. No creo que seamos capaces de convencer a nadie... No puedo fingir que eres mi marido —susurró.

Peter quería tocarla, sentir el tacto de aquella suave piel, su pequeño cuerpo junto al suyo. Pero no tenía derecho alguno, y en ese lugar civilizado no podía recurrir a sus habituales técnicas basadas en la fuerza y la conquista. Ahí no podía tomar algo —o a alguien— porque le apeteciese hacerlo.

—Peter: Lo entiendo —dijo despacio. Nunca había sido bueno en situaciones como aquélla. Nunca se había interesado por analizar los sentimientos, ni los suyos ni los de nadie. Juzgaba a los demás por sus acciones o por lo que le dictaba su instinto—. Es repulsivo, ¿verdad? —prosiguió—, burlarse de este modo de la muerte de Pablo. Si lo logro no podrás llevar luto. Te he privado del período de luto que te corresponde. Tendrás que mentir a todos tus conocidos y convencerles de que estás feliz de tener de vuelta a tu marido. Y fingir que el hombre que odias es el hombre que ocupa tu corazón. Te equivocas si piensas que voy a disfrutar con esto. Soy plenamente consciente del agravio que supone para ti esta charada. De no ser necesario para salvar mi cuello, me habría negado de plano. Dios sabe que no es fácil hacer de Pablo. Soy un mentiroso muy competente, pero ¿cómo interpretar la honestidad y la decencia...? Bien sûr, esto va a poner a prueba mi calenturienta imaginación.

—Lali: Tú te burlas de Pablo por su bondad —le acusó ella en voz baja.

—Peter: En absoluto. Cuando era joven sí lo hacía. —Sonrió brevemente—. Me enfadaba mucho su capacidad para evitar los insultos o los retos. Jamás fui capaz de resistirme a una pelea, a pesar de que no tuviese sentido.

Ella elevó su luminosa mirada hacia él.

—Lali: ¿Por qué Pablo nunca me habló de ti?

Peter rió con ironía.

—Peter: No soy la persona más adecuada de la que presumir, ma petite.

—Lali: Pablo tendría que habérmelo dicho. Tener un pirata por hermano no es algo que pueda mantenerse en secreto por mucho tiempo.

—Peter: Oh, los criollos pueden mantener los secretos durante generaciones, no como los franceses. Quizá sea por influencia española. Los españoles son muy buenos con las intrigas. Pablo tal vez pensó, con toda razón, que pasarían varios años antes de que te enterases de mi existencia. —Se recostó en las almohadas y cerró los ojos con una mueca de dolor. Su rostro estaba tenso.

—Lali: Deberías dormir —dijo ella con suavidad—. Tienes que estar descansado para mañana.

—Peter: He descansado de sobras —respondió sin abrir los ojos—. Es lo único que he hecho desde que llegué.

Lali se puso en pie.

—Lali: Le diré a Nicolás y Gimena que has recobrado la vista. Se pondrán muy contentos.

—Peter: Más bien se sentirán aliviados.

—Lali: Sí, eso también. —Se inclinó sobre él para arreglarle las almohadas, tal como había hecho centenares de veces. Pero en esta ocasión fue diferente... en esta ocasión Peter abrió los ojos para verla, y el momento se tiñó de una súbita intimidad. Ella se retiró enseguida. Ahora que él podía ver todo sería diferente. La indefensión había desaparecido. Sus heridas habían sanado, y él acabaría siendo el mismo de antes. Sin duda se marcharía lo antes posible, y no volvería nunca más.

—Peter: Siempre hueles a flores —murmuró—. Son… parecen violetas... o...

—Lali: Lavanda.

—Peter: Lavanda —repitió él. Volvió la cabeza y no tardó en quedarse dormido.

¿Por qué Peter había sido tan diferente de Pablo? Lali había buscado una respuesta, pero nadie había sabido explicárselo. Tenía que haber una razón, algo tenia que explicar por qué un hermano era el orgullo de la familia y el otro la desgracia de la misma. Se preguntó si Peter y Pablo se odiaban. ¿Acaso no le habría hablado de su hermano gemelo si hubiese sentido afecto por él?

—Lali: Oh, Pablo —susurró—, ¿te habría gustado que le ayudase? ¿O te estarás retorciendo en la tumba?

Conitnuará...

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Holaaaaa! holaaa linduras!

perdón perdón por no aparecer ayer! pero hoy vamos con todo!

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