CAPÍTULO 68

—Nico: Hace unas semanas.

—Peter: ¿Por qué demonios no me lo habías dicho? —preguntó con irritación.

—Nico: No creía que tuvieses que saberlo.

—Peter: Maldita sea. ¿Y cuándo llevarán a cabo esa supuesta expedición?

—Nico: Pasado mañana.

—Peter: Pasado ma...—Peter estalló—. ¡Idiotas! Se perderán muchas vidas. En el puerto de la isla hay una flota de barcos muy bien armados. ¡Perderán la mitad de sus efectivos antes de que Matthews se acerque lo bastante para disparar sobre la isla!

—Nico: Es posible. Pero Legare se ha convenido en una amenaza demasiado grande. No pueden permitir que continúe sus actividades sin plantarle cara. Creen que la ayuda del ejército les aportará la fuerza necesaria.

—Peter: ¿Le has hablado de Pablo a Matthews? ¿Le has dicho que tal vez esté prisionero en la isla?

—Nico: Por supuesto que no. Si lo hubiese hecho, las autoridades habrían venido a arrestarte de inmediato.

—Peter: Tienes que ir a ver a Matthews y al teniente Benedict y explicárselo todo, padre. Lo mío y lo de Pablo y toda la farsa al completo.

—Nico: Ni hablar. Si esperas obtener su perdón, mon fils, no tardarás en descubrir que no es lo que tienen pensado para ti. Al llegar la mañana, estarías colgando de la horca.

—Peter: Puedo serles de utilidad. Tienes que descubrir cuál es su plan de ataque, saber qué van a hacer con total precisión, al minuto. Convencerles de que esperen hasta que me cambie por Pablo. De ese modo mi hermano estará a salvo.

Su padre lo miró impertérrito.

—Nico: ¿Y qué ayuda podrás ofrecerle entonces a la fuerza naval?

—Peter: Tendré a unos cuantos de mis hombres enla isla. Maxi los mantiene ocultos allí. Entonces lideraré un ataque desde el interior dela fortaleza. Dilea Matthews que haremos estallar la santa bárbara y que utilizaremos los cañones de la fortaleza para desbaratar las defensas del puerto. Los debilitaremos desde dentro. Entonces el escuadrón naval podrá tomar la isla sin demasiada resistencia. Matthews tendrá que aceptar.

Nico sacudió la cabeza.

—Nico: Hay demasiadas posibilidades de que algo salga mal.

—Peter: Siempre es así. —lo miró, sorprendido por un sentimiento de compañerismo que jamás había experimentado con su padre—. Tenemos que hacerlo de ese modo. Por Pablo. Tienes que hacerle entender a Matthews que puedo ayudarle.

Nico frunció el ceño pero no replicó.

Peter se sintió aliviado al ver que su padre lo haría.

—Peter: Padre... supongo que entiendes que después de todo eso tendré que desaparecer.

—Nico: Todavía estoy intentando lograr el indulto para ti.

—Peter: Ni siquiera tú tienes suficiente dinero o influencia para eso. Si no me atrapan, me iré y espero que me den por muerto.

—Nico: Y nunca más volveremos a verte —dijo sin alterarse.

Peter dudó.

—Peter: No.

—Nico: ¿Y qué pasa con Lali?

Al ver que no respondía de inmediato, Nico miró a su hijo. La cara de Peter era poco menos que un poema.

—Peter: Le irán mejor las cosas con Pablo —logró decir—. La única vida que yo podría ofrecerle... no es la que quiero para ella.

Tras volver a la casa, Peter se mantuvo ocupado durante el resto del día en pequeñas tareas, reparando unas tablas sueltas en la torre de la campana y participando en la retirada de un árbol caído que había bloqueado parcialmente el camino de la plantación. 

Mientras Peter trabajaba, Lali pasó el día con Julia en uno de los barracones de los esclavos, cuidando a una madre y a sus dos hijos que habían caído enfermos. Peter se alegró de mantenerse a distancia de Lali. No quería volver a verla de momento, sabiendo que iba a perderla. La noche anterior no había podido separarse de su lado. Pero cuanto más la amaba, más importante se hacía para él la seguridad de ella, más importante incluso que su propia vida o sus propias necesidades. Estaría a salvo con Pablo, y llegaría a ser feliz a su lado. Eso era lo único que importaba.

Vico avanzaba desde la playa hacia la fortaleza iluminado por el destello rojizo del atardecer. En menos de un minuto fue rodeado por tres hombres y él los mantuvo a distancia con su espada corta.

—Vico: ¡Bajen sus armas! —exclamó—. Estoy aquí invitado por Nicky Legare, estúpidos bastardos.

Bramando insultos y advertencias, los tres hombres lo obligaron a dejar la espada, la pistola y el cuchillo. Después le acompañaron hastala fortaleza. Vico no dejó de sonreír torcidamente, lanzando alegres exclamaciones cuando veía a alguno de los hombres que habían navegado con el capitán Peter.

—Vico: ¡A la vista un baboso traidor!

Lo condujeron hasta los aposentos de Legare. Podía suponerse que un hombre tan rico como Legare estaría rodeado de tesoros y refinamiento pero, por el contrario, sus habitaciones tenían un aire espartano. No había obras de arte ni objetos lujosos. Vico había visto celdas de confinamiento que ofrecían mayores comodidades. Eso confirmó la opinión que Vico había tenido siempre sobre aquel hombre: no debía ser del todo humano. Legare estaba sentado en un banco bajo y duro, con los brazos apoyados en una mesa rectangular.

—Lagare: Señor Vico —dijo. La luz de la lámpara aportaba un toque carmesí a sus oscuras pupilas—. Lo esperaba.

Vico le dedicó una burlona reverencia.

—Vico: Sí, Peter me comunicó su invitación, capitán Legare. Ahora, si no le importa, me gustaría ver a esa otra víctima de su hospitalidad, aquel al que llaman doctor Vallerand.

—Lagare: Iremos a visitarlo, claro que sí. —se puso en píe y caminó hacia él—. Y, de camino, señor Vico, quizá podamos discutir sobre algunos temas...

—Vico: Claro, los detalles del intercambio.

—Lagare: Tal vez en primer lugar deberíamos hablar de su futuro.

—Vico: Habla todo lo que quieras —repuso dándose aires—. Soy una persona difícil.

Legare abrió la puerta con la vista clavada en la cara de Vico.

—Lagare: Tal vez no tanto como crees. Según mi punto de vista, Peter no lo recompensó como era debido, señor Vico. Hiciste algo por él y no te dio nada a cambio.

—Vico: Eso se conoce como lealtad —masculló.

—Lagare: Una lealtad muy cara. Cara para vos.

—Vico: Estás malgastando saliva —dijo cortante.

—Lagare: Todavía no he acabado —murmuró bajando hacia las mazmorras de la fortaleza.

Vico le seguía a un par de metros de distancia.

Continuará...

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